lunes, 23 de diciembre de 2013

La comunicación política o cuántas tonterías caben en un tuit

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La conversión de la política en un duelo mediático la reduce muchas veces a mero parloteo chabacano, no contribuye a su eficacia sino a la construcción de una especie de reality nacional. Desgraciadamente debemos reconocer que nuestra "casta" política está, sobre todo, falta de "clase", de categoría constructiva en cualquier sentido. Leo con sorpresa en el titular del diario ABC que una diputada del Partido Socialista, la excelentísima señora Carmen Ninet, ha tenido que dar agrias disculpas por el siguiente "tuit": «Lo de la rubia pepera en busca de neurona que presenta los premios de lotería en TVE es normal? Aggggggg»
A la mayoría de los políticos españoles les escriben los discursos, pero no ocurre lo mismo con los "tuits", que salen de sus propias "neuronas", por usar la metáfora que la representante del pueblo español, señora Ninet, le gusta usar con los demás. En tan poco espacio, el de un "tuit", la diputada ha demostrado tanto sobre los males de la política española que deberíamos agradecerle no tener que dedicar mucho tiempo a constatarlo.


La celebración política de las nuevas formas de comunicación resultante de la llegada de las tecnologías digitales y las redes de comunicación se produjo por la creencia y esperanza de que supondrían una mayor proximidad de los problemas de los ciudadanos a los políticos, un contacto para que los responsables no vivieran en torres de marfil, aislados, como poetas decadentes en fase de inspiración. Sin embargo, el uso perverso de estos mecanismo nos muestra que más que liberación de las trabas comunicativas lo que se han creado es una nueva forma de presión por parte del político al ciudadano. Ya no se trata de que nos escuchen, sino de que les escuchemos, como en este caso, en cualquier necedad que se les pase por la mente en cualquier lugar y hora del día.

El mensaje de la señora Ninet reúne todos los ingredientes de lo que no debe ser la comunicación política y además los que no debe ser la política misma. Es vacío,  no viene a cuento, insultante y no tiene otra función que llamar la atención. Si esto es hacer política, yo no juego. La han convertido en "política basura", en "fast política".
La diputada Ninet ha pedido "disculpas" mediante la fórmula retórica «No ha sido mi comentario más afortunado. Lamento el equívoco». ¿Equívoco? Quizá lo que lamenta más que eso es las reacciones de condena que ha suscitado su comentario, que no es que no haya sido "el más afortunado", sino que es francamente insultante y muestra del tono tabernario que se usa en la política española en un intento de populismo para hacerse perdonar el desafecto del conjunto de la sociedad.
Vuelvo a insistir en algo que repito con frecuencia y de lo que nadie va a hacer bajarme: los políticos deben ser ejemplo de convivencia, además de honestidad, trabajo, etc., de todas esas virtudes que les gusta pregonar que tienen la mayoría, pero que la vociferante minoría se empeña en contradecir. Y es que la política española ha descendido al insulto cotidiano, a la descalificación permanente de personas e instituciones. El nivel político y comunicativo de la señora diputada se manifiesta en ese "aggggggg" que utiliza como síntesis de su estado y opinión. Es el descenso político a la onomatopeya. Quizá no ha sido su onomatopeya más afortunada.

Sorprende también el argumento defensivo usado ante las críticas en la segunda parte de su tuit: «Ahora bien, querer ver trazos de machismo en el mismo para atacarme es triste». Plantea un interesante problema la diputada y es si pueden hacerse comentarios machistas desde una persona que, por lo que se ve, se considera que hace insultos progresistas, aunque no siempre de lo más afortunado. Una adecuada teoría de la enunciación le explicaría —haría falta algo más que un tuit— que sí, que es perfectamente posible que ella asuma una postura enunciativa diferente a la que le gusta pensar que tiene, que en el insulto, por decirlo así, se transforma. Se transforma, claro, en algo que no le gusta, pero esa es la base psicológica de algunos insultos: son tan feos que tenemos que transformarnos en otros para decirlos. El lenguaje da para eso y para mucho más. A ella, probablemente, le guste ser reconocida por la descripción que de ella misma da en su cuenta de Tweeter, "Mujer, madre, socialista y feminista de siempre y hasta siempre. Ahora, diputada Corts". Pero no es eso lo que ha sabido o querido transmitir en esas breves líneas. ¿Le ha fallado la comunicación, el lenguaje o simplemente midió mal? 


Sí esa frase se la atribuimos a un hombre, no habría ninguna duda sobre su machismo despectivo. La diputada Ninet habría protestado, sin duda, y sinceramente. Contiene todos los tópicos descalificadores con los que muestra su desprecio, burla o como le resulte menos lesivo para su autoestima valorar su propia acción. En el espacio del tuit se concentran las "ideas" que quiere trasladar a su seguidores (ignoro el número): "rubia", "pepera", "tonta" ("en busca de neurona") haciéndolo acumulativo y reversible. Con "rubia+tonta" ya sería machista; con "rubia+tonta+pepera" es ya machismo político. Considera la diputada Ninet que querer ver "machismo" en sus descalificaciones (por no decir insultos) es una forma de "atacarla", curiosa interpretación, desde luego, que manifiesta un sentido peculiar de  diferenciación entre lo propio y lo ajeno, la ley del embudo. Ella pide a los demás la contención que no tiene. Será más sincero reconocer que nunca se imaginó haciendo una descalificación así, algo que hubiera condenado en otros desde su progresismo feminista.
¿Qué sentido tenía un tuit ofensivo en esos términos? Simplemente llamar la atención. Desgraciadamente, la política se está convirtiendo en un arte doble, el de atraer la atención cuando interesa y el de distraerla cuando viene bien hacerlo. La señora Ninet quiso atraer la atención con su tuit y ahora quiere distraerla con sus disculpas. No hay mucho más que ver. Lo malo es que la atención se atrae mediante medidas estridentes, como el niño que grita para que le hagan caso. Tenemos demasiados infantes políticos buscando meterse en nuestras mentes cada día mediante actos inútiles. ¿Qué nos importa saber su opinión sobre la retransmisión del sorteo de la Lotería? ¿Entra en sus cometidos políticos? Pues no, pero está todo el mundo pendiente del sorteo y es un buena ocasión para hacerse notar.


Es su voracidad al consumir la atención, el político recurre a lo que sea dentro de la competencia interna —los que tratan de hacer un hueco mediático en el partido—, en la fila de los defensas —los que tienen réplicas agudas y contundentes contra el enemigo— y los delanteros rematadores —aquellos capaces de colar un gol retórico a los rivales—. Todos ellos (y alguna subespecie más) configuran esta polifonía política estridente que nos castiga los oídos.
Esto es igual de censurable en todos los partidos porque todos ellos, sin excepción, viven del mismo mecanismo atencional e incurren en estos errores o excesos en los que la comunicación se vuelve contra ellos. Todos estas malas maneras comunicativas son formas viciadas que deberían controlarse. Pero los que están ahí están por algo y para algo. El rosario de comparecencias y denuncias que vemos cada día deberían hacerles más humildes y comprensivos y medir sus palabras. Entre la propaganda laudatoria y el insulto debería haber sitio para lo que los ciudadanos necesitamos escuchar y lo que nos sobra oír, para una comunicación política verdadera y no este coro malsano.


Creo que el insulto principal de la señora diputada ha sido contra la dignidad que debería merecerle su condición de representante de la soberanía popular, el respeto a su cargo. Hay formas de ejercer la crítica a lo que nos rodea muy diferentes, más allá de ese vulgar chismorreo con pretensiones de ingenio. Creo que hemos perdido el sentido de lo que somos y de las responsabilidades y maneras que acompañan a las personas electas.  Y cuando ellos lo pierden, nos incitan a perderlo nosotros también. Escuchamos decir despropósitos e insultos a ministros y diputados, a presidentes y alcaldes que se olvidan de la dignidad que representan. Un parlamento no debe ser la casa de Gran Hermano nunca. Tampoco debe ser el ideal callejero.
En su corto tiempo de vida, Tweeter (y otras redes sociales) están acumulando un amplio historial de meteduras de pata políticas, de incontinencia verbal y digital, de pulgares lanzados a teclear sin razonamiento previo. Demasiada inmediatez. Quizá deberían manejar las nuevas tecnologías con un adulto cerca.


* "La diputada que llamó 'rubia pepera' a la presentadora de la Lotería se 'disculpa' con más críticas". ABC 23/12/2013 http://www.abc.es/loteria-de-navidad/20131223/abci-loteria-navidad-criticas-presentadora-201312230810.html






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