lunes, 15 de febrero de 2021

Las semillas egipcias de la sumisión o a vueltas con el pelo

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Hace muchos años ya escribí en estas mismas páginas, en pleno periodo islamista en Egipto, el caso de una niña, Maggie Fazuz,  cristiana a la que habían asaltado en el metro de El Cairo para cortarle las trenzas. La niña mostraba en las fotografías las dos matas de pelo que los radicales, dispuestos a imponer la forma de vida de todos, le habían segado. Recuerdo su mirada de tristeza, el gesto de mostrar su pelo cortado, como si fuera ayer. Hoy hay que recordarla, pasados ocho años, pues la situación vuelve a ser complicada. Ya no se trata de que una mujer le corte el pelo a una niña en el metro, sino que la situación del control del pelo se está haciendo más intensa en las propias escuelas.

El caso de Egipto es bastante sorprendente si no se conoce el detalle, el fino entramado del día a día. ¿Por qué se dio un golpe de estado (el no-coup) contra un presidente islamista y un parlamento claramente dominado por la combinación de islamistas y salafistas, si después se hace lo mismo? ¿Qué es el régimen de al-Sisi, que se proclama anti islamista y moderno? ¿Por qué acaba haciendo lo mismo que hacían Morsi y los suyos desde el poder? ¿Qué extraña mezcla es esta?

El otro día hablaba con una doctoranda sobre la sucesión de los presidentes egipcios entre uno de corte laico sucedido de otro religioso: Al socialista Nasser (amenazado y denigrado por los islamistas) le sigue el "piadoso" Sadat (asesinado por los islamistas en pleno desfile militar), le sigue el laicista Hosni Mubarak, que sume el poder treinta años con mano de hierro) y es depuesto por una revolución juvenil que apuesta por la tolerancia religiosa, pero cuya continuación es el islamista Morsi, depuesto por un golpe en contra de los islamistas (a "petición del pueblo"). Abdel Fattah al Sisi, general y  jefe de los Servicios de Inteligencia Militar con Mubarak, después ministro de Defensa con Morsi, al que derroca, jurando que nunca será presidente ni habrá gobierno militar. Basta que el piadoso Sadat se le aparezca en sueños para que al-Sisi se convierta en candidato presidencial y arrase llevándose por delante la incipiente democracia egipcia en una segunda arremetida. Parecía que tocaba ahora un presidente laicista, sin embargo no es esto lo que ocurre y Egipto se encuentra sumido en una ola ultraconservadora manejada y consentida desde el poder que está afectando a la vida de las personas.



El presidente mismo se presenta como una especie de frustrado reformista del Islam mientras que en la calles ocurre lo contrario, el avance de los conservadores. Mientras toda la artillería se dirige hacia los Hermanos Musulmanes, la sociedad se dirige hacia a ellos a golpe de costumbre y retroceso como no se había visto en los treinta años de Mubarak en el poder. Al-Sisi hace parecer "progresista y liberal" al dictador Mubarak. Las manifestaciones de Trump sobre su "dictador favorito" han debido sonar a broma de mal gusto a todos aquellos encarcelados o a las familias de los desaparecidos.

En este contexto, la publicación Mada Masr nos trae nuevos casos de detalles pequeños pero significativos, como lo fueron aquellas trenzas cortadas en plena calle, signo de algo importante para los tradicionalistas: la apariencia y, sobre todo, la apariencia de las mujeres, el mayor objeto de control en todas las sociedades musulmanas. El control sobre la mujer es el rasero para medir su control. Recordemos la petición del líder de los Hermanos a Nasser, imponer el velo a las mujeres. Son históricas las palabras y las risas de Nasser ante la petición: "Si tú, que tienes una hija, no consigues que se ponga el velo, como voy yo a imponerlo yo a millones de mujeres..."

Mada Masr nos cuenta los conflictos que se están planteando en la sociedad egipcia a cuenta del velo de las mujeres o, si se prefiere, de su pelo, las dos caras de una misma moneda:

 

Most of the girls at Mai’s current school wear headscarves, and those who don’t are mostly Christian. The unveiled girls usually come to school with their hair in a bun. In that environment, Mai stands out with her short, curly hair which she wears loose most of the time. At first, Mai said, she didn’t understand why the students and teachers at her new school looked at her funny, or why the other girls seemed to avoid her. When she started to prove herself academically and engage more in class, things started to change. Mai says her Arabic language teacher was surprised at her high score on a test, and, the following day, she asked her why doesn’t wear a headscarf. “I don’t want to at the moment,” Mai answered, after which the teacher asked her if her father lived at home.

The teacher told her she and her father would both be held to account for her exposed hair on Judgement Day, Mai said. “If I loved my father, she said, I should start covering my hair for my own sake as well as to honor him and to please God. She added that the fact that my hair is curly should be even more reason to wear a headscarf, as it would hide that ugly hair that looks like a man’s and make me prettier.”

One day at morning assembly, Mai was called out by another teacher. “Put that mad hair of yours in a bun, Mai.” She could not talk back to the teacher, so she just laughed along with her classmates. But the incident made it clear to her just how damaging the situation was, so she decided to start wearing a headscarf to avoid more harassment. Her family intervened, saying she was too young to wear a hijab.*

 


La secuencia de hechos es muy interesante y reveladora. Es la profesora de "lengua árabe", no otra, la que lanza las preguntas a Mai. El vínculo de la enseñanza del árabe clásico es con la religión, es la lengua del Corán. A la profesora le sorprende la "discordancia" existente entre su buen conocimiento del árabe y su distanciamiento de la "buena musulmana" por su forma de llevar el pelo.

La siguiente pregunta, no podría ser otra: ¿su padre vive en casa? La explicación de la discordancia se traslada al ámbito familiar: la ausencia de padre la explicaría. El buen padre musulmán velaría porque su hija fuera "correctamente", con un pelo cubierto con un velo. Ella, dice la profesora, debe honrar a su padre (y a Dios) llevando el pelo cubierto. No hacerlo es comprometer a su padre mostrándolo como una persona nada piadosa. El "feo" pelo corto de Mai debe cubrirse para evitar la vergüenza sobre la familia, la sospecha de impiedad que crea.

Finalmente, las presiones sobre Mai la obligan a tapar con un velo su pelo, convertido en un ejemplo de rebeldía, en un mal ejemplo para todos. Va contra la familia, la escuela y Dios.


2012

En el texto del artículo, firmado por Nada Gamal, se nos dan otros muchos casos que se han ido produciendo en las escuelas egipcias, llegando hasta las más altas instancias educativas. Uno de los señalados es el de la joven Reem:

 

In the Sharqiya city of Belbis, a similar case led to a public confrontation between a student’s parents and school administrators, ultimately requiring the Education Ministry to intervene.

Lamia Lotfy says her daughter Reem, a middle school student at Sharqiya’s Belbis Public Language School, was threatened and bullied for refusing to wear a headscarf. Lotfy, a gender consultant and program coordinator at the New Woman Foundation, a rights group, told Mada Masr that the issue started a year earlier, when Reem was still in sixth grade at the same school. The girls received hints that, once they entered middle school, they would no longer be allowed to come to school without headscarves because they would be “all grown up,” and were warned that refusal to adhere would result in disciplinary action.

Lotfy didn’t want to act preemptively. But on Reem’s very first day of middle school, the 13-year-old was instructed by teachers to wear a headscarf as part of her uniform. Lotfy was adamant in her refusal to make her daughter abide by the new requirement, and when the pressure on Reem continued, she decided to escalate.

In a public Facebook post she wrote about the issue in December, Lotfy quoted statements made to her daughter by three different teachers:

“Wear it to school and take it off when you leave.”

“You simply won’t be allowed onto the school premises without a headscarf.”

“It’s not our problem that your mom won’t let you wear it. Work it out with her.”

Reem’s father lodged a complaint with the school administration. While he was assured that hijab was not a compulsory part of the official uniform, the school pushed back, this time targeting the mother. “Yes, we did tell the mother that a headcover was part of the uniform, but we never said hijab was. This is meant to protect the girls because this is a co-ed school,” Vice Principal Manal Aboul Naga posted on Facebook. “What kind of mother reports someone for trying to protect their daughter,” she added. In other posts by Aboul Naga, reviewed by Mada Masr, the vice principal claimed Lotfy was seeking fame through the controversy, and made other disparaging remarks about the parent.* 


Los mensajes tienen una función: alejar el problema de la escuela, lo que implica la presión de los otros padres sobre el centro si hay alumnas que llevan a la vista el pelo. Al conservadurismo de los centros se suma el de las otras familias. No otra explicación tiene el primero de los mensajes: lo llevas al centro y fuera te lo quitas. Se trata de alejar el problema.

Para los que conocen la forma de trabajar los islamistas esto no supone ninguna novedad. El verdadero poder está en la capacidad de presionar sobre la sociedad, es el objetivo final de los islamistas en cualquiera de sus versiones. Pensamos que es el "poder" político el que les interesa y así es, pero es sobre todo el control social, el de las personas en los barrios, escuelas o lugares de trabajo su ámbito natural. Controlando la sociedad por abajo, se controlará finalmente por arriba. La llegada al poder de Morsi es un ejemplo de la transformación social mediante el contacto directo. Su forma tradicional de control es el barrio, lo que está a la vista en escuelas, mercados o cualquier lugar visible. Cuando ves que los otros se comportan de una manera, la mayoría tiende a imitarlos. Las niñas con el pelo visible son un mal ejemplo y trasladan a otras familias la idea de que es posible hacerlo. Eso no se puede permitir.


2012

El caso del profesor francés, Samuel Paty, asesinado en acto terrorista por mostrar las caricaturas de Mahoma en la clase sobre Libertades fue puesto en el punto de mira por los otros padres de la clase. Fueron ellos quienes le señalaron. Y lo hicieron, entre otros motivos, porque si no lo hacían ellos mismos serían vistos como cómplices por otros padres y no sabes por dónde te puede llegar la sanción. Es una forma de hipocresía que muestra la "virtud" de la denuncia, pero también el miedo a quedar expuesto ante los otros, a señalados.



Cuando topan con una activista de los derechos de la mujer, como es el caso de Lamia Lofty, la cuestión se complica y, probablemente, esa sea la presión que actúa sobre el centro. Al no ceder, la escuela se ve entre la espada y la pared: los padres islamistas, la familia presionada y ahora el ministerio que señala que los velos no forman parte de la indumentaria de los colegios.

El pelo es una obsesión de los islamistas. Su concepto de la "virtud" es también el de la obediencia. Es la autoridad lo que se muestra, de ahí las preguntas en el primer caso sobre la presencia del padre. Este debe actuar conforme a la obediencia divina y hacer obedecer en la línea jerárquica, en cuyo tramo final se encuentran las mujeres, las esposas e hijas. Es para ellos el orden "natural".

El régimen de al-Sisi toca de "piedad" pese a que se manifieste como de reacción contra los islamistas en la muy tradicionalista sociedad egipcia en la que no se avanza, porque no interesa que así sea, la independencia —representada por los jóvenes de la Primavera egipcia en 2011— no interesa. Al-Sisi quiere la cuadratura del círculo, una juventud obediente para obtener un pueblo disciplinado que no pueda ser "desestabilizado". Sin embargo, los grandes ganadores sociales son los islamistas, que controlan lo importante, las costumbres. Ahí radica el principio de su propio fin. El piadoso al-Sisi está preparando su propia tumba, sembrando las semillas de la obediencia, con las que muchos quedarán rendidos al radicalismo, como de hecho está ocurriendo.



El artículo termina señalando que no hay problema de uniformidad con los chicos, que aunque hay un uniforme no se ha dado ningún caso de conflicto porque vayan vestidos como quieran. Es una demostración de que el objetivo es siempre el control de las mujeres, algo a lo que el sistema patriarcal no está dispuesto a renunciar y que va más allá de las cuestiones políticas. Es algo mucho más profundo, enterrado en la psique colectiva y que los tradicionalistas no quieren dejar escapar porque entonces el poder se disolvería en la nada. Cada vez es más claro que no hay revolución sin las mujeres y que en ellas radica el verdadero cambio. De ahí la importancia clara de estas batallas aparentemente menores y que no lo son.

En un sentido diferente, pero igualmente significativo, podríamos recordar el conflicto de las barbas policiales, prohibidas durante la época de Mubarak, pero reivindicada después por los islamistas y finalmente aceptada. Era un signo claro de identificación que permitía distinguir entre los agentes, lo que vino bien posteriormente con la llegada de los islamistas al poder. El "poli malo" y "poli bueno" tenía su versión con barba, cambiando la bondad y maldad según el carácter de sus actuaciones. Un policía con barba salafista, por ejemplo, ya era una referencia.



Los egipcios se debaten entre una doble presión constante, la política y la religiosa.  No son dos fuerzas separadas sino entremezcladas en principios y fines. Su efecto sobre la vida social es demoledor, si bien es cierto que este efecto de control es social en gran medida, un sistema de vigilancia mutua desarrollado en décadas al que se añade la vigilancia vertical de los poderes.

Los ejemplos de conflictos como el mostrado en los colegios con el cabello femenino muestra claramente esa voluntad autoritaria que circula de un punto a otro, esa exigencia de control continuado, semilla de la sumisión femenina, religiosa y civil, una forma de disciplina social que está creciendo con al-Sisi en el poder, que necesita de las instancias religiosas para el control, pero está a la vez en lucha con ellas en disputa jerárquica.

En un sistema así, el más pequeño gesto se transforma en signo de rebeldía, algo que el sistema no acepta. Lo que está sobre la mesa es la "pertenencia" del ciudadano, de la persona, al Estado o la Religión, algo que ambos dan por hecho.

Basta con hacer un breve recorrido por la red para comprobar cómo están aumentando las presiones desde web y blogs hablando de la necesidad de "incentivar la modestia". Es la forma de decir que hay que presionar sobre la infancia para evitar que, llegada la adolescencia, puedas encontrarte con jóvenes "rebeldes", entendiendo por tales los que tienen un criterio diferente a los que les han intentado inculcar. Por eso desciende la edad de la presión sobre las niñas a las que hay que "domar" y evitar que surjan en ellas pensamientos peligrosos, autónomos. Es imperativo, dicen, controlar el mal antes que se desarrolle. La obediencia inicial es la garantía del futuro. 

 

2018

* Nada Gamal  "‘Cut it, dye it, cover it’: How schools control girls’ hair " Mada Masr 1/02/2021  https://www.madamasr.com/en/2021/02/01/feature/society/cut-it-dye-it-cover-it-how-schools-control-girls-hair/


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