Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En los
años ochenta, la expresión "estoy en crisis" se realizaba mayormente
por varones al llegar a la cuarentena y su gusto por hacer disparates en la
lucha con el tiempo. Los disparates solían ser comprarse un choche llamativo,
vestirse a lo Corrupción en Miami,
salir todas las noches de copeo y tratar de llenar un listín telefónico con
números de veinteañeras. Fernando Colomo dio cuenta del fenómeno cómico-existencial
a través de una película con ese título, "Estoy en crisis" (1982),
protagonizada por José Sacristán. Cuando se veía hacer tonterías a alguno, todo
el mundo lo tenía claro: "está en crisis". La gente decía "ya se
le pasará". Se entendía la madurez como una segunda pubertad, pero en vez
de con granos, con arrugas. Hoy los inmaduros
están plenamente aceptados y pueden llegar a ocupar los más altos puestos —del
estado a los más humildes ayuntamientos— sin ningún problema para ellos, solo
para nosotros. La crisis actual es otra y lo del "ya se nos pasará" no
se dice con tanta ligereza.
"Salir
de la crisis" se ha convertido en algo tan peligroso como salir de la
ducha, un riesgo de resbalón permanente, un jugársela por tratar de quedarse
con lo poco que va quedando. Solo en ese contexto desesperado y de pérdida
absoluta de los cuatro puntos cardinales a falta de uno, es posible enfrentarse
a la noticia que nos trae el diario El
País de lo que ha sido bautizado como el "body sushi":
La intención de un restaurante de Vila-real
(Castellón) de organizar para el mes de marzo una sesión de body sushi, una práctica gastronómica
que consiste en comer sushi servido sobre cuerpos desnudos, ha levantado tal
polémica en la ciudad que ha obligado al promotor, Carlos Sales, a anularlo y a
buscar asesoramiento legal. Su propósito, ha asegurado este martes, no era otro
que organizar un evento temático más de los que acoge su local para “superar la
crisis”. El restaurante daba la opción a los clientes de elegir si querían como
mesa el cuerpo de un hombre o de una mujer, pero la iniciativa y la cobertura
mediática han provocado todo un aluvión de quejas.*
Esto no
es nuevo y hay hasta clubes dedicado a esta práctica que yo me resisto a llamar
"gastronómica" por la irrelevancia del "chef". El caso,
desde luego, da un nuevo sentido a la expresión "manipulador de
alimentos". Pero lo interesante es la justificación. La frase
"superar la crisis" viene a ser una especie de patente de corso, de justificación
de cualquier cosa con tal de llenar un restaurante, un teatro, un hotel, una
iglesia —hace unos días nos contaban que había un sacerdote que hacía sus
homilías como hip-hop y pronto lo importaremos aquí—, un hemiciclo..., lo que
haga falta. Todo por el pleno.
Lo
sorprendente del caso es las formas de afrontarlo por las que han optado las
diferentes instancias políticas a las que se ha apelado. Como las protestas
fueron grandes, con recogida de firmas incluida, las distintas autoridades consultadas
han respondido a su entender a un caso del que no existen demasiados
precedentes públicos, aunque sí en privado suponemos.
El País nos dice que unos han ido por la vía de la "publicidad"
del evento gastronómico, interviniendo el Observatorio de la Publicidad, que ha
recibido las quejas. A esos les ofende la publicidad realizada, aunque no les
debe molestar el hecho, puesto que no pueden llegar más allá. Otros han
aprovechado para atacar a la televisión que difundió lo del "body
sushi". Más curiosas son las reacciones de quienes lo plantean como una
cuestión de "sexismo":
La concejal del área de la mujer en
Vila-real, Mónica Álvaro, admite que la idea es un tanto “descabellada”, pero
que el restaurante “daba la opción al cliente para elegir a la persona que
sirve de mesa”. “Me parece degradante tanto para una mujer como para un hombre,
pero no es algo que afecte exclusivamente al sexo femenino y, al ser una
iniciativa privada, no podemos hacer nada”, ha apuntado.*
La
respuesta de la concejala es un ejemplo de profesionalidad porque, según
argumenta, ella solo debe intervenir en el caso de que se realice la práctica
comensal solo con mujeres. Si también se realiza con hombres, deja de ser
"sexismo". Un delirante argumento, de corte relativista, que se basa
en el conocido "mal de muchos, consuelo de tontos". ¡Pobre defensora
de las mujeres, que no sabe defenderlas si se comenten las misma tropelías con
los hombres! Habrá que hacer concejalías de tres áreas, las que defiendan a los "hombres",
a las "mujeres" y a los "dos a la vez", aunque con los recortes
no sé yo si estamos por la ampliación. Tampoco entiendo muy bien su sentido de
lo "privado", pues no creo que un restaurante sea exactamente un
ámbito privado. Me da la impresión que está un poco "descolocada",
neoliberalmente hablando. Es que esto de tanta "libertad de mercado"
abruma, la verdad sea dicha.
No
todos son del parecer de doña Mónica Álvaro y apuestan por el
"sexismo" del caso:
[...] hay partidos políticos que sí ven sexista el evento y así lo han
denunciado. La diputada de Esquerra Unida en las Cortes, Marina Albiol, ha
remitido una queja al Observatorio de Publicidad no Sexista valenciano y al
Observatorio de la Imagen de las Mujeres, de carácter estatal.
A ambos organismos ha trasladado que la
iniciativa “podría tener un carácter sexista, ya que esta forma de servir el
sushi en el cuerpo de mujeres las convierte en un mero objeto de consumo
sexual”.*
A lo
mejor, creo entender, solo les parece escandaloso que se haga con mujeres y no
que las mujeres vayan a comer sobre los cuerpos masculinos, con lo que quedaría
la vía libre para despedidas de soltera y otras fiestas similares. Todo por superar la crisis.
Creo
que aquí existe también cierta confusión, ya que hablar de "consumo
sexual" en este contexto da la impresión de cierto canibalismo, al que
espero que no llegue el espectáculo, aunque sea para "superar la
crisis". La película de Richard Fleischer "Soylent Green. Cuando el
destino nos alcance" (Soylent Green
1973) veía un futuro —en el ya próximo 2022— en el que a los jubilados se les convertía en
"galletas", en donde lo de "objetos de consumo" era
literal. Yo creo que aquí sería mejor hablar de convertir a las personas simplemente
en "objetos", puesto que los convierten en platos, mesas y manteles. En la película era el "destino" el que nos alcanzaba; aquí es la crisis la que nos empitona, que más que galletas nos hace puré.
La
verdad es que asombra tantas vueltas para algo que es sencillamente
"degradante", un término que ha caído en desuso porque también ha
caído en desuso el de "persona"; tanta especificidad jurídica se
vuelve contra nosotros; tanta "especialización" en los agravios, ¡para
esto! Una sociedad "legalista" corre el riesgo de caer en el puro tópico, como se nos muestran aquí con las inoperantes autoridades consultadas.
Ninguna encuentra un argumento para concretar algo que debería ser evidente,
pero que no lo es, y es precisamente ahí donde radica el núcleo del problema,
en que no somos capaces de explicar porque eso no está bien. Y me da igual que
me cuenten que se inventó no sé donde hace cientos de años, que no sabe igual el
sushi o que se hace en muchos sitios. Allá ellos.
El
empresario fue astuto al dejar que hombres y mujeres eligieran "mesa";
bloqueó los argumentos políticamente correctos al uso. Él ya ha conseguido sus
15 minutos de gloria aunque haya retirado su propuesta gastronómico festiva,
compuesta de un mix carne y pescados.
Más fábricas y menos cuentos. Exportemos productos y no importemos más tonterías, que ya tenemos bastantes.
"Estar
en crisis" no lo justifica todo. A la crisis económica se le añaden las
crisis que provocan los intentos de salir de ella, en este caso de valores, si
es que nos queda alguno. No sé a qué escuela de negocios fue el dueño del
restaurante, pero como a todos se les ocurran genialidades como estas... Entre
gente ocurrente y otros que no saben parar las ocurrencias, apañados estamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.