Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ayer
comentábamos los efectos de la tiranía popular, de la vigilancia sobre la
discrepancia en la sociedad egipcia. Al autoritarismo gubernamental se le
sumaba una forma más invasiva de vigilancia y sanción, el peso de las familias,
de los conocidos o de cualquier otra instancia que se considera responsable de
"corregirte", de sacarte del mal camino primero y de señalarte con el
dedo después, en el caso que no haya enmienda y rectificación pública en muchas
ocasiones.
Hoy
estos mecanismos de intimidación social se ven reforzados con la sobre
exposición mediática, que abre nuevos canales de presión debidos a su omnipresencia
en la vida social. Esta exposición constante es usada como un mecanismo de
persecución intensiva, de señalamiento en todo momento creando un estigma de
aquellos que intentan de forma imposible la vida autónoma.
Estas
pocas décadas de vida en los escenarios cibernéticos nos lo han demostrado con
creces. Nadie está a salvo. Si pretendes aislarte, será tu familia —algún
miembro— quien introduzca esa exposición hasta llegar al centro, el sujeto
discordante.
Es
precisamente esta discordancia la que ha quedado reflejada en la situación de
los parlamentarios norteamericanos, senadores y diputados, en los jueces, en los
gobiernos de los estados, etc. Los que se han atrevido a manifestarse contra
Donald Trump, ya sea rechazando sus propuestas y amenazas o pidiendo su
impeachment, se ven ahora señalados por el dedo autoritario que les declara
"traidores" siguiendo las instrucciones del propio Trump que los
definió así o como "débiles", convirtiendo en héroes a los asaltantes
al Capitolio, episodio que ha quedado definido como "terrorismo
doméstico", desde el otro punto de vista.
Anteriormente
nos fueron llegando informaciones sobre legisladores insultados en sus
recorridos por los aeropuertos o en cualquier espacio público. La gente,
sencillamente, los increpaba, les lanzaba insultos.
Pero
aquellos eran desconocidos. La CNN nos habla ya de estas situaciones en el seno
de las familias:
Eleven members of Republican Rep. Adam
Kinzinger's family sent him a vitriolic letter accusing him of being a member
of the "devil's army" in light of his criticism of then-President
Donald Trump after the January 6 insurrection, The New York Times reported
Monday.
"Oh my, what a disappointment you are to
us and to God!" they wrote to the Illinois Republican, according to a copy
of the letter obtained by the paper, rebuking his "horrible, rude
accusations of President Trump."
"It is now most embarrassing to us that we
are related to you," they continued in the letter, which was dated January
8, after Kinzinger called for the 25th Amendment to be used to remove Trump
from office. "You have embarrassed the Kinzinger family name!"
Kinzinger was one of 10 Republicans who later
joined all House Democrats in voting to impeach Trump last month for
"incitement of insurrection" in light of his role in encouraging the
riot at the US Capitol.
The Illinois Republican told CNN's David
Axelrod during an episode of "The Axe Files" podcast released last
month that he is willing to lose his seat over his vote to impeach Trump.
"I did it knowing full well it could very
well be terminal to my career," Kinzinger said of his vote at the time.
"But I also knew that I couldn't live with myself having, you know, try to
just protect it and just felt like the one time I was called to do a really
tough duty, I didn't do it."*
La situación no es muy diferente a la que veíamos ayer por parte del integrismo islamista. Lo primero que me vino a la mente fueron los versos de la vieja y siempre actual canción de Bob Dylan "With God in our Side". Una descripción poética del uso de Dios para reafirmar la verdad de nuestras posiciones, justificar la violencia y satanizar al otro: "...With guns in their hands/ And God on their side..."
Es el mismo sentido de la frase de reprobación de la carta enviada: "Oh my, what a disappointment you are to us and to God!" Con Dios de su lado, todos los demás están en el lado del diablo, alejados de Dios... y de ellos.
El viejo sentido orwelliano del poder, el simple "porque puedo hacerlo, porque no necesita justificación", se nos muestra en otra dimensión del integrismo: "porque Dios lo quiere". Frente a la falta de explicación de las dictaduras burocráticas, a su sentido kafkiano (¿qué otra cosa es El Castillo que la "no-acusación", solo el castigo?), la dictadura social necesita, por el contrario, de la segregación justificada en ese "nosotros y Dios", reafirmando la distancia. Se reafirma así la comunidad con entidad castigadora, pero siempre en el nombre de lo que refuerza, la creencia.
Hace tiempo que algunos analistas dan cuenta de las encuestas en las que se muestra la radicalización religiosa en los Estados Unidos, el avance de los grupos integristas, que han logrado dar un giro a sus congregaciones convirtiéndolas en unidades electorales. Hace pocos días veíamos aquí la violencia dirigida contra la vicepresidenta Kamala Harris por parte de importantes pastores baptistas calificándola como una "Jezabel", un nombre con muchas connotaciones religiosas y racistas, lanzando el aviso sobre que una enfermedad o fallecimiento de Joe Biden pondría en el poder a una "mujer depravada", una hija del diablo. Los analistas avisaban de la incitación a la violencia que esto suponía repetido en los sermones dominicales de los baptistas por el Sur de los Estados Unidos.
Hay un punto que está uniendo las formas autoritarias de los países avanzados y los más atrasados: es el fanatismo religioso, importante arma para la unificación comunal, justificación de la observación de la ortodoxia en el grupo y la estigmatización de los que están fuera por sus propias acciones o porque nunca han pertenecido a la congregación política.
No hay mucha diferencia táctica entre los islamistas excluyentes y los baptistas excluyentes. Sus argumentos "divinos" son los mismos: "Dios está de su lado". McLuhan habló de la tribalización recobrada gracias a la nueva oralidad de los medios electrónicos. El púlpito era el medio de comunicación principal en el mundo anterior a la imprenta. Hoy los púlpitos son electrónicos y tenemos a telepredicadores de todos los colores, webs de carácter integrista como los que mencionábamos ayer para ejercer presión sobre las familias e intensificar el control sobre las niñas ensenándolas "modestia" virtuosa a mayor gloria de Dios y, sobre todo, de sus familias, que son admiradas como buenas creyentes en la pasarela de la exhibición de la virtud pública. El fariseísmo triunfa en el mundo gracias a las miradas múltiples que las redes producen. Hay que ser mejor que el resto en esa no oficial competición por la admiración de los nuevos virtuosos mediáticos. La virtud mediática es farisaica y exacerba los rasgos perceptibles y transmisibles por el propio canal usado. Actitudes, apariencias, etc. deben ser mostradas y transmitidas.
Lo contrario tiene sus riesgos, como podemos apreciar. Votar contra Trump ¿es pecaminoso, una perversión? ¿Cómo es posible convertir a un crápula millonario, mentiroso, vanidoso, ególatra, lleno de escándalos sexuales y denunciado por acosador, presentador de concursos de belleza... en un enviado divino? Pero ahí lo tenemos, convertido es una especie de santo mártir ante los ojos asombrados del mundo que no acaba de entender el proceso.
Todas estas comunidades y sus dirigentes han llegado a un pragmatismo ciego. No perciben aquello que les resulta negativo y se centran tan solo en aquello que refuerza sus propios mensajes. Trump les da una fachada —recordemos su foro famosa con la Biblia en la mano— y, por infantil que nos parezca, funciona. No es tanto por el propio Trump que por los líderes de las comunidades que lo utilizan para reforzar su control intermedio. Los líderes, como veíamos en otro día con los ataques a Kamala Harris, se refuerzan precisamente comprometiendo la voluntad de sus fieles en la unidad de lucha, dándoles la excusa para mantener su racismo "honorable", su americanidad "heroica". Sí, Dios debe estar de su lado. Dios quiere, como decía Dylan en su canción, que tengan armas, que conquisten el mundo y que maten a todos los que están en el otro lado, el diabólico. Amén.
La familia de Adam Kizinger ha dejado fuera a su oveja negra. La carta comienza con un frío "Adam", sin un "querido" o un "apreciado". Votar contra Trump les ha creado un conflicto marcándolos ante los ojos de la comunidad, tal como veíamos ayer con las niñas egipcias que no se tapaban con un pañuelo el cabello o las que lo llevaban demasiado corto o demasiado largo o... lo que sea. Son límites, fronteras entre los mundos iluminados y los oscuros.
Kizinger ha hecho lo que le ha dictado su conciencia, algo que no se permite allí donde se busca una conciencia colectiva, alienada. No le importa su carrera política, que da por perdida. Le importa la honestidad, dice, tener que vivir con ello todo su vida. En las antípodas, el senador Mitch McConnell que tras votar "not guilty" sale diciendo que Trump es el responsable de todo. ¿Qué salvó McConnell con su incongruencia? No está claro porque necesitaríamos saber cuáles son "realmente" sus valores y no los que exhibe públicamente.
Es posible que el resultado de la votación hubiera sido muy distinto si el voto fuera secreto, pero no es el caso. No tiene mucho sentido especular con ello. Son las reglas de un juego que busca precisamente vivir ante la comunidad con las decisiones que se han tomado. La visibilidad de los votos refuerza la disciplina porque el riego por la exposición es muy grande, como están comprobando los disidentes por conciencia. La individualidad se paga.
Kizinger tendrá que vivir con la carga de su honestidad y los otros con su hipocresía. Pero se puede vivir muy bien siendo hipócrita; es rentable, te quieren y te sonríen. Se vive tranquilo dando a la gente lo que espera de ti.
* Caroline Kelly "New York Times: House
Republican shunned by family members over Trump criticism" CNN 16/02/2021
https://edition.cnn.com/2021/02/15/politics/kinzinger-impeachment-family-letter/index.html
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