Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En La
Vanguardia, Francesc Brasero hace suya una preocupación general que se ha
intensificado con la situación provocada por la pandemia: el control de los
usuarios de las redes mediante esa fórmula omnipresente del "nosotros y
nuestros socios". La aceptación forzada para poder acceder a la
información ha explotado con la situación de la pandemia en donde muchos sitios
web han visto reducidos sus ingresos a la vez que les llegaba una oferta
tentadora: la compra de los datos de sus usuarios.
Creo
que fue en el año 1997 cuando me cupo el honor de moderar lo que se llamó
entonces "El Gran Debate de las audiencias", que se organizó por
parte de una empresa desaparecida ya, Teknoland, dedicada al incipiente negocio
de Internet. Acababan de aparecer los primeros diarios españoles en la red y
estos no acaban de entender bien la jerga de las nuevas compañías tecnológicas
del campo de la información, especialmente en algo que chocaba con su modelo de
negocio tradicional, la venta de un objeto material —el periódico— con unas
determinadas y específicas reglas publicitarias, el segundo tipo de ingreso
junto a la propia venta del ejemplar. Un diario valía lo que era su precio en
el quiosco más lo que se ingresara por la venta de su espacio publicitario. Los
responsables de los diarios tenían que hablar con personas que les prometían
millones de accesos, "hits", etc. una jerga que no acaban de
entender.
Rescato,
a efectos arqueológicos, la información que salió entonces de aquel encuentro
pionero para discutir sobre algo que hoy nos afecta a todos. Lo encuentro en la
hemeroteca digital de una revista de la época, ComputerWorld, firmado por Imma
Rico:
Un tema tan polémico como la medición de
audiencias en internet ha reunido a investigadores y profesionales de los
medios de comunicación en dos foros de análisis y debate celebrados los días 13
y 14 de noviembre en Madrid. El objeto de ambas iniciativas era encontrar fórmulas
efectivas de control y medición de internautas así como analizar la importancia
de este tipo de información de cara a la obtención de inversiones publicitarias
en medios digitales.
La primera de ellas, organizada por la AIMC
(Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación.
www.arroba.es/aimc) contó con la presencia de Frank Harrison, director
Internacional de Sistemas de Zenith Media Worldwide y Jaques Brown, director
Internacional de Mediametrie.
En la segunda, "El Gran Debate: La medición de Audiencias en Internet", promovida por Teknoland (www.teknoland.es), participaron Manuel Sala, director Técnico de OJD (Oficina de Justificación de la Difusión. www.ojd.es) y responsables de algunos medios digitales: El País (www.elpais.es), ABC (www.abc.es), El Mundo (www.el-mundo.es) y Grupo Recoletos (www.recoletos.es).
Sistemas de control
Desde la aparición de Internet y demostrada
su influencia en los internautas, instituciones y medios han tratado de
encontrar sistemas coherentes y fiables de medición capaces de proporcionar
datos cualitativos y cuantitativos sobre ciberaudiencias.
En este sentido, destaca el análisis de
ficheros log (log file), que se basa en el estudio de ficheros log del servidor
mediante filtros que registran las visitas. Este sistema es el utilizado por la
OJD y, según explicaba su director Técnico de Medios Electrónicos, Manuel Sala,
"con él se puede acceder a información detallada sobre páginas visitadas,
accesos a secciones y situación geográfica gracias al conocimiento de direcciones
IP y sus correspondientes dominios".
Manipular estos ficheros log es sencillo, por lo que OJD dispone de un sistema paralelo de control que compara los análisis de los ficheros entregados por los medios con los obtenidos independientemente por la institución investigadora.
Dificultades en la medición de audiencias
A pesar de la existencia de numerosos
métodos, la medición de ciberaudiencias sigue presentando dificultades, ya que,
como explicaba José Luis Alegre, del Departamento de Nuevas Tecnologías de El País,
"no es posible determinar cuántos son usuarios individuales o grupos, ni
cuánta gente hay detrás de los proveedores y de los proxis, por lo que
manejamos cifras orientativas".
Además, sólo se consiguen datos cuantitativos y no cualitativos, que son los más demandados por agencias. Para ello, el director técnico de OJD propuso que sean los medios quienes consigan información a través de concursos, juegos, etc. cuyo servicio requiere datos personales verificables.
Inma Rico (irico@idg.es)*
En el
debate que me tocó moderar ya se planteó un tema conflictivo, el de las "cookies",
concepto entonces en mantillas y que hoy tenemos que aceptar, si deseamos poder
acceder a la información. La información lleva fecha del 1 de diciembre de
1997, salida del número mensual.
Si nos
fijamos, el tema que estaba entonces sobre la mesa es el análisis de los ficheros log, que
son los que recogen los movimientos de los usuarios "en" los
servidores que alojan las páginas. Lo que se analiza es el comportamiento desde
la información que queda en el servidor, es su propia información. Pero ya se planteaba entonces ir más allá. En el debate salieron ya las "cookies". Se veía un "futuro prometedor". ¡Y vaya si lo ha sido!
Con esa
información, la cuestión estaba orientada a las relaciones entre el medio y la
publicidad, usando la información del comportamiento de las audiencias para
"negociar" las tarifas publicitarias. De eso se trataba.
Pero
eso es el pasado o, al menos, una parte de lo que está ocurriendo hoy, donde
hay un planteamiento totalmente diferente, al surgir unos elementos que
negocian con los datos brutos, por un lado, y con capacidad de personalización
por otro.
Tanto
el aumento de la potencia de cómputo, por un lado, como la creación de
algoritmos capaces de personalizar la información navegando en el big data,
permiten crear perfiles automatizados de los usuarios, a los que se
"estudia" y se dirige una comunicación "a medida".
Lo que
está hoy sobre la mesa es muy diferente a lo que había entonces. Si antes eran
los medios los que ponían los resultados sobre la mesa para negociar tarifas,
ahora es a los usuarios a los que se pone sobre la mesa, a sus "perfiles",
es decir a una descripción precisa de sus movimientos o huellas digitales, que
permiten reconstruir su vida y milagros con todo lujo de detalles mediante en
entrecruzado de informaciones múltiples, que surgen al identificar su dirección
IP y, desde ahí, todos sus movimientos. Y nuestros movimientos somos nosotros
mismos. Lo que somos es lo que hacemos desde una perspectiva conductual. Da
igual lo que pensemos porque eso se manifiesta en la acción. En la medida en
que tenemos una vida ya plenamente digital, tanto privada como social, todo lo
que hacemos deja "huella", un rastro de datos que va del pago con la
tarjeta en nuestro supermercado a la reserva de las entradas del cine, la
navegación diaria por Internet y las páginas que podamos leer.
La
explosión desde hace unos meses de las páginas de acceso que deben ser aceptadas no
es más que la muestra de cómo trabaja hoy el big data y del valor de nuestro
datos, una mercancía informacional que tiene enorme valor porque es inagotable
y se puede extraer de ella futuros comportamientos, predicciones sociales e
individuales si así se quiere. Permite personalizar los mensajes que recibimos
o establecer deducciones algorítmicas sobre nuestro futuro comportamiento.
No es
casual que esto haya saltado de forma escandalosa con el affaire de
"Cambridge Analytica", el uso fraudulento de datos tomados a través
de Google a usuarios de Facebook que acabaron en la Rusia de Putin.
Nuestro
comportamiento tiene una especial importancia para el mundo político y,
especialmente, para esa parte oscura de los partidos que les suministra
información sobre el estado social más allá de las estadísticas, que permite
equiparar las acciones comerciales a las políticas en cuanto a sus métodos y
objetivos: anticiparse y desarrollar técnicas de seducción política, una
retórica eficaz en las campañas y un estilo que venza resistencias.
Leemos en el artículo del diario:
La red social, que basa la gratuidad de su
producto en la obtención de datos para la publicidad segmentados, ve peligrar
una parte de su negocio. Si no puede obtener datos de alguien, deja de ser
rentable. Todo ello deja más clara la sentencia de lo que aprendimos ya hace
tiempo: cuando algo es gratis, el producto es el usuario.
Como en otros ámbitos, el de la privacidad
puede abrir nuevas brechas entre los seres humanos si no lo está haciendo ya.
El lugar en el que viva una persona va a ser cada vez más decisivo, pero la
situación socioeconómica también. No todos los usuarios tendrán el conocimiento
y el acceso a herramientas para controlar los datos que ceden. La necesidad de
recurrir a servicios gratuitos para quien no pueda pagarlos abre la posibilidad
de que la persona, a través de sus datos, sea su propia mercancía. El futuro no
tiene por qué ser oscuro, pero la batalla por la luz no será sencilla.**
Sabemos
desde hace mucho tiempo que muchas páginas web solo existen como forma de captación
de datos. El contenido es el cebo, la atracción para acoger a un tipo de
usuarios que pueden ser rastreados en sus movimientos y, por ello, definidos de
forma concreta haciendo posible llegar a él, vencer sus resistencias y establecer muchas
otras formas de observación y seguimiento.
Que la
gran explosión se produzca en una situación de crisis sanitaria y económica
como la actual no es una casualidad. Las compañías de datos llaman a las
puertas de grandes y pequeños ofreciéndoles la compra de los datos de sus
usuarios. Son puertas para entrar en nuestros ordenadores, es decir, en
nuestras vidas, puesto que una parte muy importante se realiza ya a través de
ordenadores, tabletas y teléfonos. Esta vida digital se ha intensificado por la
pandemia, haciendo que pasemos mucho tiempo de navegación. Se ha disparado el
teletrabajo, la telemedicina, la educación online, las reservas y pedidos, etc.
De todo ello queda registro. Igualmente, las empresas en crisis ven en la venta de datos una ayuda para su supervivencia o beneficio.
Limpio
mi ordenador cada tres o cuatro días. Cada vez que uso mi limpiador, este me
avisa que va a borrar del orden de 3.000 "trackers". Son rastreadores
que se alojan en nuestros ordenadores y teléfonos monitorizando nuestras
actividades. Hay fórmulas realmente hipócritas, como la que nos dice que
"es mejor mandarte anuncios que te interesan que otros que no te interesan
lo más mínimo". Todas ellas comienzan con esa fórmula de "nosotros y
nuestros socios", lo que le da un cierto toque entre misterioso y mafioso.
La
política europea de privacidad obliga a advertir, pero no solo navegamos por
Europa. Las páginas norteamericanas tienen otros, incluso algunas nos impiden
la navegación por no "ajustarnos" a lo que hacen.
En los
años 90 comenzaron a salir voces e instituciones que denunciaban y emprendían
acciones legales para defender la red y a sus usuarios. Todavía era un mundo
romántico, igualitario, universalista y basado en la gratuidad que se defendía
del acoso creciente del mercado y de la voracidad de las empresas. Hoy no queda
nada, apenas algún testimonio ocasional.
El
incremento de la monitorización empieza a ser muy preocupante porque
desconocemos los usos que, gracias a la potencia de cálculo, al uso del big
data y al empleo de algoritmos e inteligencia artificial, puede darse a
nuestros datos. Las normas de protección son molestas y están diseñadas para
que sea un número reducido de usuarios el que solicite que se borren sus
huellas. Se cuenta con la inercia, la comodidad y las costumbres, que tienden a
hacer como si no existieran.
Sí, en
efecto, la mercancía somos nosotros. La cuestión es a quién nos venden y qué
hacen con nosotros. Todo se disuelve en fórmulas comunes que tratan de hacernos
creer que esto es "normal", un trámite más en la navegación, algo en lo que no debemos entretenernos. Dicen preocuparse por nuestra privacidad. ¡Enternecedor!
La
paradoja es que los mismos medios que denuncian esto lo practican, que leer un
artículo sobre los peligros de ser monitorizado
está sometido también a un peligroso rastreo. Usted, lector de este artículo, como yo mismo, hemos tenido que aceptar... o quedarnos fuera.
Lo único que nos queda es el molesto borrado de nuestros queridos visitantes, huéspedes de nuestras memorias, preocupados por nuestra privacidad. ¡Qué se le va a hacer!
* Imma
Rico "Medición de ciberaudiencias a debate" Computer World 1/12/1997
https://www.computerworld.es/economia-digital/medicion-de-ciberaudiencias-a-debate
**
Francesc Bracero "La privacidad marcará una guerra tecnológica" La
Vanguardia 12/02/2021 https://www.lavanguardia.com/vida/20210212/6203674/privacidad-marcara-guerra-tecnologica.html
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