domingo, 23 de septiembre de 2012

¡Que inventen ellos! (otra vez)

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La famosa frase unamuniana —¡que inventen ellos— nos situaba a un Don Miguel partidario del espíritu frente a la materia rentable, organizada y patentada. La despectiva superioridad de un país de mística y letras respecto a sus materialistas vecinos del norte, es hoy de otro orden. Ya no hay aquí mística ni letras —a no ser las de cambio— con las que ir con el mentón levantado. Ni el casticismo unamuniano ni el europeísmo orteguiano han resultado como pensábamos y parecemos atrapados entre lo peor de ambos mundos. Ni místicos ni regeneracionistas; solo nos quedan cursis y repeinados.

Lo que Unamuno pretendía era cantar nuestra irredenta forma de ser frente a tanto protestante webberiano, que se acabaron llevando el gato al agua. ¡Pues llévense el gato y el agua!, les hubiera dicho don Miguel a los que le enseñasen hoy la cifras patrias: ¡Que inventen ellos! ¡Que trabajen ellos! ¡Que se vayan al espacio! Y es a que a Don Miguel le hubiera parecido cursilería supina, modernista y decadente, querer ir a la Luna, plantar una bandera y volver. ¡Que alunicen ellos! ¿Internet? ¡Cosa de belgas! Su gusto por el invento no fue más allá de la ingeniería del papel, la papiroflexia, ciencia rigurosa a la que se dedicó con ganas y talento. Poemas, pajaritas; desplegar poemas, plegar papel.
El problema hoy, mi querido don Miguel, no es ir a la Luna, sino quién y dónde se fabrica el cohete. Y nosotros, ni lo uno ni lo otro —todo lo más un San Cristóbal para el salpicadero—, sentaditos en un bar viendo el alunizaje o el amerizaje, entre celebración y celebración de goleada. Las pajaritas no llegan tan lejos.
Viene a cuento todo esto ante la confirmación de la carencia de inventiva de nuestro empresariado, por si quedaba alguna duda. No porque les dé por la mística africanista, sino porque no quieren "inventar" por poco rentable. No es que estemos perdiendo el tren del progreso; es que se nos han llevado la estación. Construyen en su lugar casinos y chiringuitos, estadios y campos de golf.


El diario El Mundo entrevista a Carlos Marqueríe Tamayo*, persona avispada que ha fundado una empresa para buscarle a los empresarios españoles que necesitan innovación algo por esas tierras de Dios. ¿Que nuestro empresario español necesita una mejora en su producto, proceso, etc.? Pues el señor Marqueríe se lo busca en Israel, lugar en el que se preocupan por estas cosas de la investigación y la innovación. Según este señor y su empresa, Israel es el paradigma de la investigación mundial, probablemente porque no se fían de nadie y no quieren que les presionen por ningún lado. Como nadie es profeta en su tierra, también busca soluciones innovadoras para nuestros empresarios en Singapur:

Precisamente Singapur "ha estudiado" el modelo israelí. Con una población de cinco millones de personas, allí se concentran más de 7.000 multinacionales y sus principales campos de investigación son la electrónica, la nanotecnología, destacando en ciencias ambientales, agua, biomedicina y medios digitales.
La clave israelí son sus facilidades para invertir en investigación. Más del 50% de las inversiones proceden de capital extranjero en un país que apenas supera los siete millones de habitantes.
"Sus investigaciones destacan especialmente en defensa, medioambiente, energía, telecomunicaciones, redes y ciudades inteligentes", remarca Marqueríe. "Por ejemplo, una eléctrica española necesita una mejora para sus molinos de viento. Nosotros rastreamos y le ponemos en contacto con la investigadora israelí", explica.*

¡Un ahorro que no veas! Yo creo que lo que debería buscarnos el señor Marqueríe y su empresa son empresarios en esos lugares y quitar de en medio a los que tenemos por aquí. Empezaron por firmar acuerdos con las universidades para utilizar los departamentos como centros de investigación. Consiguieron con eso que las empresas no contrataran investigadores. Ya no les basta, sino que ahora los buscan directamente fuera, que es más barato todavía.



¿Nos extraña que nuestros investigadores se tengan que ir a Estados Unidos, Alemania, China? No sé por qué, la verdad. Es el camino natural de la falta de aspiraciones, de visión de futuro, de responsabilidad social de una parte importante de nuestro empresariado. Para Carlos Marqueríe, que es economista —dice haber estudiado con Milton Friedman, Friedrich Hayek (muy mayor, me imagino, porque nació en 1899 y Marqueríe en 1959), Michel Porter y nuestro Pedro Schwartz—, para que España funcione tiene que dejar de investigar, que ya se ocupa su empresa de traerles la innovación con menos gasto. Tiene, dice, que dedicarse solo a la "integración industrial". Señala que

[...]  el tren de la investigación se perdió por las pocas facilidades dadas a las empresas y por un "lobby universitario" alejado del mundo empresarial, donde la investigación es a tan largo plazo que no suple las necesidades inmediatas de los negocios.*

Marqueríe trata bien a los que le dan de comer, las empresas que le contratan, y acepta esa jeremiada de que a la empresas se les dan pocas facilidades, dice, y que la culpa la tiene la Universidad con su "lobby". Mi versión no es coincidente, pero da igual porque el resultado es el mismo. Nadie ha puesto problemas para que se investigue ni se innove, pero no ha interesado ni por la deriva comercial ni por los tamaños mínimos de muchas de ellas, incapaces de afrontar estos procesos.
Innovar, para muchas —dice— es cambiar la página web. Estoy de acuerdo. Las grandes empresas españolas no necesitan de la "investigación" para nada porque lo que les falta a la mayor parte es precisamente "grandeza de espíritu" y "altura de miras", términos que tanto a Unamuno como a Ortega les hubieran dicho algo, pero que no aparecen en los protocolos neoliberales de nuestras empresas y teóricos de la cursilería económica.
Aquí el único que innova es Ferrán Adrià. Nuestro aplauso a los cuatro suicidas que no hacen caso al señor Marqueríe y siguen pensando que hay que investigar, innovar, lo que quieran..., para salir de este barullo simplón y cateto, disfrazado de neoliberalismo que nos acosa sin cesar, convirtiéndonos en tontos útiles de multinacionales, en formadores de inventores para que se produzca fuera, o en compradores de inventos para producirlos aquí con mano de obra barata. Ya lo dijo ese profeta con flequillo, Donald Trump: ¡A España, que es un país enfermo! Unos que llegan y otros que se van, como decía la canción. Vienen los de fuera; nos vamos nosotros.
El nuevo grito de guerra, según parece, es ¡que invente los israelíes!, algo que a Don Miguel de Unamuno le hubiera dado igual, francamente, y a Ortega le hubiera enfadado mucho. Ya sabemos dónde deben ir nuestros jóvenes sobreeducados por los "lobbies" universitarios; ¡a Israel, a la tierra prometida! ¡Santo Job!

* "La I+D+i española se deslocaliza a Israel: 'Investigar no consiste en montar una web'" El Mundo 23/09/2012 http://www.elmundo.es/elmundo/2012/09/18/economia/1347985924.html






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