Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
diario egipcio Al-Masry Al-Youm recoge un
análisis de los resultados del referéndum constitucional. El diario ha
consultado a diferentes analistas políticos y creo que el conjunto se puede
sintetizar en una frase dicha por Haitham Abou Khalil. un antiguo miembro de la
Hermandad Musulmana: «The electoral victory of the Brotherhood does
not express its strength, but the weakness of its political opponents.»*
La
explicación de la velocidad y alcance de los cambios y de la resistencia a
negociarlos es claramente una característica de los que quieren una transformación
que les permita afianzarse en el poder. La falta de honestidad de la cúpula
militar egipcia hizo que no se permitiera el desarrollo de una fuerzas civiles
capaces de enfrentarse a una organización de casi cien años, como la Hermandad
Musulmana, con calado social y ramificaciones en cada rincón del país.
Los
cambios que la Hermandad está haciendo son formas de
irreversibilidad política, blindando sus posiciones a través de las instituciones que
controla en cadena y desmantelando lo que se le opone. Todo un sistema de
respaldo de unos a otros garantizará que cualquier circunstancia ambigua que
haya que interpretar lo haga un consejo o institución controlado por
islamistas. Es a lo que estamos asistiendo desde que Morsi llegó al poder. La
excusa para desmantelar a todo el que se le opone es la acusación de ser "servidores" del régimen anterior. En unos casos puede ser cierto, pero en otros
no es más que una forma de depuración para asegurarse de que no van a existir
voces disidentes y que, si existen, serán controladas. A los que no se puede
implicar con el régimen anterior, se les puede acusar de ser miembros de una
conspiración extranjera, malos egipcios. En su mentalidad, solo se puede ser
buen egipcio y musulmán si se está de acuerdo con la Hermandad. La oposición aquí es disidencia.
El
sistema utilizado de presentar denuncias contra artistas, actores,
periodistas, incluso una denuncia contra
los líderes de la oposición por "traición a Egipto" por una batería de
abogados próximos o pertenecientes a la Hermandad y a otros grupos islamistas
no es más que una burda maniobra de intimidación contra cualquiera que eleve la
voz para criticar al presidente o la Hermandad y no hablemos del islam. La reciente proclama de un
jeque salafista de que era Dios quien había puesto a Morsi al frente de Egipto
y que quien le criticaba se ponía a los designios divinos es algo más que une
anécdota. Es el reflejo de una mentalidad instrumental de la democracia. Es
Dios quien decide. Nada han tenido que ver con esto los votos, viene a decir.
El "milagro electoral", por supuesto, no es reversible. ¿Por qué iba
a rectificar "Dios"?
Todas
estas maniobras tienen como objetivo mantener sin organización a la oposición,
que es la gran ventaja de la que dispone la Hermandad, su verdadero activo. Es interesante la
opinión de Hanan Girguis, del Egyptian Center for Public Opinion Research (Baseera):
[Hanan] Girguis believes that Upper Egypt’s political isolation played a
major role in voting patterns as well. In a poll conducted in early December by
Baseera, 17 percent of respondents in the region weren’t even aware a
referendum was taking place. Twenty-five percent of those who did know about it
didn’t know the dates it was scheduled.
“Seventy-seven percent of respondents there
also said they didn’t read the constitution. Unfortunately, there are no
secular forces to end this isolation. Every time we ask respondents about
political parties they know, their answer is: ‘The Brotherhood.’ They don’t
even mention the Freedom and Justice Party,” Girguis says.*
Durante décadas no ha existido más que Mubarak y la
Hermandad. Ese ha sido el efecto producido por la estrategia de los gobernantes
egipcios, el "peligro inminente" que mantener en segundo plano para
continuar manteniéndose como garantes de la seguridad. Jugaron la carta de
Shafiq y la perdieron, con el desastroso efecto de mandar al abismo a las
fuerzas políticas e intelectuales por las que tenía que haber pasado la reforma
tras la Revolución del 25 de enero, la que realmente plantó frente a Mubarak y
al ejército.
La tarea que tiene la oposición egipcia es la organización y
la comunicación, junto a la resistencia a la islamización del juego político, con
la constante denuncia de la absorción de las instituciones y llevando el debate
a todos los rincones.
El trabajo que tiene por delante la oposición es inmenso,
pero no por ello imposible. Necesitan anular el principal activo de la
Hermandad, la organización, mediante una estructura propia eficaz. El tradicional personalismo
egipcio no ha dado lugar a partidos reales, que son los únicos que pueden retar
a la Hermandad allí donde ella se encuentra, en cada rincón de Egipto, llevando
la discusión y el mensaje renovador a todas partes.
Egipto necesita organizar lo que durante años no se le permitió
hacer, su mapa político, sus diferentes ideas con proyectos nacionales y
proyección internacional, sin temor a recorrer los foros mundiales para mostrar
su idea del futuro del país. El proyecto de la Hermandad no es el de Mubarak; sus objetivos y formas de control social no son iguales y las armas para enfrentarse no pueden ser las mismas. En donde antes interesaba controlar sobre todo el orden público, la Hermandad busca otro tipo de acciones sobre el cuerpo social, al que trata de modelar.
La idea de que no es la fuerza de la Hermandad
sino la debilidad de la oposición la que está determinando los resultados
políticos tiene que ser estudiada en su alcance, pues de poco sirven los
esfuerzos si consiguen, como en el referéndum constitucional, sacar adelante
sus propuestas, aunque sea con una abstención del 70% de la población. Es ahí,
en ese porcentaje, en donde está la clave del futuro.
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