Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Nos
trae el ABC, en su sección de Ciencia, el interesante resultado de las
investigaciones sobre las diferencias entre perros y lobos, dos animales genéticamente
muy próximos pero con un desarrollo muy diferente basado en la apertura de sus
sentidos al mundo y en su relación lo que allí encuentran. Muchas veces, la
perspectiva de la genética es más llamativa, pero lo que nos encontramos en el
entorno es también determinante de los comportamientos.
El
artículo nos recoge los estudios de la bióloga evolutiva Kathryn Lord, de la
Universidad de Massachusetts Amherst, que han sido publicados por la revista Ethology y sintetizados por ABC. Desde
su titular, el periódico nos llama la atención sobre un problema, el que se
pueda domesticar a los perros y no a los lobos. Nos dicen en ABC:
Hasta ahora, se sabía muy poco sobre el
desarrollo sensorial en los cachorros de lobo y muchos supuestos fueron
extrapolados de lo que se conocía sobre los perros. Lord estudió las respuestas
de siete cachorros de lobo y 43 de perro (border collies y pastores alemanes)
ante olores, sonidos y estímulos visuales tanto conocidos como nuevos, y puso a
prueba a los animales cada semana. Encontró que todos desarrollaban sus
sentidos al mismo tiempo. Sin embargo, su estudio también reveló nueva
información sobre cómo las dos subespecies de Canis lupus experimentaba su
entorno durante una ventana de desarrollo de cuatro semanas llamada período crítico de socialización.*
Esa
"ventana de desarrollo", esas cuatro semanas son el periodo en el que
ambos animales "aprenden" y "aprehenden" el mundo; es el
tiempo en el que establecen su universo principal, su mundo. A medida que sus
sentidos se van abriendo a lo que les rodea, la información que envían será
procesada por sus cerebros y usada para construir un mapa emocional. Cuando la
ventana se cierra, cuando se acaba su "periodo crítico de
socialización", lo que les llega nuevo es considerado, por defecto
negativo, agresor, y la respuesta emocional es el miedo. Lo que se ha
configurado en su mente, como un sistema clasificatorio, es percibido como "normalidad"
y lo que les llegue de nuevas será entendido como "diferencia", como
perturbación de ese universo valorado previamente.
El
despertar progresivo de los sentidos tiene una importancia esencial. Cada
sentido es una puerta informativa, un modo de exploración que contribuye a la
configuración del mapa mental de la realidad circundante, del universo en el
que desarrollará su vida:
Lord confirmó que tanto los cachorros de perro como los de lobo
desarrollaban el sentido del olfato a la edad de dos semanas; el del oído, a
las cuatro semanas y la visión a las seis semanas como promedio. Sin embargo,
estas dos subespecies entraban en el período crítico de socialización a
diferentes edades. Los perros comienzan ese período a las cuatro semanas,
mientras que los lobos lo hacen a las dos semanas. Por lo tanto, cada
subespecie experimenta el mundo durante ese mes tan importante de forma muy
diferente y probablemente lleva a distintos patrones de desarrollo.
Según Lord, los cachorros de lobo son todavía ciegos y sordos cuando
empiezan a caminar y explorar su entorno con dos semanas de edad. «Cuando los
cachorros empiezan a escuchar, tienen miedo de los sonidos nuevos, y cuando
comienzan a ver también temen los nuevos estímulos visuales. A medida que cada
sentido es empleado, los cachorros experimentan una nueva ronda de
perturbaciones sensoriales que a los cachorros de perro no les afecta».
Mientras tanto, los cachorros de perro solo
comienzan a explorar y caminar después de que los tres sentidos, el olfato, el
oído y la vista hayan empezado a funcionar.*
Hace
unos días hablábamos aquí sobre el papel de la "curiosidad" en la
Ciencia y decíamos que es la sistematización racional de una característica
evolutiva que nos lleva a explorar el mundo. Decimos que los niños son "naturalmente"
curiosos, que exploran su universo y aprenden de esas experiencias lo positivo
y lo negativo. El miedo es un factor que aparece más tarde, como resultado de
esas experiencias primeras y su contraste con el resto.
La idea
central del estudio, respondiendo a la pregunta del titular, es que son las
diferencias en la apertura de la "ventana" las que determinan la
posible domesticación de unos y otros. El perro nace en un entorno menos "agresivo"
y explora el mundo con una configuración sensorial más madura, con los sentidos
en marcha, que el lobo, que en un entorno salvaje se lanza a explorar a la vez
que sus sentidos se van despertando en medio de lo que Kathryn Lord llama las
"perturbaciones sensoriales".
La
agresividad del lobo se establece precisamente por el papel del
"miedo" en la configuración de su universo. La agresividad es la
respuesta a un entorno agresivo; es la otra cara del miedo. En un entorno
doméstico menos agresivo, los perros pueden lanzarse a explorar con una
configuración sensorial más madura. Esa diferencia de dos semanas en la
apertura de la ventana, que es el período crítico de socialización, es
determinante. Es la respuesta evolutiva a las diferencias que se van a
encontrar unos y otros. El lobo responde agresivamente a un mundo hostil, desde
el miedo y la desconfianza; el perro no se lanza agresivamente sobre aquellos
en los que ha confiado, ha aprendido a no temer a los humanos y otros animales
domésticos que constituyen su entorno inmediato. Los que tienen perros saben
que hay que enseñarles muchas veces a desconfiar de los humanos.
La
información de ABC termina con las palabras de Lord señalando:
«Los datos ayudan a explicar por qué, si
quieres socializar a un perro con un humano o un caballo, necesita 90 minutos
entre las edades de cuatro y ocho semanas. Después de eso, un perro no tendrá
miedo de los humanos o de cualquier otra cosa que le haya presentado. Eso sí,
construir una relación verdadera toma más tiempo. Pero con un cachorro de lobo,
lograr eliminar el mismo nivel de miedo requiere 24 horas de contacto inicial
antes de la edad de tres semanas, e incluso entonces no obtendrá el mismo apego».*
El
miedo es un poderoso instrumento de aprendizaje y, por ello, de manipulación. Enseñamos a los niños a tener
miedo de las cosas peligrosas antes de que ellos aprendan por experiencia
propia a qué temer. El miedo nos hace alejarnos del peligro real o imaginario. Además de las "perturbaciones
sensoriales" que supone la apertura al mundo, los humanos hemos
desarrollado formas simbólicas de miedo a través de la imaginación. Podemos
temer a cosas inexistentes solo con imaginarlas. "Me dan escalofríos solo
de pensarlo", decimos. Nuestra capacidad verbal nos hace que vivamos no
solo con experiencia directa del mundo sino también con "representaciones"
de él.
Nosotros
hemos creado cuentos sobre los lobos; los lobos no tienen esa capacidad. El
lenguaje permite que el círculo de confianzas y temores se amplíe ya que recibimos
información más allá de los sentidos. Los "prejuicios" son también un
mapa mental de peligros que pueden ser inculcados en edades tempranas y de los
que es difícil desprenderse. Lo que se aprende al principio de la vida se
afianza mucho más que lo que vamos aprendiendo después. Lo que recibimos
posteriormente se confronta con lo que tenemos asentado de principio.
Esa
capacidad de "crear" miedos forma parte también del control social,
pues es una de sus herramientas más eficaces. El miedo es, por definición, una
respuesta emocional, no racional. Hablamos de "vencer nuestros miedos y
temores" porque es una auténtica lucha la que tenemos que entablar para
desprendernos de ellos, tal es su arraigo. Muchos han surgido en la infancia. Se
nos configura un mundo, con sus marcas emocionales positivas y negativas,
filias y fobias. En la relaciones sociales se recurre al miedo con
mucha frecuencia. Somos seres "racionales", pero eso no significa que
en nuestras decisiones podamos prescindir del miedo; tan solo lo camuflamos.
Por eso hoy han podido surgir disciplinas que tratan de estudiar nuestro
comportamiento por debajo de la fina capa de hielo de la racionalidad. Por
ejemplo, la Neuroeconomía ha surgido para tratar de mejorar la comprensión de
la toma de decisiones económicas de los sujetos más allá de la ilusoria racionalidad
aséptica; la nueva disciplina trata de explicar la conducta económica también
desde los "miedos", puesto que estos forman parte de nuestra
cognición del mundo. Parece que el mundo económico es más de "lobos"
que de "perros", algo que intuíamos. Lo mismo podría decirse de la política en sentido general; usa el miedo como un móvil eficaz.
Es importante
no hacer a la gente esclava de sus miedos. Pero cuanto más agresivo sea el
mundo que hagamos, más se fomentarán y dependerán nuestras respuestas de él. Eso le viene bien a muchos, pero es peligroso para todos.
*
"¿ Por qué los lobos no se pueden domesticar y los perros sí?" ABC
18/1/2012
http://www.abc.es/ciencia/20130118/abci-lobos-pueden-domesticar-perros-201301181248.html
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