Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Marie Curie |
Hermosa
e interesante la entrevista que publica el diario El Mundo con Pierre Joliot-Curie, el nieto de Pierre Curie y Marie
Sklodowska, que ha venido a España a la clausura del "año Curie". La
entrevista contiene las reflexiones sensatas —e infrecuentes, por ello— sobre
lo que debería ser la Ciencia para las personas, tanto para las que se acabarán
dedicando a la investigación profesionalmente como para las que simplemente adquieren
un conocimiento para comprender lo que tienen al alcance de su mano.
La
Ciencia no es más que la sistematización de la curiosidad humana, un mecanismo
de atracción hacia las preguntas que se nos suscitan cuando no entendemos algo.
No es privativo de lo que hoy llamamos "Ciencia", sino de cualquier
situación en la que nos preguntemos, incluido el Arte, que incomprensiblemente
se pone en el extremo contrario. También los artistas buscan respuestas a
preguntas en sus recorridos vitales. Ya sea sobre lo que nos rodea o sobre lo
que encontramos en nosotros, somos auténticamente humanos en nuestra capacidad
de preguntarnos. El robot que hoy perfora Marte se llama "Curiosity". No sé si es la curiosidad lo que "mató al gato", pero sí sé que es lo que le estimuló durante toda su vida.
Si el
otro día hablábamos del papel del "placer" en la continuidad de las
especies, el estímulo para la procreación, también existe un "placer
intelectual" en la satisfacción de las preguntas. Ese placer es el
estímulo que la mente inquieta encuentra en comprender el funcionamiento del
mundo, desde las partículas elementales a la formación de la galaxias, del
origen de la vida a sus formas más complejas. Sin embargo, ese placer
desaparece envuelto en un especie de "seriedad" que elimina su
dimensión de juego.
Señala
Pierre Joliot-Curie:
[...] tanto mis padres como mi abuela Marie
Curie transmitieron la sensación constante de que la ciencia era como un juego
de niños y que está íntimamente relacionada con el trabajo artístico y
creativo. Mi madre siempre solía decir que lo importante no es la cantidad de
esfuerzo que haces, sino la calidad del trabajo que hacer. Eso es precisamente
lo contrario de la visión actual de la ciencia, donde hay una presión enorme
sobre los jóvenes científicos para que publiquen más y más investigaciones. Mis
padres decían que si no tienes nada nuevo que aportar, es mejor que no
publiques nada. La mayoría de las investigaciones que se publican en la
actualidad son sólo confirmaciones de algo que ya se sabía. La presión actual
es para publicar de forma cuantitativa y no cualitativa, justo lo contrario de
lo que yo aprendí en mi casa.*
Irène Joliot-Curie |
La
conversión del "placer" en "trabajo" se traduce en unas
rutinas que pueden ser "rentables" para el sistema, pero muchas veces
nefastas para los sujetos que las practican. Esa intimidad entre el "juego
infantil" y el "arte", señalada con acierto por Joliot-Curie, es
la esencia del pensamiento verdaderamente científico y creativo, que se ve
pervertido por un frustrante mecanismo de supresión de ese espíritu placentero.
La
entrevista nos muestra el empeño mundano en pensar las cualidades
investigadoras como algo "genético", transmitido por unos abuelos
premiados ambos con el Nobel —su padre en Física, en 1903, y en el caso de
Marie, dos veces, en Física y en Química, en 1903 y 1910— y de su madre, Irène
Joliot-Curie, que fue también Nobel de Química en 1935. Sin embargo, frente a
la lógica de los genes, el entrevistado defiende la normalidad de sus trabajos,
fruto del entorno estimulante que sus familias supieron mantener para ellos:
No hay ninguna clave especial. Sí hay
aspectos clave, pero no es algo exclusivo de mi familia. Es algo que comparten
casi todos los grandes científicos: un elevado grado de libertad, no demasiada
presión, la posibilidad de adaptarse inmediatamente a nuevas situaciones cuando
se hace un experimento y no estar cerrado en un programa determinado que impida
pensar de forma libre. Pero se debe a un entorno sociológico, no genético.
Lo que
supieron hacer los Curie en sus distintas generaciones fue establecer un
entorno sin presiones para que se pudieran manifestar las vocaciones primero —a
nadie se le dirigió hacia las ciencias— y después mantener el mismo clima de
libertad creativa que desea un artista para poder indagar, experimentar sin
miedo o presión. No es lo que solemos encontrar, como señala el propio Pierre Joliot-Curie,
sino más bien lo contrario.
Solo en
un entorno que permite el vínculo creativo —esto no es exclusivo de la Ciencia—
con el propio trabajo es posible experimentar ese placer infantil, esa satisfacción
interior que nos compromete en la busca de lo nuevo. La elección vocacional del
campo de trabajo en el que se van a desarrollar nuestras actividades es
esencial para que ese deseo creativo se manifieste. Cuando sale algún ministro
diciendo el número de profesionales que una sociedad "se puede permitir"
está dando por buena una relación maquinal con los trabajos y profesiones,
ignorando el deseo de las personas de seguir caminos en su vida que le traigan
la satisfacción que justifique su día a día. Se da por hecho que nuestra vida
no nos pertenece, tremendo error, que solo causa frustración y descontento. Ya
no queremos un "mundo feliz"; queremos un "mundo rentable".
Pierre
Joliot-Curie nos muestra la importancia de poder desarrollarse en entornos lo
suficientemente libres como para que esa satisfacción se produzca y la
importancia del apoyo y respeto familiar:
Creo que mis padres tampoco se hubieran
decepcionado si nosotros no nos hubiésemos dedicado a la ciencia. Yo creo que
la imagen que nos transmitieron de la ciencia nos sedujo. Lo que sí les hubiese
decepcionado es que hubiéramos elegido un oficio que no hubiésemos desarrollado
con pasión.*
El
secreto de la felicidad, aunque la palabra nos parezca excesiva porque hemos
renunciado a ella, radica en esa capacidad de apasionarse con lo que hagamos en
cualquier campo. La expresión "disfrutar como un niño" nos parece
alejada de nuestro mundo adulto. Sin embargo, mucho de la felicidad está en no
darla por perdida.
Mientras
al término de la clase, hace un par de días, recogía de la mesa del aula los
folios sueltos que los alumnos me habían ido dejando al salir con sus
reflexiones sobre temas de nuestra asignatura, me saltó a la vista —como por un resorte—
una frase. Venía a decir aquella alumna que el secreto del trabajo es elegir
una profesión de la que no te gustaría nunca jubilarte. Creo que es una gran
verdad y espero y deseo que pueda cumplirla.
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