Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Mitt Romney y su padre, el gobernador |
La
acusación permanente realizada contra Mitt Romney de que cambia sus discursos
en función de sus oyentes, que dice a cada cual lo que quiere escuchar, queda
de manifiesto en las palabras hechas públicas en los vídeos de su encuentro
electoral. El diario El Mundo
enfatiza en sus titulares que Romney ha tenido que "pedir disculpas"
a los votantes de Obama por llamarles "parásitos", personas que
quieren que el gobierno les mantenga*, el gran pecado a ojos de los
republicanos y que constituye, en palabras de Romney, el 47% de la población,
lo que hace muchas pulgas para tan poco perro, expresado en términos
parasitarios. Sus "disculpas", por supuesto, no son más que in
intento de corregir un desliz comunicativo y no un error conceptual.
Creo
que hay otros momentos en los que Romney muestra esta faceta manipuladora de la
política. Hay que decir que no es exclusiva del candidato a la presidencia, sino
de todo aquel que considera la consecución del poder como un
"problema" que ha de ser resuelto mediante estrategias. Romney
representa la forma "comercial" de la política, con huecos y
oportunidades del "mercado electoral". Romney es un vendedor de sí
mismo, producto proteico, actualizado a las necesidades de los que le escuchan
en cada momento. Eso es lo que han percibido y criticado todos los que se han
acercado a su "punto de venta", que es su campaña desde que
comenzaron las primarias.
Hay dos
momentos en los vídeos publicados por la revista "Mother Jones", insertados
en la página de El Mundo, que me
parecen muy representativos de esa forma de entender la política. Cabe la duda
de que el Romney que habla no sea el "verdadero Romney" (si es que
tal quimera existe) y solo sea una proyección más ante un auditorio de ricos
que gustan de despreciar a los "parásitos" que no han tenido la "suerte",
como Romney, de heredar una fortuna.
El primero
de los vídeos muestra la astucia de la forma de preguntar para esquivar las
barreras defensivas de la gente que votó a Obama, a esas personas que se encuentran en el filo
de la decisión porque no han conseguido lo que esperaban de su voto. Romney
aquí juega con cómo sacar la frustración sin que la persona se sienta culpable:
"Ese 5%, 6% o 7% de personas a quienes
tenemos que convencer votaron por Obama hace cuatro años. Cuando uno les
pregunta si Obama ha sido un fracaso, la inmensa mayoría dice que no. Pero si
uno les pregunta si se sienten decepcionados al ver que sus políticas no han
funcionado, dicen que sí. Al haber votado por él, no quieren que les digan que
se equivocaron, que es un mal tipo, que lo hizo mal o que es un corrupto.
Aquellas personas cuyo voto tenemos que lograr quieren creer que entonces
hicieron lo correcto y que lo que ha ocurrido es que el presidente no ha estado
a la altura. Les encanta la expresión de que a Obama se le ha subido a la
cabeza".*
Es la
estrategia del vendedor puerta a puerta, del que trata de convencernos de que
cambiemos de compañía de seguros, compañía eléctrica o telefónica; es
psicología comercial en estado puro para vencer la resistencia sin que aflore
la culpabilidad. Es una sutil maniobra para vencer la resistencia. Obsérvese
que no se trata de una idea frente a otra, sino de la atenuación de un
sentimiento en el votante para dejar que salga una frustración. Primero se
ensalzan los buenos sentimientos del sujeto por poner su voto en manos de
Obama, se elevan sus esperanzas, para luego dejarle caer. Entonces llega la
mano que te sostiene y da nueva vida. ¡No
has sido tú, hermano, ha sido el demonio de la bebida que te nubló la mente!
El
segundo de los fragmentos incide en estos planteamientos. Son la muestra de la
concepción anti intelectual de la política y su reducción a seducción mediante
mecanismos "puerta a puerta":
"Escribí un libro que detalla mi visión
sobre el país y la gente a la que le fascinen las políticas concretas puede
leerlo", dice Romney. "Pero tengo que decir que no creo que eso tenga
un impacto significativo en mis posibilidades de ser elegido. Creo que nuestros
anuncios tendrán mucho más impacto. Creo que los debates tendrán un gran
impacto. Mi padre solía decir que 'tener razón demasiado pronto no es bueno en
política'. Y en un entorno como éste un asunto demasiado intelectual no gana
unas elecciones. Este presidente las ganó prometiendo esperanza y cambio".*
Romney
sabe que está ante un público que no tiene en demasiado aprecio por las
palabras; son ricos, hombres de acción, mentalidades pragmáticas. Incluso la
mención de su padre muestra la preferencia por la enseñanza transmitida familiarmente
frente a la adquirida en los libros. Es la experiencia frente a la idea, el
contacto oral frente al distanciamiento de la palabra escrita. No cita a Montesquieu,
a Burke, a Lincoln..., cita a su padre. ¿Hay mayor forma de desprecio
"teórico", de antiintelectualismo? ¿Hay consejos o guía mejores que los
que vienen de un padre? Y sus palabras han sido bien aprovechadas por el
esquivo Romney, desde luego. El padre de Romney, gobernador de Michigan, no pudo dar el salto a la carrera presidencial por haber nacido en México y es una referencia emocional presente en la campaña.
La idea
de que los anuncios serán más efectivos que los libros muestra esa preferencia
por la inmediatez emocional antes que por la explicación racional, tal como se
percibía en el primer fragmento. Está, por supuesto, pidiendo dinero para su
campaña. Cuantos más anuncios, mayor eficacia, más presión sobre esos indecisos.
Ellos y su dinero son importantes para alcanzar el éxito.
Sorprende
la afirmación final: "Este presidente las ganó prometiendo esperanza y
cambio". Sin embargo, es perfectamente coherente ya que Obama consiguió el
éxito, a los ojos de Romney, con promesas emocionales primarias. Hay que negar
a Obama, pero se le puede imitar si le funcionó para conseguir su objetivo,
ganar las elecciones. Por eso se trata de desvincular a los sujetos de la
fijación en Obama para redirigirlos emocionalmente hacia él. El mecanismo
permanece, solo se cambia el objeto de deseo. No hay que cambiar los
sentimientos de la gente, nos dice, solo redirigirlos hacia mí. Es la
estrategia para hacerse con ese 7% de votantes que serán los que decidirán la
elección. Ni los votantes republicanos ni los demócratas son el objetivo; ya
están decididos. Hay que ir a por esas almas indecisas, con grietas que hay que
aprovechar.
Creo
que la mayor parte de los ciudadanos del mundo preferirían que el mismo énfasis
e inversión económica que los políticos emplean en tratar de conocerlos para
manipularlos, lo invirtieran en tratar de comprender los problemas que les
acucian y darles solución. Algunos dirán que eso ya lo hacen y que esto es solo
la forma de conseguir el poder para poder llevar adelante sus ideas. Tengo mis
serias dudas.
En la
medida en que la política se profesionaliza y, además, se van creando capas a
su alrededor de técnicos y profesionales que viven de ella, estrategas y
comunicadores, los intereses se anteponen a los principios y la supervivencia
profesional al interés público. Se transforma en una mezcla de fabrica
emocional de promesas de diseño y gestión de la frustración en la que interesa
estar sacudiendo el árbol permanentemente a la espera de recoger los frutos. La
democracia sentimental es cada vez más un hecho constatable.
Esto no
es privativo de Mitt Romney, aunque sea un buen ejemplo de ello.
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