Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
pregunta que se hace Hamid Damashi, iraní, profesor de Estudios iraníes y
Literatura comparada de la Universidad de Columbia (USA), desde las páginas de Aljazeera se contesta sola: "Can
non-Europeans think?" Lo importante no es la respuesta —que obviamente es
sí— sino por qué se llega a hacerse una pregunta tan absurda.
En su
artículo se plantea la vieja cuestión del canon, de las jerarquías y mapas
culturales, en última instancia, de la falsa "universalidad" de las
culturas. Se pregunta, en sus propias palabras, por qué cuando Mozart estornuda
es "música" y cuando lo hacen grandes maestros de otras culturas no.
Dice que lo que los "occidentales" pensamos lo incluimos bajo la
etiqueta de "Filosofía" y es "universal", mientras que lo
que hacen en otras culturas queda como algo anecdótico, como pensamiento etnográfico,
como una especie local.
No hay
ninguna novedad en las preguntas de Damashi y creo que en el plano del
pensamiento crítico cultural están resueltas hace tiempo. Una cultura —cualquier cultura— es
siempre un punto de vista, una perspectiva ordenadora que establece un sistema
de categorizaciones basado en sus propias pertinencias. Eso lo hizo Roma llamando
"bárbaros" a los que estaban fuera de sus límites; el islam llamando
"infieles" y el cristianismo "paganos" a los que no asumían
sus religiones. No hay novedad.
La
novedad es que Hamid Damashi se pueda hacer esa pregunta desde una Cátedra de
Estudios Iraníes y Literatura Comparada de la Universidad de Columbia en los
Estados Unidos y refleje sus dudas y recelos en un medio árabe, Aljazeera, en inglés.
La
pregunta es vieja y constante. Lo que es interesante comprobar es que la
respuesta varía en función de las condiciones históricas. Hoy vivimos en un
mundo interconectado. Esto no significa que nos conozcamos mejor, sino que hay
la posibilidad de conocerse. También de malinterpretarse. La conexión se aprovecha en muchas ocasiones para
la transmisión de tópicos y distorsiones más que para un conocimiento efectivo.
Porque ¿qué es conocerse?
El
artículo de Damashi está presidido por una fotografía de un sonriente Michel
Foucault, para muchos el "filósofo moderno", como lo
fueron anteriormente Platón y Aristóteles, Descartes y Kant. Foucault es lo que llamaría
George Lakoff, el "prototipo" de "filósofo moderno"; si se
le pidiera a alguien que citara un "filósofo moderno", habría un
porcentaje elevado de personas (dentro de la minoría al tanto) que responderían "Foucault". Para ello
hay que tener una categorías que son "filosofía",
"filósofo" y "filósofo moderno". Esas categorías tienen
unos límites que se definen en el interior de cada cultura, que es un sistema
de clasificación valorativa de la información que circula en su interior. Y de la que llega del exterior, de la periferia.
El egipcio Naguib Mahfuz, premio Nobel de Literatura |
Cuando
le concedieron el premio Nobel de Literatura a "nuestro" Camilo José
Cela, coincidió con una comida de miembros del departamento de Filología, en el
que yo me encontraba en aquellos momentos. Una profesora me manifestó su
satisfacción y apuntó «¡Menos mal! Parece que ya han dejado de dar el
premio a escritores de países exóticos!». Mi respuesta fue: «¿Tú crees?». Los premios anteriores habían sido para Woyle Soyinka
(Senegal), Joseph Brodsky (un ruso americano) y el egipcio Naguib Mahfuz. A los
ojos del mundo, en 1989, se lo habían dado a un "exótico" y desconocido
español. Siempre conocemos mejor lo próximo, que es nuestro centro, y menos lo
alejado. Eso es inevitable.
La cuestión central es la relación que mantenemos
con nuestra relativa periferia —cada uno con la suya—, cómo establecemos los
flujos entre centro y periferia y —sobre todo— la actitud que nos guía. Lo que hoy es
inaceptable y solo los más lerdos pueden sostener es lo que Damashi se pregunta
retóricamente, pero que algunos se pueden tomar literalmente: la posibilidad de
un pensamiento —en sentido amplio, como conocimiento, arte, etc.— más allá del "nuestro". Nada hay más peligroso que la ignorancia orgullosa, el chovinismo negador de los valores (de la mera posibilidad incluso) de los demás.
La clave no está en preguntarse "si es posible
pensar". La cuestión es cómo conseguir que ese pensamiento circule con menos
restricciones culturales. La pregunta que se le podría hacer, por ejemplo al
propio Damashi: ¿qué acciones realizas tú, conocedor de ambos mundos, para que
se conozcan mejor unos y otros? Los esfuerzos por conocer una cultura solo se
realizan desde su propio interior puesto que es su percepción valorativa, sus
filtros, lo que hay que modificar.
Pero esto es más importante que los relativismos y ninguneos de los departamentos universitarios a los que consideran "exóticos" o "periféricos", algo que el mundo académico suele hacer con excesiva frecuencia. Nos afecta hoy en un mundo mucho más interconectado, con una copresencia histórica de los acontecimientos.
Escribe Damashi sobre los cambios producidos en el
mundo árabe y sus consecuencias:
The
world at large, and the Arab and Muslim world in particular, is going through
world historic changes - these changes have produced thinkers, poets, artists,
and public intellectuals at the centre of their moral and politicial imagination
- all thinking and acting in terms at once domestic to their immediate
geography and yet global in its consequences.
Compared
to those liberating tsunamis now turning the world upside down, cliche-ridden
assumption about Europe and its increasingly provincialised philosophical
pedigree is a tempest in the cup. Reduced to its own fair share of the humanity
at large, and like all other continents and climes, Europe has much to teach
the world, but now on a far more leveled and democratic playing field, where
its philosophy is European philosophy not "Philosophy", its music
European music not "Music", and no infomercial would be necessary to
sell its public intellectuals as "Public Intellectuals".
Quizá
debería señalar también que esos extraordinarios cambios se han producido —en
lo que se avanza algo y no se retrocede— con la resistencia de las autoridades de los propios
países en los que se han dado, que también esas estructuras forman parte de una
"cultura". Los obstáculos a los pensadores, artistas, escritores,
etc. que brillan en los países en levantamiento no es Occidente quien los pone,
sino las autoridades oficiales o sociales de sus países, que son quienes les silencian, encarcelan,
torturan o matan. También nosotros tenemos nuestro propio historial, claro.
Orhan Pamuk, turco, Premio Nobel |
Occidente
concedió el Premio Nobel a Naguib Mahfuz y un islamista le rajó el cuello en un
café cairota; el premio Nobel turco Orhan Pamuk —por cierto, doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense, mi universidad— ha tenido que salir de su país
por amenazas de muerte y las campañas de descrédito contra él, acabando
refugiado en las aulas de la Universidad de Columbia, como el propio Damashi,
de quien desconozco si está allí por voluntad propia o por alejamiento
preventivo. El mayor
obstáculo para el desarrollo e intercambio cultural —que posibilite un mejor
conocimiento— está en los sistemas abiertos o cerrados que esas culturas
suponen para sus propios miembros —puede que alguien piense que eso de "abierto"
o "cerrado" es un prejuicio popperiano
y occidentalista surgido de nuestra
incapacidad de entender otros mundos a los que juzgamos desde nuestras
posiciones—. No se trata de cómo evaluamos a los demás, sino, en primer lugar,
de cómo se evalúan ellos mismos. Es esencial que en todos los países florezca
el pensamiento, las artes, la ciencia, etc. Y a ser posible que no lo haga en
las cárceles o en el exilio. Aquí o allí, en todas partes.
El que
nuestros programas académicos, nuestras cátedras, libros de historia, etc.,
sean "eurocéntricos" es solo parte del problema. Puede que nuestro
problema sea, como señala Hamid Damashi, el creciente
"provincianismo" occidental al ignorar a los pensadores que surgen en
otras partes del mundo. Totalmente de acuerdo. Pero es más urgente todavía
asegurarse que esos pensadores, artistas, científicos... no son castigados por
los regímenes que aíslan a sus miembros más valiosos silenciándolos y
encerrándolos para evitar que lleguen a sus propios pueblos con sus
pensamientos, poemas, cuadros, películas y todo aquello con lo que contribuyen
a su propia cultura.
Asghar Farhadi, iraní, con su Oscar 2011 recibido por "Una separación" |
Cuando
hablo con alumnos de otras culturas distintas a la nuestra, les digo siempre lo
mismo: que al hablar dos idiomas, adquieren un compromiso, el de actuar como
puente para hacer llegar lo más valioso de una cultura a la otra. Supongo que
es lo que hace Hamid Damashi desde la cátedra de Estudios Iraníes y Literatura
Comparada que la Universidad de Columbia,
en Nueva York, creó. Es lo que yo trato de hacer cuando pongo alguna de esas
maravillosas películas iraníes a mis alumnos o les acercó a la poesía e
historias del gran Yamal Od-Din Rumi; que comprendan que hay otras formás más allá de las que tenemos delante todos los días, que existen otras formas de expresarse, de pensar que también tienen valor y que debemos intentar realizar un esfuerzo en su comprensión por nosotros mismos, porque son fuente de conocimiento, ampliación y apertura de nosotros mismos.
Rumi
enseñó "que las cosas tienen muchos nombres, y que los nombres, al fin y
al cabo, solo son invenciones del hombre" ("Nombres"). Las culturas son las "invenciones" del hombre,
los bosques de símbolos, los árboles que no nos dejan ver el bosque. Rumi dijo "el
árbol de la vida está en todas partes, no solo en Indostán" —donde habían
ido a buscarlo— y que quien lo busca en un solo punto no lo encuentra. Las raíces,
nos dijo, están en el corazón. Y es
verdad.
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