Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En
1966, la colección de bolsillo de Alianza publicó una obrita de escritos varios
bajo el título Experiencia de la vida.
Lo componían diversos artículos escritos por algunos de los nombres más
significativos de la vida cultural española del siglo XX: Azorín, Pedro Laín
Entralgo, Julián Marías, José Luis López Aranguren y Ramón Menéndez Pidal. Desde
su óptica, tratan de explicar qué es eso que se llama "experiencia de la
vida", algo diferente —según señala Julián Marías en la Introducción— a
una "vida de experiencias". La capacidad de pensarse como persona no está al alcance de cualquiera, requiere un esfuerzo y voluntad. Señala
Marías:
Cada cual, desde su propia experiencia vital,
tiene que preguntarse por la experiencia de la vida. La suma de esos esfuerzos,
si fuesen auténticos, permitiría acaso descifrar el enigma; porque se trata, no
lo dudemos, de una realidad enigmática y arcana como pocas. (15)*
No es
fácil pensarse desde dentro y solo
desde dentro, en cambio, puede uno pensarse. Si la vida nos ha marcado con experiencias,
es desde ellas desde donde pensamos. Pero nadie nos dice que seamos un misterio
que resolver, sino tan solo un
misterio o enigma en el que pensar.
Acostumbrados a tener recompensas por todo, no concebimos un esfuerzo sin gratificación.
Sin embargo, adentrarse en el misterio de uno mismo es una aventura que pocos
aceptan. Pensarse es el único acto que no garantiza ni la felicidad ni la paz
ni el éxito. Tampoco un conocimiento real; nada más frecuente y natural que el
autoengaño. Tan solo una voluntad, un deseo de acercarse al enigma que somos, es lo que necesitamos. Y es mucho.
¿Somos
un enigma para los demás, para los que nos piensan desde fuera? Creo no. Eso no
significa que nos conozcan, sino que solo necesitan unos pocos elementos para
clasificarnos. "Clasificar" no es "conocer"; son
operaciones mentales de orden distinto destinadas a resolver nuestras propias
actuaciones. "Clasificar" a la personas es obtener el conocimiento
suficiente para saber dónde colocarlas en nuestra propia vida. Puro pragmatismo.
Solemos
quejarnos de que los demás nos conocen poco.
No lamentamos generalmente, en cambio, el poco conocimiento que tenemos de los
demás, a los que reducimos a aquella información que necesitamos. No suelen
importarnos mucho más. Pero los demás forman parte de esa "experiencia de
vida" que me moldea. La experiencia es necesariamente experiencia de los demás y con los demás; no hay
forma adentrarse en el enigma propio más que encontrándonos con ellos.
Nos
resulta cada vez más enigmático conocernos porque carecemos de la capacidad de
conocer a los otros, que son la puerta de acceso a los rincones más escondidos
de nosotros mismos. Cuanto menos conocemos a los demás, menos nos conocemos, más enigmáticos nos resultamos. Y
cuanto menos nos conocemos, menos capacitados estamos para conocer a los demás.
Por eso una sociedad egoísta —al igual que las personas— es una sociedad que
está incapacitada para conocerse, ni tan siquiera está interesada en profundizar en sí misma. No hace sino fabricarse representaciones con las que tapar su desnudez moral.
La
experiencia no es tampoco la acción, no es vivir intensamente una vida aventurera y
extrema. Los que necesitan de las sensaciones intensas para sentirse vivos es
que están medio muertos, insensibles. La "experiencia" es la
percepción trastocada, la capacidad de volver visible lo invisible, es decir, eliminar
las barreras y automatismos que nos impiden vivir sintiendo, experimentando la vida. Pensar el enigma es, sobre todo, pensar, poner en marcha la maquinaria apagada.
Entre el misterio de la vida y la vida como misterio, está la vida como experiencia, la que es, no otra, con sentido, interrogada para que no se desperdicie en las rutinas y vacíos. Somos enigmas recíprocos, mal resueltos por los tópicos.
Puede que no seamos un enigma interesante; pero eso carece de importancia. Somos nuestro propio valioso misterio, el que no se desvela nunca.
Puede que no seamos un enigma interesante; pero eso carece de importancia. Somos nuestro propio valioso misterio, el que no se desvela nunca.
* AA VV (1969 2ª ed): Experiencia de la vida. Alianza, Madrid.
[Imagen superior: Al Farrow, escultura sobre una pintura de Egon Schiele]
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