Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No es
fácil llegar a comprender la intensidad que algunos cantantes representan en el
mundo árabe, el sentido profundo que adquieren para cada país y cómo son
compartidos gracias a la lengua común por muchos otros. La mercadotecnia actual,
en su perspectiva económica, no alcanza a comprender el fenómeno. En unos
pueblos profundamente divididos, enfrentados por cuestiones políticas y
religiosas, desgarrados por tendencias discrepantes sobre la construcción de su
modernidad o de los retornos a edades de oro imposibles, la música encarnada en
las voces de los cantantes ejerce las funciones del remanso de la poesía, del
espacio de paz en el que se encuentra refugio.
Este
estatus superior solo le es concedido a unos cuantos músicos y cantantes, los
pilares de la tradición, los que sembraron sentimentalmente las generaciones de
palabras y melodías que invitaban a lo primario en un mundo convulso.
Por eso
me llamó la atención la noticia que leí ayer en el diario egipcio Al-Ahram:
Through decades of conflict, there has been
one thing all Lebanese could agree on: their adoration of the country's iconic
singer Fairouz, who stood unquestioned above the fray with her anthems to
Lebanon and Palestine and songs of love.
Now the 78-singer has been dragged into the
thick of the country's bitter political and sectarian divisions after her son
said in an interview that she loves the leader of Hezbollah, sparking an uproar
among opponents of the Shiite guerrilla group.
Angry critics on Twitter and Facebook and in
Lebanese newspapers have said Fairouz should stay out of politics, some even
accusing her of treachery, while supporters have indignantly replied that she
is free to support whomever she chooses.
Fairouz herself has remained silent. Throughout her career, she has never
expressed her political opinions, and she rarely gives interviews.*
Es difícil mantener esa aceptación general, esa unanimidad, en
un país desgarrado, como lo es Líbano desde hace ya desgraciadamente muchos
años. Hoy, de nuevo, se encuentra ensangrentado por las luchas internas y por
su participación fragmentada por el envenenamiento con la guerra siria.
Fairouz nació en una familia cristiana ortodoxa siriana, una de las comunidades más antiguas en su
separación del tronco común cristiano, desde que no aceptaron las conclusiones
del concilio de Calcedonia en el año 451. No ha sido impedimento para que se
convirtiera en la cantante más querida en el mundo árabe, porque ese mundo,
hasta el crecimiento del sectarismo integrista que hoy vemos, ha tenido como
norma la convivencia. La iglesia siriana puedo pervivir bajo el manto islámico
creando comunidades que sobrevivieron en Turquía, Siria, Irak o en Líbano. Fue
precisamente ese aislamiento del resto de la comunidad ortodoxa, con la que se
encontraba enfrentada, la que le permitió su propia trayectoria como comunidad.
Mientras que hoy surgen predicadores integristas mediáticos prohibiendo
felicitar las fiestas a los cristianos, felicitarles siquiera el año —alguno
señalaba hace unos días que eso era peor que la "fornicación"—, Fairouz
pudo sacar en el pasado un disco dedicado al "Viernes Santo" (Good Friday Eastern Sacred Songs 1962) o
grabar canciones navideñas tradicionales o modernas, incluso en inglés, como We wish you a Merry Christmas. Entre
las múltiples grabaciones disponibles suyas en YouTube, podemos verla cantando en árabe Jingle Bells. Fairouz, lejos de cualquier sectarismo, ha cantado a todos y para todos, sin ningún tipo de bandería.
Fairouz representa para muchos esa posibilidad de
estabilidad en un mundo convulso, poder tener algo en común frente a la
disolución, al caos de lo cotidiano. Es una referencia de estabilidad, un
símbolo de unidad.
El conflicto se inició con una declaraciones de su hijo Ziad:
In mid-December, Fairouz's son Ziad Rahbani, a
prominent composer and playwright who openly expresses his support for
Hezbollah, told a news website linked to the group that his mother loves
Hezbollah chief Sheik Hassan Nasrallah "a lot."
He added that his mother "will be angry
with me as she did last time when I gave a TV interview and revealed some of
her personal matters. She boycotted me." Last year he told the
Lebanon-based TV station Al-Mayadeen that his mother's political views are
"not far from mine."*
El silencio de Fairouz no implica un estado olímpico sobre los problemas del mundo
que le rodea. Eso sería deshumanizarla. El conflicto, ante el que nadie puede
ser indiferente, no puede mitigarse ignorándolo. Eso lo entiende todo el mundo.
Lo que no se entiende desde un punto de vista emocional y simbólico es el dolor
que les causa a los libaneses —y no solo a ellos— tener que introducir en sus
discusiones a Fairouz, para ellos ese espacio de paz, ese limbo del arte en el que refugiarse.
En ocasiones se critica al arte si se aísla de la realidad,
pero se olvida la necesidad que todos tenemos de encontrar oasis o incluso
espejismos de oasis para sobrevivir en los conflictos que nos atenazan cada
día. Y el arte, muchas veces, ejerce esa función. Fairouz la cumple con el
añadido del símbolo de lo común, de aquello que es respetado por todos en un
espacio en el que se vive en un precario equilibrio entre muerte y disputa. Por
eso las críticas se han centrado en el hijo antes que en la madre, a la que
todos quieren seguir respetando y que nadie la convierta en "suya" en
detrimento de los demás:
Pierre Abi Saab, who heads the cultural section
of Lebanon's daily al-Akhbar, told The Associated Press that Rahbani "said
something that is probably true, but he had no right and had no authorization
from the family to say it." He added that Rahbani is "known for
saying everything in interviews without any self-censorship."
Politicians are saying people need
to lay off the criticism, given Fairouz's status. Druse leader Walid Jumblatt
issued a statement saying Fairouz should be kept out of controversy, describing
her as "symbol of national Lebanese heritage."
Even Nasrallah spoke about the issue
in a speech last week marking the assassination of one of his group's military
commanders, though he didn't mention the singer by name.
"We have reached a point in the country
when someone says he loves someone, this could lead to the country's
destruction," Nasrallah told hundreds of supporters. "No one
is allowed to love."*
Algunos ven en la figura de Fairouz el último refugio, la
última viga que sostiene el techo libanés del hundimiento definitivo. Como
símbolo, la cantante ha pasado a representar al país mismo. Es lo último que
les queda para compartir sin enfrentamientos y por eso ven en la acción de Zaid
Rabhani una especie de alta traición desmitificadora y tendente a aumentar la
desesperación ante un dificultoso futuro, cada vez más sangriento.
Líbano quiere y, sobre todo, necesita seguir escuchando la
voz de Fairouz. Los libaneses necesitan que su leyenda se mantenga a salvo de
las circunstancias para seguir deseando estar juntos para disfrutar de sus
canciones, como una emoción común entre tanto odio sectario.
En un mundo presidido por la mercadotecnia, nos resulta
difícil comprender el papel esencial que cumplen cantantes como Abdel Halim Hafez,
Oum Kalthoum o la misma Fairouz. Son referencias emocionales, símbolos. Nada
que ver con los fans consumistas a
los que estamos acostumbrados. Son un vínculo intergeneracional porque cada uno
encuentra, entre su repertorio, la canción que le emociona, que le hace soñar
un rato, que puede disfrutar con otros. Muchas veces es una canción ligada a la
infancia, a la familia. Son vínculos en un mundo tendente al caos.
Fairouz es el oasis necesario, el descanso en la dura
travesía cotidiana. Muchos libaneses quieren que en ese oasis solo se escuche su música.
*
"Beloved singer Fairouz dragged into Lebanon's divisions" Ahram
Online 31/12/2013
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/8/90526/World/Region/Beloved-singer-Fairouz-dragged-into-Lebanons-divis.aspx
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