Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La nueva
constitución egipcia continúa su camino hasta enero, fecha en que está convocado
el referéndum, un recorrido que no estará a salvo de problemas internos y
externos. Los islamistas, desplazados del gobierno, mantendrán sus apoyos a la
constitución enmendada tratando de restar legitimidad al proceso en sí y
evitar, especialmente, que pueda ser entendido exteriormente como un acto de
normalización de la vida egipcia, aunque creo que los propios egipcios han perdido ya el sentido de lo que sea la normalidad. Tendrán que crearla, casi como una novedad.
Sería
ingenuo pensar que la aprobación de la constitución enmendada vaya a solucionar
los problemas egipcios, que son muchos, pero sí que puede ampliar derechos en
aquellos campos en los que la constitución islamista, aprobada sin acuerdo con
la oposición —que se acabó retirando—, los recortó o redefinió según su visión
e intereses. En este nuevo proyecto constitucional, que cambia aspectos
esenciales del anterior, se han sumado más voluntades y diferencias ideológicas,
por lo que el apoyo será previsiblemente mayor. Algunas instituciones
internacionales ya han señalado que la constitución tiene sus limitaciones y
defectos, pero que en cualquier caso es una mejora respecto a la islamista de 2012 en
cuanto a los derechos individuales.
Especialmente
importante para Egipto es la cuestión femenina, sobre todo después de que se
haya publicado un informe internacional, la encuesta de Thompson Reuters,
considerándolo como el "peor país" para los derechos de las mujeres,
para sorpresa de muchos egipcios [ver entrada: Esa eres tú, ¿qué te pensabas?]. Las libertades para las mujeres destruyen las familias y destruyen el
país, ese era el argumento islamista tradicional y la mentalidad tras la
constitución. El feminismo es cosa de
extranjeros, su brazo armado dentro de las familias, y los extranjeros siempre quieren el mal para Egipto, es otro de sus
razonamientos, extensivo por supuesto a todo lo que pueda ser considerado como no islámico, que es, lógicamente, nada egipcio.
La
constitución nacerá con la falta de un acuerdo político con el islamismo
—aunque los del partido Nour, salafistas, han pedido el "sí" en
contra de otros grupos salafistas—, por lo que necesitará un amplísimo refrendo
para poder acallar las voces en contra y sobre todo la violencia en las calles.
Aún así, se ha conseguido un acuerdo mucho más amplio que el reflejado en la
constitución anterior, que imponía un modelo
al resto de la sociedad, le gustará o no. Lo que hizo saltar a la sociedad
egipcia y salir a las calles contra el gobierno de Morsi fue la indignación
provocada por las imposiciones y censuras a un pueblo que pretendía tener más
libertades, no restringirlas. La historia del "año Morsi" está ahí,
se puede consultar en las hemerotecas, como un ejemplo de soberbia política y
religiosa, de falta de convivencia y ansias de poder.
No es
fácil improvisar una clase política que sea lúcida en sus ideas, generosa en
sus esfuerzos y abierta a la convivencia. Ni en Egipto ni en ningún sitio. Si
en las democracias vivimos momentos oscuros —que nos hacen avergonzarnos
diariamente— por la penetración de los intereses privados y el mangoneo de lo
público, en aquellos otros lugares en los que se intenta salir de los modelos
autoritarios y dictatoriales, que adoctrinaron en la intransigencia y en el
abuso, es muy difícil formar una clase política honesta y diligente.
La
mejor manera es acudir a aquellos que menos tuvieron que ver en los negocios
sucios, a los que estuvieron más alejados de los centros de poder y corrupción,
a los que estaban en el día a día de la resistencia idealista. Y eso tiene un
nombre: mujeres.
Leo en
el diario Egypt Independent (Al-Masry Al-Youm) que se ha solicitado
desde la presidencia interina el voto de las mujeres para la nueva constitución
reformada. La escritora y activista Sekeena Fouad, actual asesora presidencial para
Asuntos de la Mujer, ha pedido a las mujeres que acudan a votar la
Constitución:
“Every Egyptian woman keen on stability of her
country and bright future for its sons should take part in the referendum and
realize importance of her vote and participation to stop the bloodshed and
plots to divide Egyptians. Parliamentary and presidential elections should
follow to fulfill demands of Egyptians with women, the most important on top.”*
En este llamamiento se percibe precisamente esa necesidad de
participación masiva que pueda servir de freno al conflicto o al menos reducir
sus proporciones para poder descansar del agotador proceso que comenzó con la
revolución en enero de 2011, auténtico camino de espinas para la sociedad
egipcia desde entonces. Es difícil hacerse a la idea de ese interminable estado
intermedio, de ese limbo doloroso que está arruinando la economía del país, privándolo
de paz y recursos, y que está destruyendo la cohesión interna favoreciendo las
divisiones y conflictos diarios.
El papel de las mujeres es esencial en este proceso de
pacificación y normalización sociales. Es la gran fuerza en la que se medirán
los avances reales del país. La mujer egipcia es una energía creativa que todos
necesitan y muchos temen. Ayer citábamos a la socióloga marroquí Fátima
Mernissi y hoy volvemos a hacerlo. Después de asombrarse del gran número de
profesoras que había en la universidad egipcia durante los años 70 y 80,
Mernissi escribió a principios de la década de los noventa, hace más de 20 años:
El integrismo nació en Egipto al
mismo tiempo que el feminismo, y desde entonces siguen viajando juntos. Para
una magrebí como yo, cuya madre es analfabeta, asistir a una conferencia en
Egipto es siempre una sorpresa renovada: la voz cantante del feminismo no la
llevan jovencitas con minifalda, sino mujeres de la edad de nuestras abuelas,
con el cabello cano y la voz trémula, pero cuyos discursos son vitriolo puro.
Las jam'iat Ijawan al Muslimin,
Asociaciones de Hermanos Musulmanes, vieron la luz en los años 1928-1936. La
feminista egipcia Hada Sha'raui era en aquel momento, entre 1923 y 1947, fecha
de su muerte, la líder de uno de los movimientos feministas más radicales del
mundo, incluso según los criterios actuales. En 1920, las egipcias habían
creado ya una sección importante en el seno del partido Wafd y ganado el
respeto de gran parte de la opinión. El ensañamiento de los integristas contra
las feministas en el mundo árabe es debido a que ambos grupos han sacado partido
de la educación moderna, los hombres del medio rural y de las clases modestas,
y las mujeres urbanas de clase media y superior; constituyen las dos alas de la
nueva clase media, que vio la luz en las últimas décadas y se benefició, entre
otras cosas, de la enseñanza gratuita pagada por el Estado. La lucha entre
ellos es natural, es una de las formas de la lucha de clases en un mundo árabe
extraordinariamente dinámico. Sus intereses son divergentes, y cada cual lucha
por imponer su visión. La desigualdad radica en que los integristas cuentan con
la complicidad de los Estados, mientras que las mujeres luchan en solitario,
sin protección alguna, ni siquiera divina. (264-265)**
El párrafo de Mernissi permite entender algunas cosas e intuir
muchas otras. Pasados veinte años desde que fue escrito, muchas de esas
luchadoras feministas, de pelo cano y discurso encendido, han desaparecido y
han sido sustituidas por otros grupos que comienzan a recuperar esa actitud
luchadora al ver que la constitución islamista enmendada ahora les hacía
desaparecer derechos que al menos estaban recogidos en el papel aunque el
avance del islamismo social los fuera recortando en la calle mediante prácticas
disuasorias o intimidatorias. No era casual que las luchadoras fueran en esos
años ya mujeres mayores; la renovación se había detenido; el islamismo avanzaba
lentamente, disfrazado de tradicionalismo familiar, señalando los problemas de
esas peligrosas mujeres capaces de enfrentarse por sus derechos. Era mejor
llamarlas ateas y occidentales, para espantar a las nuevas
generaciones.
No creo que lo señalado por Fátima Mernissi sea una
exageración. Creo que efectivamente, los islamistas han visto siempre como sus
enemigos peligrosos a las personas que luchaban por los derechos de las mujeres,
que es una lucha muy diferente a la lucha por el poder, que es la que
caracteriza a la política, pública o desarrollada en los despachos. La historia
de compadreos entre los Hermanos Musulmanes y el Ejército es una constante en
la historia egipcia. Sin embargo, las feministas no han tenido ese
comportamiento y la revolución nasserista pronto se dio cuenta de que los
derechos que les pedían iban en serio. La deriva autoritaria era masculina, como masculina es la
mentalidad militar y como lo es también la de la Hermandad. Por eso se han
entendido cuando lo han creído necesario o se han enfrentado cuando no han
tenido más remedio. Si aquella revolución hubiera avanzado realmente en los
derechos femeninos, probablemente el destino de Egipto hubiera sido otro.
Egipto necesita a sus mujeres, no retóricamente, sino allí
donde puedan dar lo mejor que puedan, decidiendo por ellas mismas que es lo que deben dar. La lucha que
comenzó en los años 20 la deben ganar ellas.
*
"President calls on women to take part in referendum on constitution"
Egypt Independt (Al-Masry A-Youm) 21/12/2013
http://www.egyptindependent.com//news/president-calls-women-take-part-referendum-constitution
** Fátima Mernissi (2007) El miedo a la modernidad: Islam y
democracia. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, Sevilla.
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