Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La CNN
entrevista a un experto para hablar de un importante evento, la celebración hoy
de la Super Bowl, todo un acontecimiento en la vida norteamericana. La
celebración es un momento esperado y programado con toda meticulosidad. El
partido sirve de entrada a un espectáculo que es visto por todo el país. La
celebración de este año, como casi todo, será distinta.
Los expertos nos advierten de un peligro: la celebración en los hogares con las reuniones de amigos para ver el partido y todo el espectáculo creado a su alrededor. Ahora, la Super Bowl, avisan, se puede convertir en una trampa mortal para miles de personas. Visto desde la perspectiva actual de la pandemia y el contagio, las imágenes que nos ofrecen de celebraciones pasadas son impactantes. Personas hacinadas en pequeñas salas, comida compartida ante ellos, gritos y abrazos.
El temor por lo que pueda ocurrir está en todos los medios norteamericanos y ha llegado a todo el mundo. En La Vanguardia leemos:
[...] uno de cada cuatro estadounidenses
planea acudir este domingo a una fiesta para ver el evento deportivo más
importante del calendario anual del país, que tendrá lugar en el Raymond James
Stadium de Tampa, Florida, donde se van a enfrentar los Kansas City Chiefs y el
equipo local de los Buccaneers.
Creo
que nunca ha tenido tanto sentido la vieja afirmación del "ser humano como
animal de costumbres". Ayer tratábamos aquí la idea de "lo
cotidiano", que no es otra cosa que el tejido de la costumbre. Es la lucha
de lo que debemos hacer frente a lo que solemos hacer. Este conflicto es
el que está realmente en el núcleo de nuestra lucha, nuestro talón de Aquiles.
Hay
muchos casos de egoísmo, de soberbia, pero muchos otros son las trampas de la
costumbre, ya sea por su automatismo o porque somos incapaces de ver el
peligro. ¿Que el virus sea "invisible" a nuestros ojos hace que no se
activen los mecanismos de prioridad de la supervivencia? Se nos dice que el
instinto de supervivencia es el más poderoso, pero creo que tenemos motivos
suficientes para empezar a dudarlo o, al menos, dudar sobre los factores que
los bloquean desactivándolos.
El caso
de la Super Bowl se podría sumar al de muchos otros actos, esencialmente
deportivos, que nos crean una fuerte identidad de grupo, un sentimiento de
pertenencia. El deporte crea ese sentimiento por partida doble: nos
identificamos con un equipo y nos identificamos con los que hacen lo mismo,
creando una fuerte conexión.
Los momentos más peligrosos han sido aquellos en los que algún equipo ha ganado algún trofeo. Las autoridades de todo el mundo han intentado sin éxito controlar las celebraciones, tal como hemos vistos en innumerables países. Aunque se celebraran a puerta cerrada los encuentros, la gente salía a la calle a celebrarlo, olvidando toda precaución. Todos mecanismos de seguridad se venían abajo ante la celebración: abrazos, saltos, apreturas, gritos, cantos, besos...
Nuestras
vidas anónimas y rutinarias encuentran su compensación en esos
momentos de entrega al grupo. Es lo que se ve en los espacios deportivos y
ahora se traslada al exterior en forma de celebración callejera o casera.
Necesitamos al grupo. Se nos habla siempre del individualismo moderno, pero muy poco de los factores de unión y de su intensidad, quizá una forma de compensación ante otras situaciones de nuestra vida social. ¿Es realmente la "tribalización" anunciada por McLuhan como consecuencia de la llamada "nueva oralidad", un periodo post imprenta, provocado por los nuevos medios electrónicos y ahora digitales?
Me
viene a la memoria un caso que me resultó sorprendente al inicio de la
pandemia. Se trataba de un partido de fútbol celebrado en el Estadio Santiago
Bernabéu. El partido se celebraba a puerta cerrada, pero a las puertas del
estadio acudieron miles de personas. Seguían el partido con sus radios o
teléfonos móviles, pero lo vivían a
las puertas de estadio. El problema solo se había trasladado unos pocos metros,
de dentro afuera.
Podemos
entenderlo como "fanatismo", pero esto no es más que la creación de
vínculos de gran intensidad reforzando el sentido de grupo alrededor de algo. Hay "fanatismos solitarios", muchas veces patológicos, como los que se crean con personas, que
se convierten sin quererlo en el centro de atracción de alguien. El cine nos ha
contando muchas de estas patologías, fijaciones con personas populares, como la película de Tony Scott, con Robert de Niro. Por muy exagerados que puedan ser los casos, en la vida real se dan, creándose una dependencia obsesiva de alguien o algo.
Pero el
fenómeno grupal tiene una naturaleza distinta y se manifiesta con diversa
intensidad en fenómenos como el populismo xenófobo, el racismo, el
extremismo..., es decir, en el ámbito político, y se produce en el deporte,
como vemos. Puede que se trate del mismo mecanismo psicosociológico, el
fundamento de la sociabilidad, de los fenómenos grupales, más intensos que el
sentido común o, si se prefiere, generando un nuevo sentido comunal.
Los
mecanismos de refuerzo de la conexión, por otro lado, son buscados mediante el
constante refuerzo al que nos someten los medios de comunicación. ¿Se ha
preguntado alguna vez por qué los presentadores de programas deportivos gritan
más que los de otros tipos de programas?
Pocas cosas quedan hoy al azar en el mundo de la comunicación y menos cuando se trata de millones y millones de dólares, como es el caso de la Super Bowl. La ceremonia deportivo tribal necesitaba de la música y eso es lo que ofrece el intermedio, con una actuación que puede llegar a superar a la propia audiencia televisiva del partido. En la CNN leemos lo que supone esta pieza intermedia: " The audience has even eclipsed the viewership for the game itself at times: in 2015, Katy Perry and her colorful companions attracted 118.5 million viewers, compared with the average game audience of 114.4 million."** Es probable que, tras el deporte y junto al cine, sea la música el mayor fenómeno en el número de "fans". En todos los casos, se busca intensificar el aspecto emocional del contacto, crear el lazo de dependencia. Este deseo se estimula desde los medios creando el deseo de que el momento llegue. Los medios nos van preparando para ese momento. Las redes sociales lo muestran con claridad a través del concepto de "seguidores". La política trata de repetirlo centrándose más en las figuras que en las ideas. El fenómeno del trumpismo obedece a la misma mecánica, la creación de intensos lazos emocionales con la figura del líder.
Nuestro cerebro es uno. Los mecanismos de placer se repiten con el foco en distintas posibilidades. Se trata de desarrollar mecanismos de ansiedad que después serán liberados produciendo una enorme sensación placentera.
En La Vanguardia, Mayte Rius publica un artículo titulado "Estas son las estrategias de las plataformas para que los niños se den atracones de serie". En el artículo se mencionan las formas en que las diversas cadenas y plataformas logran crear la adicción para que la gente, en este caso los niños, se enganche a las series. Los mecanismos que se aplican son los mismos que a los adultos:
"Este público consume muchas horas de contenidos, en especial si no hay control parental, y las plataformas están aprendiendo de los gustos de los más pequeños porque, al final, son las audiencias de su futuro, es una inversión", afirma Elena Neira, profesora de los estudios de Ciencias de la Información y la Comunicación en la UOC.
De hecho, para captar y retener la atención de los niños, además de usar recursos como el estreno en bloque, el encadenado automático de capítulos y la posibilidad de saltarse los créditos de entrada y salida para lograr activar las regiones del cerebro relacionadas con la recompensa inmediata y el placer (igual que ocurre con los adultos), están probando nuevas estrategias, como la ludificación y el contenido interactivo.***
El cerebro del niño, efectivamente, será el cerebro del adulto, acostumbrado a recibir estas gratificaciones cuyos contenidos activas los mecanismos placenteros. No son fáciles de saltarse pues conectan con nuestros resortes más primarios del placer.
Los grupos caseros para ver esta madrugada la Super Bowl son sucedáneos de la presencia en el estadio. La televisión sirve para compensar el no estar allí. Los acompañantes son el grupo con el que compartimos esas emociones, con las que se intensificarán. Es una ceremonia social, a la vez presencial y virtual. Esos grupos que se reúnen en las casas permiten compartir y liberar las emociones intensas, que de otra manera no se liberan. La virtualidad crea esa comunidad de millones de personas repartidas por el país, por todo el mundo en realidad. El medio nos conecta.
Lo que puede ocurrir con un evento llamado ya "domingo supercontagiador" puede ser similar a la "ola navideña" pero concentrado en un solo acto. Es evidente que al tener que reducir el aforo de las personas que asistirán al partido de 65.000 a 25.000 espectadores, se trata de intensificar la retransmisión para alcanzar audiencias que permitan mantener niveles de ingresos. No lo han entendido así los anunciantes que, en plena crisis, han reducido sus aportaciones al evento temiendo que las restricciones hagan descender la espectacularidad y tenga menos atractivo para la audiencia, acostumbrada a grandes espectáculos superados de año en año.
Todo se encadena de forma compleja. Los efectos se multiplican y se dirigen hacia puntos insospechados con efectos inesperados. ¿Puede realmente convertirse la celebración casera de la Super Bowl en ese terrible domingo en el quela gente se junte y pierda el sentido de la prevención? ¿Pueden las emociones deportivas hacernos olvidar lo básico? Los expertos les piden a los norteamericanos que limiten a su núcleo más cercano de relaciones el compartir el partido, pero ¿será suficiente? ¿Será la Super Bowl el evento al que se recurra para compensar la constante represión de todo aquello para lo que hemos sido concienzudamente programados a celebrar? Las cifras, como las de nuestras generosas y afectivas navidades, se irán viendo después de unos días, en la primera semana y será fácil trazar el origen si los contagiados estuvieron unidos en aquel fuerte abrazo con el que celebraron la victoria o se lamentaron por la derrota.
La idea de la sociedad del espectáculo hace tiempo que dejó de ser una forma metafórica o un principio teórico. Es una realidad gracias a la construcción de un universo mediático que crea sus propios grupos sociales en función de las preferencias. Esto se ha intensificado con las redes sociales, que han dado nuevas intensidades a los grupos ofreciendo lazos nuevos, ofreciendo estímulos y figuras a las que unirse de forma gratificante.
Ahora se puede controlar un espacio con 25.000 personas, el estadio, pero el otro espacio, el de la audiencia, más de cien millones de personas agrupadas en pequeñas comunidades alrededor de la celebración del partido, es en sí mismo incontrolable, completamente en manos de los celebrantes reunidos en un territorio propio, inabarcable, atomizado, de la casa particular al bar. Por eso la advertencia generalizada, el aviso, el ruego, de que se extremen las precauciones.
Conforme avanzamos en el tiempo se pueden comprender los errores de haber subestimado o rechazado las medidas iniciales. Hoy, con millones de contagiados por el mundo, muchos de ellos en los Estados Unidos, donde un ex presidente jugó con la vida de los ciudadanos, que ha dejado la Casa Blanca sin que se encontrara un plan de vacunación, que trató de convencer a los ciudadanos de que llevar mascarilla era una tontería, que no había que tomar medidas estrictas o que bebieran lejía, es complicado tomar medidas drásticas o frenar los contagios.
Con todo, no habrá más remedio que tomarlas. Para los que tienen su propia forma de Super Bowl en mente —ya sea con forma de Fallas, Sanfermines, carnavales, San Isidros, Ferias de Abril, santos patronos y patronas, maratones populares, finales de copa...— será importante comprobar en cabeza ajena los efectos de tanta imprudencia. Otra cuestión es que les importe realmente.
Ya sea por cuestiones psicológicas, sociales, económicas o políticas, no es fácil romper las inercias ni los intereses, una mezcla muy complicada. El coronavirus nos muestra las costuras de nuestra sociedad, su trazado; también sus puntos débiles y la necesidad de enfrentarnos a lo que estas formas representan para tener un futuro factible.
* "Estados Unidos teme una explosión de casos de coronavirus por la Super Bowl" La Vanguardia 6/02/2021 https://www.lavanguardia.com/internacional/20210206/6227889/estados-unidos-teme-explosion-casos-coronavirus-super-bowl.html
** Glen Levy "'It's extraordinary. It's an adrenaline rush roller coaster': Inside the Super Bowl halftime show" CNN 5/02/2021 https://edition.cnn.com/2021/02/05/sport/super-bowl-halftime-show-the-weeknd-cmd-spt-intl/index.html
* "Estas son las estrategias de las plataformas para que los niños se den atracones de series" La Vanguardia 7/02/2021 https://www.lavanguardia.com/vivo/psicologia/20210207/6219751/atracones-series-ninos-binge-watching.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.