jueves, 4 de febrero de 2021

Lo que no nos gusta escuchar

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Hay muchas maneras de informar sobre la pandemia. Un año de inundación mediática, de un flujo constante de información en unos medios que mayoritariamente desestiman la información científica, que tienden a buscar el lado atractivo o espectacular de las "noticias". Hay que separar los "hechos", lo que ocurre, de lo que se recoge conforme a diferentes criterios de valoración o filtrado, que se convierten finalmente en "noticias".

Uno de los efectos múltiples de la pandemia es dejar al descubierto nuestra escasa preparación para comprender los aspectos más técnicos o científicos. Las últimas crisis económicas nos han convertido en alumnos de un seminario permanente sobre Economía, un curso acelerado que debíamos realizar para acabar entendiendo lo que se trataba de reflejar en unas secciones especializadas que solo leían previamente algunos interesados.

La pandemia del COVID-19 está teniendo unos efectos similares sobre determinados campos. Primero nos tuvieron que enseñar a distinguir "virus" de "coronavirus"; después aprendimos sobre las formas de lavarnos las manos para mayor eficacia; nos han mostrados las diferencias entre los diversos test para detectarlo...

Pero la idea más complicada es la idea misma de "ciencia", de "investigación", de "experimentos" y cómo interpretar los resultados, de lo que significa realmente la información que nos llega.



Hace unos cuantos años recuerdo que la definición del "periodista" que daban algunos compañeros de áreas experimentales venía a decir, con cierto desprecio, que el "periodista era alguien a quien le explicabas las cosas y luego contaba lo que le daba la gana". Hoy muchos se esmeran por intentar romper esa brecha comunicativa de formas muy diferentes. Hay cursos especializados en "Comunicación de la Ciencia" y hay muchos periodistas que se han especializado en este campo, de la misma manera que gente que trabaja en el mundo de la investigación científica abre sus blogs para salir al mundo exterior. El mundo de la Ciencia ha comprendido la importancia de la comunicación por muchos motivos, incluidos los económicos.

Ahora ha llegado el momento de que nos expliquen algo sobre las vacunas y su funcionamiento, un momento importante porque se están generando malentendidos, como ha ocurrido en muchos momentos anteriores de este proceso.

A diferencia de otros casos en los que la comunidad científica interviene puntualmente para explicar hechos concretos, a lo que asistimos a un proceso, una serie de momentos cambiantes en el tiempo, con dos escenarios, el de la cifras de la realidad y el del mundo paralelo de la carrera por comprender ante qué estamos. Ponerle nombre al virus es un acto de apropiación simbólica, pero no se frena por ello su acción. Pero el proceso comienza con la identificación, con separarlo diferencialmente de otros para saber ante qué nos encontramos. Pero, caprichoso, el coronavirus muta y ahora hablamos de "cepas", de "variantes", etc. que son formas de comprender que la naturaleza es dinámica, cambiante y que nuestros intentos de encerrar en nombres y conceptos no siempre fructifican. ¿Lo entiende la gente?




De vez en cuando me viene a la mente la frase de una amiga periodista, una frase en una conversación de WhatsApp: "la Ciencia nos ha fallado". Revelaba el hundimiento de la imagen estereotipada de la Ciencia, de su funcionamiento y de otras cuestiones que han funcionado como estereotipos. No creo que la Ciencia nos haya fallado; la Ciencia siempre hace lo que puede o, para ser más precisos, los científicos.

Hace unos minutos, escuchaba e la televisión a unos cuantos científicos españoles que trabajan como pueden, con las condiciones que les dejan y con el personal y la financiación que les llevan. Les preguntaban por las vacunas españolas en marcha, que las hay, pero con tal pobreza de medios que resultaba patético enfrentarse a una realidad a la que no estamos acostumbrados a ver, entre otras cosas, porque no se nos enseña, es decir, no importa habitualmente a los medios. Nos contaban que tienen que pedir 60 ratones para sus experimentos, que les cuestan 2.000 euros los que compran en la costa este de los Estados Unidos, pero que si allí no hay, el precio se duplica, 4.000 euros por los 60 ratones. La cosa se complica mucho más cuando tienen que dar el salto a la siguiente fase, que se realiza con macacos. Contaban el dinero que recibían para los estudios sobre las vacunas y lo comparaban con lo que reciben las farmacéuticas que están ahora en boca de todos. Donde los demás tenían cientos de personas trabajando, ellos eran seis, supongo que incluyendo algún que otro becario. Si lograran una vacuna, finalmente, habría serios problemas para producirla aquí. Sin embargo, las investigaciones españolas captan el interés exterior, por hacerse con esos trabajos. Lo hacen con poco dinero, se aprovechan si es bueno y eliminan competencia. Si no conduce a ningún sitio, se lo han ahorrado.




Ahora se ha desplazado todo el interés hacia las vacunas. Los políticos, los economistas, etc. las incluyen en sus cálculos y previsiones de futuro. Pero, de nuevo, corremos el riesgo de leer lo que queremos ver y no lo que necesitamos saber realmente sobre la cuestión de las vacunas.

Ayer hablábamos aquí de la "guerra" de las vacunas. Pero ahora llega un momento difícil, el de que la gente entienda qué son las vacunas y qué suponen para el comportamiento del coronavirus y, por tanto, para nuestra propia conducta, para nuestras relaciones. Mencionamos ayer la pregunta en la CNN, ¿cuándo estaré inmunizado, cuándo podré viajar? Hay el sentimiento de que una vez vacunados el mundo se transforma en seguro —una palabra que ha crecido en presencia y en ambigüedad simultáneamente— y nosotros en invulnerables. Los medios juegan constantemente con esta idea porque atrae por la necesidad de luz en el túnel que vivimos. Pero si no se ajusta la realidad a las expectativas corremos el riesgo de una desinformación peligrosa.




En la BBC se nos ofrece una información extensa sobre las vacunas. Creo que no es casual, Reino Unidos es ahora mismo el país que más vacunas ha puesto y se enfrenta al hecho de que nuestra forma de interpretar la vacunación provoque nuevos problemas. El artículo lo firma Zaria Gorvett y lleva un titular muy directo al problema, sin rodeos, "Can you still transmit Covid-19 after vaccination?". La respuesta a esta pregunta es fundamental para establecer el comportamiento de los vacunados. Tras la pregunta, resaltada, una afirmación: "There's no evidence that any of the current Covid-19 vaccines can completely stop people from being infected – and this has implications for our prospects of achieving herd immunity."

Zaria Gorvett, tras contarnos un caso ocurrido en 2009 en Estados Unidos, en el que un niño británico de 11 años, perteneciente a un grupo religioso judío, acudió a un curso intensivo junto a otros niños sobre el talmud. Las lecturas talmúdicas debían hacerse por parejas, frente a frente, leyendo y comentando. Cuando el curso terminó regresaron a sus hogares, como dice la autora del texto, con un compañero inesperado, el virus de las paperas. La consecuencia fueron más de tres mil contagiados. El niño que había llevado estaba vacunado contra las paperas y tuvo síntomas leves y las transmitió a los otros niños de la colonia de estudio y estos la llevaron a sus casas. Explica la autora algo que no nos gustará escuchar: "[...] most vaccines don't fully protect against infection, even if they can block symptoms from appearing. As a result, vaccinated people can unknowingly carry and spread pathogens. Occasionally, they can even start epidemics."*

¿Suficientemente inquietante? Pues sí, sobre todo si el proceso de vacunación se ralentiza y empezamos a tener un pequeño grupo vacunado circulando libremente frente a otro que se vacuna muy lentamente. Y no basta con pedir prudencia, hay que explicarlo.

La BBC lo hace en este artículo: 


There are two main types of immunity you can achieve with vaccines. One is so-called "effective" immunity, which can prevent a pathogen from causing serious disease, but can't stop it from entering the body or making more copies of itself. The other is "sterilising immunity", which can thwart infections entirely, and even prevent asymptomatic cases. The latter is the aspiration of all vaccine research, but surprisingly rarely achieved.*

 


La gente tiene en mente el segundo tipo de inmunidad, el "esterilizante", frente al más frecuente, que es el modelo "efectivo". Y esto es peligroso. El hecho de que la vacuna pueda protegernos a nosotros al generar anticuerpos, pero que podamos seguir siendo portadores del virus debería quedar suficientemente claro para evitar que los comportamientos del que se cree inmune causen más problemas entre aquellos que todavía no lo son. De ahí la idea de alcanzar un grado de inmunidad colectiva que haga que aunque seamos portadores, los otros están también protegidos.

Hoy mismo, se nos cuenta la eficacia de la vacunación en las residencias de ancianos en Cataluña. Es lógico, es un mundo reducido, casi cerrado, es decir, el tamaño del "rebaño" es muy pequeño. Mientras estén aislados no es problema, pero ¿y si ese mundo se abre hacia el exterior? Fuera no están vacunados y estar cerca de alguien vacunado, como se nos ha dicho, no es garantía de que no lo transmita. No hay inmunidad de "esterilización".

Hay otro problema que se ha planteado de forma muy puntual, el de la reinfección. Sabemos que ha habido casos de personas que se han reinfectado. Su cuerpo, por las circunstancias que sea, no ha quedado protegido ante el nuevo contacto que hayan podido tener.

El artículo en la BBC nos informa: 

 

Scientists already know that the antibodies people develop after natural infections with Covid-19 don't always prevent them from being reinfected. One study of British healthcare workers found that 17% of those who had antibodies already when the study began – presumably from a first infection – caught it a second time. Around 66% of these cases were asymptomatic, but it's thought that you don't need to have symptoms to be at risk of passing the virus on to others.

"For a virus like this, I almost think that's asking too much of a vaccine," says Altmann. "It's really, really hard to do."

Happily, this isn't quite the end of the story.

There are some early hints that certain vaccines might be able to reduce transmission, even if they can’t eliminate it entirely. One way it might do this is by reducing the number of viral particles in people’s bodies. "It is quite likely that if the vaccines are making people less ill, they are producing less virus, and therefore will be less infectious, but that's just a theory," says Neal. 

Sterilising immunity is also notoriously tricky to prove.

Since most clinical trials didn't check whether the vaccines were preventing transmission, scientists are currently looking to see whether they are having an impact on infection rates in places where they have already been widely distributed. In the UK, you might expect that outbreaks in care homes – where vaccination efforts are being prioritised – would become less frequent, if the vaccines were having an effect.

But this is problematic. "There are two factors," says Neal. "We've got lockdowns and a vaccine. So, it's actually quite difficult to separate them out. Is it the vaccine? Is it the lockdown, or more likely a combination of both?"*

 


Por eso no hay que lanzar demasiado las campanas al vuelo. No es casual, repito, que este artículo se publique allí donde es más necesario, en Reino Unido, donde la vacunación está muy avanzada.

El artículo de la BBC es bueno y necesario. Nos advierte que la vacuna no es el final —como muchos piensan y otros proclaman— por más que nos gustaría, sino el comienzo de un nuevo proceso o, si se prefiere, de una nueva fase en la que quedan muchas cosas por experimentar y sufrir,

La Ciencia, de nuevo, trabaja en sus límites, como lo hace el sistema sanitario. Unos tratan de encontrar explicaciones y remedios; lo otras tratan de rescatarnos con los medios disponibles y con el conocimiento que les aporta la Ciencia y la experiencia. La experiencia ayuda y mucho, pero también el dinamismo de este coronavirus ha sorprendido a todos, dejando muchos conocimientos obsoletos. Fue desde el principio un virus esquivo y con una enorme amplitud de síntomas y efectos, algo que todavía se sigue discutiendo por parte de los especialistas.

Se necesita buena información sobre en qué punto estamos y lo que nos queda por delante. Es esencial. Información clara, comprensible, que se base en lo que sabemos y no en lo que deseamos. No podemos seguir preguntándonos sobre si vamos a poder "viajar en Semana Santa". Todos estos planteamientos han fracasado y han costado muchas vidas. Pero, sobre todo, han inducido al error y a la creación de falsas expectativas, que es lo peor que podría ocurrir.

Las vacunas son absolutamente necesarias. Es la forma de reducir los efectos terribles de la pandemia. Pero también hay que informar correctamente sobre ellas porque no son milagrosas. Como todo, tiene sus limitaciones y hay que tomar las precauciones adecuadas para que la eficacia sea la máxima posible. Es irresponsable alentar a la gente a dejar de tener límites por estar vacunados. Queda mucho por conocer del comportamiento del coronavirus y mucho que vigilar de nuestro propio comportamiento. Los que sueñan con 70 millones de turistas en verano se equivocan; los que especulan con ello son unos irresponsables.



Hemos recogido el estado de nuestras investigaciones por falta de financiación, por lo reducido de su tamaño. Ya no se escucha, como al inicio, la necesidad de invertir en Ciencia. Sin embargo, es más importante que nunca. Pero ¿para qué invertir si "esto es cosa de unos meses"? El mismo planteamiento de la sanidad pública. Contratos continuados, infames y desmoralizantes. Muchos expertos advierten que esto es solo el principio, que llevamos tres pandemias en los últimos veinte años. Pero pronto nos borran de la mente los peligros y nos refugiamos en la trivialidad, que siempre ha sido un refugio para no pensar. ¿Por qué amargarse la vida? Sigamos así, con un modelo obsoleto de desarrollo (o de falta de él) como el que tenemos, que nos hace ser siempre ir a la cola de Europa, con la economía más afectada y con la recuperación más costosa.

Hay que empezar a escuchar lo que no nos gusta, dejarse de melancolía interesada y apostar por un cambio de modelo que nos haga más resistentes a las próximas oleadas de este u otro coronavirus.

Necesitamos más científicos con medios; más sanitarios de todos los tipos para evitar desastres y desgastes; instalaciones suficientes mejores, sistemas de detección temprana... e informadores para hacernos comprender lo que tenemos delante y no que nos guíen con muletazos hacia el humilladero. Hay que hacer comprender a los dirigentes políticos que esto no es cuestión de parcheos sino de políticas de medio y largo plazo; que deben tomar decisiones que aseguren el futuro y no vender ilusiones que sabemos que no se van a cumplir. El COVID-19 marca un límite histórico, una situación que nos pone a prueba. Todo lo demás es secundario en estos momentos en los que debemos diseñar un futuro factible.

 

 

* Zaria Gorvett "Can you still transmit Covid-19 after vaccination?" BBC 3/02/2021 https://www.bbc.com/future/article/20210203-why-vaccinated-people-may-still-be-able-to-spread-covid-19

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