Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Si no
se puede aplicar el ingenio en beneficio de la Humanidad, se acabará aplicando
en su detrimento. Es una especie de Ley que viene a decir que hay gente con
ideas y otros sin ellas, pero que el que las tiene las puede tener buenas o
malas. Expresiones españolas como "este no tiene una idea sana" hacen
referencia a ese reconocimiento de la productividad intelectual junto a una
tendencia inexorable a emplearlas mal.
Cuando
un país no tiene un escenario claro para ideas productivas, empiezan a abrirse paso las delictivas. No podemos dejar de tener ideas. "La ocasión hace
al ladrón", afirma otro de nuestros dichos que conectado con "la
ocasión la pintan calva" nos revela que un país en el que las ideas buenas
no se abren paso, las malas lo hacen a raudales. Y en España, según parece, las
buenas ideas hace tiempo que van por carreteras secundarias, mientras que las
malas vuelan por autopistas de peaje, pero de las de "paga el
último", que es al que le toca comerse
el marrón, otra expresión coloquial que viene al caso. Las buenas ideas se
meten en maletas rumbo a lugares donde sepan apreciarlas, mientras que las
malas se quedan aquí, en donde no puedan descubrirlas.
El
fraude del "emprendedor" madrileño —José Luis Aneri— que falsificaba cursos de formación es
revelador en este sentido. La teoría de que todo es una "oportunidad"
para un emprendedor, incluidas crisis, terremotos, epidemias o tsunamis, porque
todos mostrarán carencias que pueden ser cubiertas, ha hecho mella en la
mentalidad de algunos listos que se lo han tomado al pie de la letra. Está
claro que en un país con cinco millones de parados, la materia prima son los
parados, nuestro "petróleo", nuestro "uranio" enriquecedor, nuestro "gas
natural", hasta los exportamos con nuestras bendiciones. El paso de ver a
los parados como un "problema social" a verlos como una
"oportunidad personal" es sencillo de dar para estos emprendedores
sin escrúpulos. Ellos están hechos de
otra pasta, como también se dice coloquialmente y, en este caso, una doble
verdad, la de la subvención.
El
desmantelamiento del Estado, al grito teórico de "¡esto no funciona,
reduzcámoslo!". tiene un doble efecto: vuelve a la administración ineficaz
al reducirla y hace proliferar delincuentes que se aprovechan de las conexiones
que establecen con los políticos responsables del desguace, ya sea a través de
intereses comunes o por una eficaz capacidad de seducción vendiéndoles lo que
esperan escuchar. La privatización constante y la reducción administrativa hace
que sea cada vez más difícil controlar lo que se privatiza, que crece, mientras
que el control mengua. Eso aumenta los estímulos a estos emprendedores desaprensivos, que ven cada vez más fácil realizar sus
tropelías y estafas desde el análisis de los números y estadísticas. Un
auténtico efecto llamada al fraude.
El
diario El País, tras describirnos el
funcionamiento del fraude de los alumnos reales multiplicados informáticamente
para que parecieran ejércitos estudiantiles, señala:
Según fuentes del caso, era difícil pillarlo
porque al tratarse de una plataforma virtual, si alguien intentaba investigar
más profundamente, solo veía que había gente conectada haciendo los cursos.
Aneri se valió de la tecnología y de la falta
de control de la Comunidad de Madrid en los planes de cursos de teleformación
para realizar su estafa a las asociaciones que recibieron el dinero del
organismo regional. Estas deben ahora mucho dinero a la Comunidad, que les
reclama cantidades de hasta 300.000 euros. No pagarlas puede suponer el embargo
y, en algunos casos, la desaparición de algunas de las asociaciones.*
El
modélico emprendedor desaprensivo sabía que no necesitaba un fraude de larga duración, sino tan solo el
"pelotazo", reunir el dinero suficiente para desaparecer. Luego que
le echen un galgo. La velocidad del fraude es infinitamente menor que la de su
detección. El delincuente trabaja siempre con
blancas y al que investiga le toca reunir las pruebas, que ya se ha
encargado el emprendedor de esparcir y camuflar para ganar el tiempo
suficiente. Los fraudes continuados
son, por el contrario, los de aquellos que tienen que vivir grupos enteros y
reciben dinero amigo, como ha
ocurrido con el dinero para formación en Andalucía y otros lugares. Como en las
sopas, las hay instantáneas y de
fuego lento y remover con cucharón. El de Aneri, ha sido de Blitzkrieg.
En el
caso de este fraude —que ha sido doble, a la administración que daba el dinero
y a las asociaciones que confiaron en el sinvergüenza para que les gestionara
las subvenciones y les organizara los cursos— la detección se ha logrado porque
al emprendedor le falló una de las cosas más difíciles de simular: el azar.
Según
nos cuenta el diario, los inspectores detectaron que apenas había absentismo entre los alumnos y que todos
cumplían siempre los requisitos establecidos para completar su formación, algo
que es difícil que se logre con cifras reales,
que reflejan desde una gripe a un esguince de tobillo, de una defunción a una
baja por contratación.
[...] fuentes de la investigación observaron
que había un patrón en el sistema de Aneri. Se trataba de una falsificación
masiva de datos a través de su plataforma digital. Ese patrón es tan regular y
perfecto que no es humano. Es decir, los falsos alumnos de Aneri cumplían todos
los requisitos de la convocatoria para ser considerados alumnos finalizados.
Por ejemplo, se exige que los estudiantes hayan realizado, al menos, el 75% de
los ejercicios. Los alumnos reales de otras convocatorias suelen ajustarse a
ese porcentaje. Pero los esforzados alumnos virtuales de Aneri rellenaban todos
el 100% de los ejercicios. También todos solían conectarse a la plataforma
digital de Aneri en las mismas horas y todos tenían más o menos el mismo número
de conexiones. Todos esos alumnos virtuales tenían números de NIF reales.*
El
mundo del emprendedor fraudulento era demasiado "perfecto" para ser
real: ni un enfermo ni un vago. Las cifras eran demasiado impecables. Para ser perfecto hubiera tenido que reflejar un
mundo imperfecto, algo que a los humanos no nos cuesta mucho crear, pero si reproducir. Informáticos y matemáticos saben lo complicado que es realizar
algo verdaderamente aleatorio. Los inspectores lo vieron, pero el pájaro ya
había volado. Los empresarios de las asociaciones —pertenecientes a la patronal
madrileña, CEIM— engañadas por el emprendedor volátil deberán hacer frente ahora
a las amenazas de embargo y devoluciones, pues ellas eran las solicitantes de
los fondos de formación. Parece que, en este caso, la administración se enteró
antes que la iniciativa privada.
La fotografía de Aneri que nos muestra El País es muy significativa: las llaves, los billetes de cien euros sujetos con un clip, el paquete de tabaco alejado, los post-it dentro de la agenda, el bolígrafo, las carpetas ordenadas y los papeles justos sobre la fría mesa metálica, los rotuladores ordenados por los colores, el reloj junto a ellos... Mirad sostenida y un esbozo de sonrisa controlada. Nada fuera de su lugar, ni el pelo engominado está donde no debe. Todo se extiende regularmente hasta cubrir la mesa. Es un frío controlador. No es de extrañar que no haya sido capaz de capaz de fingir el azar.
Nos queda también el retrato verbal del estafador, digno de esa imagen del artificial triunfador —no están mal once
millones de euros— que tanto se ha prodigado por estos lares, en los que han
prosperado las fábricas de gomina y las corbatas fosforito:
“Solo había un empleado con acento del este
que iba por la mañana y se iba por la tarde. Al tal Aneri no se le ha visto el
pelo por aquí”, asegura el comercial. Esta persona dijo conocer al empresario
desde hace tiempo. “Es un tipo que llama la atención por la calle. Viste muy
elegantemente: traje entallado, buenas corbatas, zapatos muy brillantes, moreno
de rayos UVA, pelo engominado... Parecía más Tony Montana [el protagonista de Scarface], que un ejecutivo”, bromeó.*
Lo
dicho, Pepe, amigo: allá donde te encuentres, ten cuidado con el sol. Los que sois de otra pasta, también os quemáis. Descansa unos días de las preocupaciones que seguro te han dado tus 19 empresas registradas, dedicadas muchas de ellas a la formación de parados —gente sin iniciativa, no como tú—, y sobre todo descansa de esa dedicada a la "certificación de la profesionalidad". Te lo mereces.
*
"Un programa informático rellenaba los cursos ‘online’ que cobraba
Aneri" El País
14/12/2013http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/12/13/madrid/1386969651_545377.html
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