Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Muchas
personas lo hacen: dejan de ver sus muros de Facebook porque no soportan los
comentarios de sus amigos. Facebook no es una "conversación" tradicional,
tiene un muro en el que se recogen lo que la totalidad de las personas
("amigos") que tienes en tu grupo van expresando. Esa estrategia del
contacto permanente parte de un principio falso: los "amigos" son
amigos en todo. Los amigos de mis amigos no son necesariamente mis amigos.
A la
situación de la amistad personal bilateral, el "muro" opone una
visión diferente de las relaciones de "amistad", palabra desvirtuada
a través del nuevo uso acumulativo.
Una amistad es un proceso de depuración en el tiempo en el que dos personas aprenden sobre qué pueden hablar sin conflicto y qué deben callar para mantener su amistad a salvo. Las verdaderas amistades no unen a personas idénticas, sino a personas capaces de convivir en su diversidad.
Una amistad es un proceso de depuración en el tiempo en el que dos personas aprenden sobre qué pueden hablar sin conflicto y qué deben callar para mantener su amistad a salvo. Las verdaderas amistades no unen a personas idénticas, sino a personas capaces de convivir en su diversidad.
Los
problemas se plantean cuando gracias a la red social nos encontramos frente a
actitudes que no se dan en las relaciones bilaterales y que esas personas (o
nosotros mismos) mantenemos con terceros. La sorpresa que el comportamiento de
algunas personas nos causa nos permite comprender hasta qué punto están "ritualizadas"
nuestras relaciones, por un lado, y también hasta qué punto actuamos de forma
distinta con personas diferentes. El problema se plantea cuando lo que encontramos
es tan inesperado que nos hiere profundamente. "No esperaba esto de
ti", decimos.
Comprendemos entonces algo que las redes sociales nos han hecho perder u olvidar: que la convivencia implica autolimitaciones en beneficio de algo más importante, nuestra convivencia social. Las redes sociales son también "antisociales" cuando, en su celo por unirnos, lo que provocan es el distanciamiento de las personas que habían podido convivir razonablemente bien porque limitaban sus zonas de fricción. Convivir es comprender y ceder, es buscar puntos de acuerdo antes que puntos de choque.
Conozco
casos en los que amistades de años se han venido abajo por comentarios
aparecidos en los muros de Facebook. Y es que la moderación, que aprendemos
como habilidad social en nuestro trato cara a cara en distintos ámbitos
—familiar, laboral, educativo....—, queda destruida en esa especie de "relación
total" imposible que la red social pretende crear. Esa relación total es
una quimera amparada en la mercadotecnia con toques de psicología barata. La
única forma teórica de que todos pudiéramos ser "amigos" sería estar
callados. Y la red, en cambio, nos anima al constante parloteo.
Muchos
dirán que los "amigos" de las redes sociales no son verdaderos
"amigos", pero este problema sí que afecta a las amistades reales,
que son las que contemplan los comportamientos que pueden causar deterioro. Un
simple "me gusta" o "no me gusta" puede convertirse en una
desilusión para alguien, que de repente descubre que ignoraba esa faceta
nuestra o nosotros la de ellos. Dos personas amigas no hablan de todo; la red social, en cambio, nos lo exige con las propuesta permanentes de opinión. Estar callado es como no estar.
Esto se intensifica cuando vivimos en un momento en que estamos sobrestimulados para el conflicto. Vivimos en lo que la lingüista norteamericana Deborah Tannen llamó "la cultura de la polémica", un mundo en el que las propuestas que nos hacen son siempre excluyentes, polarizadas, conflictivas. Todo desaparece entre los extremos, que pasan a convertirse en las únicas posiciones que se nos propone y se nos permite ocupar.
Deborah Tannen escribió:
Lo que estoy cuestionando es el modo tan enconado, tan extendido y tan
amenazador en que se aborda prácticamente cualquier tema, contratiempo o
persona pública. Uno de los peligros más comunes en la práctica habitual de la
retórica adversa es un cierto tipo de inflación verbal, de falsa alarma. El
acto de denuncia necesario se diluye e incluso se pierde, aun siendo legítimo,,
en el marasmo cacofónico del griterío de la oposición. Lo que estoy
cuestionando es el uso de la oposición para conseguir todos y cada uno de los
objetivos pretendidos, incluso aquellos que no necesitan de encono, sino que se
podrían lograr de otra forma, posiblemente más eficaz, como, por ejemplo, por
medio de la exploración, la expansión, la investigación y el intercambio de
ideas que suscita la palabra "diálogo". Estoy cuestionando la
presunción de que todo, absolutamente todo, puede tener su polo opuesto, la
proverbial "otra cara de la moneda", actitud a la que atribuimos
visos de mentalidad abierta y amplitud de miras.
Lo que estoy cuestionando, en resumen, es el
tipo de oposición que yo llamo "agonismo". Este término, derivado del
griego agonia,
"competición", lo utilizo para describir una postura automáticamente
beligerante, y no en su sentido literal de oposición que debe luchar frente al
ataque o la inevitable resistencia que surge orgánicamente como respuesta a
unas ideas o acciones en conflicto. Una respuesta agonística es, a mi modo de
ver, una suerte de espíritu de contradicción programado, un uso prefabricado e
irreflexivo de la polémica a fin de conseguir objetivos no necesariamente
precisados. (20)*
La red es el complemento amplificador de esta cultura antagónica en el que se siente siempre la tentación del extremo, por definición, excluyente. La polémica es una forma de vida, un negocio en muchos órdenes porque mantiene los niveles de movimiento que se necesitan para estar en primera línea. Ya no interesan personas razonables, moderadas que busquen acuerdos, sino lo contrario, polemistas, artistas del escarnio o la descalificación, palabristas ingeniosos capaces de mofarse de las posturas ajenas en busca del aplauso fácil, del "me gusta" complaciente. Esto abunda hoy en todos los países, incluido el nuestro.
Las
redes añaden la tensión interpersonal porque se nos pide que participemos
activamente de esa ceremonia confusa y, como decía Tannen, cacofónica. Se nos invita
directamente a que formemos parte del espectáculo, del conflicto en directo.
Así, a
la radicalidad del discurso público se añade la confrontación extendida por las
redes convertidas a la vez en espacio de encuentro y desencuentro, en el lugar
en el que uno encuentra nuevos amigos y pierde a los viejos.
* Deborah Tannen (1999): La cultura de la polémica. Del enfrentamiento al diálogo. Paidós, Barcelona.
Lo leo siempre que tengo tiempo, me gusta lo que dice.
ResponderEliminarGracias, María! UN aliciente para cumplir cada día. Un saludo
ResponderEliminarTe felicito por el artículo.
ResponderEliminarEs la primera reflexión sosegada que leo sobre el fenómeno del 'social media'.
Gracias, Carlos. Un saludo
ResponderEliminar