Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
¿Pero
qué tiene agosto que desata la imaginación furibunda de personas cuya
perfección se alcanza en el silencio? Pensábamos hace unos días que podíamos
echar el cierre, que apenas quedaban unas horas, que se podía hacer balance
final, pero nos equivocábamos. Y es que los bocazas y charlatanes apuran hasta
el último segundo de la última hora del último día.
La irritada prensa de medio mundo recoge las expresiones y valoraciones que sobre
la riqueza y la pobreza ha expresado la que según la revista Forbes es la mujer
más rica del mundo, la australiana Gina Rinehart. Los periódicos del planeta repiten
su mensaje evangelizador aunque difieren en cómo definir a la enviada: "la niña de papá más rica
del mundo", "millonaria australiana", "magnate de la
minería", y en general "la mujer más rica del mundo". El mensaje
central que les ha lanzado a los australianos es el siguiente:
"Si tienen envidia de aquellos que
tienen más dinero, no se sienten a lamentarse, hagan algo para ganar más dinero
por sí mismos, pasen menos tiempo bebiendo, fumando y pasándolo bien, y más
trabajando duro"*
Georgina
Rinehart —Gina entre sus pocos amigos— puede hablar de la riqueza porque,
afortunadamente para ella, sabe muy bien lo que es porque lleva toda su vida disfrutando de ella. Pero hay otras cosas de las que no está tan capacitada para hablar y lo
ha hecho: de la pobreza y del trabajo. Nunca ha sido pobre y, según cuenta la
prensa que la conoce, nunca ha tenido necesidad de trabajar demasiado. Para ella trabajar es "mandar", aunque se ponga un casco en las fotos y sostenga un trocito de carbón. Ventajas de nacer rica. Esta vez se
ha saltado su norma de no conceder nunca entrevistas y ha
lanzado un mensaje al mundo en forma de artículo proclama.
Cuando
Georgina dice que los pobres no hacen nada, reciben el dinero de otros, se dedican
a beber, fumar y pasárselo bien con los amigos —como ha hecho en su resumen
balzaquiano—, no está definiendo a los pobres sino a los ricos y, en especial,
a los hijos de los ricos. Parece una novela de F.S. Fitzgerald. En realidad, la gente que tiene envidia de los ricos, no la tiene de los que trabajan, sino
de los que no tienen que hacerlo porque son ricos por herencia. La expresión
"vivir de las rentas" es la que define el rico envidiado y odioso. Georgina Rinehart nunca se encontró con Diógenes.
Creo
que eso de la "ética del trabajo" lo inventaron los padres
protestantes ricos ante el temor de que sus hijos e hijas, Gina, se pulieran el dinero de sus
progenitores sin dar un palo al agua o, en tu caso, una paletada en la mina. Todo lo más, alguna inauguración.
La
novela burguesa del siglo XIX nos retrata es degeneración gastona de los hijos
de padres que se han forjado una fortuna trabajando. Los novelistas tenían
claras algunas distinciones que eran las de la propia sociedad del momento.
Había dos clases de pobres: los que trabajaban mucho y les servía de poco, y
los que no hacían nada y acababan en alcoholizados en las tabernas y
prostíbulos. Había también dos clases de ricos: los que trabajaban y tenían
éxito pero no se divertían mucho porque no tenían tiempo, y los ricos que —como
lo eran— tenían todo el tiempo libre del mundo, no daban un palo al agua y se
emborrachaban y acababan también en los prostíbulos (para ricos) o con sus
amantes mantenidas. Estos últimos se convertían en pseudo aristócratas y se les
cortaba la cabeza. El temor de los ricos trabajadores era que su hijos se convirtieran
en parásitos de sus propias fortunas igual que los pobres se convertían en parásitos
de los ricos según su visión.
Y esa
es la versión de Georgina Rinehart, que es la de los economistas clásicos. Pero
los economistas suelen tener sueldo y procuran decir las cosas con más
diplomacia y educación, algo que los millones de Georgina han extirpado de su
corazón mineralizado, que no minero. Ella tiene la sutileza del carbón
Wayne Swan, Ministro del Tesoro |
Georgina,
al fin, ha logrado el protagonismo. Ha tenido la iniciativa —como emprendedora heredera— de escribir un artículo
solicitando que se baje el salario mínimo para que vayan los inversores a su país, algo
que se escucha en Puerto Banús todos los días sin tanto escándalo o en Berlín. Pero es que Georgina
ha conseguido irritar mucho, mucho. Nos cuentan en The Telegraph británico:
She was attacked by the Treasurer, Wayne Swan, as well as union leaders
and business people.
A fellow outspoken mining tycoon, Clive Palmer, also said he disagreed
with her views on how to become a millionaire.
" I spend a fair bit of time socialising, drinking and going to the
football and things like that," he told the Brisbane Times.
"That's her advice. If she doesn't want to
do that she can make money all day"**
Conmovedoras
las palabras del magnate Clive Palmer desmarcándose del puritanismo extremo de
Georgina Rinehart. En el fondo, le viene a decir, eres una aburrida; haz como
yo y dedica una parte de tu tiempo a "socializar" (¡ay, la semántica!),
échate una birras y desmádrate en el
estadio. ¡Eres rica, diablos! Pero a Georgina no le va "socializar". Ella es así, rica distante. Lo que
le va a ella es pontificar.
Y a eso
vamos. Ni la tontería más grande es sencilla bajo el sol del día. A mediados
del mes de junio hubo un gran revuelo en Australia. Georgina Rinehart, la
magnate heredera de la minería, la mujer más rica del mundo (o la segunda o tercera, que a los envidiosos nos da igual), se convirtió en la
principal accionista de Fairfax Media, un importante grupo mediático
australiano de periódicos, emisoras de radio y televisiones. (¿Qué le pasa a Australia con sus magnates de la información?). Y la millonaria
entró como un canguro en una cacharrería, eliminando los acuerdos sobre
independencia editorial que los medios australianos tenían firmados desde 1988.
Rinehart dijo que era la dueña y que allí mandaba ella. The Telegraph recogió el conflicto así:
Australia's treasurer, Wayne Swan, said Mrs Rinehart's push for control
of Fairfax Media posed a threat to democracy and urged her to respect the
independence of journalists.
The iron ore tycoon, who recently became Fairfax's largest individual
shareholder, is reportedly seeking the right to hire and fire editors and wants
to take control without abiding by the company's charter of editorial
independence.
Mr Swan, the acting prime minister, said Mrs Rinehart's plans have
"very big implications for our democracy".
"I think we should all be very concerned at this turn of
events," he said.
"She certainly has a commercial right to
do what she has done, but it appears to be that she will go a step further, not
respect the charter of independence, and reserve her right to direct
journalists with instructions that follow her commercial imperatives."***
El conflicto político está servido. El Ministro del Tesoro y
viceprimer ministro australiano, Wayne Swan, se lanza al ruedo inmediatamente. La cuestión no está, pues, tanto en lo que ha dicho
—un mensaje ya rancio y repetitivo—, ella no quiere ser la nueva Ayn Rand, sino en cómo, cuándo y dónde lo ha dicho, "sus"
periódicos, después de haberlos comprado.
El titular del diario británico en
junio era muy expresivo "Periodistas y políticos australianos unen sus
fuerzas contra Gina Rinehart". Lo ven como un problema político y "democrático". Una lucha contra el gobierno laborista, por un
lado, pero también contra la libertad de prensa, que es de todos y para todos,
porque —lo ha dejado bien claro— sus periódicos dicen lo que ella piensa, y lo
que ella piensa ya lo sabemos porque lo ha escrito. Y donde ella paga, nadie piensa.
Pocos días después, el 26 de junio, The Telegraph recogía la respuestas de Georgina Rinehart: amenaza
de vender la participación en la empresas si no tiene el control editorial
absoluto. Quien paga, manda. Georgina Rinehart, según el diario, estaría
siguiendo la senda de su padre rico, que también entendía que los periódicos son para influir:
Mrs Rinehart's foray into the media – she today
separately increased her stake in a television network – has been compared with
similar moves by her late father and mentor, the West Australian mining pioneer
Lang Hancock, who started his own newspaper because he felt the local press was
not supportive of his attempt to open new mines.****
La "agenda editorial" de Georgina Rinehart se
centra, entre otras cosas, en su "escepticismo" sobre el cambio climático. Tiene la idea de que son
los periodistas quienes han metido esas "tonterías" en la cabeza de
la gente, "tonterías" que frenan el desarrollo y las iniciativas y ganancias empresariales, y se muestra decidida a cambiarlo comprando el más antiguo grupo mediático
australiano y tomando sus riendas editoriales. Por los mismos motivos cree que
las opiniones sobre la industria nuclear ha sido manipuladas y hay que cambiarlas. Es manipulación todo lo
que los demás opinan y ella no cree.
Llamar envidiosos a los pobres, pedir que se bajen los
salarios, etc. no son más que partes del "programa" político y económico más amplio de Georgina
Rinehart. Ahora tiene periódicos y radios y televisiones para explicarlo al
mundo.
¿Por qué la gente sin dinero se empeña en tener opiniones?, se pregunta
Georgina por las mañanas. El resto del día lo dedica a remediarlo.
* "Una millonaria australiana: "Menos beber y
fumar y más trabajar duro"" La vanguardia 31/08/2012
http://www.lavanguardia.com/economia/20120831/54345299467/menos-beber-fumar-mas-trabajar-duro.html
** "Gina Rinehart
criticised for 'jealous' poor remarks" The Telegraph 331/08/2012
http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/australiaandthepacific/australia/9511505/Gina-Rinehart-criticised-for-jealous-poor-remarks.html#
***
"Australian journalists and politicians join forces against Gina
Rinehart" The Telegraph 19/06/2012
http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/australiaandthepacific/australia/9340881/Australian-journalists-and-politicians-join-forces-against-Gina-Rinehart.html
**** "Gina
Rinehart threatens to sell stake in Fairfax unless given editorial
influence" The Telegraph 26/06/2012
http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/australiaandthepacific/australia/9355965/Gina-Rinehart-threatens-to-sell-stake-in-Fairfax-unless-given-editorial-influence.htm
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