Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El terremoto electoral en Estados Unidos sigue teniendo réplicas de intensidad variable. El silencio de Trump tras su salida de la Casa Blanca ha quedado matizado por las diferentes voces altisonantes de los secundarios del reparto en dos líneas, la atacante, como las que sacuden al Partido Republicano, cada vez más condenado al desgarro del radicalismo, por un lado, y la defensiva, que es la derivada de las consecuencias de sus maldades y despropósitos acumulados. Ambas líneas se muestran oscuras para los trumpistas que no solo han perdido las elecciones sino también el sentido de la realidad, algo que se puede mantener desde el poder, pero que es muy difícil ignorar desde la oposición.
La batalla contra la realidad ha sido una constante de la era Trump, cuyo sentido del poder era claro: el poder define e impone lo que es la realidad. Lo hace a través de diferentes fórmulas y con el apoyo mediático que siembra las dudas sobre lo que ocurre e incorpora afirmaciones sin fundamento pero con el convencimiento suficiente como para arrastrar a millones. No de otra cosa se trata cuando se habla de posverdad, realidad alternativa y demás conceptos que la era Trump ha usado y que son necesarios para su comprensión. Pero ahora es otro el partido en juego. Una vez perdido el poder, la cuestión se vuelve problemática y lo que se defendió con tanta vehemencia queda ahora en el peligroso mar de las resacas.
En la CNN Oliver Darcy nos describe una pieza de este proceso en el artículo titulado "Voting technology company Smartmatic files $2.7 billion lawsuit against Fox News, Rudy Giuliani and Sidney Powell over 'disinformation campaign'"*. Al convertir el discurso político en un montón de falsedades, los republicanos trumpistas tuvieron que cuestionarlo todo. No ha habido rincón sin explorar ni aspecto al que no se le diera la vuelta para negarlo o para cambiar su sentido. Como lo que se jugaban era mucho, apostaron mucho. Y perdieron.
La batalla se da ahora en un terreno que nos les es favorable, el de las difamaciones. La mentira tiene mucho de adictiva y algunos no saben parar a tiempo. La mentira política necesita complicidad y participación acumulativa. Se basa en un sistema de apoyos en el que unos sostienen y repiten la falsedad para darle consistencia social y apariencia de verdad. ¡Cómo no vas a creer lo que se repite como un hecho verdadero hasta el aburrimiento! Hasta el último instante, hasta pocas horas antes de salir de la Casa Blanca, Trump y los suyos seguían presionando para que se dudara de los hechos, para que se alteraran, para que se siguiera mintiendo, pero cuando los primeros empezaron a decir ¡basta!, cuando se resistieron y se mantuvieron firmes diciendo "no, señor presidente, aquí todo ha sido correcto", la mentira comenzó a tambalearse dejando en evidencia a sus propagadores.
Una de las mentiras propagadas con más intensidad en sus afirmaciones sobre fraude implicaba a las compañías que se dedicaban a sostener la maquinaria electoral. Cuando no se encontraban evidencias de ningún tipo, el dedo conspirador de los trumpistas y los que se sumaron comenzó a tener que poner nombre propio a sus acusaciones traspasando el difuso límite de lo genérico político. Una cosa son las insinuaciones de Trump, lo que deja caer para que los demás hicieran sus suposiciones —el arte de la maledicencia— y otra cosa tener que salir en una pantalla de televisión acusando a alguien de fraude. La querella multimillonaria es ahora contra la Fox News, el principal apoyo de Trump, y contra los abogados del ex presidente, Giuliani y Powell, que salieron es esas mismas pantallas y en otros muchos foros mintiendo dando densidad discursiva a las mentiras.
La demanda que se ha presentado ahora contra ellos está llena del arma más eficaz: las palabras de los mentirosos y las apabullantes pruebas de la inexistencia del fraude. Lo hacen además desde la perspectiva de su reputación empresarial, lo que abre una vía nueva contra el trumpismo mediático. La Fox News ya había tenido que recular no hace muchos días en previsión de lo que ahora llega.
"We have no choice,"
Antonio Mugica, the chief executive and founder of Smartmatic, told CNN
Business in an interview about
the company's decision to file the lawsuit. "The disinformation campaign
that was launched against us is an obliterating one. For us, this is
existential, and we have to take action."
The lawsuit, filed in New York state court,
accused Fox, Giuliani, Powell and hosts Lou Dobbs, Maria Bartiromo, and Jeanine
Pirro of intentionally lying about Smartmatic in an effort to mislead the
public into the false belief that the 2020 presidential election was stolen
from former President Donald Trump.*
La cuestión es clara: si no demandan, se hunden ellos mismos. La reputación es un valor esencial en una empresa que se dedica a la participación en el recuento de los votos. O demandan defendiéndola o quedaría la duda de por qué no lo hacen. Como bien señala su director, "no tenemos otra opción". Si no lo hacen, han firmado su sentencia en un universo competitivo en el que las garantías de transparencia y honestidad lo son todo.
Pero la demanda va mucho más allá de lo esperado y entra en un aspecto mucho más complejo, el de las causas de esa campaña, en su estrategia dentro de un esquema de mentiras políticas que necesita de una narrativa específica para funcionar en el sentido que el trumpismo le da a la política.
No es casual que el discurso de la toma de posesión del presidente Biden girará sobre los conceptos de "realidad" y sobre todo "verdad". Recuperar la realidad es poder hablar de los problemas reales, no de las ficciones interesadas, de las negaciones de lo que se tiene delante; defender la verdad es sentar las posibilidades de una política constructiva, de algo más allá del mero mantenimiento del poder.
La política trumpista asumió la radicalización y a los radicales, portadores de esquemas simplistas que se imponen como explicaciones de la realidad, un mundo maniqueo poblado de demonios acechantes que empujan, desde el miedo, en la dirección adecuada.
En la demanda, tal como se recoge en el artículo de Darcy, se señala:
"They needed a villain," the lawsuit
said. "They needed someone to blame. They needed someone whom they could
get others to hate. A story of good versus evil, the type that would incite an
angry mob, only works if the storyteller provides the audience with someone who
personifies evil."
"Without any true villain, defendants invented
one," the lawsuit added. "Defendants decided to make Smartmatic the
villain in their story."
El funcionamiento del mecanismo queda explicado con claridad. El "villano" eran ellos cuando no les quedaron otros. El trumpismo ha ido señalando con el dedo a los "responsables" de su fracaso. No eran sus errores o los aciertos de los demás; a ellos les "robaban" siempre.
Ese es el sentido de Trump desde antes de las elecciones. Él nunca pierde; otros le roban. La necedad del presidente, su narcisismo galopante, le impedían aceptar una derrota en cualquier terreno. Él siempre era el mejor, el imbatible, el insuperable. Maestro en el arte de la insinuación, en dejar caer veladas acusaciones contra terceros que otros formulaban a sus instancias (eso es lo que le falló en Ucrania, cuando intentó que el presidente del país hiciese declaraciones diciendo que se investigaba al hijo de Biden). Pero la acusación contra las empresas de gestión de los votos no tenía margen de ambigüedad, no tenía puerta trasera por la que escapar, por lo que se dedicaron a apoyar las mentiras de Trump se ven ahora señalados judicialmente. Ser las caras de la mentira les va a salir muy caro.
Son tantas las pruebas y testimonios que se han tenido que aportar para superar las mentiras de Trump y sacar adelante la victoria de Biden, que cualquier corte que no quisiera darles la razón se tendría que enfrentar a todo el aparato institucional de los Estados Unidos, del Tribunal Supremo para abajo.
La demanda es multimillonaria. Trump está orientando su defensa hacia la "libertad de expresión", que para él supone la posibilidad de mentir sin responsabilidad. Es difícil de sostener, desde luego, sobre todo si eres el Presidente de los Estados Unidos y has lanzado a una hueste radical a asaltar el capitolio mientras están votando la victoria de tu rival.
El juicio que se abre es importante para todo el sistema electoral, cuestionado por el trumpismo. Pero va más allá. Es otra pieza de la recuperación de la verdad, un aspecto central de la vida política democrática, que es lo que este tipo de radicalismo cuestiona. Cualquier cosa es válida para alcanzar el poder. El avance del autoritarismo en todo el mundo a manos de populismos de todo orden hace muy necesario que la verdad y los hechos queden establecidos y sean protegidos de los mecanismos mentirosos para conseguir el poder. En un universo mediático como nunca ha conocido el mundo, la necesidad de amparar a la frágil verdad es imperiosa. Si no se corrigen estas tendencias hacia la mentira estamos condenados a vivir y tomar decisiones bajo constante manipulación.
Me quedo finalmente con una reivindicación de un mundo real:
"The Earth is round. Two plus two equals four. Joe Biden and Kamala Harris won the 2020 election for President and Vice President of the United States," the lawsuit said. "The election was not stolen, rigged, or fixed. These are facts. They are demonstrable and irrefutable."
A veces hay que regresar a lo más básico, volver al punto de partida. Es la única forma de volver a encontrar el camino. Todo lo que sea reflexionar sobre este universo que hemos construido, donde la tecnología y lo posible sustituyen a lo moral y lo real nos beneficia. Lo peor de todo, como muestra lo ocurrido, es aceptar cualquier mentira si nos beneficia. El gran escándalo no es que Trump mintiera y los medios afines propagaran mentiras. El gran escándalo es que sabiéndolo pudieran arrastrar a más de 70 millones de votantes, muchos de los cuales siguen sin aceptar que el gran fraude esta en ellos, convertido en terminales de la maquinaria de la mentira.
Sí, la Tierra es redonda. Pese a las evidencias, tenemos repartidos por el planeta los que creen que está hueco o los que siguen sosteniendo que es plano.
No me resisto a poner una especie de epílogo a este texto, derivado de la publicación en La Vanguardia de una noticia, la salida de Donald Trump del sindicato del espectáculo que estaba tramitando su expulsión:
El sindicato de actores de Hollywood tiene un miembro menos. Antes de que le echen, Donald Trump se ha dado de baja. “Les escribo en relación a la audiencia del llamado comité disciplinario convocado para revocar mi pertenencia al sindicato ¡A quién le importa!”, responde en una expresiva carta el expresidente de Estados Unidos a la notificación de la apertura de un expediente que, en efecto, podía haber acabado con su expulsión de la poderosa organización, SAG-AFTRA, que representa a actores, presentadores, periodistas, técnicos y otros miembros de la industria del entretenimiento.
Trump, sin embargo, parece dolido y en la misiva, dirigida a la actriz y presidenta del sindicato Gabrielle Carteris (Melissa, en Sensación de vivir) no puede por menos que reivindicar su carrera en el mundo del cine y la pequeña pantalla. “Estoy muy orgulloso de mi trabajo en películas como Solo en casa 2, Zoolander y Wall Street: El dinero nunca duerme, además de shows de televisión como El príncipe de Bel Air, Saturday Night Live y, por supuesto, ¡el programa de mayor éxito de la historia de la televisión, El aprendiz, por solo nombrar unos pocos!”. Trump defiende que ha contribuido a crear numerosos puestos de trabajo en el sector, incluida su detestada CNN, y se proclama salvador de la industria de la televisión: “Se decía que estaba muriendo hasta que yo me metí en política”, sostiene.
Hace unas semanas, la junta del poderoso sindicato decidió abrir un expediente disciplinario a Trump por "atacar los valores" del sindicato e “incitar el ataque al Capitolio de EE.UU.”, el mismo cargo por el que fue reprobado y el Senado lo juzgará la próxima semana, además de por su “temeraria campaña de desinformación dirigida a desacreditar y amenazar la seguridad de los periodistas”. “Hay una línea directa entre su falta de respeto por la verdad y los ataques perpetrados por sus seguidores" contra la prensa, defendió Carteris.**
Sus fantasías narcisistas ya no convencen a nadie, pero son pequeños detalles que nos muestran al rey desnudo al que ya nadie teme, una vez caído, señalarle sus vergüenzas. El poder hace mucho, pero no dura siempre. Trump lo está experimentando, por más que no lo esté procesando. Pero llegará el momento en que, le guste o no, sus fantasías choquen con un muro que se imposible ignorar. Es cuestión de tiempo.
Si la demanda prospera, el golpe para Trump, el trumpismo y los medios que les han apoyado será muy fuerte. Insistirán en las conspiraciones, por supuesto, pero habrán aprendido una lección, especialmente los medios, que están en un punto intermedio entre los políticos mentirosos y los votantes deseosos de ser engañados.
* Oliver
Darcy "Voting technology company Smartmatic files $2.7 billion lawsuit
against Fox News, Rudy Giuliani and Sidney Powell over 'disinformation
campaign'" CNN 4/02/2021
** Beatriz Navarro "Trump abandona el sindicato de actores de Hollywood antes de que le echen" La Vanguardia 5/02/2021 https://www.lavanguardia.com/internacional/20210205/6224512/trump-abandona-sindicato-actores-hollywood-le-echen.html
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