Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En su
obra "Crimen y costumbre en la sociedad salvaje" (1926), el
antropólogo Bronislaw Malinowski analizaba la visión teórica existente del
"salvaje" en la época y escribió:
El salvaje —según el veredicto actual de
competentes antropólogos— siente una reverencia profunda por la tradición y las
costumbres, así como muestra una sumisión automática a sus mandatos. Los
obedece "como un esclavo", "ciegamente", "espontáneamente",
debido a su "inercia mental" combinada con el miedo a la opinión
pública o a un castigo sobrenatural; o también por el "sentimiento, o
hasta instinto, de grupo que todo lo penetra". (22)
Tras
mostrar algunos ejemplos, erróneos en su parecer, de cómo ven sus colegas antropólogos
a los "salvajes", Malinowski concluye:
Pero cuando inmediatamente se nos dice que
"todas estas leyes son aceptadas por el salvaje como una cosa corriente
que a él ni se le ocurre quebrantar", entonces nos vemos obligados a protestar.
¿No es acaso contrario a la naturaleza humana el aceptar cualquier represión
como si fuese natural y para el hombre civilizado o salvaje cumplir reglamentos
desagradables, pesados y crueles, someterse a prohibiciones, etc., sin que se
le obligue? ¿Y que se le tenga obligado usando alguna fuerza o motivo al que él
no puede resistir? (22-23)
La
visión del hombre salvaje como
sometido a la costumbre y al grupo, sin voluntad propia, llevado por el
instinto, gobernado por los miedos, frente a un individuo racionalista, que ha producido una leyes "justas" y
aceptadas por todos conforme a su beneficio, y capaz de rebelarse ante la injusticia, puede parecernos hoy un
tanto ingenua en su maniqueísmo, como ya le pareció a Malinowski, que
consideraba que esa visión solo era fruto del desconocimiento del "derecho"
existente en sus prácticas cotidianas. Para él, lo verdaderamente humano es ese
sentimiento de la injusticia y la
consiguiente rebeldía.
El
problema de la rebeldía ante la injusticia no ha dejado de estar en el centro
del pensamiento "civilizado", especialmente desde mediados del siglo
XVIII. Se hará una revolución y se seguirá pensando en ella, buscando caminos ante el crecimiento del sentimiento de injusticia, acrecentado por la idea de igualdad y derechos ciudadanos. En la película de François Truffaut, L'enfat sauvage, el sentimiento de rebeldía surge de la percepción de la injustica del castigo; pasará, según su maestro, a entrar en un universo realmente humano". Puede no saber qué es la justicia, pero siente la injusticia. La idea del "hombre rebelde", por ejemplo, nos llega ya en el
siglo XX de la mano de Albert Camus, que lo convierte en el centro de su reflexión junto a la idea de absurdo:
Yo grito que no creo en nada y que todo es
absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y tengo que creer por lo menos en mi
protesta. La primera y única evidencia que me es dada así, dentro de la
experiencia absurda, es la rebelión. Privado de toda ciencia, obligado a matar
o a consentir que se mate, no dispongo sino de esta evidencia, que se refuerza
además en el desgarramiento en que se halla. La rebelión nace del espectáculo
de la sinrazón ante una condición injusta e incomprensible. (15)**
Camus
establece un paralelismo con el razonamiento cartesiano que lleva a salvar al
sujeto por el hecho de "pensar" en que existe. Para él, en cambio,
previo al pensamiento está el "grito", respuesta visceral con la que
el sujeto responde a lo injusto y reafirma su existencia. La rebeldía precede a la esencia. Donde otros encontraron la Razón,
Camus encontró la rebelión que surge de la injusticia. El hombre no solo grita
ante el dolor, como otros seres vivos; grita ante la injusticia. Se rebela en y con
su grito.
Deberíamos
percibir el detalle importante de que no se habla tanto de un sentimiento de la Justicia, como de un
sentimiento de la Injusticia. Esto
supone que la Justicia no es un elemento natural,
mientras que la experiencia de la injusticia sí lo es. Acostumbrados a verlos
como opuestos, puede parecer extraño. Sin embargo creo que es esa
"racionalidad" de la justicia la que conlleva la civilidad. Las
leyes, por decirlo así, se hacen para la vida en común, nos afectan a todos;
por el contrario, el dolor que provoca la injusticia es un sentimiento
individual, por más que podamos compartirlo a través de empatía, la solidaridad
o la compasión. Es precisamente ese intento de compartir el dolor ajeno lo que
nos hace más humanos.
En las
últimas décadas, ha crecido el sentimiento de injusticia y el grito de
rebelión. El Sentimiento de la Injusticia se opone al Pensamiento de la Eficiencia,
auténtico motor del mundo actual. No trae cuenta pensar en lo humano, en el dolor que surge de su imperfección vital, sino en
la consecución de una maquinaria social bien engrasada. El de la Eficiencia es
un pensamiento sin dolor, mecánico, y
por ello inhumano.
Basta
con pasar media hora delante de un noticiario para darse cuenta que hay mucho sentimiento
de injusticia y muchos amagos de rebelión, por causa diferentes, repartidos por
todo el mundo. Los gritos del que se siente víctima proliferan en una crisis amplia que afecta a las instituciones civilizadas y a su sentido. El grito debería convertirse en diálogo y este en acuerdo para la convivencia. Sin embargo, nunca ha habido tantas voces y tan poco diálogo. Como consecuencia, el grito regresa y resuena como un gran lamento que inunda todo.
No sé
si el "salvaje" y el "civilizado" responden ante las mismas
injusticias. Puede que difieran en muchas cosas por variaciones en las
costumbres y que su tiempo de aguante sea distinto, pero —más pronto o más
tarde— todos acaban estallando. El grito estalla. En cuyo caso dará igual si su
sentido es "natural" o "cultural" porque
su ira será real. Una sociedad no tiene porqué ser primitiva para convertirse en una jungla. Puede serlo de muchas formas. El dolor nos hace humanos, sí; pero, evitarlo nos hace inteligentes. La cuestión radica en ser inteligentes sin dejar de ser humanos. O, si se prefiere, en ser humanos sin ser tratados o tratar a los demás como piezas de máquinas.
*
Bronislaw Malinowski (1985): Crimen y
costumbre en la sociedad salvaje [1926]. Planeta, Barcelona.
** Albert
Camus (1978 9ªed): El hombre rebelde.
[1953] Losada, Buenos Aires.
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