Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ir
cambiando de canal televisivo esta mañana era un ejercicio extraño, tanto
mental como de ciudadanía. Me explico: en el primer caso, dudas de que lo que
está viendo y escuchando sea real; en el segundo te preguntas cómo es posible
sobrevivir en un estado, país, arrejuntamiento institucional, etc. como ustedes
quieran porque para esto no afecta mucho nuestro punto de partida, que es un
hecho: las costas del norte de España se están llenando de eso que era "plástico"
(el material) y ahora son "pélets", porque cada desgracia nos sirve
para incorporar algo de léxico y se enriquece el idioma y la cultura general
(por ejemplo, las "danas"). Así los expertos pueden lucirse con sus
jergas antes la satisfacción de los medios y el asombro ciudadano.
Sí: se
nos ha llenado de plástico (pélets). Es un hecho. Todo lo demás es discutible y
por eso se discute. Esta mañana tenía en dos cadenas televisivas a
representantes de las dos administraciones, la autonómica y la central. Las dos
venían a decir lo mismo, aportando datos del envío de cartas, correos, etc.
Unos decían haberlos enviado, los otros decían estar todavía esperando la llegada. Unos pedían que se recogieran en el mar y
otros decían que era técnicamente imposible; unos decían que no era
preocupante, por lo que los otros no aportaban ayudas ni medios. Después nos
enteramos que los que no lo creían importante seguían no considerándolo pero lo
decían porque así recibirían más. En fin... Creo que jamás me he sentido más
estúpido con un mando del televisor en la mano.
Menos
mal que el consuelo nos lo daban esos llamados "voluntarios", que lo
son probablemente porque no se creen lo que dice ni unos ni otros y se van a
las playas antes de que el desastre dé la razón a uno u a otro o se la quite a
ambos, que es lo que suele ocurrir.
Hoy se
supone que vence el plazo a otro despropósito institucional, el del Ministerio
de Sanidad y la obligatoriedad de algo que todo aquel con el que hablas
considera de cajón (que la gente se contagia allí donde van los enfermos a ser
atendidos, es decir, los Centros de Salud), el uso de mascarillas, que diversas
autonomías niegan. Es algo de lo que ya hemos hablado aquí. Como no se ponían
de acuerdo el lunes, el Ministerio lo considera obligatorio ante el aplauso de
los profesionales de la sanidad, que tienen menos riesgos y menos pacientes
(tampoco hay recursos, de lo que se quejan todo) y de las personas que van a
los centros con una cosa, salen con otra y, lo que es peor, muchos nos salen.
Ya contamos estos días algún caso cercano estos días pasados.
Nuestros
políticos, devotos del espectáculo, no solo buscan el mérito de algo, sino la
condena del otro, una doble operación comunicativa. Hay que llevar las situaciones
hasta que el otro llegue al límite y los ciudadanos se vuelvan contra ellos.
Aquí se trata de llegar como el 7º de Caballería, salvando a todos de la
ineptitud del otro. El otro, en cambio, quiere hacer ver que no pasa nada, pero
que si pasa es por culpa de la otra administración que les castiga por no ser
de su color político. Mientras tanto, los voluntarios van a hacer el trabajo
necesario. Demasiada otredad.
El
crecimiento de los populismos radicales viene, en gran medida, de la ineptitud
de los propios políticos. Las responsabilidades desgastan, especialmente si se
incumplen y no se funciona. El que solo critica apenas se desgasta; no tiene
responsabilidad, pero sí va introduciéndose poco a poco. Miremos cuánto y dónde
están creciendo los radicales y populistas por la ineptitud clamorosa de los
que deberían tener un sentido de la responsabilidad mayor y una demostración de
eficacia ante los problemas. Les saldrá una lista clara de países y políticos.
Tenemos la sensación de que las cosas no funcionan, que es el objetivo final del que aspira a gobernar sustituyendo a los inútiles. Pueden que funcionen, pero eso importa menos en un mundo de apariencias, fake news y demás. La imagen de los voluntarios recogiendo mientras ellos discuten debería de darles vergüenza, pero es mucho pedir.
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