jueves, 11 de febrero de 2021

Platos rotos

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Cuando escucho muchas informaciones sobre lo que va a pasar a la vuelta de la esquina temporal no dejo de sorprenderme. Una cosa es mantener vivas las expectativas y otra vivir entre fantasías en las que encontramos refugio.

Todos los indicadores nos remiten al impacto brutal de la pandemia sobre la economía española y que seremos una de las economías europeas que más tardará en recuperarse. Hay sectores que se desarrollan con la pandemia, pero hay varios especialmente afectados: el turismo y la hostelería. Tienen una importancia grande en dos aspectos, la dependencia de terceros para funcionar y lo inmersos que están en nuestra forma de vida.

Puede haber sectores más importantes, pero una vez asegurados los sectores esenciales, quedan los que no lo son. Entre ellos están el turismo y la hostelería. Puedes, por ejemplo, no tener querer viajar, quedarte en casa descansando, no salir los puentes ni el verano. Puedes, igualmente, llevarte tu termo de café o no gustarte el café ni apetecerte la ración de gambas o de cualquier otra cosa que te ofrezcan en el menú. Y no pasa nada, es tu derecho.

Pero cuando te dicen que se necesitan 70 millones de turistas extranjeros para satisfacer la oferta y que en España hay un bar por cada 175 habitantes, más que en toda Europa junta, la cuestión adquiere otro tono.

Este verano el diario El Mundo nos daba cuenta de una iniciativa:

 

España es el país con más bares y restaurantes por persona de todo el mundo: uno por cada 175 habitantes, sumando en total 277.539 establecimientos gastronómicos, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Además, la restauración da trabajo a 1,7 millones de personas y supone el 4,7% del Producto Interior Bruto (PIB). Datos suficientes para que se haya emprendido una campaña para que los bares y restaurantes de nuestro país sean considerados Patrimonio Mundial de la Humanidad de la Unesco.

Al menos, es lo que solicita la plataforma Juntos por la Hostelería, que ha impulsado la iniciativa #SoyPatrimonio2020 para que la hostelería española logre ese título, cuyo objetivo es reconocer el papel cultural, social y económico de bares y restaurantes.*

 


Cada uno puede presumir de lo que quiera, es muy libre. pero, sinceramente, me gustaría que hubiera más librerías por habitante, más centros de investigación, más fábricas, más museos, más teatros... de los que al salir, si te apetece, te tomes ese café para hablar de cosas interesantes.  Identificar nuestra vida social con una barra o una mesa, me parece una broma, por más que desgraciadamente pueda ser una realidad. 

Cada uno defiende su parcela, sí, pero dónde están los que reivindican otras, casi desaparecidas. La pandemia está sirviendo para esconder muchas otras debilidades que a nadie importaron. ¡Qué pena no defender con el mismo ímpetu otras causas! Pero con un bar por cada 175 personas, son el principal "partido" junto a los 70 millones de turistas, estos sin derecho a voto, pero con decisión total sobre nuestras vidas si todo se hace pensando en ellos.

Negar su importancia económica es absurdo. Pero es especialmente su peso económico lo que lo hace más problemático ante una situación como la pandemia. Basta con ver una foto de la playa de Benidorm en agosto para entenderlo; basta con ver las calles de Pamplona en los sanfermines para entenderlo. Y basta ver todo lo demás para entender, si se quiere, que ese modelo puede no volver más, quedar drásticamente recortado, nos guste o no.

Ante este panorama, un bar deja de ser un bar y pasa a ser un punto en el que se concentran y salen una serie de industrias colaterales cuya función es satisfacer esa demanda. La barra del bar es el punto de salida, en el que todo confluye. 



No tengo claro si somos nosotros los que pedimos los bares o si son los bares los que nos piden a nosotros. Me imagino que se trata de establecer algún punto de encuentro entre oferta y demanda, como mandan los cánones económicos.

El turismo y la hostelería están fuertemente conectados. Esto ha hecho que crezcan igualmente para acoger a lo que nos llega de fuera y a vaciar nuestras otras actividades para que esos negocios se mantengan. Los municipios y autonomías, el país entero,  necesitan de festivos para que se produzcan viajes y se llenen los establecimientos. Muchos pueblos, vacíos gran parte del año, hacen caja con el turismo en verano, puentes y fines de semana. Muchos de ellos literalmente se cerraron incluso pusieron vallas para evitar que les contaminaran "los de Madrid" o de cualquier otro sitio. 

Se inventan fiestas que promocionan para atraer gente y se pongan en marcha sus actividades, paralizadas sin la llegada de una clientela exterior. Aquí hemos visto algún que otro caso de municipio ingenioso creando atracciones escultóricas para que los turistas acudan a hacerse selfies. Por toda Espaá se agudiza el ingenio para atraer turistas y que la hostelería y otros sectores conectados hagan caja.

Todo está muy bien. No tengo nada contra la hostelería o el turismo. Puedo hacer un cálculo del número de agradables cafés semanales tomados, del número de gratas comidas fuera de casa que realizaba, etc. de forma bastante precisa. No tengo nada contra que la gente viaje, aunque el número de puentes y festivos nos destrocen los cursos para que puedan hacerlo. Las preguntas que hemos escuchado se refieren siempre a "puentes", que es el auténtico calendario nacional, junto con las vacaciones. Vamos de puente en puente como el que va de "oca en oca".

Antes ocurrió con el "ladrillo" y la crisis financiera de las hipotecas. Se tomó la construcción como motor y, como los sueldos bajaron tanto, los bancos tuvieron que dar cada ver créditos más arriesgados. Conforme se agravaba la crisis del empleo y la del sueldo (que son dos distintas, aunque vinculadas),  los bancos se encontraron con el peor escenario, tener que quedarse con miles de casas que nadie podía pagar y que tenían que mal vender (es un decir). Todavía pagamos estos efectos.

Las imágenes que las televisiones nos ofrecían ayer, de la gente de la hostelería rompiendo platos en plena calle reivindicando su negocio y, con ello, su "inocencia" en esto de la pandemia, es otra vuelta de tuerca de una situación que no se acaba de entender.




Ya no se trata de salvar vidas, sino de salvar negocios y sectores. Otra vez estamos con que no se llenen las UCI y se colapsen los hospitales. Vamos a vacunar masivamente (si nos llegan las vacunas, claro) para... poder irnos de vacaciones con tranquilidad, llenar las terracitas, restaurantes, etc., un deber nacional.

La pandemia permite clasificar la actividad social en grandes bloques: a) los que necesitan de concentración social (hostelería, cultura, turismo masivo, ocio...); b) los mixtos (pueden desarrollarse en las dos modalidades, como la enseñanza, la atención diagnóstica, etc.), y c) aquellos que se pueden hacer claramente de forma autónoma y aislada, sin necesidad de contacto físico.

El turismo es, por definición, espacial. Se viaja a un lugar o se recorren unos lugares. Es de estancia y de recorridos. La hostelería es espacial, pero muchos de sus servicios se han podido desespacializar, es decir, desarrollar peticiones online y el reparto a domicilio. Pero eso es poco para tanto bar.

Muchos hosteleros han conseguido sobrevivir mediante fórmulas ingeniosas, que merecen todo el aplauso. Se han puesto rápidamente en marcha para tratar de vencer los problemas derivados de la imposibilidad de la reunión espacial. Han usado la tecnología. 




Con un bar por cada 175 habitantes, se puede entender que el bar es casi una prolongación de la casa o de la oficina. Es el bar del café de la mañana, el del aperitivo del medio día, de las comidas de los que trabajan cerca, etc. Al imponerse el teletrabajo, muchos perdieron a una gran parte de la clientela, asociada a los trabajadores cercanos, que llenaban los locales al medio día. Eso se ha terminado o reducido. Se ha modificado nuestra vida social y eso afecta a una serie de sectores de forma clara.

El caso del turismo, especialmente el de extranjeros, es más complicado. Hemos tenido ya una gran experiencia en los meses de temporada turística, convertidos en causa nacional. 

Los millones de visitantes que necesitamos que vengan para que nuestra economía salga de los números rojos es difícil que se vuelva a producir en muchos años o quizá nunca. ¿Podríamos haber pasado ya el "pico turístico"? 

La pandemia ha cortado el flujo y revelado nuestra dependencia. Nuestros gloriosos líderes políticos y empresariales piensan que si no vienen los de fuera, tendremos que llenar el hueco los nacionales, mareados de tanto viajar en fin de semana. Aumenta la oferta de turismo local: casas rurales, fines de semana, fiestas locales, etc. Pero todo sigue bajo el límite de la seguridad.

El diario ABC hablaba hace unos días de franceses que llegaban hasta Madrid para disfrutar de lo que en su país no podían hacer. Ya pasó en verano, cuando el propio gobierno alemán tuvo que llamar seriamente la atención a los turistas de ese país que venían a España, a Baleares concretamente, y se saltaban todas las prevenciones dedicándose al exceso produciéndose continuos enfrentamientos con las autoridades por su falta de cuidado. ¡Estaban de vacaciones!, ¿de qué tenían que cuidarse? 




Aquello del "corredor turístico seguro" que reclamaban las autonomías más turísticas para evitar que griegos o italianos se llevaran al turista de "nuestra propiedad" en desleal competencia. También entonces presionaron a las autoridades políticas para que hicieran algo.

Ahora se ha llegado a una nueva tensión, acelerada por el olor de las vacunas, ya cercanas, que parecen haber revuelto de nuevo al personal, que reclama que se vacune rápido para llenar bares y viajar de un sitio a otro.


El levantamiento por parte de la justicia en el País Vasco de la orden del cierre de la hostelería es un mal precedente con efectos inmediatos. Unas declaraciones poco afortunadas sobre qué es un "epidemiólogo" siembran dudas.

El sentido judicial de "prueba" no es el mismo que el científico, que trabaja sobre otro tipo de planteamientos y razonamientos. Se abre una nueva batalla. Qué se diga que algo no está probado, se va a traducir en una mayor vigilancia e imposición de sanciones por parte de las autoridades, trasladando el conflicto a la calle. Lo veremos pronto. 



Si tras unos días de revuelo liberado en bares tenemos un pico disparado de contagios, ingresos y muertes, quedará poco más que decir, por más que muchos lo digan.

La hostelería dice pagar los "platos rotos" sobre lo que se ha montado la campaña de protesta por toda España. Responsabilizan al gobierno y a los gobiernos autonómicos. En realidad, si se hubieran cumplido las recomendaciones en cada momento no habríamos llegado a esto. Ha sido la incapacidad para hacer respetar las normas lo que ha convertido muchos locales en peligrosos. Los propios responsables de locales se cansaron de tener que estar luchando para hacer cumplir las normas. Muchos clientes se iban allí donde les dejaban a su aire, sin tanto control. Comenzó cuando se trataba de aforos y la gente se acumulaba en la calle esperando a que hubiera sitio. Se vio pronto que iba a ser una lucha y que esta pasaba por una disciplina social de la que carecemos. Los cierres han sido medidas mayores para frenar la necesidad de controlar algo que la combinación turística hostelera hacia incontrolable.

El punto en el que uno se contagia no siempre es fácil de establecer, sí, en cambio, el de la muerte. Todo se convierte en un círculo del que es difícil escapar: los incumplimientos de normas traen más casos y el aumento de los casos trae más restricciones con los cierres. Hablamos de "relajación de las medidas", cuando los que deberíamos dejar de "relajarnos" somos nosotros, los que llevamos de un sitio a otro el virus.



Más complicado lo vamos a tener para convencer a los de fuera que vengan. Vendrán, pero volveremos a otras luchas, como las ocurridas el pasado verano. Habrá que poner a más de uno en la frontera, para desesperación del sectores, que se quejará de nuevo de pagar los platos turísticos rotos.

Es triste pensar que teóricamente es solo la vacuna —no nosotros— lo que puede resolver esta situación. Desgraciadamente, esto no se hará de golpe, ni para la "campaña de Semana Santa" ni para el "puente de San Isidro", la "campaña de verano"  o cualquier otra unidad de medida nacional.

Deseo lo mejor a cualquier sector afectado, pero creo que necesitamos darle un par de vueltas al país, un nuevo equilibrio más allá de este modelo actual, problemático en diversas formas, dependiente y claramente tocado para el futuro que se vislumbra. Forzosamente tendrá que reajustarse a la realidad que el futuro nos traiga. Cuanto antes lo entiendan todos y seamos capaces de afrontar el problema creando nuevas oportunidades, será mejor para todos.

 


* "España, el país con más bares y restaurantes del mundo, pide convertirlos en Patrimonio de la Humanidad" El Mundo 19/06/2020 https://www.elmundo.es/viajes/espana/2020/06/19/5eeb49defdddffe66b8b4587.html



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