Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hoy he tenido un día "global". Por mi despacho han
pasado estudiantes españoles, chinos y egipcios. Concretamos los temas de sus
futuras tesis doctorales sobre comunicación intercultural, sobre cómo eliminar
barreras, evitar malentendidos, deshacer tópicos; completamos los papeles administrativos en la
rutina de las cartas de aceptación, y nos mostramos ilusionados con la
perspectiva de contribuir a que el mundo se conozca un poco mejor. Con un poco
nos conformamos.
Una estudiante egipcia me decía divertida que algunos españoles
con los que se ha encontrado este tiempo han llegado a preguntarle si tomaba
baños de leche de burra, como Cleopatra. Nos hemos reído y le he propuesto que
mejor les cuente que todas las noches se venda como las momias antes de
acostarse. Otros pensaban, me dijo, que debía llevar velo allí y que se lo
quitaba aquí. Lo mismo ocurre con los estudiantes chinos cuando salen las
discusiones en clase sobre la distorsionada imagen que se pueda tener de ellos,
su cultura y desarrollo. No nos conocemos y no sé si nos interesa.
Todas estos estudiantes, gente que ha apostado por vivir como
puente entre dos culturas, que tienen conocimientos de las lenguas y de la
realidad de cada país, se desesperan cuando ven reproducidos en los medios o en
boca de las personas los tópicos más necios o infames, la ignorancia limitada
al absurdo. Les digo a todos que es su tarea despejar el camino de basura y
adentrarse en ese conocimiento recíproco que alivie los malentendidos y las crisis.
Cuando en la tarde llego a casa, me encuentro, en el correo de Facebook, con un texto
que me envían desde Egipto al hilo de la crisis abierta por los asaltos a las embajadas de Libia y Egipto con motivo de la proyección de un desconocido hasta
el momento documental sobre la vida de Mahoma, con el despreciable Terry Jones de
animador y con el 11-S como fecha conmemorativa.
El texto está compuesto por
una serie de preguntas, una auténtica ráfaga tormentosa de cuestiones sobre la situación
que se vive por una persona que está situada en el ojo del huracán, que
contempla las manipulaciones, la maniobras para destruir la convivencia. Y le surgen decenas de preguntas, suposiciones, sospechas.
Tras leerlo esta es mi carta de contestación, el texto que
le he hecho llegar por la misma vía que me envió el suyo. En la medida que
pueda servir a otros —a mí mismo—, lo reproduzco aquí con alguna ampliación:
Hola, M...! Son muchas preguntas
las que te haces :) Podrían ser muchas más. Yo no tengo respuestas a muchas de
ellas y trataré quizá de contestar a algunas en estos próximos días. No es
fácil responder porque vivimos en un mundo de malentendidos donde hay
demasiados intereses en que unas cosas salgan bien y otras salgan mal. Pero la
cordura es un elemento que nos pertenece a cada uno y el que quema el Corán o
el que quema una embajada es responsable de lo que hace, lo haga en nombre de
quien lo haga. El problema es a cuántos consideramos responsables de ello y a
quién castigamos y si somos más injustos cuando queremos ser
"justos". El mundo es muy complicado. Y ahora pequeño.
Te mando algunas respuestas
parciales a lo que me preguntas con cosas que escribí antes, cuando lo de Terry
Jones [ver entrada], por ejemplo, o sobre el acoso del Eid [ver entrada] o
anteriores, porque no es solo a las cristianas a las que se les acosa. El que
crea eso es tonto o está manipulado. Es un tema que me preocupa y del que he
querido enterarme porque lo he visto con mis propios ojos sobre mis amigas
paseando por El Cairo.
El mundo es muy complejo y no hay
respuestas sencillas para casi nada. Una respuesta sencilla es quemar libros o
fotos o quemar personas. Lo suelen hacer las mentes más simples, que tienen el
mundo muy claro. Me encanta que te hagas preguntas porque es señal de que te
importa realmente lo que te rodea. Es más importante tener preguntas que matar
gente, bombardear casas o incendiar iglesias o mezquitas. A veces la vida es
como un castillo de naipes que hay que ir reconstruyendo cada pocos niveles. Se
nos cae con un soplo de viento o un movimiento de la mesa. Es triste, pero es
así.
Es desesperante, en efecto, ver
lo que cuesta avanzar y que por cada paso que se avanza hay dos de retroceso.
Es triste ver que en el mismo escenario en el que se daban las gracias a los
Estados Unidos por evitar los bombardeos de Gadafi sobre la población, se
asalte hoy, unos meses después, su embajada y se asesine al embajador, alguien
que fue expulsado por el dictador por su apoyo a los rebeldes libios, además de
a otros miembros del personal diplomático. Muertes absolutamente injusta e
inútiles. Ellos no son los "Estados Unidos"; son seres humanos.
Son muchas personas las que
discuten en el mundo cada día intentando cambiar la imagen de los países árabes
e islámicos, tratando de hace ver a sus compatriotas que es posible el diálogo
y la colaboración, pero al igual que tú piensas que se desmorona lo que se
consigue, también lo piensan muchos otros, que ven que cada vez es más difícil
explicar muchas cosas, como por qué quienes deberían ir hacia adelante, van
realmente hacia atrás.
Me duele leer cada día la opinión
de personas que dicen que es una pena que se libraran de los dictadores. Sé el
daño que os han hecho. Sé que es tan injusto confundir al reverendo Terry Jones
con los "Estados Unido" como confundir a los "libios" y los
"egipcios" con los que han asesinado al embajador o asaltado las
sedes diplomáticas. Lo sé y cada vez que leo noticias así, recuerdo las caras
de todos las personas valiosas y sensatas que conozco en esos países, como tú
misma, y trato de evitar cometer el error injusto de la generalización. Creo
que hace tiempo que aprendí a no caer en esa tentación por personas como
vosotros que me hicieron ver que las generalizaciones —"Occidente",
los "árabes", los "egipcios", los "españoles",
los "cristianos"...— no son más que mentiras fáciles en las que lo
peor se toma como norma.
Creo que lo mejor es que las
escriba más allá del correo porque no son solo tus preguntas sino las mías, las
que me hago cuando veo los titulares o leo los comentarios que suscitan. Y creo
que las de muchos más que ven con desesperación que los muros de la
irracionalidad, de la intransigencia y de la intolerancia siguen creciendo,
elevándose cada vez más altos, justificándose la intransigencia de unos en la
de otros.
Te preguntas sobre las
conspiraciones y sobre a quién beneficia o perjudica esto. No sé si todo ocurre
intencionadamente o no. Sé, por ejemplo, que esto complica la visita de
Mohammed Morsi a USA y sé que complica la política internacional de Barack
Obama de cara a su reelección. Sé que beneficia a los republicanos; sé que
beneficia a los partidos integristas, para los que es importantes mantener
aislado al pueblo; sé que beneficia a los partidarios de los dictadores, que
justifican así la necesidad de orden y autoridad; sé que beneficia, en fin, a
todos los que no creen que pueda existir paz en esas tierras sometidas a
demasiadas carcomas.
¿Perjudica a alguien? Sí. A todos
vosotros; a los que creen que es posible un futuro para unos pueblos pisoteados
por dictadores, visionarios y colonos, que necesitan salir del fondo cavernoso en que han
vivido y muchos pretenden que sigan viviendo porque les resulta rentable. ¿Los
enemigos están fuera, son conspiraciones como querían Mubarak, Gadafi, Al-Assad...?
No. Los principales enemigos están dentro y se llaman intransigencia,
manipulación e incultura, tres condiciones con las que es fácil convencer a
aquellos que no quieren ni necesitan saber más de nada para que griten, asalten
o maten. Ese es el verdadero enemigo; el más difícil de combatir. Esa es
vuestra verdadera guerra.
No hace falta un genio para
hundir el mundo; basta un imbécil.
Los países son adultos cuando
asumen su propia responsabilidad en los bienes y en los males que les ocurren.
Solo así pueden remediarlos. Son los niños los que echan las culpas a otros de
lo que les ocurre. Tahar Ben Jelloun escribió al hilo de las revoluciones:
En las grandes manifestaciones no
se ha escuchado ningún eslogan contra los otros, los extranjeros, los europeos
o los israelíes. Esta vez los árabes han tomado su destino entre sus manos y
han decidido subirse al tren de la modernidad sin alegar coartada alguna, sin
culpar al resto del mundo. Lo que hagan con esa dignidad recuperada depende de
ellos. (14)*
Creo firmemente en lo que dice Ben Jelloun, el escritor e
intelectual marroquí, premio Goncourt, con todas sus consecuencias. Desde que
el pueblo se levantó para recuperar su dignidad y libertad es responsabilidad
de todos y cada uno. Son los que agitan las banderas contra otros los que se
muestran incapaces de construir su destino más que como miedo o ira, fuerzas
autodestructivas de la libertad. Los pueblos son libres porque creen que su
destino está en sus manos. Hay que creerlo y practicarlo. Si no, las fuerzas
negativas lo arrastran hasta el fondo del pozo de la historia.
Son muchas preguntas sin respuestas. Cada día más. Preguntarse
es necesario; también avanzar, no dejarse llevar por los vientos ciegos que
arrastran a la irracionalidad, el peor caldo de cultivo y del que nada puede
salir.
Seguiré apostando —como lo hizo el embajador Christopher Stevens, un enamorado de Oriente Medio— por las personas, separando el trigo de la
paja de la generalización; creyendo que es posible construir algo con buenas
personas. Lo intento cada vez que nos sentamos a pensar una tesis o un proyecto
de investigación, un curso que impartir. Cualquier cosa que me ayude a
comprender mejor a los que son distintos en muchas cosas, pero semejantes en muchas
otras. No sé si sirve de algo, pero lo intento. Sé que muchos otros, desde allí lo hacen también.
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