viernes, 12 de febrero de 2021

El maestro del odio

Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Cuantos más datos se acumulan ante el Senado norteamericano en contra de Donald Trump en este segundo proceso de impeachment más clara es la responsabilidad del ex presidente en el asalto del 6 de enero al Capitolio y, por ello, más responsabilidad histórica recae sobre los republicanos. Nos contaban del día de la exposición del vídeo resumen del asalto cómo muchos republicanos bajaban la cabeza en un gesto entre vergüenza y negación.

No por no mirar desparecen los hechos; no por bajar la mirada dejan de ser responsable de que Trump salga de su mandato bajo una señal de imbatibilidad, luciendo los titulares de la prensa —"¡absuelto!"—, con una sonrisa, como hizo la vez anterior.

Puede que muchos republicanos no sean consciente de su suicidio político y de cómo arrastrarían al sistema democrático al agujero sombrío de la vergüenza, de la perversión de los principios: los votos sirven para dar la impunidad al culpable.

No creo que nadie dude que Trump hiciera lo que hizo. Manifestarlo requiere valor, como votar en contra. Son muchos factores los que intervienen, del miedo al cálculo electoral. Pero no hay refugio. Si no dan sus votos a un acto de justicia, se ponen al otro lado. Se sitúan al otro lado de la frontera de la vergüenza. Los votos no absuelven en el juicio la Historia. Se trabaja con otros valores y unidades de cómputo.

En la CNN, el comentarista Elie Honig titula su artículo de ayer "The most devastating piece of evidence at the Trump trial". Su mirada se fija en un tuit de Trump:

 

In the tweet -- sent hours after the Capitol insurrection had occurred and since deleted by Twitter -- Trump wrote: "These are the things and events that happen when a sacred landslide election victory is so unceremoniously & viciously stripped away from great patriots who have been badly & unfairly treated for so long. Go home with love & in peace. Remember this day forever!" *

 


El texto, en su retórica, no solo no oculta el pensamiento del entonces presidente, sino que eleva a la gloria a los participantes en el asalto al Capitolio, calificados ya de forma general como "terroristas domésticos", que es la forma que USA tiene de clasificar para diferenciarlos de los que atentan desde el exterior. La calificación de los asaltantes como "grandes patriotas" por parte de Trump muestra con claridad la inversión de los valores que supone su punto de vista y su apoyo y dirección a la iniciativa. Como siempre, Trump mantiene una actitud retórica doble que le sirve para resguardarse. Convoca y lanza a la gente contra el Capitolio donde se está realizando el acto de recuento del colegio electoral para proclamar a su rival, dice que Senado está lleno de demócratas ladrones y "débiles" republicanos y que hace falta la intervención del "pueblo", que no son otros que aquellos que han creído y siguen sosteniendo sus mentiras anteriores a la propia elección.

"Sagrado", "grandes patriotas" que han sido maltratados, etc. Todo ello supone una clara forma de lanzarlos contra el Capitolio. Se percibe el fenómeno, entre la adulación y la incitación, que Trump maneja en el tuit y que representa una pieza estilística que permite "apreciar" su forma de actuación.

Trump ha creado una masa fiel a la que ha convencido de que están en un lado marginado de la Historia; son el "pueblo" al que unos grupos de políticos les han sustraído, robado su destino. Él Trump, será quien les muestre el camino porque encarna los valores perdidos.

Hay que tener mucho poder de seducción para poder convencer de esto. La única explicación es que Trump no ha inventado nada, sino que ha recogido los discursos ya existentes, reproducidos por múltiples grupos —de baptistas a nazis, de homófobos a racistas— y los ha encarnado sin pudor. Trump no crea nada, solo recoleta y agrupa. Sin pudor, repite orgulloso las quejas y frustraciones de aquellos que han sido apartados por la propia modernidad. Son grupos retrógrados, reaccionarios a los que se ha dado el protagonismo suficiente como para que se vean con soldados templarios.




Reafirmados en su fe y principios, estos nuevos guardianes de la patria velan porque no se desvíe de su destino divino, ser inmaculadamente "blanca" y fanáticamente "cristiana", verdad y destino les asisten y así juzgan el mundo.

Hace unos días, la prensa norteamericana se hacía eco de lo que estaba ocurriendo en las congregaciones baptistas. En los discursos de algunas de las figuras baptistas ante sus congregaciones había empezado a extenderse usar el término "Jezabel" para referirse a la vicepresidenta Kamala Harris.

Hace tres días, el 9, aparecía en The Lily (en The Washington Post) un interesante artículo firmado por la periodista Anne Branigin sobre esta cuestión de los líderes baptistas y sus insultos a la Vicepresidenta Harris. Branigin exploraba los orígenes y sentidos racistas del término y recogiendo los avisos sobre los peligros que suponían:

 

“What if something happens to [Biden] and Jezebel has to take over?” Swofford asked in the sermon. “Jezebel Harris, isn’t that her name?”

While it may be easy to dismiss these Texas pastors as isolated examples, experts warn that these messages are far more prevalent in congregations across America — particularly in white evangelical churches — than many may realize. The “Jezebel” reference is also highly specific, a trope that speaks to deeply entrenched views about power and what is “normal” or “traditional” in American culture, especially when it comes to racial and gender hierarchies.

Both Swofford and Buck are members of the Southern Baptist Convention, a network comprising 50,000 cooperating churches and religious institutions, according to its website. According to the Pew Research Center, it is the biggest Protestant denomination in the United States, counting 14.8 million members in 2018. Swofford serves on the SBC’s executive committee.

Calling Harris a Jezebel accomplishes multiple things: It delegitimizes her power and dehumanizes her. Jessica Johnson, an assistant professor of religious studies at the College of William & Mary, said the term has historically been used as a justification for racial violence against Black women. But the pastors’ rhetoric had an additional level of danger.

Johnson has been researching Christian nationalism, an ideology rooted in the belief that the United States is a Christian nation and that Christians must both maintain and advance their privileged status. The Christian nationalist movement shares many of the same beliefs as the white nationalists, including an attachment to an “authoritarian father figure” running the country, Johnson explained. Calling Harris a Jezebel foments their worst fears: that they will be replaced; that their fate is in the hands of a godless, amoral Black woman.

“It’s not just un-PC. It’s far beyond that,” Johnson said. “It’s an incitement to violence.”**

 


El "temor" a que Kamala Harris tuviera que sustituir de forma precipitada al presidente Biden tiene mucho de resistencia que se inicia. Los ataques a Harris en los términos expresados tienen ese fondo que se señala en el texto. Racismo y sexismo se concentran en la palabra "Jezabel", en la que resuenan todos los prejuicios acumulados en esta visión peligrosa de la religión. El artículo ha sido reproducido por diversos medios anticipándose a lo que puede ser una campaña continuada y creciente de odio contra la vicepresidenta. 

En la propia prensa norteamericana se recogen  las reacciones de otros líderes religiosos, incluso baptistas, que exigen que deje de llamarse "Jezabel" a Harris. Pero la semilla está arrojada, ya está el término adjudicado y especialmente definido su sentido: ellos no aceptarán en la Casa Blanca a la que definen como una enemiga de Dios: abortista, defensora de la homosexualidad... todos los males que a sus ojos la convierte en la enemiga hacia la que dirigir sus iras y sus sermones.



Como bien se señala, es una incitación a la violencia. Ahora comprendemos aquellos irónicos y despectivos "¡Kaaa-maaa-laaaa!" con los que Trump adornaba sus discursos electorales. El odio debe personalizarse, dirigirse hacia las personas, debe tener un blanco vivo, alguien a quien quemar, disparar o linchar. Es la forma de conectar con esas audiencias y masas furibundas que aprenden a dirigir su odio hacia la prensa unos días y las personas otros, contra los países o contra las instituciones.

 


El asalto del Capitolio bajo las indicaciones de Trump es un ejemplo de su entendimiento del poder, basado siempre en la redirección del odio hacia los oponentes, que son todos los que se le resisten o critican. Los ataques a Mike Pence, su vicepresidente, y a los republicanos "débiles" son una muestra clara del mundo bicolor de Trump y de la destrucción del oponente.

Trump carece realmente de un discurso "constructivo". Su discurso es siempre el de odio, el de la ridiculización, del otro. Y eso afecta a un periodista con minusvalía que se le acerca o a la vicepresidenta Harris. El problema es que ese discurso de estigmatización del otro, de negación de la realidad, que solo es la que le interesa aunque sea inexistente, salta de las palabras a las acciones. Es ahí donde se ve la cobardía profunda de Trump, su teatralidad infame, incitadora de la violencia, pero incapaz de asumir sus consecuencias.

Sí, como pedía Trump en su tuit, el 6 de enero de 2021 es un día que no se olvidará fácilmente, un día de vergüenza que no puede ser olvidado.

 

 

* Elie Honig "The most devastating piece of evidence at the Trump trial" CNN 11/02/2021 https://edition.cnn.com/2021/02/10/opinions/most-devastating-evidence-impeachment-trial-honig/index.html

** Anne Branigin "Kamala Harris a ‘Jezebel’? Southern Baptist leaders’ insult is dangerous, experts say" The Lily  9/02/2021  https://www.thelily.com/southern-baptist-leaders-called-kamala-harris-a-jezebel-thats-not-just-insulting-its-dangerous-experts-say/?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.