miércoles, 11 de diciembre de 2013

Farmer

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El trompetista Art Farmer (1928-1999) tenía un hermano, gemelo idéntico, que tocaba el bajo. Se cuenta la siguiente anécdota: un día le preguntaron a Art cómo se distinguía de su hermano. El contestó: cada mañana cuando me levanto cojo el bajo y si no puedo tocarlo es que soy Art.
La anécdota tiene algo de borgeana, algo de misterio de persona que se descubre a sí mismo en cada momento porque corre el riesgo de no reconocerse, de perder su identidad, resultado de uno los más asombrosos y sorprendentes avances evolutivos. Puede que todo lo vivo sea distinto, aunque lo sea ligeramente; pero solo nosotros hemos desarrollado tan intensamente esa conciencia de ser uno mismo, que incluye el ser diferentes a los demás. Somos nosotros porque no somos los demás, de ahí el interés del pensamiento de la otredad, complemento necesario para pensarnos.
Ser uno mismo, en el fondo, es ser el responsable ante la conciencia —que surge en el mismo movimiento— de la serie de acciones que constituyen nuestra biografía. Identidad, consciencia, memoria, biografía son causas y efectos reversibles. Tenemos identidad porque tenemos memoria; tenemos biografía porque tenemos consciencia y memoria; somos nosotros porque recordamos que lo somos. El interés de la ciencia actual por los "falsos recuerdos", aquellos que forman parte de nuestra memoria sin haber sido parte de nuestra vida, es en el fondo una indagación en el misterio de la identidad, más allá del "ser" o las "esencias". Tenemos poco de metafísicos y sí mucho de seres históricos que van acumulando diferencias, acción a acción, experiencia a experiencia, recuerdo a recuerdo.


Somos lo que recordamos que somos y somos lo que recordamos tal como lo recordamos, por eso Art Farmer tenía que comprobar qué sabía hacer, si tocar el bajo o la trompeta, para poder decidir quién era. Aunque la respuesta tenía mucho de burla al que le hizo la pregunta, no deja de tener el fondo inquietante que suelen tener las historias de gemelos idénticos: el temor a no saber quiénes somos, a perder la identidad en un extraño intercambio. De ahí el horror que nos causan las enfermedades degenerativas que nos destruyen la identidad comiéndose nuestros recuerdos, nuestros vínculos con el mundo, los que nos confirman quiénes somos. ¿Quiénes somos cuando no podemos recordar? ¿Cuál es nuestra identidad?


Imaginemos que cualquiera de los Farmer sufra amnesia tras un golpe y no recuerde que tiene un hermano. En su esfuerzo por recuperar su memoria, su identidad, abre un álbum de fotos en el que se encuentran entremezcladas las de ambos gemelos,  idénticos, indistinguibles a simple vista. Ese Farmer asumirá que todas aquellas imágenes fotográficas forman parte de su vida, son su vida. Se verá tocando el bajo en unas y la trompeta en otras. Pronto descubrirá que su extraña amnesia le ha hecho olvidar cómo se toca uno de los dos instrumentos y supondrá, probablemente, que la parte de su cabeza que se golpeó es donde reside la capacidad de tocar el instrumento que "ha olvidado". Lamentará —y eso marcará su vida— haber olvidado cómo se toca ese instrumento que, seguro, le procuraba grandes goces. Aquellas imágenes pasarán a ser falso recuerdos que irán repoblando su memoria, colonizándola. Pronto llegaría a fusionar ambas vidas en una.

De repente me doy cuenta de que en las fotografía que veo a Farmer tocando la trompeta sé que es Art, pero esta seguridad se desvanece cuando no está tocando un instrumento. Entonces puede ser cualquiera de los Farmer, pues son indistinguibles; puedo incluso desconocer que tenía un gemelo y haberme creado la figura de un solo Farmer. Trato de encontrar alguna fotografía del otro Farmer, una segura. Localizo tres imágenes. La primera es la portada de un disco que incluye su nombre, pero las imágenes son unas frustrantes figuras, deliberadamente borrosas; Addison Farmer es solo una mancha difusa, si es que es él alguna de esas sombras. 
La segunda imagen que encuentro es de los dos hermanos Farmer juntos, pero no hay posibilidad de distinción, apenas tienen unos meses de vida, una vida con pocas diferencias hasta el momento. Ninguno de los dos ha elegido todavía qué instrumento habrá de tocar para distinguirse el uno del otro a lo largo de sus vidas. Y son, efectivamente, idénticos.


La tercera fotografía es la portada del disco "Meet the Jazztet", de Art Farmer con el saxofonista Benny Golson, una grabación de 1960. Allí están todos los músicos y puedo contemplar finalmente a los dos hermanos juntos, Addison y Art, con sus rostros iguales, cada uno tocando su instrumento, trompeta y bajo. Addison es el más alejado de la cámara, permaneciendo en una discreta segunda línea junto al batería del sexteto. Van todos uniformados, con trajes azul claro, por lo que las posibilidades de distinción se desvanecen. Solo sus instrumentos les distinguen. Trato de encontrar diferencias entre ambos, pero no las hay. Art, como figura solista, está en el primer término; Addison permanece tras él, mirando hacia su hermano.


Los hermanos Farmer tocaron juntos en múltiples ocasiones. Art incluyó a Addison, un buen bajo, en muchas de sus formaciones y grabaron juntos una larga y memorable lista de discos. Addison Farmer participó en muchas otras grabaciones junto a otros buenos músicos, como hizo Art por su lado.
No sé si a Addison le preguntaban cómo podía distinguirse de su hermano Art. No sé si contestaba que se levantaba cada mañana y si no podía tocar la trompeta era Addison. Cada mañana salimos del sueño y recordamos quiénes somos. Continuamos nuestra historia en el punto que la dejamos, como si fuera un libro que dejamos sobre la mesilla.
La escritora norteamericana Djuna Barnes (1911-1982) escribió en su poema The Dreamer:

The night comes down, in ever-darkening shapes that seem-
To grope, with eerie fingers for the window –the-
To rest to sleep, enfolding me, as in a dream
Faith –might I waken!


La preocupación no solo es despertar del sueño, sino —tras él— seguir siendo uno mismo.





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