Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
José
Toharia y José Ferrándiz, presidente y vicepresidente respectivamente de la
empresa Demoscopia, han titulado un artículo publicado este domingo en el
diario El País con el título "El posible regreso a la política". Hay
que reconocer que la frase, en su interpretación fina, tiene matices variados y
estoy seguro que le han dado unas cuantas vueltas a la titulación antes de
dejarla en su formulación final. Podían haber titulado con un "regreso de
la política" tratando de resaltar que a esto que padecemos todos
difícilmente se le puede llamar "política". Está también el espinoso
tema de quién regresa a qué: si somos nosotros los que regresamos a la política
abandonada de mala manera o si es la política la que regresa a nosotros, pobres
desasistidos.
Acostumbrados
a sondear en caliente el ya aburrido descontento nacional, los responsables de
Demoscopia auguran (fundadamente, suponemos) que el PP volverá a ganar las
elecciones con una pérdida fuerte de votos y escaños; que el PSOE se le
acercará y que los que viven de sus errores subirán, pero no tanto como para
hacerles sombra ni de muleta. Bajaría también CiU porque aquí el que está en el
poder está condenado a perder por desgaste en cada vuelta de la tortilla. Significa, en
resumen, que los grandes partidos no merecen mucha confianza y los pequeños poca,
que solo se hacen con descontentos más que con convencidos. Y es que aquí ya no
convence nadie; todo lo más nos calientan la sangre que tenemos ya a punto de
ebullición.
Desde
hace mucho tiempo se ha perdido la alegría de votar, aquello que nos hacía
decir aquello tan bonito de "fiesta de la democracia", cuyo efecto
euforizante se va diluyendo conforme pasamos de quijotes a sanchos y se nos
retuerce el colmillo a fuerza de desencanto.
Cuando
los investigadores de Demoscopia plantean las posibilidades de alianzas para
hacer un parlamento gobernable con lo que puede salir de unas futuras
elecciones, desestiman directamente lo que se llama por ahí la "gran
coalición". Señalan en su artículo:
La alternativa matemáticamente más obvia
sería, sin duda, una gran coalición PP-PSOE que remara al unísono por un
tiempo, al menos hasta dejar atrás la actual crisis, y que llevara a cabo las
reformas estructurales que el país precisa y que solo con su esfuerzo conjunto
parecen posibles. Pero esto, evidentemente, pertenece hoy por hoy al reino de
las ensoñaciones, pues esto no es Alemania.
Un resultado similar al de esta estimación
propiciaría, por otra parte, algo que la ciudadanía añora, según expresa sondeo
tras sondeo: el retorno de la política. Es decir, la vuelta a la negociación y
al pacto como modo permanente y buscado (y no resignadamente soportado) de
resolución de problemas y desacuerdos; y el predominio del diálogo y del
respeto mutuo como estilo propio de la vida pública. Con tanta información
demoscópica como ahora existe, resulta inexplicable que los partidos propendan
a escuchar casi únicamente a sus cuadros y militantes y apenas se esfuercen en
oír la voz de quienes les votan. De ahí sin duda ese desafecto que todos
lamentan, pero al que no ponen remedio.*
Hay
muchos aspectos interesantes en las líneas anteriores. Empecemos por las
obviedades: "esto no es Alemania". Puede parecer algo tremendamente
claro, pero que gana alguna lucidez cuando nos planteamos que Alemania tampoco lo era antes de ser Alemania. Alemania no es Alemania;
es un país donde es posible que los
dos partidos mayoritarios acepten formar coaliciones para resolver los
problemas del país. Eso sí es "Alemania". El razonamiento "España
no es Alemania" es falso si lo que define a Alemania es la posibilidad de
acuerdos. No hay imposibilidad de acuerdos; solo no hay voluntad. Sería más
justo reconocer que España es "España" (lo que llaman
"España") porque se anteponen los intereses de los partidos a los de
los ciudadanos.
Alemania
ha sobrevivido a dos guerras mundiales, a la fractura del nazismo, a la
ocupación y división del país y a una compleja reunificación. Y están ahí: son Alemania y los que viven allí son alemanes. Lo tienen claro. Y no se les
caen los anillos a los políticos si tienen que realizar una negociaciones para
que su país sea estable políticamente. Se dicen lo que se tengan que decir y
hacen lo que tengan que hacer. Allí hacen "política" y no hace falta
que regrese de ningún sitio. Pueden y
quieren; quieren y pueden.
Lo
nuestro es otra cosa y sí hace falta que regrese la política o, al menos, el
sentido común. No es posible construir casi nada sin acuerdos y con la amenaza
constante —casi gozosa— de destruir lo que el otro construya durante el tiempo
que le toque. Nosotros no somos Alemania porque no hacemos lo que Alemania hace, no por ninguna maldición o
destino. Sencillamente: este método ha permitido calentar al personal durante
años y que se pasen por alto lo que ahora nos llega al cuello. Cualquier
demagogo arranca aplausos; cualquier sinvergüenza se siente arropado. Tenemos
una política liguera, de ¡viva el
Betis man'que pierda! y torera, de estocada hasta la bola.
No
tiene nada de extraño que la gente demande un sistema de acuerdos y de
encuentros, de búsqueda de soluciones a los problemas, de concordia y respeto. De
buena educación, por favor. Pero lo
que nos ofrecen cada día es la calle como escenario de lucha, de pérdida del
respeto y de la convivencia. Es la forma que tienen de involucrarnos en lo que
llaman "política" y "compromiso". Nada más alejado de la
realidad. El revuelo frenético que todos los partidos tienen montados estos
fines de semana propagandísticos, recorriendo España como feriantes, tiene por
misión desmontar las razones del
adversario —otras demagogias—, contraprogramarle
los discursos para evitar sus irrupciones mediáticas, la única cámara que les
interesa.
Dicen
los investigadores de Demoscopia que resulta increíble que no escuchen lo que las gentes les demandan a todos:
unidad para salir de las crisis, fair
play, acuerdos antes que broncas inútiles; escucharse y proponer
honestamente por el bien de todos, pero ¿eso
le importa a alguien?
No es
de extrañar que esto ocurra si estás seleccionando a tus políticos con esos
criterios de hostilidad hacia fuera y devoción babosa hacia dentro. No hace
falta más, con eso es suficiente. Así se hacen cantera y carrera.
La
política tiene, efectivamente, que regresar, pero es difícil que lo haga con
unos o con otros. Tiene que hacerlo con todos a la vez. Si lo que define a
Alemania es realmente su capacidad de anteponer los intereses colectivos a los
particulares, podremos ser "Alemania" cuando lo logremos. Lo peligroso
es que con esta pseudopolítica que practicamos es difícil que seamos capaces de
lograr algo duradero y un progreso constante. Nos arrastra a todos, nos hace
débiles.
Nuestros
políticos parecen empeñados en no hacer lo que ellos consideran imposible y en cambio fracasar en lo posible. Quizá sea la hora de que
después de haber visto hasta dónde nos lleva lo posible, empezar a desarrollar fórmulas que les parezcan de
ensueño. Lo que está claro para todos —no para ellos— es que esta fórmula está
caduca, que no permite salir adelante porque no hay la voluntad que debería
estar en todos: la de apuntalar el conjunto con sus esfuerzos. Es lo que en el
artículo se llama "remar al unísono" y dejar de darse con el remo en
la cabeza. La "gran coalición alemana" tiene sus propios detractores
en Alemania, por supuesto. Pero lo importante es que no descartan ninguna
solución, pues de eso trata la política, de no cerrar puertas a la realidad
para no tener que salir por las ventanas. Y menos desde el quinto piso de la
crisis. Los alemanes no tienen ninguna virtud que los demás no puedan tener.
Simplemente no se niegan a hacer lo que pueden hacer. Discuten lo que tengan
que discutir, pero si se tienen que sentar, se sientan.
Si yo
fuera el autor del artículo modificaría su título: de "El posible regreso
a la política" lo llamaría, sin ambigüedades, "El regreso posible a
la política". Se puede.
*
"El posible regreso a la política" El País 1/12/2013 http://politica.elpais.com/politica/2013/11/30/actualidad/1385833743_342394.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.