Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Uno de
las curiosidades que suscitaba la pérdida de las elecciones de Trump y el
consiguiente relevo demócrata en la Casa Blanca era la reacción egipcia —los
primeros en felicitar a Trump cuando fue elegido, según proclamaban
orgullosamente—, pero también la reacción norteamericana hacia "el
dictador favorito" de Trump, Abdel Fatah al-Sisi, según explicó el
expresidente.
Las
relaciones de Egipto con los Estados Unidos son complejas y ambiguas, según
hemos podido ir comprobando en estos años de observación. Egipto ha jugado a
muchas bandas aprovechando que su papel en la zona era cubrir las espaldas de
Israel desde los Acuerdos de Camp David. Las guerras fracasadas contra Israel
cesaron y el Ejército egipcio pasó a ser el mayor receptor de ayudas después de
Israel, alrededor 1.200 millones de dólares anuales. El principio sobre el que
esto se construyo fue precisamente el control del pueblo egipcio, asegurado por
la mano dura del régimen de Hosni Mubarak tras la muerte de Sadat, asesinado en
pleno desfile militar por considerarlo un traidor a la causa y haberse
entregado a "Occidente".
Desde
su salida del poder por el "no-coup" de al-Sisi, los islamistas de la
Hermandad Musulmana no han cesado de intrigar por todo el mundo moviendo sus
piezas en el tablero, presentándose como "víctimas" inocentes y
democráticas, poniendo sobre el fallecido ex presidente Morsi la etiqueta
constante del "primer presidente elegido democráticamente". Pero
Egipto es mucho más complejo que lo que una etiqueta pueda decir. Lo cierto es
que Morsi llegó al poder a través de una serie de engaños y de errores
garrafales de los militares, que jugaron demasiado fuerte y se equivocaron al
no apartarse de la vida pública y tratar de mantener un régimen en el que
pudieran seguir controlando calle y negocios, como se había asentado desde la
época de Nasser en adelante, es decir, desde los inicios de la república en los
50 y en progresivo aumento de su presencia. Ejército, familias, burócratas y
empresarios avezados constituyeron el poder y no estaban dispuestos a
abandonarlo en manos de nadie, ni islamistas ni las fuerzas democráticas que
habían conseguido, de manera diversa, mantenerse alejados del poder.
Obama
siguió una política desastrosa en Oriente Medio durante la Primavera Árabe y,
en especial, en Egipto, donde se manifestaron en las calles contra la
embajadora norteamericana, contra Hilary Clinton -entonces Secretaria de Estado-
y contra el propio Obama. Recuerdo especialmente una pancarta de los
manifestantes en la que se venía a decir "Somos amigos de los Estados
Unidos, pero no del presidente Obama".
Obama
no entendió nada de lo que ocurría en Egipto, ni durante la Primavera árabe ni
posteriormente con el golpe militar, presentado como una
"corrección", un golpe de timón del espíritu de la revolución para "evitar
su instrumentalización" islamista.
Los
islamistas se mantuvieron al margen inicialmente de la revuelta. Como a casi
todos les pilló por sorpresa. Los Hermanos no son demócratas; quieren llegar al
poder y escogen la forma más adecuada. El ejemplo más claro lo tenemos en la
Turquía de Recep Tayyip Erdogan, donde la subida al poder va seguida de un
progresivo desmantelamiento de la democracia y el hundimiento por métodos
diversos de la oposición. La Turquía de Erdogan fue la gran valedora del Egipto
de Morsi, allí fue donde fueron a parar los islamistas a la fuga, junto con
Qatar. Erdogan fue el que más protestó por la caída del gobierno a manos de los
golpistas.
Los
militares supieron manipular a la opinión, que en menos de un año ya se había
dado cuenta del error cometido ante el engaño conjunto de Hermanos y
salafistas, que se hicieron con el 70% de los escaños y empezaron a mostrar sus
"dientes islamistas", mostrando cuáles eran sus objetivos sociales y
políticos. También comenzaron a realizarse negocios (los islamistas tienen
detrás a muchos empresarios deseosos de nuevos negocios con sus amigos de
distintos países) con Turquía.
Obama se
dejó guiar por la idea que ha perdido a los estados Unidos: decidir desde ese
concepto omnipresente llamado "los intereses norteamericanos", algo
de difícil explicación en determinadas situaciones. Esta es un ejemplo de ello.
El gran
problema de la Primavera Árabe fue su falta absoluta de guía y nada se le teme
más que al caos. Gracias a las políticas de Mubarak, la oposición democrática
era prácticamente nula, una sombra basada en pequeños grupos testimoniales y un
nasserismo nostálgico y tirando a socialista. Lo que les llegaba ordenado era
el único grupo formal al margen de los militares del régimen, contra los que se
habían levantado.
Empezó
la sutileza de decidir si se habían levantado "contra Mubarak" o
"contra el régimen". Lógicamente las fuerzas del régimen ofrecieron
primero la cabeza del presidente Mubarak a ver si la gente se contentaba con
esto. Pero pronto se vio que no era suficiente. Fue entonces cuando los
islamistas empezaron a jugar fuerte, a ofrecerse como la alternativa al caos. Y
les creyeron. Si se tenía como aliado a países retrógrados, integristas, como
Arabia Saudí, ¿qué problema había en tener a los islamistas egipcios? Pero el
problema es mucho más complicado que eso y se vio rápidamente en cuanto
llegaron al poder y Morsi comenzó a desplegar su programa oculto, especialmente
para el que no quería verlo.
Hoy,
con la llegada de Biden al poder, la política entre Estados Unidos y Egipto no
puede necesariamente ser la misma. Obama se lavó las manos y dejó Egipto a su
suerte. Trump, por el contrario, disfrutaba con un dictador amigo y tampoco le
importaba mucho Egipto, como señalamos en repetidas ocasiones. Era ocasión de
salir, ser adulado y hacer negocios. A los republicanos les gustaba eso y
además no había problema en la política de protección a Israel, además de
despreocuparse por la represión política y las violaciones constantes de los
derechos humanos, que aparecían en las condenas de foros internacionales, del
Parlamento Europeo a las Naciones Unidas.
Leemos
en Ahram Online las primeras respuestas a los cambios de la administración
Biden y del nuevo escenario con los demócratas. El artículo lleva por titular "Egyptian
MPs criticise US Congressman Tom Malinowski for supporting Muslim
Brotherhood" y explica:
Head of Egyptian parliament's Human Rights
Committee Tarek Radwan sharply criticized US Congressman Tom Malinowski for his
support of Muslim Brotherhood activists and political Islam movements.
In a statement issued on Saturday, Radwan said
the attempts being exerted by Tom Malinowski - a Democratic party member of the
House of Representatives - to open the doors of the US Congress before members
of Muslim Brotherhood are totally rejected. "Malinowski has recently
announced the formation of the so-called Egypt Human Rights Caucus, and wants
to use this forum to allow members of the Muslim Brotherhood to hold hearing
sessions and conferences inside the US congress on the situation of human
rights in Egypt," said Radwan, adding that "the step is a dangerous
development because it represents a violation of the UN Charter which states
that no country has the right to directly or indirectly interfere into the
internal and external affairs of any other country."*
Cuando alguien cita la cuestión de los derechos humanos en Egipto, la respuesta del gobierno egipcio y sus instituciones es siempre la misma: la Hermandad Musulmana es la que está detrás. El mensaje es ya reiterativo y más destinado al consumo interior que al mundo exterior.
Los argumentos son bastante peregrinos, ya que pedir el respeto de los derechos humanos no es realmente interferir en los asuntos de otro país. Es más, es un ejercicio de hipocresía realmente notable, más viniendo del presidente de un Comité de Derechos Humanos.
Se vuelve de nuevo a las excusas de la intervención de la Hermandad Musulmana, la mala interpretación de lo que ocurre en Egipto y de la conspiración mediática, que suelen ser los más utilizados, juntos y por separado.
Es aquí cuando se pagan caras las medias tintas como las actitudes mantenidas hacia el régimen egipcio por parte de países que anteponen los negocios, como ha ocurrido con la Francia de Macron y la Italia de alguien, con las compras de material militar. Unas cuantas compras egipcias parecen calmarlo todo. Pero ya no es todo tan sencillo, pues la política exterior norteamericana es probable que empiece a actuar de forma distinta con Biden en la Casa Blanca.
En la página oficial del congresista Don Beyer, el otro firmante de la iniciativa para la creación del grupo de apoyo a los Derechos Humanos en Egipto podemos leer cuáles son los principios que les guían, entre los que no se incluye en ningún momento la mención de la Hermandad Musulmana, como señalaba el presidente de la Comisión de Derechos Humanos del parlamento egipcio, defensor de que en Egipto no pasa nada y se cumplen los estándares.
Publicada en la página institucional de Don Beyer, la situación de Egipto respecto a los derechos humanos se explica así:
Today, Reps. Don Beyer (D-VA) and Tom
Malinowski (D-NJ) announced the formation of the Egypt Human Rights Caucus to
mark the 10th anniversary of the Egyptian revolution.
“The Egyptian people’s hopes for
self-determination, freedom, and social justice inspired the world in 2011.
Unprecedented repression and grave human rights violations have not
extinguished those hopes,” Rep. Beyer said. “Egypt remains a key ally, but its
human rights record – including the years-long detention of my constituent, Aya
Hijazi – remains a major concern, and we must stand up to demand better of our
closest allies.”
“American interests have not been served by a
policy of unconditional support for the Egyptian military, while downplaying
the military-led government’s human rights abuses, corruption, and mistreatment
of American citizens,” said Rep. Malinowski. “The Egypt Human Rights Caucus
will reflect and help shape the growing consensus in Congress that we need to
rebalance our relationship with this important country."
Both Members of Congress previously served in
the U.S. State Department, and have been vocal supporters and advocates for
human rights in Egypt. They look forward to building the caucus membership in
the coming weeks on a bipartisan basis.
The human rights community welcomed the
announcement of the caucus.
Human Rights Watch: “The formation of the Egypt
Human Rights Caucus speaks to the urgency of the human rights situation in
Egypt, and is a welcome development. Egyptian President Abdel Fattah al-Sisi is
presiding over one of Egypt’s worst human rights situations in decades, and
Members of Congress, and this new caucus, have a vital role to play to
encourage the prioritization of human rights across all facets of U.S.-Egyptian
relations.”
The Freedom Initiative: “We’re grateful that
Congress is signaling that respect for human rights must be a priority for the
U.S. relationship with Egypt. We’re optimistic that it can play a role in
recalibrating U.S.-Egypt bilateral relations to prioritize accountability and
respect for basic human rights.”
Project on Middle East Democracy: “For too long
U.S. policy has overlooked the human rights abuses of the Egyptian regime. We
welcome the creation of the Egypt Human Rights Caucus and we hope it will work
to create a strong relationship with Egypt and its people built on the
foundation of democracy and human rights.”
“We are absolutely thrilled that Congress is
recalibrating its approach to its relationship with Egypt, moving away from
blank checks of support for President Sisi’s vicious crackdown on civil society
and political discourse and toward upholding respect for the rights and dignity
of the Egyptian people. We hope that the caucus can play a role in centering
this relationship around the wellbeing of all Egyptians going forward,” said
Philippe Nassif, Advocacy Director for the Middle East and North Africa at Amnesty
International USA.**
El problema egipcio es variado. Los militares han descabezado cualquier grupo social que no suponga su aceptación histórica e institucional. Ellos son el "estado", concepto que se invoca de continuo frente al caos que representan los derechos humanos y los islamistas. Por ello no deja de ser triste que la única alternativa que se le da al pueblo egipcio sea elegir entre una dictadura militar, un movimiento islamista represivo igualmente autoritario o el caos.
Tanto los militares como los islamistas se mantuvieron a cierta distancia cuando estallaron las primeras revueltas. Querían saber de qué iba "aquello", qué se pedía. ¿Sería algo así como la revuelta por la subida del pan, que había ocurrido antes? El gran drama es que en Egipto no se ha dejado crecer una alternativa a la represión y el autoritarismo que anida en las opciones visibles. Pero la oportunidad que representaban los jóvenes se diluyó por falta de liderazgo real y eliminación de los candidatos que podían haber tenidos aceptación general, como ocurrió con El-Baradei, que se distanció en cuanto que vio que el "no-coup" militar llevaba a una masacre.
Desgraciadamente, la mentalidad egipcia se aferra a las figuras más que a las ideas, programas o principios políticos. Bastan un líder fuerte y un enemigo para construir un sistema político de control. La sisimanía elevó al militar al papel de salvador, de enviado a liberar a la patria de los demonios islamistas. Los islamistas no son fiables, desde luego. Esperan siempre al acecho. Pero las fuerzas que se podrían haber agrupado en torno a una idea liberal, no autoritaria, de convivencia, democráticas, fueron despiezadas, anuladas por unos y otros, especialmente para deshacer los obstáculos en el camino de al-Sisi y el régimen que se sostenía en él.
Estados Unidos cometería un enorme error si para exigir mayor democracia a sus aliados, como dice el texto del congresista Beyer, se amparara en la Hermandad Musulmana, cuyas raíces y desarrollo autoritario están demostradas y son patentes allí por donde van. Es hora de que se tenga en cuenta lo que se dejó por el camino, los derechos humanos, la democracia y la modernización institucional egipcia.
El acento del escrito se pone allí donde más puede doler: el dinero que el ejército egipcio recibe y la base de muchas cosas poco claras. Exigir a los beneficiarios de ayudas que sean capaces de comprometerse no solo con los intereses norteamericanos sino con los "principios norteamericanos" es una exigencia obvia para la credibilidad del sistema y de la administración Biden, que no puede seguir manteniendo la impasibilidad ante el "dictador favorito" de Donald Trump.
Los índices internacionales sobre derechos humanos de Egipto son bajísimos y está bajo constante escrutinio de todo tipo de organismos y organizaciones. La represión es constante y casos como el Giulio Regeni, por poner solo un ejemplo, no ayudan a mejorar la imagen internacional, una obsesión del régimen que no quiere ver comprometida su imagen prefabricada.
La época Trump les dio un pequeño respiro respecto a lo que más les importa, no perder el apoyo financiero de los Estados Unidos. Pero cada vez que se critica la realidad egipcia, las respuestas son las mismas: cualquier crítica viene de los escondidos Hermanos que están tras ellas. La teoría conspirativa es dada por un hecho y existe una conspiración universal contra Egipto que sirve para explicar desde la caída del imperio de los faraones hasta la actualidad.
Es evidente que la administración de Biden no puede mantener la misma actitud que la de Trump, pero tampoco la de Barack Obama, en gran parte responsable de lo que ocurrió después. Obama es visto como un enemigo en gran parte de Oriente Medio, por unos y por otros. Su mayor error fue pensar que la única situación es la que garantizada por grupos estables. Este ha sido el argumento de "nosotros o el caos", esgrimido por militares e islamistas. Turquía fue considerado un ejemplo de islamismo: democracia, OTAN y aspirante a la Unión Europea. Pero pronto se vieron las garras de Erdogan, su desmantelamiento de la democracia turca, su persecución a los opositores y su juego indecente con el terrorismo y la emigración amenazando Europa en cada momento que se le recrimina. La Turquía de Erdogan apuntó hacia el sur, hacia una nueva forma de imperio otomano, buscando el prestigio que da el poder en la zona. Turquía ya no es modelo de nada.
Queda por abrir la débil posibilidad de la creación de nuevos grupos de talante democrático, pero es sumamente complicado, tanto por la tradición como por la persecución por unos y otros de cualquiera que les limite su carácter opcional, el "no hay otra cosa" o "este es mejor que el caos".
La democracia plena no interesa a ninguno de los que tienen el poder o aspiran a ello. Precisamente por la propia forma de manejo de lo social, lo que lo evita. En una sociedad de favores, donde la importancia está en las relaciones, con décadas de corrupción institucional, no es fácil convencer a nadie a que confíe en las instituciones y en la ley. Este carácter es el resultado del propio desarrollo histórico por décadas sin confianza alguna en las instituciones y observación directa de que funcionan mejor si estás bien relacionado. El ejemplo reciente de los jóvenes ricos violadores y de cómo la justicia pasó del caso hasta que la gente se organizó para denunciar su impunidad es muy claro. Podrían citarse otros casos de diversa índole que periódicamente le acaban estallando al gobierno entre las manos.
Los egipcios tienen muestras continuas de esta arbitrariedad institucional que te demuestra cada día que las cosas te pueden ir bien si te comportas de una manera o muy mal si te comportas de otra. Es tan sencillo como eso; es una forma de aprendizaje político que te muestra que el poderoso siempre estará arriba y que si cae, siempre lo hará de pie.
Los intentos de democratización necesitan de personas con espíritu democrático y de instituciones sólidas y por encima de las personas que las ocupan. Sin embargo, el triste destino egipcio parece ser caer en manos de unos u otros. La única forma de resolver esto sería precisamente con un apoyo exterior a fuerzas democráticas, a las que hoy por hoy se ataca desde uno y otro lado.
La estrategia del régimen es vincular con la Hermandad Musulmana a todo el que critique el sistema de derechos humanos. El aparato egipcio ha hecho una lectura perversa del desastre del asalto al Capitolio, fundamentado en su querido Donald Trump, el amigo del presidente. La lectura iba por la incapacidad occidental para decir a los demás lo que deben hacer o no, que es precisamente la lectura de las dictaduras para evitar las críticas.
El argumento insólito del diputado egipcio, presidente del Comité para los Derechos Humanos, es que un país no puede interferir en los hechos de otros, pero ¿hay mayor interferencia que dar 1.200 millones de dólares a un gobierno? Lo que hace ahora Estados Unidos se hizo ya anteriormente por los comités de la Cámaras norteamericanas: decir que en Egipto se incumplían los derechos humanos y que no parece muy adecuado que un país que se dice democrático financie una dictadura represora.
No hace falta la intervención de la Hermandad (siempre al acecho, por otro lado). Basta con dejar de actuar como lo ha hecho Donald Trump. Pero hace falta que de Egipto salgan figuras que desde fuera (desde dentro acabarían mal) se conviertan en referentes para un desarrollo democrático. Es peligroso, como hemos podido apreciar con el asesinato de estado del régimen saudí, otro aliado al que habrá que revisar las actuaciones, cometido contra el periodista exiliado Jamal Khashoggi, otro caso reciente y en donde la ONU ha dejado claro su origen.
La estrategia del gobierno egipcio es protestar lo suficiente como para no quedar en evidencia silenciosa y pasar a mostrar la "necesidad" norteamericana de seguir alimentando a su ejército para evitar más conflictos en la zona.
En Oriente Medio hay que elegir muchas veces entre lo malo y lo peor. Lo triste, de nuevo, es la falta de alternativas visibles a las que poder apoyar. Cada vez que se intenta algo sólido y con posibilidades de viabilidad lo descabezan unos u otros. Si se muestra apoyo, tampoco es fácil, pues serán acusados de "estar vendidos a Occidente", algo que ocurre en cuanto hablas de democracia. Los mismos grupos feministas ya saben lo duro que es tratar de llevar ideas de igualdad y, por ello, ser acusadas igualmente de todo lo que se les ocurra, de ser enviadas de occidente a tratar de destruir la familia islámica perfecta. Los más débiles son los que apoyan, bajo su propio riesgo, las libertades. Tristemente, las oportunidades previas han demostrado que las libertades y la modernización acaban siendo un objetivo de muy pocos.
Hay una generación a la que se enterró en 2011 y que todavía tiene mucho que hacer y decir. Pero la desmoralización por el rechazo interno y el olvido exterior ha sido para ellos una experiencia traumática y, lo peor, el convencimiento de que no existe más camino que el individual, el que cada uno se trace.
Egipto tiene que tener futuro más allá de ser gobernados siempre de forma autoritaria. Para eso hace falta un cambio interior, difícil, pero también un cambio de perspectiva exterior que ayude a salir hacia nuevos y mejores espacios. Es posible, difícil pero posible.
* Gamal Essam El-Din "Egyptian MPs criticise US Congressman Tom Malinowski for supporting Muslim Brotherhood" http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/402470/Egypt/Politics-/Egyptian-MPs-criticise-US-Congressman-Tom-Malinows.aspx
** Don
Beyer "Reps. Beyer and Malinowski Announce Formation of Egypt Human Rights
Caucus" 25/01/2021 https://beyer.house.gov/news/documentsingle.aspx?DocumentID=5025
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