martes, 16 de enero de 2024

El velo y la debilidad iraní

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

En un mundo presidido por la propaganda, lo simbólico adquiere una dimensión extra, nada que afecte a las narrativas es intranscendente o trivial. La importancia la determina el foco, la capacidad de generar atención estableciendo comparaciones y equivalencias que no parecen tener lógica. Sin embargo, la tienen en su propia dimensión comunicativa, que es la que finalmente cuenta.

Si ayer teníamos en los medios la noticia de la salida de la cárcel de las dos periodistas iranís que contaron en caso de Mahsa Amini, la joven que fue detenida por llevar mal puesto el velo por la orwelliana Policía de la Virtud del régimen de los ayatolás, hoy los medios no hablan de su nueva detención por haber circulado fotografías en las que no llevan el velo.

Podemos preguntarnos qué extraña jerarquía, en mitad de una guerra, con Irán involucrado en múltiples escenarios lleva a complicarse la vida al régimen, con un caso de este tipo que le ha traído todo tipo de condenas internacionales. La respuesta es que un régimen totalitario, teocrático y represivo no puede permitirse la más mínima grieta porque el más mínimo impacto puede ser el detonante de su cuenta atrás vertiginosa.

En RTVE.es nos dicen sobre este caso y sus consecuencias:

Hamedi fue la primera periodista que informó de la detención de Amini por no llevar bien puesto el velo islámico y su posterior muerte el 16 de septiembre de 2022 y Mohammadi cubrió el entierro de la joven de 22 años, donde comenzaron las protestas que sacudieron el país durante meses. Por ello fueron condenadas en octubre a más de 12 años de prisión. Tras 17 meses, han sido puestas en libertad provisional bajo fianza de de 100 billones de riales (unos 178.000 euros).

Casi un centenar de periodistas y fotógrafos fueron detenidos por realizar su trabajo durante las movilizaciones en Irán, de acuerdo con el Comité para la Protección de Periodistas, de los que 80 informadores han sido puestos en libertad bajo fianza.

La muerte de Amini provocó fuertes protestas que durante meses pidieron el fin de la República Islámica y solo desaparecieron tras una represión que causó 500 muertos, la detención de al menos 22.000 personas y en las que fueron ejecutados ocho manifestantes, uno de ellos en público.

En los últimos meses el Gobierno iraní está tratando de reimponer el uso del velo, con la presencia de patrullas en las calles y un proyecto de ley que endurece los castigos por no cubrirse el cabello, informa Efe.*

 

El valor dado a un caso se mide por las reacciones. Probablemente Mahsa Amini no tenía el deseo de iniciar nada; es probable que llevar el velo mal puesto fuera una cuestión de descuido. Pero la importancia del caso se la dieron los ayatolás que elevaron a trascendente lo que podría haber sido ocasional. Su propia villanía autoritaria sirvió para crear la figura de la mártir y ser un referente para cientos de miles de personas que salieron a la calle para protestar por lo hecho y, como se nos dice, a pedir el fin de la república islámica. De esta forma, el régimen teocrático impone una línea que considera roja, la del velo. Es un nuevo escenario de confrontación. Lo primero que han hecho las periodistas puestas en libertad ha sido desafiarlo y, por ello, han vuelto a la cárcel. Si esperaban cerrar un foco de tensión, han logrado lo contrario.

Por lo mismo, la muerte de Mahsa Amini ha llevado a esas muertes, en las calles o ajusticiado, haciendo crecer la respuesta por la represión y aumentando el grado de contestación, tanto en público como en privado. Cada intento de mostrar su fuerza, solo muestra el miedo a que perciban su debilidad.

El régimen iraní se mantiene por la represión, como ocurre con otros regímenes totalitarios islámicos, en donde la religión es manipulada para mantener el poder y el control por la fuerza. Como fuerza teocrática, cualquier disidencia o discrepancia se eleva al nivel de la herejía y debe ser erradicada. La violencia se justifica en el nombre de Dios y se aplica sin piedad, como una acción ordenada, necesaria, como glorificación de su nombre.

Hemos especulado en otras ocasiones sobre si todo este furor iraní activando sus grupos repartidos por Oriente medio no sería una forma de tapar su propia debilidad interna. El caso de Mahsa Amini es una negación simbólica del régimen, de algo aparentemente tan sencillo como imponer el uso del velo a las mujeres. Desde esta perspectiva teocrática, sería algo sencillo, algo doméstico, algo que los propios varones de las familias deberían vigilar y hacer cumplir. Pero esa rebeldía, ese incumplir la norma solo por ser "norma" del poder, se ve como un desafío. Se empieza poniéndose mal el velo y se acaba derrocando al régimen. Todo forma parte de esa dimensión simbólica que equipara gestos y acciones de todo tipo. El velo es la punta del iceberg de la rebelión.


La represión como forma del poder no puede permitirse el lujo de perder desafíos porque sabe que el poder absoluto necesita de la obediencia absoluta, por lo que eleva cualquier manifestación o desobediencia al rango de terrorismo o, peor, de forma de anarquía. Llevar mal el velo es sencillamente inadmisible por lo que tiene de desafío público de las normas.

La cadena de acontecimientos que están produciéndose en la zona tiene muchas causas y una de ellas, no la menos importante, es la resistencia interna iraní, que el régimen de los ayatolás considera peligrosa por la causa capital, la falta de reconocimiento de su autoridad, que ellos fundan en lo divino. En su mentalidad, no hay pieza que pueda ir por libre, que no deba estar regulada. El mundo del fanatismo islámico no admite un mundo que no esté absolutamente ordenado. El desorden es desobediencia y viceversa.

Además, como ya sabía, el desorden comienza con una mujer, las nuevas evas, aquellas que deben ser controladas porque son las que no admiten el orden existente, marcado por lo varones, obedientes siervos de Dios.

Irán está moviendo todas sus piezas en el extranjero. Contesta así a la amenaza que ve en el apoyo exterior a las mujeres del interior, a las desobedientes. En un mundo de comunicaciones globales, ya no queda el recurso del cierre, del aislamiento. Este necesita de un aumento de la represión, de la violencia. Nilufar Hamedi y Elahe Mohammadi, las dos periodistas detenidas de nuevo, pagan su osadía, su desafío.


Me vienen a la memoria las páginas de la obra "Leer Lolita en Teherán", de Azar Nafisi, un elocuente testimonio de esa rebeldía en la sombra para poder acceder a los que los ayatolás prohibían, el acceso de las mujeres a la cultura, representada por las clases clandestinas de Literatura. En un régimen teocrático todo lo que no está escrito está prohibido, especialmente los textos mundanos. El mundo se va reduciendo hasta adquirir las dimensiones marcadas por los intérpretes de la divinidad.

Leer la Lolita de Nabokov, no llevar el velo o llevarlo con descuido, etc. son desafíos, formas que simbolizan la inadmisible resistencia. El régimen autoritario islámico no se lo puede permitir y se lanza a una guerra en la que trata de manifestar su fuerza amenazando al mundo, como acaban de hacer los hutíes en comunicado público. Ellos solo cumplen la voluntad de Dios y no pararán hasta destruir todo lo que se le opone. En esta dimensión simbólica, todo se corresponde, todo es equiparable por su condición de desafío, de herejía. Y debe ser destruido. 

Nuestra solidaridad absoluta con las dos periodistas iraníes encarceladas.

* "Denuncian por no usar el velo a las dos periodistas iraníes que desvelaron la muerte de Masha Amini" RTVE.es / Agencias 15/01/2022 https://www.rtve.es/noticias/20240115/velo-periodistas-masha-amini-iran/15916413.shtml

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