miércoles, 10 de febrero de 2021

13 minutos de vergüenza

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



La puesta en marcha del segundo impeachment del expresidente Donald Trump, una vez decidida su constitucionalidad por el propio Senado con el apoyo de seis republicanos que votaron a favor, es una nueva ocasión de empezar a cerrar un trauma o provocar otros nuevos en cadena.

La palabra "trauma" es ya habitual en la prensa norteamericana para referirse al asalto del 6 de enero del Capitolio. Las piezas se juntan al llegar a ese punto, al momento, a un cronotopo, en el que se forma la historia en el tiempo y espacio con la acción humana. Es como aquellos célebres "Momentos estelares de la Humanidad", de Zweig, pero en formato negativo, un "momento detestable de la vida norteamericana".

Sabemos que los abogados defensores de Trump tiraron la toalla a menos de una semana de comenzar este juicio político. Imaginamos que sus razones tendrían ante la sinrazón de esa entidad irrazonable que es Donald Trump, deseoso de mantenerse en su avance por los raíles frente al tren de la Historia. Su pulso contra hechos, verdades y razones es épicamente negativo y solo se resolverá cuando el tren le arrolle, aunque siga declarándose vencedor de las elecciones que nunca ganó.

Una vez fallado el argumento de que su juicio no era constitucional por la propia decisión del Senado, se abre una línea defensiva absurda, la de la "libertad de expresión". Yo puedo decir lo que quiera, ¿pero puede evitar las consecuencias de lo que digo? Por ejemplo: puedo gritar "¡fuego!" en un local abarrotado y sentirme irresponsable si mueren varias personas en el pánico creado. Las libertades nos hacen responsables de nuestras acciones; de otra forma no tienen sentido.



El argumento de la "libertad de expresión" es absurdo en el caso de Trump de forma doble: ¿tiene el mismo derecho a decir lo que quiera una simple persona que el presidente de los Estados Unidos? Volvemos a las consecuencias y la repercusión. Cuando las personas asumen un cargo, la separación entre lo que quieren decir y lo que deben decir es obvia. ¿Esta a favor de la "libertad de expresión" una persona que se ha pasado la vida haciendo firmar "acuerdos de confidencialidad" a todos los que le rodean para evitar que hablen de él? Para Trump las "leyes del embudo", por usar una expresión popular, son algo habitual y perfectamente lógicas desde su punto de vista.

Pero ahora se enfrenta a la consecuencia de hechos y palabras. Ya es una "irresponsabilidad responsable" que niegue la victoria de su oponente, como lo son todas sus acciones y órdenes desde la Casa Blanca para impedir que fuera declarado vencedor —de intentar detener los recuentos a negar su validez—. Todos ello es lo que hizo congregarse a la gente y tras escucharle lanzarse al asalto del Capitolio, en cuyo interior se estaban contando los votos de los representantes de los Estados. Finalmente, han sido siete los muertos que tendría en la conciencia en el caso de tenerla. Pero no la tiene; es su patología y por la que pasará a la historia oscura de los Estados Unidos.

Los senadores norteamericanos han tenido que ver un vídeo presentado por la acusación contra Trump. Ha sido una experiencia traumática para todos. En la cadena CNN titulan que muchos de los senadores republicanos tenían la mirada fija en sus mesas mientras se proyectaba. No querían o no podían ver las imágenes. Dice mucho sobre la actitud republicana.

En el artículo firmado Stephen Collinson en la CNN, titulado "Horrific mob scenes dominate Trump's impeachment trial", podemos leer: 

 

Chilling video evidence on the first day of Donald Trump's second impeachment trial, showing his frenzied supporters smashing their way into the US Capitol, revived a national trauma.

Combined with a botched, illogical opening by his defense team, it also raised a perennial question: what exactly would it take for Republican senators to finally hold the ex-President to account?

The graphic footage, taken from multiple cellphone cameras and television feeds on January 6, showed the moment when a crowd goaded by Trump invaded Congress just at the moment when lawmakers were certifying President Joe Biden's election victory.

The horrific scenes, played by House Democratic impeachment managers, put viewers inside the raging mob. It brought them into ornate congressional chambers as rioters chanting Trump's name and "Stop the Steal" hunted lawmakers and then-Vice President Mike Pence.

The Senate trial resumes at noon on Wednesday. House impeachment managers have already established a clear line of consequence between Trump's rhetoric and the assault. They also made a strong case to senators sitting as jurors that trying an ex-President impeached in office for effectively attempting a violent coup to stay in power was constitutional.

"If that's not an impeachable offense, there's no such thing," lead House impeachment manager Rep Jamie Raskin told a silent Senate.*

 


Pese a ello, es poco probable que Trump sea condenado por unos senadores que pasarán a la Historia como débiles, irresponsables, sumisos y traidores a los principios de la democracia. Al final, debes decidir de qué lado estás en los principios y no avalando a un irresponsable, autoritario y divisivo que han ido sosteniendo con sus votos paso a paso, desde las primarias y las elecciones, hasta el voto del colegio electoral que le llevó a la Casa Blanca con dos millones de votos menos que su rival, pasando por el primer impeachment, del que se libró gracias a los votos republicanos del Senado.

¿No hay una cierta mala educación del presidente a través de todas estas ayudas, a todos esos momentos en lo que los votos republicanos fueron contra la verdad y la responsabilidad?

Desde que Trump llegó al poder y empezó a tomar decisiones controvertidas, muchas de ellas profundamente injustas y en contradicción con el espíritu democrático, hemos insistido en que todo eso constituía una carga para el propio partido que le apoyaba a sabiendas de que lo que hacía era malo. Puede que Trump sea un irresponsable, pero el partido Republicano es más que Trump, lo ha sido antes y lo será —esperemos— después. Sin embargo, por miedo o miopía han sido incapaces de reaccionar a un fenómeno que les fascinaba. Ahora, nos dicen, se encuentran divididos en tres grandes grupos: los ultraderechistas, conspiracionistas, racistas, etc., por un lado; los republicanos que siguen a Trump sin atreverse a separarse de su sombra por temor al electorado y, finalmente, aquellos republicanos, un minoría, que se ha enfrentado a Trump intentando salvar al propio partido de esta "atracción fatal". En términos del visionado de esos trece minutos de horror, están los que han disfrutado viéndolo todo de nuevo; esos que se nos dicen que mantenían la mirada baja, fija en la mesa; y los que lo miraban indignados. Tres actitudes, tres destinos posibles. Villanos, cobardes y mártires.




Los políticos norteamericanos que ven su reelección futura en seguir apoyando las teorías del robo electoral, de las conspiraciones, etc. necesitan seguir calentando a la opinión pública para poder obtener las bases fijas de ese futuro partido o ala del partido de corte ultra. Los que temen que si se enfrentan a Trump perderán el favor del electorado son muchos; son los que guardan silencio de forma cobarde e interesada. Temen también verse atacados por los más radicales, como ya ha pasado con las amenazas a aquellos que votaron contra Trump.

Hay demasiado cálculo y muy pocos principios morales. Hay demasiada fantasía negando las evidencias y todos los informes que sostienen el robo electoral. Muchos republicanos piensan que perdería sus escaños si votan contra Trump, escaños que se irían a los radicales o a los demócratas.

Seis senadores republicanos se han sumado a los demócratas para señalar que sí es constitucional el juicio a Trump. ¿Habrá más votos cuando sea la hora de juzgar?



Volver a ver las imágenes del asalto al Capitolio ha sido duro para muchos. Lo será mucho más cuando se incorporen al material escolar. Serán fruto de lucha y habrá escuelas donde se muestre a los "patriotas" salvando las instituciones tomadas por los "traidores". Nadie va a hacer aceptar su derrota a los seguidores de Trump. Con eso juega él y ese es el miedo de los republicanos tibios, a los que el propio Trump llamó "weak", incluyendo al vicepresidente Mike Pence, en esos momentos dirigiendo el recuento en el Capitolio. Los "auténticos" republicanos eran los que tenía delante aullando, coreando cada palabra de su mesías y finalmente lanzados a la acción del asalto. Eso es lo que muestran esos 13 minutos del documento videográfico, compuesto por las grabaciones desde dentro de los grupos.

Anteriormente, Trump había sido claro en sus amenazas a los republicanos. Las apalabras recogidas el mismo día 6 de enero por el artículo de Aaron Rupar en Vox, con el titular "Trump turns once and for all against Republicans who won’t help him steal the election" son muy claras al respecto:

 

“They’re weak Republicans, they’re pathetic Republicans,” Trump said, adding later: “If they don’t fight, we have to primary the hell out of the ones that don’t fight. ... We’re gonna let you know who they are.”**

 


La amenaza y chantaje sobre mover los hilos para evitar las reelecciones de los que no le apoyen (los débiles) muestra la estrategia clara y los peligros de meter un matón en casa. Si hay un sentimiento que Trump reconoce y valora es la "venganza", una forma elemental de advertencia para todos los que no hagan lo que quiere. Tienen que saber que nunca podrán dormir tranquilos. Sigue siendo asombroso que Trump haya llegado hasta la cumbre. Es el rey de la montaña y luchará contra todos para recuperar lo que cree que le pertenece.

Dicen que Trump está ahora "muy descontento" con la labor de sus abogados. No han tenido mucho tiempo, pero el argumento de la "libertad de expresión" no debería dar mucho de sí ante la parte de incitación clara al asalto.

Lo que aquí se dirime no es "dónde está la verdad", algo claro y evidente, desarrollado ante los ojos del mundo, sino "dónde están los principios de la democracia", que es algo mucho más importante y marcará el destino de los Estados Unidos y, por extensión, el futuro de las democracias de todo el mundo.

Esos 13 minutos y unos pocos segundos resumen no solo lo que ocurrió el día de enero de 2021. Son la secuencia final de una historia que comenzó antes que Trump llegara a la Casa Blanca, el día en que se puso en marcha la maquinaria para llevarlo a la Casa Blanca. La intensidad de la era Trump tiene efectos de borrado en los acontecimientos, que aparecen lejanos por efecto de los nuevos. Han sido cuatro años sin respiro y sin piedad, de superación constante camino del desastre final. No es de extrañar que muchos republicanos vean espantados aquello a lo que han contribuido con su ceguera, Ahora, Trump les tiene entre la espada y la pared, propietario de esos 70 millones de votos que para los republicanos suponen la diferencia entre la vida y la muerte. Entre una y otra están cierto sentido del honor y del deber hacia su propio país. Si no se han dado cuenta todavía de quién les ha estado guiando, de en qué manos pusieron el país, no sé que más debe ocurrir para que despierten.

Trump está fuera, pero no está lejos. Los republicanos sienten su aliento en el cuello.

 


* Stephen Collinson "Horrific mob scenes dominate Trump's impeachment trial" 10/02/20121 https://edition.cnn.com/2021/02/10/politics/donald-trump-impeachment-trial-congress-lawyers/index.html

** Aaron Rupar "Trump turns once and for all against Republicans who won’t help him steal the election" Vox 6/01/2021 https://www.vox.com/2021/1/6/22217203/trump-ellipse-speech-primary-republicans-overturn-the-election-pence

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