Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hace
unas semanas me repuse en mi cine de verano particular y unipersonal la película
de Anatole Litvak, "La noche de los generales" (1966), una coproducción
anglo-francesa, que, de vez en cuando, aparecía en mis programas dobles juveniles
por los cines de mi barrio. La película comienza con el asesinato de una
prostituta durante la ocupación alemana de Varsovia. Un testigo de la huida del
asesino solo ha podido dar un detalle: la raya roja del pantalón del uniforme de
los generales del ejército alemán.
Un
oficial alemán, policía militar —encarnado por el egipcio Omar Sharif—, realizará
su investigación entre los tres generales alemanes presentes en la ciudad, cada
uno de ellos con personalidades muy distintas, uno fiel hitleriano y los otros
dos que acabarán conspirando contra el Führer en la "operación valkiria".
Uno de ellos será el asesino y repetirá un
crimen similar en el París ocupado, dos años después. Allí, el oficial alemán
trabará amistad con un policía francés y tratarán ambos, por encima de la
guerra que les enfrenta, de desentrañar los sádicos y feroces crímenes.
Peter O'Toole, el General Tanz |
Los
crímenes quedan sin resolver y la investigación llegará más allá de la guerra,
lo que servirá para recuperar a los personajes ya sin su uniforme militar. El
nuevo escenario de la indagación policial será la Alemania del "milagro"
en los años sesenta, un mundo próspero.
En una
de los momentos de la investigación final por el nuevo asesinato de otra
prostituta, el policía francés, el inspector Morand (Philippe Noiret), que sigue
el caso en recuerdo de su amistad con el investigador alemán, llega hasta una
gran fábrica —en la que se montan automóviles Volkswagen— para interrogar al
director, antiguo combatiente.
Atraviesan
ambos la zona de trabajo camino de la oficina. Los operarios se mueven con las
carretillas mecánicas y llevando piezas de un lugar a otro.
—¡Avanti,
presto, presto! Perdone usted, Inspector. Ahora contratamos muchos extranjeros.
Ya no se encuentran alemanes para los trabajos duros.
Entran
en la oficia del director. Al fondo, por la ventana, se ven cientos de coches
aparcados y subidos a vagones de tren, listos para partir hacia su destino
comercial. La gran fábrica alemana está de nuevo en marcha. Alguien llama a la
puerta. Un hombre moreno con bata blanca trae unos papeles para firmar.
—Perdón,
señor. Esto tiene cierta urgencia —dice en claro portugués.
—¡Ah, muito
obrigado!
—contesta— ¡Hasta he de hablar portugués! Menos mal que pronto todo será
automático... ¡Excepto el director, claro!
Philippe Noiret (inspector Morand) y John Gregson (Coronel Sandauer) |
La
escena es interesante por varios motivos. El primero de ellos es por la
situación en sí: una Alemania rica, dividida y ocupada, que se ha rehecho de la
guerra y cuyos nuevos "invasores"
son ahora los trabajadores que van a ocupar los empleos "duros". El
comentario del antiguo militar (y nazi) al policía francés muestra su rechazo a
tener que recibir extranjeros y aprender sus idiomas. Menos mal, señala, que la
automatización hará que se pueda prescindir
de ellos pronto.
Pero
había algo que me daba vueltas en la cabeza al volver a escuchar esto en mi
ordenador para recuperar las palabras
exactas y extraer las imágenes para este post.
Y decidí volver a ver el fragmento tal como lo vi la vez anterior, en su
versión original inglesa.
Al
repetir la escena en su idioma de rodaje, la cosa cambia. El hombre de la bata
blanca ya no habla portugués, sino correcto español:
—¡Perdone,
señor; esto es urgente! —dice al entrar.
—¡Ah,
gracias, gracias! —le responde en español el ex militar alemán.
Cuando el
sonriente y servicial joven de la bata blanca —antes portugués y ahora español—
sale del despacho, con un cierto tono de derrota y hastío, el director le dice
al policía francés:
—I'm also learnig spanish...
¡Una
sorpresa, desde luego! No hace falta decir qué es lo que pasó por mi mente
cuando entró en el despacho el joven de la bata blanca y se dirigió en español
al directivo de la fábrica.
No sé cómo
llamar a esta forma de "censura" (¿vergüenza?) que se hizo en España
con el doblaje de la película. No puede haber la más mínima duda sobre que es
intencionado. Se transformó al "español" en "portugués"
para evitar que aquí se viera esa situación como humillante en nuestras salas
de cine. El desprecio del ex militar es claro. El directivo puede hacer los
comentarios que hace al inspector francés porque allí no hay inmigrantes "franceses";
solo "italianos" y "españoles" (y "portugueses" según
el doblaje español). La mano de obra viene siempre del Sur. El "milagro
alemán" ya se hizo con la presión de la miseria
en el sur, que se tuvo que ir al norte. Repetimos la historia.
Creo que
es interesante que lo conozcan todos aquellos que frivolizan con el tema de la
emigración, aquellos que la llaman "movilidad" y la consideran, científicamente, como el proceso natural de los ajustes del mercado
laboral, como un traslado de conocimiento
de donde no es necesario a donde sí lo es. Me parece un ejercicio de cinismo
político y de cursilería tecnocrática.
Creo
que se ha tratado de ocultar demasiado nuestro muy reciente pasado migratorio. Recuperarlo
y conocerlo —sobre todo por los más jóvenes— nos debería ayudar a evitar su repetición
y a tratar mejor a la inmigración que hemos recibido estos años. Las palabras
del directivo alemán —ya no se encuentran alemanes que quieran hacer el trabajo
duro— las hemos escuchado demasiadas veces aquí en castellano. Somos un país de
inmigrantes y emigrantes. Y no se debe olvidar en ninguno de los dos casos; ni
por los que se van, ni por lo que llegan.
La
vergüenza no debería ser nunca del que se ve obligado a emigrar, sino del que no
consigue que se creen o no le importa crear las condiciones para que nadie que
no quiera tenga que abandonar su país y familia.
En la
película, el directivo alemán se quejaba de tener que aprender español e
italiano. Hoy hacemos colas para aprender su idioma. Me llamaron hace un par de
días para informarme de que se acababa de abrir una academia de chino en mi
pueblo. Me enteré también de que ya tenemos un colegio bilingüe chino-español,
algo que no sabía.
Y así
los españoles ya tenemos dos colas que hacer: la del paro y la de la matrícula
de los idiomas. Antes de que se automatice todo, claro.
Omar Sharif, el oficial investigador, mayor Grau |
El novelista Joseph Kewssel, autor del guión |
Hans Hellmtut Kirst, autor de la novela original |
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