Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En este
país de ciegos, en el que todo se mira con lupa, surgen a veces extraños
razonamientos más allá de los razonable. Puesto que se trata de debatirlo todo,
desde el modelo de Estado hasta la chapucera y bienintencionada restauración de
un olvidado Cristo deteriorado en un pueblecito perdido, le toca ahora a esa
figura excepcional y por ello siempre sujeta a revisión y discusión que son los
indultos. Si los indultos no fueran discutibles, no serían indultos. Pero, dentro de esto, hay muchas consideraciones que se pueden y deben hacer. El indulto mejora la justicia, no la pisotea, introduce variables que la Justicia no ha tenido en cuenta, pero que están en la sociedad, por ejemplo, la diferente visión social que pudiera haber de un delito con el paso del tiempo. Y muchas otras, pero desde luego, no se puede indultar a nadie con un delito que la sociedad en su totalidad condena.
Me
ha llamado la atención la defensa que el ministro Ruiz-Gallardón ha hecho del
llamado "kamikaze" de la carretera ante los que le reclamaban y
discutían. Cuando se ha visto interpelado por la
oposición el ministro indultante les
ha dicho:
“Ustedes marcaron la pauta. ¿Por qué no
quieren que los demás hagan lo que ustedes hicieron?”. Se ha producido entonces
un silencio absoluto para escuchar a qué se refería Alberto Ruiz-Gallardón. El
titular de Justicia ha encontrado coincidencias entre este caso y otro ocurrido
en septiembre de 2011 y que terminó con la concesión de un indulto por parte
del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. “Dos delitos por seguridad vial,
con penas de 12 y 13 años, conducción kamikaze con resultado de muerte, y en las
dos alegaciones para solicitar el indulto se argumentó que tenían epilepsia”.
El ministro ha confesado que tuvo “dudas”, pero el precedente en tiempos del
Gobierno socialista, más la buena conducta del penado, plenamente “reintegrado
social y laboralmente”, el hecho de que no conducía bajo los efectos del
alcohol y la existencia de epilepsia, determinaron al ministro a conceder el
indulto, según ha explicado.*
Debo
reconocer que la reportera Anabel Díez —que aparece en el texto calificada correctamente
como "corresponsal política", pues realmente se trata de otro
"planeta"— ha logrado transmitirme, como en una epifanía, la esencia
de la situación a través de ese "silencio absoluto" que nos introduce
con su frase. Esa inserción del silencio, penetrando como un cuchillo en las mentes
magras de sus señorías, seccionando sus cuerdas vocales, estimulando las
neuronas responsables de la "memoria histórica" particular, paralizando
sus músculos por la tensión, sí, todo ello ha logrado decirme más que toda la
habitual palabrería. Ese "¿a qué se refiere este, a ver por dónde nos sale?"
resonando en las cabezas de sus señorías, de una y otra bancada, es revelador.
Teatral, pero revelador. Se hizo el silencio.
La
descripción posterior de cómo el "titular de Justicia ha encontrado
coincidencias entre este caso y otro ocurrido en septiembre de 2011" no
remite de un salto a lo mejor de la películas sobre crímenes en serie. Ruiz-Gallardón
no ha encontrado "pautas" en los delitos, sino en los indultos. Lo de
la confesión de las "dudas", disipadas por el precedente socialista
en los indultos a "kamikazes", nos remite a un tercer género, el de
la comedia, al "burlador burlado", al "os he pillado". La mejor
defensa es un buen ataque. Aunque la defensa sea una ofensa.
A nadie
le ha gustado ni nadie ha entendido que uno de los delitos más absurdos e
irresponsables que se cometen, el de la conducción en sentido contrario, con
resultado de muerte de personas que circulaban como debían, se salde con un
indulto tras solo diez meses de estancia en la cárcel. A nadie.
Los
indultos no deben ser una enmienda de la justicia, sino la consideración de
elementos que con posterioridad justifiquen la salida de la cárcel y el perdón
de la pena. Se perdona la pena, no el delito. Invocando el precedente en el
indulto, Ruiz-Gallardón ha creado una pauta para los indultos. La justificación
de que el indulto se concede por "similitud" con el caso del indulto
socialista puede ser una hábil maniobra por sorpresa para desarmar a la
oposición que le interpela, pero no deja de ser un despropósito jurídico y
ético, un mal precedente. Es una decisión que no hace avanzar la justicia sino
que la degrada. Convierte la arbitrariedad en norma. Ni hubo justificación
entonces ni la hay ahora. Ni fue bueno aquel, ni lo es este.
Si lo
que ha hecho el Ministro está mal, está mal. El hecho de que el gobierno de
Rodríguez Zapatero lo hiciera mal, no justifica que ahora se haga, y menos
todavía si levanta las sospechas sobre las causas posibles del concedido
indulto. Si la justificación para realizar actos, tomar decisiones, etc., es
que el gobierno anterior hizo lo mismo, estamos todos apañados.
Es esa
extraña doblez de los políticos que piden ser elegidos para no hacer lo que han
hecho sus antecesores, pero luego se disculpan diciendo que se limitan a hacer
lo que ellos hicieron antes. Según el momento, la defensa se basa en uno u otro
argumento, con el mismo desparpajo, con la misma soltura.
El
argumento del precedente en el indulto es malo. Nadie entiende este indulto. La
epilepsia esgrimida para los indultos no fue impedimento para que se lanzaran
con sus coches en dirección contraria mientras disfrutaban viendo el terror en
los ojos de las personas que tenían a sus familias esperando en sus casas. Los
"kamikazes" de la carretera son unos delincuentes muy especiales, con
un componente de sadismo, desprecio y arrogancia que difícilmente se puede "corregir"
con diez meses de cárcel. La única justificación es que les
"divierte" hacerlo. Es un delito que repugna especialmente por lo que
tiene de desprecio por la vida humana, no solo por la propia. Solo una
enfermedad terminal podría justificar un indulto que los saque de la cárcel.
Desde luego, no la epilepsia.
Invocando
el recuerdo del precedente tonto del otro "kamikaze" indultado, del
que acabó con otra vida en su juego absurdo y criminal, lo único que ha hecho
el ministro es mostrar y demostrar que le importa más la política que la
justicia, acallar a la oposición que actuar rectamente. Espero que todas aquellas
personas tentadas a conducir en dirección contraria no saquen la conclusión de
que la epilepsia es buena y ofrece impunidad.
La
familia de la víctima, la vida cortada por la diversión del "kamikaze",
la de un joven de veinticinco años, tiene razón. No es más que una burla.
Desgraciadamente, para la injusticia siempre hay precedentes. Otro más.
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