Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cada
cierto tiempo vuelven a aparecer voces que opinan sobre el número de personas
que deben estudiar la carreras universitarias. Esta vez toca a nuevos expertos —expertos
que presumiblemente estudiaron las carreras que quisieron— decir cuántos deben
estudiar unas cosas y cuántos otras. Bajo el rótulo de "el 'desajuste' universitario", nos dice el diario El Mundo que los hoy invocados expertos siguen la estela del
ministro de Educación:
[...] José Ignacio Wert, que alertó el pasado noviembre, durante la
entrega de los Premios Emprendedores de la Fundación Everis, del
"desajuste" que se da en la sociedad a causa de que el 50% de la
oferta educativa, como en el curso 2012-13, está protagonizada por las áreas
sociales y jurídicas.
"No hay ninguna sociedad que necesite" tanta gente preparada
en esas áreas y que en cambio haya "escasez" en otras, afirmó el
ministro.
Según datos del Ministerio de Educación, en el curso 2011-12 se
matricularon 644.912 alumnos en universidades públicas y privadas en primero y
segundo ciclo y, de ellos, 324.923 habían elegido Ciencias Sociales y
Jurídicas, 177.348 Enseñanzas técnicas, 53.066 Humanidades, 50.937 Ciencias de
la Salud y 38.638 Ciencias experimentales.
Y en cuanto a las 824.741 matrículas de
Grado, 390.780 correspondieron a Ciencias Sociales y Jurídicas, 150.293 a
Ingeniería y Arquitectura, 143.200 a Ciencias de la Salud, 92.188 a Artes y
Humanidades y 42.280 a Ciencias.*
Quizá
piense el ministro que con él, sociólogo de profesión, es suficiente y que no
hay necesidad de más. Puede que él y los expertos, invocados como espíritus en
cuento de Dickens, se consideren los últimos vocacionales y que desde este
momento es la ley de la necesidad la que impera. Creo que el verdadero "desajuste" es otro.
Es curioso
que existan cada vez más expertos que nos explican cómo administrar la miseria
y no cómo generar riqueza. Es una paradoja muy española en la que para
conseguir algo se debe hacer lo contrario, como, por ejemplo, despedir para
crear empleos o subir los impuestos para que aumente el consumo.
Me
gustaría que, por una vez, se dejaran de lado las cuentas y se centraran en
los problemas reales, los que nos llevan a que esos sean los números. Centrarse en las cuentas da una impresión tremenda de eficacia,
pero no es más que la constatación de que el verdadero problema no se consigue resolver. Es como si los bomberos se quejaran del desperdicio calórico de los
incendios e insistieran en que se montaran barbacoas alrededor porque una
sociedad en crisis no se puede permitir desperdiciar energía.
Cuando
hablo de "problemas reales" me refiero a los que están en el origen
de la demanda, es decir, el desempleo. Decir, como señalo el señor Wert: «"No hay ninguna sociedad que necesite" tanta gente
preparada en esas áreas y que en cambio haya "escasez" en otras» no
deja de ser un —vamos a llamarlo así— un error de cómputo, pues lo cierto,
desgraciadamente, es que llevan demasiado tiempo sobrando en todas las áreas.
Los que emigran a Alemania o demás países en los que recuerdan qué es una
tuerca son los ingenieros que parece ser que España "necesita".
También lo hacen los médicos y personas relacionadas con la salud, al igual que
informáticos, etc. Emigran también los filólogos, que se buscan el refugio de
países en los que hay mucha demanda del español porque, sí, cada vez a más
extranjeros les gusta venir de vacaciones a España, donde se lo pasan muy bien,
se come genial y se pone uno moreno.
El problema no es un "desajuste" entre
vocaciones y demanda, sino entre vocaciones y oferta, es decir, de carencias
del sistema productivo, que no ofrece más que subempleo en la mayoría de los
casos. Poner el énfasis en lo mal que la gente elige sus carreras es un
ejercicio de cinismo que solo sirve para justificar recortar en "gastos"
lo que no son capaces de mejorar con acciones reales.
Todo esto no son más que parches. El problema real
no se aborda: la destrucción de empleo y la incapacidad de generarlo. Da igual el número de sociólogos —como
el ministro—, economistas —como uno de los expertos que hablan en el artículo—,
historiadores, filólogos, etc. haya si se crea empleo, si la riqueza social crece. El
problema que se nos plantea es completamente artificial desde el punto de vista
de la selección de carrera, aunque puede no serlo tanto desde el punto de la
organización de los estudios.
Sorprende en cualquier caso que el sector criticado
sean las Ciencias Sociales cuando son las que están manteniendo el sistema
educativo desde las matriculaciones. Causa irritación escuchar que "lo que
este país necesita son más ingenieros y menos historiadores" cuando los
ingenieros, que son pocos, tienen que emigrar ante la falta de puestos de
trabajo. ¿Creen los expertos que porque haya más ingenieros en las Facultades
va a aumentar el número de fábricas? ¿No será más bien al contrario? ¿Por qué
no prueban a crear fábricas y centros de investigación a ver si así aumenta el
número de matriculados en las ciencias e ingenierías?
Nadie se enfrenta al problema real del desempleo.
Todos hablan de sus efectos, pero nadie de sus causas. Las recetas anteriores, está claro, no han funcionado, pero se siguen aplicando. A los que le fue bien con las burbujas solo esperan que vuelva la ola para seguir en lo suyo.
Mientras no se asuma que
ha sido el crecimiento defectuoso —viciado— del sistema lo que ha generado este
modelo sumamente imperfecto, que ha sido la falta de una verdadera política de
crecimiento armonioso de la economía, guiado por dos sectores, el inmobiliario
y el turístico, que producen empleo de muy baja calidad, estacional, precario,
etc., no se logrará nada.
Necesitamos comenzar a producir más; hacen falta más
proyectos en sectores que han sido abandonados por la más rápida rentabilidad
de otros, mucho más especulativos. Son los que se han venido abajo. La solidez
de una economía es una carrera de fondo, de consolidación de la industria, del
sistema productivo, y no una economía a tirones, de pelotazos, eventos y
recalificaciones. No hacen falta muchos ingenieros para vivir de las
macrofiestas.
La mentalidad empresarial no es solo la de "enriquecerse"
desde el principio básico de que una empresa se hace para "ganar
dinero". También el empresario debería tener una vocación más allá de la
ganancia, un compromiso. Ser buen empresario no es solo ganar dinero; es
contribuir a la extensión de la riqueza mediante avances en su campo y la
mejora social de las personas que le acompañan en esa aventura. Eso es lo que hace fuerte a un un país, sólida a una economía: constancia, esfuerzo y compromiso social.
En vez de discutir tanto sobre cuántos ingenieros o
historiadores debe haber, mejor harían en tratar de crear más puestos de
trabajo, que es lo que hace falta. Sin embargo, esa discusión es la que nunca
se pone encima de la mesa. Hemos asumido —¡ha costado cinco millones de
parados!— que tenemos una crisis. No sé cuánto nos va a costar reconocer las
causas. Me imagino que mucho porque es la clase política en su conjunto la que
no ha sabido —y es su función— poner objetivos colectivos al país, metas
orientadoras a las que dirigirse para reequilibrar un crecimiento defectuoso que se ha hundido a las primeras de cambio arrastrando a todos.
Los parados son parados. Eso iguala a historiadores,
sociólogos e ingenieros. Solo cuando están en activo se diferencian. Es
necesario remodelar carreras que tienen poca demanda; aquí el problema no es el
alumnado, sino las reticencias del profesorado a reorganizarse. Pero que no se
diga que el problema de la educación en España es que hay muchos sociólogos y
pocos ingenieros porque es una auténtica infamia cuando los tenemos con las
maletas en las fronteras. A lo mejor hemos decido que el negocio está en la
exportación. Mientras que los que se quedan aquí nos cuestan el dinero del paro
y de más formación, los que salen enviarán algo a casa, digo yo. Tanto énfasis en
que aprendan inglés, alemán o chino será por algo. Al final, señores expertos, como
ven, hacen falta filólogos, aunque sea para dar clases de idiomas a los que se
van.
En vez de cuestionar lo que la gente estudia, arreglen
los problemas de fondo para que además de seguir su vocación puedan
desarrollarla laboralmente. Lo demás es palabrería. Extrañas formas de
administrar miseria.
* "¿Es viable el actual sistema
universitario?" El Mundo
1/01/2013 http://www.elmundo.es/elmundo/2013/01/01/espana/1357039247.html
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