Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
conflicto desatado entre Facebook y Australia ha estado estos días en el debate
mediático trayendo de nuevo el problema de las relaciones a tres bandas entre
gobiernos, medios de comunicación y las grandes tecnológicas, un debate que no
se resuelve nunca y de difícil acuerdo por la propia dinámica interna de la
red, que hace que unos planten las semillas y otros recojan las flores.
Cuando
tenía una asignatura en la que hablaba de estas cosas, les solía proponer a los
alumnos una pregunta: ¿quién gana siempre en un partido de tenis? La respuesta
era el dueño de la pista. En este caso, los dueños de las pistas son los que se
aprovechan de los que corren por su superficie, los creadores de las redes, lo
beneficiarios de los contenidos que otros aportan. Puede que haya ganadores
parciales, pero al final, al igual que en los casinos, es la banca la que gana.
Nos
olvidamos del nombre con el que se creó esto: las "súper autopistas de la
información", término creado por el entonces vicepresidente de los Estados
Unidos, Al Gore, y presentado como una forma de expansión norteamericana al
mundo. Evidentemente, Gore no pensaba en el beneficio de los demás, sino en la
exportación de algo que entonces se entendía como un gran poder estadounidense,
la información, la forma en que se podía gestionar y rentabilizar algo que era
"conocimiento", que se consideraba entonces algo propio del país que
había llegado a la Luna y exploraba el universo. La tecnología de la
información sustituiría en ganancias a la economía industrial porque la
información era un flujo inagotable que crearía la "nueva era
americana".
Gore
acertó en muchas cosas, pero no creo que pudiera percibir que el estímulo
informativo serviría para que otras potencias le recortaran la ventaja a los
Estados Unidos y que este finalmente perdiera el control del escenario que
había creado. Las grandes compañías sobre las que se asienta Internet son
norteamericanas de origen y globales en su desarrollo. Han supuesto la creación
de nuevas consideraciones frente a los sectores tradicionales. Como "red
de redes" (ya no se usa este nombre, pero sigue siendo útil por lo que nos
dice), sobre una serie de redes locales se crean conexiones que la expanden. Es
la parte "física" del asunto. La información que circula desde
cualquiera de sus puntos es distribuida al resto de las redes interconectadas,
convirtiendo en valor precisamente la posibilidad de acceder a ella desde el
resto de los puntos, salvo que se desconecte o filtre el acceso.
Internet
debe su valor a la interconexión, lo que quiere decir que cada vez que una red
se conecta a la red general aumenta su valor y, por la misma lógica, cada vez
que se limita disminuye. Eso está claro. Todos los programas de redes que
usamos buscan favorecer el uso continuado ofreciéndonos posibilidades de
acceso, nos presentan "personas que quizá conozcamos", sugerencias de
amigos y contactos; nos ofrecen publicidad y nuevos contenidos con los que
estar más tiempo en las redes. Eso abarca las noticias, los amigos o las
partidas online; los canales televisivos, las videoconferencias, los podcast,
la prensa digital... Todo se ha convertido en un flujo informativo que se
distribuye por los canales creados, las redes literales, con sus conexiones,
cables, satélites, wifi, etc. Sobre esas redes locales unidas hasta formar el
gran mapa, se superponen las plataformas que dan soporte ya las acciones
humanas, que adquieren "forma" y "sentido" para nosotros.
Sus funciones son distintas, las hay grandes, de tamaño global, y más pequeñas
que sobreviven mejor o peor, porque las redes en este plano son competitivas,
funcionan mejor o peor, acogen en su "espacio virtual" lo que hacemos.
Pueden bloquear al mismísimo presidente de los Estados Unidos, la persona más
poderos del planeta, al que se le borran los tuits. Creo que este es el ejemplo
más significativo de los redes en estos últimos tiempos y lo que,
indirectamente, ha sembrado inquietudes en la clase política, pues han
descubierto que en el mundo existe una forma paralela de poder que les sobre
pasa, la de aquellos que pueden desconectarte, borrarte del sistema y dejar en
cero tu "fuerza" comunicativa, como en el caso de Trump. Hemos ido
construyendo un mundo global en el aspecto informativo, de flujos globales...
que ha creado sus propias instancias de poder que ahora entran en colisión.
La idea
de la neutralidad de la red y de su carácter global comienza a tambalearse. Los
jueces del mundo se preocupan porque la decisión del silenciamiento se les
escapa de las manos; los políticos se preocupan ante este poder "norteamericano"
capaz de censurar al presidente de su país o de adjuntar mensajes a los suyos
señalando que lo que dice es mentira o que no se corresponde con los hechos. Ya
no es solo un mega poder, sino un meta poder.
Cuando
se da un golpe de estado, como ha ocurrido en Myanmar o ya ocurrió en 2011 en
Egipto, los que tienen el poder de cerrar las comunicaciones obligan a las
compañías telefónicas a cerrar. Se produce un vacío en el que podemos
comprender el poder de la información, pero también el poder que puede tumbar
toda la estructura. Eso nos deja un panorama complicado.
Desde
hace tiempo, los gobiernos de los países han comenzado a poner límites al poder
de las compañías. Las infraestructuras de redes puede ser controladas con un
cierre, pero no ocurre lo mismo con las propias empresas creadas, que se
encuentran fuera de su jurisdicción. El conflicto entre Australia y Facebook es
uno más de los intentos en ponerle puertas al campo, por un lado, pero también
de cazar al zorro en ese mismo campo y demostrar quién manda.
Los
medios de comunicación, que se adaptaron a la llegada de las redes
digitalizándose con la promesa de millones de personas en sus audiencias
mundiales, descubren que esos lectores quieren hacerlo gratuitamente, que la
publicidad de va a los abiertos y que, sin saber muy bien cómo, se encuentran
en declive de forma general y en bancarrota de forma específica muchos. Se
encuentran también con que los medios son comidos por los micromedios, que son
los favorecidos por las redes para aumentar el tráfico de las redes, que se han
llenado de "YouTubers", de "Influencers" y demás que desde
su casa, con una mínima inversión, tienen más seguidores que varios medios
juntos, y se hacen ricos marchando a Andorra para evitar impuestos. Mientras
ellos se quiebran la cabeza pensando qué diablos pueden poner en sus páginas
que sea barato y atractivo, encontrándose reproduciendo para sobrevivir las
tonterías que los usuarios producen y cuelgan de las redes. La locura de los
medios es intentar producir información de calidad cuando son millones los que
quieren consumir (y producir) trivialidades, estupideces infinitas que les dé
unos segundos de popularidad. Tiene que ser muy desmoralizante ver cómo tu
información importante, profesionalmente preparada, es superada por una
gracieta de un gato o una caída haciéndose un selfie en un barranco. Y ruinoso.
Pero esto es parte de ese contagio que la producción en cantidad, no en
calidad, buscan desde ese nivel superior, donde no importan los contenidos,
solo los flujos, las cantidades.
En la CNN, Rishi Iyengar publicó ayer un artículo titulado "The
worldwide web as we know it may be ending" donde nos da algunas pistas
sobre la transformación que se está produciendo o, al menos, sobre el comienzo
de esas hostilidades que se han abierto desde los gobiernos hacia las grandes
compañías tecnológicas. Escribe
Iyengar: "A fight over news in Australia is a relatively small part of the
clash between tech and governments, which has largely been focused on issues
such as censorship, privacy and competition."*
En efecto, la multiplicación de casos es un hecho, el resultado de que una vez se ha dado el paso por parte de los estados, estos sirven de orientación a los siguientes, que buscan establecer sus normas en las relaciones con las grandes compañías, estableciendo un mapa confuso y, desde luego, cada vez menos uniforme y global.
En el texto se hace repaso de algunos precedentes en la cuestión del uso de la información procedente de los medios por parte de las compañías. Se cita incluso el caso español, donde los medios también intentaron obtener beneficios sobre la recogida que Google hacia mediante los enlaces a sus noticias.
En el artículo se va precisamente a la cuestión de esta lucha de poderes abierta:
A fight over news in Australia is a relatively
small part of the clash between tech and governments, which has largely been
focused on issues such as censorship, privacy and competition. But the response
to Facebook's move in Australia has shown that a more international effort to
rein in Big Tech may be gathering momentum -- and with it, the potential for
additional fracturing of how internet services function from one country to the
next.
As his government faced off against Facebook
last week, Australian Prime Minister Scott Morrison issued a warning to the
social media giant: what you do here may come back to hurt you in other
countries.
"These actions will only confirm the
concerns that an increasing number of countries are expressing about the
behavior of Big Tech companies who think they are bigger than governments and
that the rules should not apply to them," he said in a Facebook post.
"They may be changing the world, but that doesn't mean they run it."*
La frase que cierra el párrafo muestra con claridad el sentido del enfrentamiento, una cosa es cambiar el mundo y otra dirigirlo, muestra claramente que la lucha está abierta. La transformación provocada por las creación de aquellas "súper autopistas de la información" de Gore, ha excedido lo que se pensaba inicialmente por todos, tanto por los que las crearon, como por los empezaron a usarlas. Los sueños que se tenían respecto al mundo virtual se han ido transformando conforme sus efectos de transformación eran mayores y se iban convirtiendo en una maquinaria global de poder y dinero. Las dictaduras mostraron los caminos del control y el bloqueo. Las democracias no siguen ese camino, pero sí tratan de frenar la deriva de quienes pueden controlar una vida —social, política, económica— que dependen cada vez más de unas pocas compañías que se reparten el pastel y obligan a pasar por el aro a los que quieren estar conectados.
Los problemas derivados de un mundo controlado por grandes empresas tecnológicas cuyo poder aumenta por la participación creciente e intensiva son muchos y crecientes. La ausencia de regulación no es buena, pero tampoco es fácil, sencillo ni claro. Hay muchas cosas que sopesar porque los beneficios son evidentes. La cuestión, pues, es política. Se refiere a la jerarquía, a los límites y al orden social. Se refiere, en última instancia, como diría Michel Foucault, al "orden del discurso", a su regulación, pues quien lo controla tiene el verdadero poder.
Ahora solo falta ya que se enfrenten al nuevo gran negocio: la recogida de datos masivos, que pese a las regulaciones de protección se sigue siendo un conflicto sin resolver. Es otro grupo de intereses que vive de nuestro movimiento en las redes que habrá, tarde o temprano, que controlar con eficacia y cuya opacidad es manifiesta más allá del primer escalón.
Quizá Trump pase a la historia por algo que no pensaba, por haber mostrado el camino y los límites al ser silenciado por Twitter después de haber sido su vehículo favorito para extender falsedades. Ironías de la Historia.
* Rishi
Iyengar "The worldwide web as we know it may be ending" CNN
23/02/2021 https://edition.cnn.com/2021/02/23/tech/splinternet-tech-regulation-facebook/index.html
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