Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
¡Ay,
las palabras! ¡Cómo jugamos con ellas! ¿"Irregular"?
Hemos estado durante años escuchando la expresión "financiación
irregular" cuando los partidos y partidarios se agenciaban el dinero ajeno mediante
procedimientos delictivos. Hay lavado de palabras como hay "lavado de
dinero" o "lavado de imagen", que a este paso, entre unos y
otros, estamos dejando el país como los chorros del oro y nunca mejor dicho.
Cuando
salen los casos llamados de "financiación irregular" —habrá que crear
un comité inter partidos para buscar uno nuevo término—, como ocurre ahora con
el de UDC, nos quedamos un tanto perplejos por la extraña reunión de
acontecimientos que abarca. Tan raro resulta todo que El País ha decidido
titularlo por lo teológico, bajo el rótulo "La santísima trinidad de
Unió", me imagino que por aquello de "tres personas distintas" y
un solo interés verdadero.
La noticia comienza, como si se tratara de un
episodio de una serie policíaca, con las imágenes de un vídeo (una prueba) en el que un ex militante
de UDC recibe un fajo de billetes de un empresario andorrano; es la mordida, el
10% acordado del dinero recibido. Nos cuenta El País:
El fraude de los cursos de formación se remonta a la década de los 90
y se explica a partir de tres pilares y sus íntimas conexiones: un empresario
(Pallerols), un partido (Unió) y una administración (el Departamento de Trabajo
de la Generalitat). Pallerols era propietario de unas academias dedicadas, al
principio, a enseñar informática. Se enamoró de una de sus empleadas, Mari Cruz
Guerrero, militante y exlíder de las juventudes de Unió. Fue ella quien le
introdujo en los círculos de poder del partido democristiano.
Con el tiempo, se gestó una “confluencia de
intereses”, dice el fiscal Fernando Rodríguez Rey en el relato de hechos que ha
sido aceptado por todos los implicados, incluido Unió. Pallerols quería
“incrementar la actividad de sus empresas”; Vallvé y el secretario de
Organización de Unió, Vicenç Gavaldà, pretendían “sufragar gastos del partido”;
y el máximo responsable de la Dirección General de Ocupación, Lluís Gavaldà
(hermano del anterior) también buscaba beneficios para el partido... y para sí
mismo.*
Bonita
historia, con comienzo amoroso y final crematístico, de "cupido" a
"yo pido". Sin embargo, la historia —toda historia, como sabía bien
Gustave Flaubert, por muy vulgar que sea, se convierte en excepcional al contarla— es de
una vulgaridad espantosa, "bovarismo" puro; hay unos personajes así
en cada pueblo, no hay rareza. Lo raro solo es que salga, que se cuente, que
llegue. No hay historia de pérdida de ideales —"ilusiones perdidas" a
lo Balzac—, sino la cotidiana ambición de quien se mete en política para
medrar, unos para trepar a ver hasta dónde llegan; otros a ver cuánto sacan.
Esa es toda la historia, que las tres personas acaban sustanciándose en lo
"sustancioso"; nada que el dinero no consiga. Banalidad. Da para un
capítulo de "Cuéntame" cuando lleguen a los noventa. Así, Mari Cruz,
Pallerols y sus contactos en Unió colaboraban en el buen desarrollo de la
democracia española, sección "catalana", de empresas y partidos.
Cuando se trepa por los árboles políticos, se llega a un punto en que se tocan
las ramas de los árboles cercanos de las empresas. Mucha sombra.
¿"Irregular"?
Pues no. Basta con irse, a través de los titulares de El País, sin necesidad de abandonar el periódico, hasta Galicia, hasta Orense, para ver que esta vez
el titular es "La fábrica de los enchufes", en otra metáfora —esta no es teológica sino energético-industrial— alusiva a más de lo mismo, el "caso
Baltar". En el mismo periódico, José Pablo Ferrándiz, sociólogo y vicepresidente
de Metroscopia, se enfrenta a las iras de los lectores con el artículo
"Percepción negativa" al sostener que "no es mucho", que "solo lo
parece". Parece mentira que un sociólogo caiga en un error tan tonto: no
es que tengamos mucha, es que queremos tener menos. La teoría se podría aplicar
a muchas cosas, pero no a la política, que
por poco que haga siempre parecerá más porque posee sus propios
"amplificadores" naturales. En estas cosas —y con razón— siempre se piensa
que lo que se ve es lo menos y porque no hay otro remedio. La gente es mal pensada.
Si
cruzamos de un salto a El Mundo, nos
encontramos con otro artículo, "Las administraciones prorrogan contratos
de obras de forma abusiva y sin justificar", que es otra forma de lo
mismo, otra forma de "irregularidad", que nos trae esta vez el
informe del Tribunal de Cuentas. Tampoco tiene desperdicio en cuanto a las
"irregularidades" detectadas, todas ellas "regulares" por
lo frecuentes, según el informe. El pan
nuestro de cada día, ni necesidad de teología.
Y en
mitad de este concierto de Berlioz se eleva la voz solista de Alfredo Pérez
Rubalcaba pidiendo un pacto, perdón, "un compromiso contra la
corrupción". Parece este "compromiso" el de un novio tarambana
que no acaba de llegar al altar, más de boquilla que otra cosa, porque es fácil
decirlo y complicado cortarlo. Aquí no hacen falta "compromisos" sino
denuncias y sentencias, perderle el miedo a llevarle el bocata de chorizo al
amigo el fin de semana. No son los partidos los que pueden cortar esto, sino
los que lo tienen delante de los ojos cada día y, por miedo o dejadez, no lo
denuncian. Las raíces casi siempre son locales y empiezan, ¡qué bonito!, con
una historia de amor.
Sí, son
locales y en los partidos, en cambio, viven en las nubes. Tenemos la prueba en Unió de lo
rentable que es para los "primeros espadas" no mirar nunca hacia
abajo, no preguntar más de la cuenta y dejar que las cosas se financien solas,
los puestos se cubran solos y que ellos se puedan dedicar en cuerpo y alma a la
buena gestión de este país que, como dicen las encuestas, lo que más valora
es la familia y los amigos. Así de sanos somos.
* "La santísima trinidad de Unió" El País 12/01/2013
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/01/12/catalunya/1358023576_078703.html
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