martes, 11 de septiembre de 2012

Viaje sentimental por YouTube (o la muerte del espectáculo televisivo)

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Desde hace un par de años en que comencé a rastrear los rincones de YouTube en busca de esas pequeñas joyas que son las piezas televisivas que recogen las actuaciones musicales de los años cincuenta y su consolidación en los sesenta, me ha llamado la atención una expresión que se encuentra con frecuencia en los comentarios de los más jóvenes: "nací en la época equivocada". A veces se manifiesta de una forma más expresiva, con un directo "¡que se j**** los fans de Justin Bieber!". Es una reacción intensa con la que manifiestan la admiración por lo que han visto y su decepción por lo que se les ofrece hoy.
Se quedan extasiados ante un dúo de Sinatra con Ella Fitzgerald, de Judy Garland con Mel Torme, la actuación de una joven Barbra Streisand invitada en el show de alguna vieja gloria, de Mina cantando un medley de San Remo del 65 en el Studio 1 de la RAI, de Johnny Cash cantando con su invitada Melanie Safka, de Sammy Davis bailando y cantando o miles y miles de clips de vídeo recogiendo momentos estelares de una forma de entender el espectáculo en la televisión y la televisión como espectáculo.

Frank Sinatra y Sammy Davis Jr.

Cada vez te encuentras con más personas que se niegan a entrar en el mundo que la televisión de hoy nos propone. Han conseguido que la gente tenga clara la diferencia entre "la televisión" y "el televisor". De hecho hay mucha gente que se compra grandes televisores para no tener que ver la "televisión". Se compran y utilizan las grandes pantallas para ver sus dvd o jugar con las consolas a los videojuegos.
Pero creo que es un hecho comprobado el declive de la "televisión" como espectáculo o, si alguno más radical lo prefiere así, el ascenso de la televisión como espectáculo, en muchos casos, bochornoso. Es injusto para muchos programas que merece la pena ver, pero están rodeados de toneladas de basura no reciclable que ni la sima más profunda en el mar, ni un cueva escavada en la montaña estarían dispuestas a acoger. Demasiada polución audiovisual, mucho "producto" tóxico. Es la llamada "telebasura". Puede ser rentable, pero no por ello deja de ser basura.

Mina en la RAI

Los programas estrella de las televisiones de las primeras décadas de la televisión estaban bajo el signo que había trazado la radio. Tenían gran peso, esencialmente, las "variedades" y el teatro, lugar en el que se acogía a los glorias del momento, actores y cantantes.
La reacción de los que no vivieron esa época ni en su comienzo, los cincuenta, ni en su declinar, en los años ochenta, es de sorpresa y, en muchos, de nostalgia de un tiempo del que solo les quedan esas imágenes como testimonio. Los que las vivieron, en cambio, acaban experimentando una melancolía en diversos grados. Nos resulta sorprendente la intensidad del sentimiento que las imágenes que recibimos en nuestras casas, como parte de lo cotidiano dejaron en nosotros. Forman parte de un fondo que cubría nuestra infancia dotándola de banda sonora y de imágenes vívidas. 
La televisión era un mundo dado, sin elección. Estaba allí para todos, lo que la obligaba a ser "familiar" en la mayor parte de su producción. Eran recuerdos compartidos, comunes, en las familias y en las generaciones. Todos habíamos visto lo mismo y lo comentábamos al día siguiente. Hoy lo recordamos cuando escuchamos las notas de una canción que no llegaba hasta nosotros desde hacía décadas. Se abre la caja de los recuerdos y sentimientos con un "clic" en YouTube. Es un shock emocional.

Mel Torme y Judy Garland cantando en Navidad

Y es que la televisión —lo olvidamos— fue novedad, un mundo de espectáculo que se situaba en el centro del salón, un espacio que pasaba a convertirse en una puerta al mundo y a la fantasía. La televisión fue casa de celebridades a través de los shows de los grandes artistas de la época, programas que duraron años y décadas en algunos casos. Por ellas pasaban los invitados de lujo que les permitían realizar grandes actuaciones, número irrepetibles en los que se combinaban los talentos del anfitrión y sus invitados, empeñados en el esfuerzo de entretener programa a programa a una audiencia de devotos seguidores. En cada programa se jugaban su prestigio y se esforzaban por dar lo mejor.
La televisión fue también el lugar de los grandes espectáculos de variedades, la reunión semanal de artistas de todo tipo y estilo. Podíamos ponerle cara a lo que escuchábamos por la radio o en los discos. Cantantes, humoristas, ventrílocuos, equilibristas..., todo valía para una noche de sábado.
La televisión norteamericana logró acoger en sus formatos de programas a los mejores artistas de la época. Las del resto del mundo trataron de imitarla ofreciendo programas a sus estrellas nacionales, con mejor o peor fortuna. Esos programas son tesoros de la cultura popular del siglo veinte. Deberían enseñarse muchos de ellos en las escuelas para comprender un legado cultural que el mundo educativo no valora como debe. En YouTube se pueden rastrear programas de todas las televisiones, de la RAI, BBC, ORTF, TVE etc. Es el pasado reciente en imágenes


Buggles: Video Killed the Radio Star (1979)

El videoclip acabó con todo ello. El vídeo no solo mató a la estrella de la radio, como decía la famosa canción de Buggles, sino que acabó con la propia televisión como espectáculo. Michael Jackson con su legión de zombis en "Thriller" fue el epitafio adecuado, el brillante espectáculo millonario enlatado que podía ser distribuido a todas las televisiones del mundo. Después el mundo cambió. Era más rentable poner videoclips que montar grandes espectáculos. Lo que había comenzado con el playback, presencia sin voz, acabó prescindiendo de la presencia del propio artista. Empezaron ahorrándose la orquesta y terminaron ahorrándose al artista.

Michael Jackson: Thriller (1983)

Hoy estamos rodeados de imágenes de las que tendemos a protegernos. Nos inundan. La fragmentación de la televisión ha roto la experiencia compartida que trata de recuperarse mediante la concentración en las redes sociales. No es lo mismo. Aquella televisión, hacia la que se orientaban los sofás y sillones, tribunas familiares, nos vinculaba generacionalmente. Eran los espectáculos, las canciones, que escuchaba toda la familia antes de que los expertos en marketing decidieran que había que separarnos como consumidores diferenciados.

Lo que el marketing separó, lo une hoy YouTube gracias a la voluntad de muchas personas por recuperar y compartir sus viejos archivos de recuerdos. Los jóvenes acceden a ese material recuperado.
Aquella antigua forma de entender la televisión como espectáculo emerge en ese acto arqueológico y sentimental que es rebuscar por los canales, una puerta al glorioso pasado perdido de la televisión y de los que entonces la veían. Hay indudablemente una "generación de la televisión". Los televisores llegaron a nuestras casas cuando éramos niños y crecimos con ellos de fondo, acumulando experiencias visuales, absorbiendo la música, el cine, el teatro, los concursos... que nos traían cada día.
No sé si nacemos en la época equivocada, en la acertada o en la que simplemente nos toca, pero como animales sentimentales vivimos en una y soñamos con otras. Como cada tarde, me dispongo a hacer un recorrido emocional en blanco y negro por el camino de baldosas amarillas. El tiempo pasa.

Bob Dylan en el Show de Johnny Cash

Johnny Cash cantando con Melanie Safka

Dalida cantando Come Prima en la TV francesa

Peggy Lee, Benny Goodman y Ella Fitzgerald

Comienzo de Thriller, Michael Jackson

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