domingo, 28 de febrero de 2021

El regreso de Jamal Khashoggi o Biden se queda corto

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



El presidente Biden tiene que marcar distancias con lo que ha sido la era Trump. No es excesivamente complicado debido a las posturas extremas, personales y muchas veces poco irracionales de su predecesor. Simplemente las vacunaciones ya han marcado una enorme diferencia, como nos mostraban las curvas de estadísticas en algunos noticiarios norteamericanos.

Conforme se va alejando la era Trump, se pueden ver con más claridad algunos de los aspectos que él oscureció por su intereses personales o al servicio de aquellos que le colocaron allí.

En estos días hay abierta una crisis por un caso escandaloso que aquí hemos tratado con frecuencia y que no siempre se ha tratado igualmente en los medios o, peor, por la clase política de los diferentes países occidentales. Me estoy refiriendo al secuestro, tortura, asesinato y borrado del rastro del periodistas saudí disidente, Jamal Khashoggi, del que se responsabilizo al príncipe heredero, Mohamed Bin Salman, el auténtico hombre fuerte del régimen teocrático saudí.

Los saudíes han gozado de una especie de patente de corso mediante el recurso más habitual, la compra de los silencios favoreciendo los buenos negocios con los "buenos amigos", que —no hay ni que decirlo— son aquellos que miran para otro lado cuando salen a la luz asuntos que pueden suscitar el rechazo de la opinión pública.



Desgraciadamente, la política internacional es cada vez más un intento de cubrir lo negativo para evitar que los negocios se conviertan en conflictivos mediante las acusaciones de los activistas de Derechos Humanos. Los gobiernos tratan de mantener en la sombra sus relaciones comerciales y militares con ciertos regímenes que han aprendido pronto cuáles son las "prioridades", economía y defensa. Ya se trate de venderles un AVE a La Meca o que te compren aviones, fragatas o cualquier arma para el control del orden público, unas veces se airean la coincidencia de  "intereses" y otras el monto económico de las ventas, máxime en época de crisis en la que las industrias aprietan las clavijas a los políticos para que superen sus "escrúpulos". Si alguien ha mantenido esta idea como línea rectora ha sido Donald Trump, elevado a la presidencia —entre otros grupos— por la industria armamentística norteamericana.

La CNN evalúa a través de varios artículos la incidencia de la liberación por parte de la nueva administración del presidente Biden de los informes que dejan poca duda sobre la implicación directa, de Mohamed Bin Salman, el hombre que controla el presente y el futuro de Arabia Saudí, el que ha logrado deshacerse de sus rivales para asegurarse el poder futuro. Pero el caso de Jamal Khashoggi le puede complicar bastante su aceptación internacional pues es difícil que allá donde vaya no sea tratado como un "asesino". Uno se acostumbra a casi todo, pero un estigma de este tipo puede debilitar su ascenso y ser cuestionado.

Las primeras versiones se fueron diluyendo inmediatamente, dejando en ridículo a los países que, como Egipto, salieron a rasgarse las vestiduras al espacio internacional clamando por la inocencia de "MBS". Khashoggi se había volatilizado y nadie se sentía responsable porque hubiera hecho de Houdini en la embajada saudí en la que se le vio entrar, pero nunca salir.

Han tenido que sacarse los audios de la tortura para que nadie tenga dudas de su destino, aunque siga sin saberse nada de su paradero. Sus restos siguen sin aparecer. La justicia saudí, cuando no tuvo más remedio, realizó una farsa de juicio, condenando a los que les cayó el marrón. Pero se trataba de dejar fuera al príncipe heredero, algo que finalmente, tras la publicación del informe, no va a ser ya posible.



La jugada de Biden es doble: se reivindica como defensor de los Derechos Humanos y crítico de los regímenes que tanto gustaban a Trump, familia y seguidores, por un lado; por el otro, manda una carga de profundidad a la nave de Donald Trump, que queda en evidencia como un encubridor de un criminal. El artículo en la página de la CNN se cierra con estas consideraciones: 

 

According to journalist Bob Woodward's book "Rage," Trump doubled down on protecting MBS and said, "I saved his ass. I was able to get Congress to leave him alone."

Trump rationalized his inaction when he told CBS 60 Minutes that "we'd be punishing ourselves" by canceling American arms sales to Saudi Arabia, deals that he frequently trumpeted as amounting to more than $110 billion, even though that figure was wildly inflated.

Trump's defense of MBS was of a piece with his repeated defenses of other tyrants, such as Russian President Vladimir Putin in his efforts to swing the 2016 American presidential election against Hillary Clinton and the North Korean dictator Kim Jong Un, who Trump has praised lavishly.

Having enjoyed a very close relationship with the Trump administration, the Saudis are now getting just a taste of what could be a recalibrated relationship with the Biden administration. Biden will almost certainly not be looking to cause permanent damage to the US-Saudi relationship, but MBS will no longer have a free pass to murder his opponents outside of the kingdom, which is saying something.

The release of Friday's report should leave no doubt that the US government, from President Biden to the intelligence community, holds him personally responsible for Khashoggi's death.*

 


La gravedad del caso Khashoggi no puede ser ignorada, pues señala directamente a un futuro líder que ya hace sus salidas al extranjero como un criminal, creando un problema más allá de una cuestión diplomática. Si cada vez que un dirigente occidental estrecha la mano de MBS salen titulares recordando el secuestro, tortura y asesinato del periodista saudí, la cuestión se convierte en un problema. "¡Si se tratara solo de un dictador...!", suspirarán algunos laxos. Pero es algo más, sí. Los dictadores suelen tener su discreción en estas cosas y delegan, delegan mucho, precisamente para asegurarse la distancia y poder encogerse de hombros. Pero la impunidad siempre es mala consejera cuando sales de tu feudo.

El caso complementario de lo que supone perder la perspectiva es el caso del italiano Giulio Regeni, secuestrado, torturado, asesinado y abandonado en una cuneta en mitad del desierto de noche. El gobierno egipcio sigue jugando con la "protección" a sus servidores porque sabe que en ello le va la duración. Un gobierno represivo tiene que asegurar la protección de sus sicarios para evitar que estos puedan tomar decisiones comprometedoras a la hora de explicar lo que hicieron.

Básicamente, los dos casos nos muestran el poco avance democrático existente en esa zona y cómo los dictadores se apoyan unos a otros, prometiéndose la "no intervención" en sus suciedades propias ni dar acogida a los huidos para salvar el cuello.



Ni Khashoggi ni Regeni tuvieron ocasión de decidir. Lo del primero fue una eliminación de un obstáculo molesto; lo del italiano, un fatal error que dejó al descubierto las chapuzas incontables de la Seguridad egipcia, acostumbrada a campar por sus respetos, sin que nadie la contradiga. El asesinato del saudí fue fuera de su país, una osadía; el Regeni, el de un extranjero, otra osadía. En ninguno de los dos casos se va a parar la justicia internacional, por muchos aviones, barcos o tanquetas que compren.

En el contexto de los Estados Unidos, Biden tiene una baza: desenmascarar a un cómplice claro. La expresión recogida por Bob Woodward en su libro, "haberle salvado el culo" con respecto a MBS deja bastante claro el asunto. Si Trump, como presumía, interfirió en la recogida o publicación del informe que ahora sale, también tendrá algún tipo de consecuencias, pues pondrá a los republicanos trumpistas contra la pared, dando margen a los que tiene que darle la batalla en las próximas elecciones parciales.

El argumento de los miles de millones ganados por "salvar el culo" a Mohamed Bin Salman no es algo que se pueda poner encima de la mesa, pues llevaría a terrenos complicados y podría sacar a la luz más porquería.

Tampoco lo tendrá fácil Biden con el caso, que le creará problemas internos con los que se benefician del tráfico con Arabia Saudí. Biden no debería descartar algún "contratiempo", dada la oscuridad de la zona. Algunos han aprendido la forma de hacerse necesarios.

Me parece excesivamente optimista la idea final, "MBS will no longer have a free pass to murder his opponents outside of the kingdom", que se señala como resultado. ¿Nadie pondrá problemas a los crímenes interiores, solo a los que se cometan en el extranjero? Pero esto es como pedirle al verdugo que se lave las manos antes de coger la espada.



Esto se hace obvio para aquellos que consideran que no se hace lo suficiente con MBS, que en realidad es solo un getso que tampoco le va a quitar el sueño mientras no le afecte en lo esencial, su acceso al poder, para el que se está abriendo camino.

En este sentido, el artículo de Nicholas Kristof  en The New York Times, titulado "President Biden Lets a Saudi Murderer Walk"** es bastante directo y no deja margen a Biden para colocarse medalla alguna por la salida del documento. Su artículo sobre la muerte del que denomina "su amigo", Jamal Khashoggi,  se cierra así:

Perhaps I’m biased because I knew Jamal. Some may think: It’s too bad about the murder, but other leaders have killed people, too. True, but M.B.S. poisons everything he touches. He kidnapped Lebanon’s prime minister. He oversaw a feud with Qatar. He caused the world’s worst humanitarian catastrophe in Yemen. He imprisoned women’s rights activists. He has tarnished his country’s reputation far more effectively than Iran ever could.

So, Mr. Biden, it’s not a human rights “gesture” to sanction M.B.S. Jamal was a practical man who didn’t believe in mushy gestures — but he did dream of a more democratic Arab world that would benefit Arabs and Americans alike. And by letting a murderer walk, you betray that vision.**




Es difícil satisfacer a todos, pero nada retrata mejor que el comportamiento ante los tiranos. Trump envió a su yerno a hacer buenas migas con MBS para su fracasado "acuerdo del siglo". Biden saca a la luz ahora las implicaciones del príncipe, pero no remata la faena, en un gesto que algunos consideran de cara a la  galería y que otros muchos consideran que se queda corto. Y quizá haya quienes no se lo perdonen a Biden.

¿Sacarán los saudíes la consecuencia que se trata solo de "discreción" lo que se les pide? Veremos en qué quedan las cosas. Pero el asesinato de Jaml Khashoggi todavía puede dar problemas a más de uno.



* Peter Bergen "Biden is walking a tightrope on Saudi Arabia" CNN 27/02/2021 https://edition.cnn.com/2021/02/27/opinions/biden-saudi-arabia-mbs-khashoggi-report-bergen/index.html

** Nicholas Kristof "President Biden Lets a Saudi Murderer Walk" The New York Times 26/02/2021 https://www.nytimes.com/2021/02/26/opinion/sunday/saudi-arabia-biden-khashoggi.html

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