martes, 9 de febrero de 2021

¿Qué está ocurriendo con la democracia?

Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Algo está ocurriendo, algo grave que necesita ser examinado por aquellos que tengan capacidad y credibilidad para ser escuchados. Es urgente. Pero no es sencillo ser escuchados sobre los efectos a los que están engarzados en el centro del problema.

Los ojos se fijan en lo ocurrido el 6 de enero en el Capitolio, pero si miramos alrededores vemos igualmente demasiados signos del deterioro democrático generalizado. Imágenes de protestas de la represión consiguiente en un círculo vicioso se nos muestran cada día; cuestionamiento de las elecciones, desinformación y falsedades, luchas más allá de lo habitual y abandono de las formas democráticas.

¿Qué ha cambiado? No debemos cometer el error simplificador, la tentación de atribuirlo a una sola causa. Es un cambio complejo, una mezcla de factores en lo que es la enorme complejidad de las democracias.



Hubo un tiempo —todavía hay una parte del mundo que así lo siente— en que el anhelo político de los ciudadanos era poder disfrutar de la democracia plena, de un sistema de libertades con una reglas de juegos definidas y unos límites. Hoy esto es cuestionable y mucha gente prefiere vivir en un sistema paranoide y autoritario, de demonización del otro y con raíces en un mundo falso y enfermizo.

La cadena CNN nos ofrece un análisis de la entrevista realizada en la Fox news a Liz Cheney, la congresista norteamericana sometida a persecución desde que decidió votar en favor del impeachment de Donald Trump. "I think this vote and conference made very clear, we are the party of Lincoln, we are not the party of QAnon or anti-Semitism or Holocaust deniers, or white supremacy or conspiracy theories. That's not who we are", explica la congresista. Chris Cillizza, el autor del comentario de la entrevista, escribe: "Truth is: You can't be both". Y, efectivamente, esa es la realidad.



El Partido Republicano se nos ha mostrado como plagado de grupos que actuaban en la sombra, grupos como los señalados, repudiados anteriormente que ahora se han incrustado en el tejido político radicalizándolo y llevando a un personaje como Donald Trump a la cima de la superpotencia mundial. Autoritario y sembrado de conflictos, alentador de dictaduras por el mundo, y promotor de la salida de los Estados Unidos de los foros de acuerdos, creados —según él— para debilitar al país.

El asalto al Capitolio es la culminación de un proceso de radicalización que ha querido deslegitimar a la totalidad del sistema institucional norteamericano conforme se iba confirmando, estamento por estamento, la victoria incontrovertible de Joe Biden. La negación a aceptar la victoria del rival y la consiguiente expansión de rumores descalificadores han creado una erosión sin precedentes y ha sido imitada ya.

Por todo el mundo podemos observar la tendencia autoritaria ascendente y que gana adeptos en cada elección. El radicalismo se vende cada día mejor en unas sociedades en las que las turbulencias se han constituido en normalidad. Las dictaduras aumentan su violencia represiva garantizándose el poder con la fuerza y muchos países pierden los principios anteponiendo los intereses estratégicos y económicos.



El fenómeno de la atomización de los mapas políticos es general y surgen, como si se tratara de empresas a la busca de un mercado, en cada elección nuevos agentes que prueban estrategias para conseguir el voto llamando la atención mediante el radicalismo. La división del mapa político tiene como consecuencia la imposibilidad de alcanzar acuerdos que pacifiquen la vida política. Esta queda convertida en un escenario de lucha feroz a lo largo del tiempo entre elecciones, momento en que se recogen los frutos sangrientos de esa descalificación constante. En vez de alentarse la convivencia y el acercamiento de posiciones, la  nueva estrategia generalizada apuesta por lo contrario, una vida en lucha que afiance la entrega incondicional a una causa por parte de un electorado al que se convence de la necesidad de arrasar para hacer desaparecer a los contrarios a los que se ha definido como enemigos desde una perspectiva específica, ya sea económica, religiosa o étnica. Las consecuencias son el manejo del racismo, la xenofobia, el fanatismo religioso, etc. como armas habituales que se muestran claramente o se insinúan, como han sido los coqueteos de Trump alentando a los racistas, algo que ya causó muertes antes del suceso del Capitolio.

La burla de los asaltantes de la propia institución asaltada, su recorrido humillante por los despachos ocupando los asientos y fotografiándose como dueños y señores del espacio simbólico de la democracia, es una imagen con la que los norteamericanos tendrán que convivir durante décadas.



Que el Partido Republicano siga manejado por todos esos movimientos citados por Liz Cheney nos muestra el alcance de la perversión de los ideales democráticos en el reinado de de Trump. En él encontraron el patán amoral, ignorante de cualquier otra dimensión política que no fuera la del "poder", capaz de arrastrar con sus iniciativas a la gente a manifestarse por todo el país bajo las consignas del "MAGA".

Lo ocurrido en Estados Unidos, lo hemos expresado en diversas ocasiones, requiere de un análisis profundo. Lo preocupante es que, tras cuatro años en el gobierno, consiguiera todavía 70 millones de votos, lo que nos muestra un preocupante estado de su electorado, apoyando fórmulas de este tipo. Esta por ver si la administración de Joe Biden es capaz de romper la ilusión protectora bajo la que viven esos millones de personas, sobre las que se han establecido todo tipo de teorías explicativas.



Quizá ha llegado el momento de revisarlas, eliminar las inútiles y conservar las que pueden ofrecernos explicaciones. Desde mi punto de vista, no basta con pensarlo desde el punto de vista tradicional, sino que hay que introducir factores de diverso sello hasta convertirlo en el resultado de los cambios más profundos que han afectado a las sociedades contemporáneas desde los años 70 en adelante. No son solo aspectos políticos directos, sino muchos otros que tienen que ver con la propia evolución social, con las transformaciones profundas que se han ido produciendo desde entonces y que han causado esta divergencia.

Es importante —y no siempre es fácil— distinguir entre efectos y causas. Los efectos los vemos cada día; las causas están en movimientos subterráneos, profundos, y tienen que ver con las grandes transformaciones que han modificado nuestra vida y nos lanzan en brazos de este tipo de fenómenos. De la creación mediática a los cambios en economía, educación o nuestro sentido de lo global, todo ello se ha modificado en las últimas décadas y ha hecho que seamos hoy los que somos, que tengamos hoy unas tensiones y respuestas distintas a las que teníamos antes.

Las democracias se convierten en espacios de lucha sin límites, erosionando principios e instituciones y las dictaduras adquieren cada vez más apoyo entre aquellos que deberían rechazarlas. Los modelos autoritarios también han adquirido una retórica específica, unos discursos del miedo que las justifican y propagan. La capacidad de envolver con la información a los ciudadanos es cada vez más sofisticada y poderosa. Del Big Data a la Inteligencia Artificial, del monitoreo constante a la comunicación personalizada, cada vez hay más herramientas de control y presión.



En este escenario global, la información juega un papel esencial. Por eso el debate sobre el papel de la "verdad" (como señaló el presidente Biden en su discurso de toma de posesión) se convierte en un valor sustancial. Los debates sobre la pos verdad, los hechos alternativos y otras fórmulas usadas para describir la lucha por crear una "realidad" envolvente en la que dejar sumergidos a los ciudadanos para poder arrastrarlos no son meros juegos.

La cuestión de si se trata de un "retroceso" o si, por el contrario, se trata de un avance hacia un nuevo modelo de gestión autoritaria no es una mera cuestión técnica. Los que creen que esto es una forma de "tercermundismo", de "republica bananera", como algunos han señalado, ignoran que el futuro de nuestras sociedades avanzadas se percibe cada vez más vigilante, controlador, intrusivo y con desprecio de los valores personales, que han de ser imperfectamente protegidos porque este mundo tecnológico, económico y policial va siempre por delante en recursos y acciones.

Creo que son muchos los factores que entran en juego. Pero lo cierto es que si las personas y pueblos que desean vivir democráticamente, entendiendo esto no como una forma de conflicto permanente donde todo vale, sino como un espacio de convivencia, respeto y principios básicos compartidos, de búsqueda de estados aceptables y mejorados para el conjunto de la sociedad, no defienden estos valores, el futuro se presenta bastante oscuro.



* Chris Cillizza "The 11 most important lines from Liz Cheney's blockbuster Fox News interview" CNN 9/02/20221 https://edition.cnn.com/2021/02/08/politics/liz-cheney-fox-news-sunday-donald-trump/index.html

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