Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Los
republicanos norteamericanos están muy abatidos. Visto que Romney no es unas
castañuelas, le pusieron a Paul Ryan, del que lo primero que se escuchó es que
tenía mucho gancho con las mujeres y también vocación por los recortes. Lo
primero no tiene mucho mérito en comparación con Ron Paul, Santorum y Newt
Gingrich y lo segundo ya lo habían dicho antes. Pero si los republicanos pensaban que
Ryan le iba a contagiar algo de salero, dinamismo y contundencia asertiva a Mitt Romney,
se equivocaron.
Lo que
ha ocurrido es lo contrario; quien se ha contagiado ha sido Ryan. Desde que se
metió en campaña le ha entrado una especie de pánico escénico y se ha vuelto
dubitativo; "vague, cautious and limited to pre-set talking points",
señalan en The Washington Post*. Y es
que Mitt Romney sí es contagioso, para desesperación republicana:
Dissatisfaction with the trajectory of the campaign seems highest among
Ryan’s most ardent backers. They view Romney’s campaign as having doubled back
to a cautious strategy, avoiding Ryan’s trademark big ideas, and hoping
President Obama will beat himself.
“I was wrong. When Paul Ryan was picked, I
really thought this meant that the Romney campaign was shifting gears and was
going to have a debate about big issues,” said Michael Tanner, an expert on
health care and the budget at the libertarian Cato Institute.*
Una anécdota de Paul Ryan es que en agosto no quiso "hablar de política ganadera" mientras estaba en la Feria Estatal de Iowa, algo sorprendente en un candidato a la vicepresidencia en plena campaña. ¡El contagio Romney! Tampoco, ahora que le miran con lupa, parece que su fuerte sean los números ("¡Do the Math!) y que no le cuadran muy bien las cuentas, algo terrible en alguien que ha hecho del ahorro y el recorte su divisa.
Una cosa es ser conservador y otra ir a remolque de Obama,
sin iniciativas, convertido en los más mentirosos, según el "factchecking" al que someten todo lo que dicen los candidatos.
Parece que a Romney se le han agotado los cartuchos. Ha tenido
que dar finalmente, de forma confusa e incompleta, información sobre la última
declaración de la renta. De una y solo una. Ha costado mucho que salieran
esos números a la luz y no han dejado satisfecho a nadie. Y eso beneficia a los
demócratas, que jugarán con que esa reticencias a enseñarla es un mal síntoma.
Señalan en el diario El
País:
En 2011, Romney pagó menos
impuestos de los que abonaría una familia que ingrese 50.000 dólares, las
ganancias medias en EE UU. El tipo impositivo máximo en EE UU es del 35%,
aunque existen fuertes deducciones para ganancias del capital, la principal fuente
de ingresos de Romney, que obtiene réditos de sus inversiones en la empresa
Bain Capital, que dirigió hasta 1999. Los Romney dieron unos cuatro millones de
dólares, un 30% de sus ingresos, a diversas organizaciones caritativas. Es
costumbre que los mormones donen un 10% de sus ingresos a su iglesia, en
concepto de diezmo.**
Según indican en el diario, Romney no se desgravó los cuatro
millones en donaciones para poder pagar más impuestos, es decir, que ya tenía
calculado que las cifras de lo que pagaría serían escandalosamente bajas, más
de lo que ya son. Es importante este dato porque muestran esa capacidad de
"cálculo", esa doblez hipócrita, ante el efecto de la declaración sobre la
opinión pública. Tampoco es fácil identificarse, en plena crisi económica, con
un candidato que dona cuatro millones de dólares a causas benéficas y no los
desgrava para que su declaración parezca estar más "cerca de la
gente". La expresión "asquerosamente rico" adquiere aquí un tono
moral más que cuantitativo.
Todos los analistas señalan que lo que llaman el
"efecto convención" se la he pinchado ya. Lo cierto es que no
consiguió adelantar a Obama tras la convención y que el numerito del confeso
"libertario" y no "republicano", Clint Eastwood, con la
silla vacía, no estará nominado para ningún premio de la Academia. Puede que
sea lo único que se recuerde de su anodina campaña, aunque Eastwood sea el
primero que querrá olvidarlo.
Los republicanos ya están en lo peor. No han conseguido
rascar votantes en ninguna de las parcelas previstas y han ido perdiendo algunas
por los deslices y meteduras de Romney, como ocurrió con la publicación de
vídeo de su intervención en la cena selecta de Boca Ratón (Florida). No hace
falta criticar a Romney; basta con dejarle hablar.
Aquí, como en la economía, parece que al final todo se
resuelve en algo tan difuso y emocional como la "confianza". Los
norteamericanos no han dejado de ver a Romney como un multimillonario distante del común del
pueblo. Y a los norteamericanos que no llegan a ser presidentes les gusta, al
menos, poder identificarse con él. No creo que Mitt Romney haya conseguido que nadie
se haya identificado con él.
Por encima de su mayor o menor eficacia —que hay opiniones
para todos los gustos en función de las expectativas—, Barack Obama tiene una
mayor facilidad para moverse en terrenos en los que Romney es impensable. No me
imagino a Romney formando parte de las calles virtuales de los videojuegos. Y es que uno puede pasar junto a un
cartel de Obama mientras hace saltos y malabarismos de skateboard virtual en la consola sin extrañarse, mientras que a
Romney nos lo imaginamos mejor en alguna secuencia de esa tremenda (y estupenda) película
de Andrew Dominik, recién estrenada, que se llama "Mátalos
suavemente" (Killing them softly
2012).
La película —una inmisericorde crítica al capitalismo
americano a través de unos mafiosos con pensamiento empresarial intentando "restaurar la
confianza" en las timbas y "reactivar" su particular economía
delictiva— transcurre durante el comienzo de la crisis de 2008 con la campaña
electoral de Obama y McCain como banda sonora, a través de sus discursos, y los
decorados, con imágenes de televisión y carteles de fondo. La sentencia final
de la película "America Isn’t a Country; It’s a Business. So Pay Me,
Motherfucker" deja bastante claro lo que quiere transmitir.
Los carteles de Obama en videojuegos |
La idea, manifestada por Eastwood en la convención
republicana y repetida como fondo de la campaña, de que América necesita un
"empresario", se complementa con las ideas del modelo empresarial que
Romney ha expresado en sus comentarios reproducidos por el vídeo de Boca Ratón,
y le ha valido, por ejemplo, el rechazo de la comunidad latina. De tierra de
promisión, a tierra de lobbies.
A estas alturas de la campaña, en su recta final ya, Mitt
Romney no ha conseguido convencer a nadie —incluidos los republicanos— de que
es la persona indicada para llegar a la Casa Blanca y poner en marcha el "negocio".
No ha conseguido convencer a la gente de que Barack Obama es la fuente de todos
los males y que solo él es el remedio, estrategia general de cualquier
aspirante.
El que se haya hecho millonario —la herencia cuenta, claro— no significa que sea capaz de hacerlo a los demás. Algunos pensarán incluso lo contrario: que se ha hecho rico a costa de los demás. Ni como "caballo blanco" ni como limusina negra; ni como salvador de la república, ni como rico ejemplar. La gente no
ve a Romney, sencillamente. Y los republicanos le critican a él, critican a
Ryan, critican a sus asesores de campaña, critican...
Cuando hay tal avalancha de críticas, es que no hay
identificación; solo contagio.
*
"Among some Paul Ryan backers, disappointment at Romney campaign
trajectory" The Washington Post 24/09/2012 http://www.washingtonpost.com/politics/decision2012/among-some-paul-ryan-backers-disappointment-at-romney-campaign-trajectory/2012/09/24/5afe1af0-027e-11e2-9b24-ff730c7f6312_story.html?hpid=z1
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