Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Si
"Cine" significa "movimiento", el Séptimo Arte nos muestra
el movimiento de los cuerpos en el plano abierto y el movimiento de las almas, de
los sentimientos, en los primeros planos. Ya Henry James había dictaminado que
el verdadero "movimiento" narrativo ocurría en el interior y se
dedicó a mover menos los cuerpos y a mostrar más los tránsitos interiores, auténticos
motores de lo exterior.
El arte
de la escritura cinematográfica consiste en saber combinar los planos en una
secuencia temporal, en articular movimiento y sentimiento, afecto y acción, en
un todo armónico y legible. Habrá, sin duda, primeros planos que nos muestren,
como en una película de Hitchcock, un vaso envenenado o el avance implacable
del reloj de una bomba; y habrá también planos amplios que nos ofrezcan el alma
colectiva, como en las obras de Eisenstein o Renoir. Pero una bomba es la
materialización del odio o de la locura de un sujeto, y una masa armada avanzando
enloquecida para asaltar un palacio es la conversión de un pueblo en individuo,
en sujeto histórico.
Una
película que intenta conjugar los dos registros —los grandes planos abiertos y
los cerrados— equiparando sentimentalmente los encuadres de las masas y primeros
planos es la versión cinematográfica de Los miserables (Les Misérables 2012). La conversión de la lírica en épica y de la
épica en lírica es lo que trata de conseguir una película ambiciosa que no
siempre consigue lo que se propone.
Sí me
he llevado una alegría al enterarme de la concesión a Anne Hathaway del premio
de la Broadcast Film Critics Association (BFCA), la asociación de los críticos
porque la película ha merecido muchas alabanzas, pero si solo una debiera
concretarse en reconocimiento oficial es —al menos para mí y ahora para los
críticos norteamericanos— el trabajo de la actriz en el papel de Fantine y, si
apuramos más, su extraordinaria interpretación del número musical "I
dreamed a dream". La decisión de los responsables del proyecto y del
director Tom Hooper de grabar la voz en cada toma y no de actuar con "playback"
dio sus resultados en el terreno interpretativo en una obra tan peculiar como
es este musical dramático. No era posible actuar verosímilmente si no se
cantaba, por decirlo así, realmente. Los actores rodaban cada toma acompañados
por un pianista.
En el
número cantado por Anne Hathaway —quizá el más conocido de la obra— "I
dreamed a dream", la actriz puede dar continuidad, "movimiento"
interno a los sentimientos que se desarrollan en el tiempo, y el director tuvo
la sabiduría decisoria de abandonar los alardes técnicos y los enfoques distorsionados
para ofrecernos desde la simplicidad del primer plano la grandiosidad del
sentimiento. La conexión con lo que ocurre y vemos en la pantalla sorprende al
espectador que se ve enfrentado a una intensidad emocional desbordante.
Conmueve.
Los
críticos han premiado el trabajo de una actriz que les ha sorprendido no por su
calidad, de la que ha ofrecido muestras sobradas en ocasiones anteriores
—cuando le han ofrecido papeles adecuados—, sino por experimentar, como el
resto de los espectadores, lo que es el principal activo del cine a través del
primer plano: la empatía.
En ese
encuadre próximo desaparece el mundo, que queda como recuerdo, y se nos enseñan
sus efectos, la reacción sentimental, la devastación causada. La película nos
muestra la desaparición progresiva de Anne Hathaway —la actriz de comedias
insustanciales, la modelo glamurosa, la chica divertida— y la aparición
ascendente de Fantine, el extremo contrario. Solo podemos llegar a ella tras la
destrucción en nuestros recuerdos y ante nuestros ojos de Hathaway. Solo cuando
se ha destruido su belleza, cuando se ha pisoteado todo lo que ha representado
anteriormente, asciende ante nosotros en la grandiosidad del sufrimiento con el
que podemos identificarnos. Es la Pasión
de Hathaway, su particular Vía Crucis, para llegar a ser Fantine.
No se
puede ignorar otra "pasión"—al menos yo, como espectador, no puedo—, La Passion de Jeanne d'Arc (1928), el
extraordinario film francés de Carl Theodor Dreyer cuyas imágenes, los primeros
planos de Renée Jeanne Falconetti se quedan grabadas en la memoria como ejemplo
de autenticidad expresiva. No puede haber películas más distantes, pero
comparten esa desnudez del personaje que el primer plano nos muestra en su
propia y característica pasión. También Juana tiene que ser desnudada de sus
atributos guerreros para conquistar, a través de la debilidad y el sufrimiento,
su grandeza, conseguida no bajo las espadas enemigas, sino bajo las tijeras que
la rapan, en el martirio.
La
madre de Hathaway, la actriz teatral Kate McCauley, interpretó el papel de
Fantine en las primeras representaciones de Les
Misérables en los Estados Unidos. El actor trabaja con sus sentimientos y
recuerdos como recursos internos y ese hecho habrá tenido una significación
especial para ella. No sabemos cuáles son los sentimientos que el actor maneja
cuando logra grandes interpretaciones porque no son siempre los mismos ni todos
trabajan de la misma manera. El actor es un misterio. Cuando Hathaway se
enfrentó al resultado final de su trabajo, al número "I dreamed a dream",
lloró. Y ella lo
explica así:
"I cry, but I think it's because I'm still
connected to the experience of making it, the process," Hathaway told MTV
about watching "I Dreamed a Dream." "For me, when I see it, I
actually have to be aware when I'm doing press, because it brings me a lot
closer to Fantine. She's so broken that I actually have to protect myself a
little bit. So when I saw it, I did cry, but not because of what I was doing
[on screen]. It was because I was back in the process of making it. The rest of
the film made me bawl like a baby."*
Ella necesita protegerse de la debilidad de Fantine. Nosotros, en cambio, lloramos por lo que vemos, por la emoción
de ver ante nuestros ojos la destrucción exterior de un ser humano hasta revelarnos
—en su desnudez— su grandeza interior. Anne Hathaway llora al revivir
el proceso —el movimiento interior— que tuvo que realizar para alcanzar esa fragilidad
y viéramos la pasión de su personaje. Nosotros nos dejamos arrastrar hasta la catarsis. Ella no puede.
Hoy es viernes e iré al cine.
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