Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El periodista de La Vanguardia —un periódico que está de aniversario y con unos buenos estándares— y profesor de Periodismo, Salvador Enguix Oliver, publicó el pasado día 8 algo muy necesario en estos tiempos de crisis generales, pero también de crisis parciales y sectoriales.
Tenemos
lo que afecta a todos y lo que, además, afecta a unos sectores más que a otros;
tenemos crisis temporales y fines de ciclo, es decir, sectores que estaban
condenados antes y que la pandemia ha acabado de enterrar. Tenemos también
crisis que la pandemia ha ayudado a superar intensificando canales y abriendo
puertas, marcando direcciones. Hay de todo, lo que nos da cuenta de la enorme
complejidad de nuestra sociedad instantánea, interconectada y global.
Es sorprendente
—lo comentábamos hace unos días con otra cuestión— la persistencia en seguir
analizando las cuestiones de forma estática y no dinámica, por un lado, y de
forma aislada y no sistémica. La realidad, posteriormente, nos va colocando en
su sitio.
Hay un
cuarto elemento que se debe tener en cuenta: el carácter mediático de nuestra
sociedad. Esa interconexión de la que hablaba no solo se establece por las
conexiones físicas (carreteras, líneas aéreas, de ferrocarril, las
concentraciones urbanas, la proliferación de asociaciones, grupos, etc.) sino
que se produce mediante los intercambios de información que los medios
facilitan y promueven.
La Sociedad
de la Información es la de la conversión digital, la desmaterialización que
convierte a un código binario todo aquello que puede absorber precisamente
para poder difundirlo a través de los canales digitales haciendo posible la
extensión y la instantaneidad de la situaciones.
Esta
sociedad de convergencia digital es la que permite que pueda estar leyendo este
texto en estos momentos, que abra una videoconferencia con sus familias o que
acceda a una clase online. Hace unos días descubrí cómo eran los nuevos sellos
para enviar un sobre por correo; tuve que descubrir dónde había un
"estanco", localizar un buzón...
La
prensa es el primer medio moderno.
Surge a mediados del siglo XVIII y tiene su periodo dorado a lo largo del XIX y
parte del XX. Sufre una primera crisis con la aparición de la Radio y una mayor
con la aparición de la TV. Ambas, Radio y Televisión, se nutrieron de los
periodistas, una profesión que, a su vez, era una mediación entre unos sectores
sociales y una nueva agrupación a la que daba forma: el público, la audiencia,
las personas que se agrupan a su alrededor y pasan a tener algo en común, los que reciben finalmente la información (que
sigue circulando por medios personales, como la charla, las reuniones de
casino, cafetería o encuentros casuales en la calle...). Todo ello da lugar a
la "opinión pública", algo que hoy llamaríamos una especie de
"foro" de intercambio que debate y se expresa a través de medios
diversos, de la carta al director al artículo publicado.
La
Prensa se fue diversificando y buscando públicos en unos tiempos en los que la
alfabetización no estaba extendida, algo que se fue desarrollando según el
grado de progreso y de compromiso con la educación pública, que sacó la Prensa
de las elites.
Prensa
y periódicos no son lo mismo. La Prensa realiza una función informativa que mantiene un determinado estado de atención,
opinión y debate en la sociedad con sustanciales diferencias entre los grupos
de intereses diversos. El periódico es el soporte material con el que se
distribuye la información, sujeto a condicionamientos de extensión, precio, velocidad de distribución,
almacenamiento, etc. Confundir medios y funciones no suele ser bueno en los análisis.
La función informativa del Periodismo se puede ejercer a través de diferentes
medios y soportes.
El
soporte, previamente, era determinante. Hoy ya no lo es tanto precisamente por
la otra convergencia, la mediática, que se suma a la digitalización. Hoy
vivimos en la época de los medios convergentes, multimedia. Un
"periódico" (significa que sale con periodicidad, es decir, con una frecuencia
determinada, al igual que el término "diario": periodicidad diaria),
puede hacernos llegar su información a través de medios y formatos distintos. La
página web de un "diario" informa a través de podcast, vídeos, gráficos
dinámicos e interactivos. Podemos ver y escuchar a su nuevos
"columnistas" (la columna es una metáfora de la escritura en la
página) a través de vídeos, podemos interactuar con ellos a través de los
comentarios. El "periódico" ya no es "periódico", puesto
que no hay "cierre", está generando durante las 24 horas noticias y
el periodista puede actualizar su artículo, como vemos con frecuencia, algo que
anteriormente no era posible. Lo escrito quedaba; hoy lo digital es cambiante y
muchas veces desaparece. En otras ocasiones, puede reaparecer gracias a los automatismos
que hacen que si un texto es muy consultado sea "llevado" a lugares
de mayor visibilidad aumentando su vida independientemente de los otros
artículos. Ya unidad —lo dijimos hace muchos años— ya no es el "periódico",
que ante unía todo los artículos por el soporte; la unidad es el texto, al que
se enlaza directamente para desesperación de los responsables, que llegaron a
boicotear los "enlaces directos", los deep links, para que todo el mundo tuviera que pasar por su página
principal, algo esencial a efectos publicitarios, pues el viejo modelo
jerarquizaba las páginas para la tarifación publicitaria. Tuvieron que dejarlo
pasado un tiempo.
Hoy
volvemos a la polémica sobre los enlaces a las páginas y sobre quién se
beneficia de ello. Cada cierto tiempo, con cada crisis, los responsables de
cada sector intentan demostrar que su crisis es debida al parasitismo de algunos. Los que elaboran contenidos quieren cobrar
a los que viven de promocionar contenidos, a los agregadores, lugares de
concentración que los usuarios prefieren por comodidad. Unos responden que les
deberían pagar por redirigir a los usuarios a los lugares de información; otros
sostienen que les deberían pagar a ellos por elaborar informaciones que dan
vida a los que se limitan a crear nuevas puertas de entrada a las noticias.
Demasiada
complejidad y una tendencia histórica: unos agentes tienden al monopolio
(sistemas operativos, buscadores, suites, correos...) mientras que otros se
atomizan por la fragmentación constante, ya sea por la aparición de nuevos
agentes en competencia o por la debilidad de muchos, incapaces de mantener los
esfuerzos para lograr el producto final, la información.
La información
es cara de producir. Me refiero a la verdadera información. Hoy estamos llenos
de pseudo información: hemos creado personajes que la producen para nosotros
(los Quicos, las Belenes...), la tomamos de las "redes sociales",
reproduciendo vídeos caseros y fotos subidas por los usuarios, que han acabado
gestionando su propio negocio promocional, los influencers, robando protagonismo e ingresos a los medios que antes
ejercían ese papel. Tenemos que los
agentes sociales e institucionales gestionan su propia información
produciéndola muchas veces para los medios, que la reproducen a veces in
retocarlas...
Con
todo ello, la información en los medios, frente al coste de la verdadera información,
se ha vuelto artificial, trivial y repetitiva. Podemos observar en ciertos
canales importantes de TV cómo son líneas aéreas y cadenas de hoteles las que
patrocinan información sobre viajes y turismo, algo que hace dudar de la imparcialidad
y nos impide distinguir lo promocional de lo informativo. Los anuncios se nos
cuelan en los informativos y los países con dictaduras invierten en el
accionariado de los medios asegurándose que serán borrados de la actualidad
informativa de la zona. En las últimas semanas se han producido campañas de
denuncia sobre el lavado de imagen de algunas dictaduras petrolíferas a las que
sonreímos demasiado.
Tenemos
el sorprendente caso de la cadena televisiva que denuncia el aumento de racismo
contra los asiáticos en Estados Unidos en la misma página que publica diversas
informaciones que fomentan esa xenofobia por motivos vinculados con las
competencias entre economías.
La información
está en crisis, como lo están los propios medios por muchos y variados motivos.
El
artículo en La Vanguardia no precisa los motivos de la crisis, pero sí apunta a
las soluciones. Entiendo que el artículo, que no recurre a fuente alguna, por
lo que entiendo que es un diagnóstico y un deseo de marcar el futuro señala:
La calidad será condición fundamental para
generar complicidad con los lectores, cada vez más en un ecosistema saturado de
información. Por calidad entendemos las bases fundamentales que han apuntalado
el periodismo clásico: contraste de fuentes, rigor y búsqueda de la verdad, e
independencia, en contenidos propios y originales.
Esa es ya la gran apuesta de las grandes
cabeceras del mundo, que además ampliarán los servicios más allá de la actualidad
informativa: debates, tutoriales, recomendaciones, consejos, gestión de
servicios, venta de entradas e incluso formación.
El lector buscará
cada vez más rigor y veracidad en los contenidos
La segmentación de audiencias apunta a un
objetivo clave: ofrecer a los lectores aquello que piden, que exigen y merecen.
Los algoritmos lo permiten, y las plataformas digitales también. El lector debe
alcanzar la máxima satisfacción sobre aquello que le interesa, y la obligación
de los medios es dársela.
Esto implica generar canales, secciones
especiales, adaptarse a los dispositivos electrónicos e incluso empaquetar los
contenidos de acuerdo con los intereses individuales. Serán los medios quienes
busquen a los lectores.
En
cuanto al primer párrafo, nada que objetar a la definición de la "calidad".
Sin embargo, los problemas empiezan, como habrán supuesto los hipotéticos
lectores de este texto, desde el segundo. Todo lo que define servicios entra en
colisión con el concepto de "calidad" anterior pues ya está
ocurriendo. La suma de intereses va en detrimento de la propia independencia
del periódico y lo aleja de sus objetivos. Habrá elementos que no afecten pero
también estamos viendo cómo otros están afectando grandemente a los medios.
Pensemos en las campañas orquestadas contra periodistas, causas, etc. por parte
de grupos organizados y hasta gobiernos, como sabemos bien. Hoy vivimos una
verdadera guerra de informaciones a través de los medios. Pensar en los medios
de calidad como entes neutrales, impasibles ante las presiones exteriores, es
ingenuo. La "venta de entradas", por ejemplo, ¿implicará "críticas
positivas" en la sección de Cine-Cultura? Algunos recordarán el despido
del periodista que valoró negativamente una novela publicada por el grupo
editorial que estaba tras el medio. ¿Es "calidad o meterse en la boca del
lobo? Desde que las cadenas televisivas compran los derechos de los deportes,
los informativos se han convertido en formas promocionales, creadoras de
ambiente propicio para atraer más espectadores y poder aumentar los ingresos
por publicidad audiencia. ¿Independencia? Creo que precisamente la tendencia ha
ido y va en sentido contrario. Eso sí, el medio puede pregonarlo a los cuatro
vientos.
La
fragmentación de las audiencias y la información a la carta, una propuesta muy
generalizada, crea precisamente una dependencia, no independencia. Hace que
muchos temas importantes desaparezcan del mapa, mientras que otros triviales
son convertidos en constantes si atraen lectores. La función de los medios
digitales no es la información como objetivo, sino la información como elemento
que agrupa y sobre la que se ejercerá una presión de diverso tipo, mayormente
publicitaria o de influencia de algún tipo, de la económica a la política.
Los estamos
viendo todos los días en todos los medios. La radicalización social, en gran parte,
es la traducción de la segmentación buscada con otros fines, pero que lleva a
la creación de medios y fuentes específicas para mantener al grupo cohesionado.
Los medios de hoy ya no solo compiten con otras cabeceras o con otros
"medios" (pese a la convergencia).
El
futuro no está en medios amplios, desgraciadamente, sino en burbujas en las que
cada uno será alimentado —informativamente hablado— con aquello que refuerce
sus creencias. El futuro, si nada lo impide, será sectario. Es lo que nos ha
mostrado la América de Trump, el encierro y la negación de la verdad. Todo el
esfuerzo de los mejores medios, los más poderosos del mundo, con los mejores
profesionales, los mejores equipos de fact
check, no han conseguido convencer a 75 millones de personas que le
votaron. No han conseguido tampoco a millones de sus votantes que el presidente
Biden no robó las elecciones presidenciales.
¿Independencia?
¿Calidad?... Creo que vamos en la dirección contraria. Muchos medios se han
tenido que radicalizar para mantener sus ingresos, alimentando los odios, las
mentiras y cualquier otro tipo de mecanismo que actúe como refuerzo y que se
traduzca en un "fidelización" de sus seguidores, a los que debe
mantener a todo trance y radicalizar para asegurarse que las fuerzas psíquicas
y sociales funcionan en ese sentido. Por poner un ejemplo, toda ciudad con dos
equipos de fútbol acabará generando dos periódicos y mostrará las bondades del
propio y las debilidades del ajeno. Tradúzcanlo a lo político.
Los
informes de las instituciones internacionales nos hablan de retrocesos en la
libertad de expresión y la situación precaria de los propios profesionales.
Aquí hemos comentando el hundimiento de la prensa independiente, la sumisión al
poder y el fanatismo propagandístico de algún país árabe.
Creo
que cualquier análisis del futuro de cualquier dimensión informativa pasa por
muchos factores sociales. Uno de ellos, básico, es la educación. El futuro
lector no es solo cuestión de los medios sino del tipo de entorno sociocultural
que se genere. La Prensa —con papel o sin papel— será los que sus lectores
exijan y si esas exigencias son triviales, consumistas, radicales, etc.
dependerá de los factores que les modelan. La propia prensa es un elemento modalizante, pero cada vez menos
influyente ante fuerzas de diverso orden, como hemos comentado.
Como
hemos dicho, el mundo es pequeño, instantáneo y global. La información forma
parte de esa suma en cada unos de los tres factores: todo está más cerca, más
rápidamente. Los medios tradicionales y los electrónicos se han visto sacudidos
por la llegada de la digitalización y de la explosión de medios y micromedios.
Pero todo ello no significa mucho si a la gente ha dejado de importarle la "objetividad",
"alguna forma de verdad" y se siente involucrada con un destino común
más allá del grupo reducido que nos rodea. Y eso está ya pasando, provocado en
gran medida por los propios medios que se han desviado de su función empujados
por intereses o por la propia supervivencia.
Hacen falta más artículos dedicados a esto, reflexiones necesarias, como la del profesor Enguix Oliver, para tratar de ir describiendo el suelo que pisamos, que se desplaza con nosotros. Hay que introducir perspectivas y no ignorar el debate necesario. El riesgo es grande. Tenemos demasiados ejemplos delante como para ignorarlos.
La gran opción es la "ilustrada": ¿el periodismo debe aporta información para el debate público, para los grandes problemas, modelando y mejorando la opinión pública o, por el contrario, debe seguir los gustos y deseos, cada vez más a la baja, de unos públicos sometidos a los impactos y tirones constantes de fuerzas que tratan de modelarlo de otro modo? Creo que es ahí donde radica el debate, aunque probablemente no la solución.
*
Salvador Enguix Oliver "Calidad y segmentación, las claves para la prensa
del futuro" La Vanguardia 8/02/2021
https://www.lavanguardia.com/vida/20210208/6203680/140-aniversario-prensa-futuro-calidad-segmentacion.html
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