Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Es
difícil leer el artículo sobre lo que hizo ayer Donald Trump frente a sus
seguidores en Orlando, Florida, sin sentir algún tipo de inquietud por el
futuro norteamericano, empezando a verse en el horizonte las peores expectativas.
Su intervención en el significativo escenario de la Conservative Political
Action Conference (CPAC) ha debido inquietar en distinto grado a muchos
republicanos y todos los demócratas pues supone toda una declaración de guerra
al conjunto del sistema y un primer atisbo de lo que va a ser esta legislatura
en los Estados Unidos con un Trump ejerciendo de presidente en la sombra, más
que de ex presidente.
Trump
sigue viviendo sus mentiras. Necesita, además, de ellas porque le sirven de
intimidación sobre las situaciones jurídicas que se le puedan plantear en los
meses próximos por sus responsabilidades en actos provocados por él. Trump no
planeta un futuro político sino un presente de venganzas y ataques directos
contra todos aquellos a los que responsabiliza de su "robo" electoral
y a los que considera "traidores" por no haber sostenido sus mentiras
como verdades. Para él, el mundo tiene una línea divisoria; con él o contra él.
Al no
haber ninguna prueba de esa "ficticia" victoria, el universo se
vuelve un espacio siniestro de conspiraciones contra él, lo que extiende en sus
discursos, a los Estados Unidos como destino y al pueblo como su manifestación
viva.
La
situación que se abre es insólita en la vida norteamericana profundizando más
en la figura del "presidente antisistema" que ha representado durante
su estancia en la Casa Blanca. El "sistema" era la vida política
norteamericana, en clave interna, pero también lo era en clave exterior, el
orden internacional que interpretaba como una forma de oposición al
cumplimiento del destino norteamericano, el dominio mundial, "America
First", a través de la fuerza. La destrucción de todo el sistema de
vínculos de Estados Unidos con la comunidad internacional a través de todo tipo
de acuerdos era un objetivo de Trump que veía en ellos un lastre para el
desarrollo norteamericano y la limitación de su "potencia" de control
intimidatorio del mundo. Para Trump una fuerza que no se usa para sacar el
máximo provecho propio es un desperdicio y una traición.
Peter Collinson, en la CNN, nos da cuenta del comienzo de una intensa operación de hundimiento
institucional del sistema, que ha comenzado por el Tribunal Supremo:
"They should be ashamed of themselves for
what they've done to our country ... the Supreme Court didn't have the guts or
the courage to do anything about it," Trump fumed in an authoritarian
speech at the Conservative Political Action Conference, in Orlando, Florida,
referring to false fraud claims thrown out by multiple judges.*
La cadena de televisión FoxNews retransmitió en directo amplificando el efecto y devolviéndole el poder mediático del control. Como señala la propia CNN, el discurso fue emitido sin señalar las flagrantes mentiras que contenía. La posición de la cadena parece temer tanto que Trump use otros medios ultraconservadores perdiendo audiencia, como que arremeta contra ellos con el mismo efecto.
Las opciones conservadoras son tres: enfrentarse a Trump, que es un riesgo político e incluso físico; apoyarle dejándose llevar por una fantasías que mantendrán un conflicto con un enorme coste social y político, o finalmente mantenerse en silencio y tratar de que no apunte en tu dirección.
Trump, lo hemos señalado, se considera dueño de los votos depositados en su favor en la campaña perdida. Eso le da poder, aunque no la Casa Blanca. Pero para eso le basta seguir sosteniendo la idea del "fraude", como está haciendo.
Los medios están tratando de buscarle las cosquillas con elementos como la cuestión de sus declaraciones fiscales, ¿pero hasta qué punto le importa a Trump si los suyos están convencidos de que todo forma parte de una "caza de brujas"? Mientras él controle el "marco" general, será difícil que algo debilite su poder sobre la gente.
La clase política republicana sabe que se juega la vida si Trump considera que le apoyan. Sin pudor alguno, Trump arremete contra ellos proponiendo a sus propios candidatos. Esto trae sus propias consecuencias, como lo sería unas cámaras repletas de republicanos trumpistas, de personas que destruyen en su nombre la democracia norteamericana o lanzan contra cualquier institución a sus huestes armadas, como ocurrió el 6 de enero en el asalto al Capitolio.
Hay otra peligrosa línea de actuación republicana: el cambio de las reglas de juego electorales para modificar el voto por zonas (redefinición de las circunscripciones ajustándolas) y, tal como señala la CNN, la modificación de los propios electores:
His latest comments suggest that the fight to
safeguard US democratic institutions and free elections did not end when he
left the White House but will be a key struggle in the run-up to the next
presidential election.
As local and state Republicans seek to narrow
access to the polls, Trump, who tried to force officials in Georgia to steal
the election for him, called on the GOP to outlaw mail-in and early voting to
ensure "honest elections" and made racially motivated insinuations
about irregularities in Detroit and Philadelphia. He demanded citizen tests for
ballot access, said voting should only take place on Election Day and called
for independent judges to be barred from adjudicating election disputes.*
Los peores escenarios de la celebración de elecciones en la época de la lucha por los derechos civiles vienen a la mente. Pero Trump y sus seguidores tienen unas ideas claras sobre quién y cómo se debería votar.
La situación que Trump está creando es grave y lo será más. La radicalización de los Estados Unidos, su división polar es la meta que busca. No tiene otro método más que la división del país para alcanzar sus objetivos. Hemos insistido en la responsabilidad del Partido Republicano, pero está claro que este ya no existe. Carece de liderazgo y es algo que Trump ya no necesita. Él se dirige directamente a las masas, a los votantes recabando su apoyo e incitándoles a que den la espalda al propio partido en su beneficio. Trump no tiene ningún compromiso con nada o nadie que no sea él mismo, como ha demostrado repetidamente.
La transformación de un partido en una guardia pretoriana tiene enormes consecuencias para la vida política y le acerca a esas admiradas por Trump figuras de dictadores con las cuales se ha entendido tan bien en su época presidencial, caracterizada precisamente por esa imposible comunicación con las democracias frente a la fluidez autoritaria. Trump ignora cualquier otro principio que no sea el de la consecución del poder que, una vez conquistado, no se abandona. Por más que sea una especulación, creo que la admiración de Trump por los dictadores es su capacidad de trascender el sistema y sus reglas, cambiándolas para seguir permaneciendo en el poder. Las figuras de Putin o al-Sisi le muestran que uno puede perpetuarse en el poder si tiene la capacidad de modificar las reglas, algo que es más importante que el ganar porque si puedes cambiarlas ganarás siempre. Se señala en el artículo con claridad: "In such a way, Trump's corrupting influence could harm faith in the fairness of US elections, the bedrock of US democracy for months or years into the future."* "Corrupción" del sistema, cualquier cosa que le permita conseguir el poder y permanecer en él. El asalto al Capitolio es una muestra clara de sus formas y ausencia de principios. El peligro, más allá de Trump, es —en efecto— lo que supone para la propia democracia y la convivencia social que supone.
La radicalización en las democracias por la modificación y radicalización de los discursos supone sobre todo un deterior de la convivencia y la democracia es sobre todo una forma de vivir la convivencia, que es el objetivo final, por encima del poder. Hemos insistido en que Trump no es un retroceso en la democracia, sino una creciente y perversa tendencia cuya consecuencia es la anteposición del poder a la convivencia y armonía sociales. Este fenómeno se está percibiendo cada día más y, gracias a los medios nuevos, es más fácil expandir unas influyentes direcciones autoritarias que destruyen la convivencia.
Si el discurso del fraude sigue creciendo (en Myanmar ha servido para justificar un golpe de estado), la democracia quedará reducida a un camino hacia el poder que no será abandonado por unos medios u otros. La estigmatización del otro hará que se destruya la posibilidad de la alternancia, convirtiendo la política en el ejercicio constante de echar al otro del sistema. Muchos pensarán que esto no es posible en la Estado Unidos, pero es el camino marcado, cuya influencia se ha hecho manifiesta en las justificaciones autoritarias de las dictaduras. Son las primeras que han mostrado el poco valor de la palabra "democracia" a sus súbditos. Estados Unidos ha dejado de ser ejemplo positivo, ya sea mostrando el mal perder de unos o el frágil equilibrio que acaba en enfrentamiento general. Sí, Trump ha hecho descender el valor de lo que significa democracia. También ha mostrado a quien quiera verlo la necesidad de cambiar de rumbo hacia procesos de convergencia social, de mayorías más amplias comprometidas con los valores del sistema de convivencia, alejándose de radicales que llevan su anarquía antisistema a las calles como nuevo escenario de conflictos. No hay que ir muy lejos para comprobarlo.
E.J. Dionne Jr firma en The Washington Post "The GOP is trapped in Trump’s rendezvous with yesterday". En el mismo medio, David Weigel y Michael Scherer titulan en la misma idea del asalto a Partido Republicano:"Trump rules out third party as he moves to firm up control of GOP"**. El artículo contiene unas palabras de Trump que creo revelan su forma de pensar y actuar:
“Actually, as you know, they just lost the
White House,” he said falsely of the Democratic Party. “But who knows, I might
even decide to beat them for a third time.” Later, after predicting a
“triumphant” return of a Republican president in four years, he added, “I
wonder who that will be. Who, who, who will that be, I wonder.”**
¿Puede seguir alentando la idea de haber ganado las elecciones? ¿Puede sobrevivir el Partido no solo a Trump sino a su propia inmersión en la irrealidad? ¿Es aceptable la idea de "ganar por tercera vez"? Si pierdo y digo que he ganado, puedo ganar infinidad de veces hasta que un día efectivamente se produzca esa victoria. Pero ¿hasta cuándo puede resistir un partido, un país, la comunidad internacional esta farsa corruptora? Esa es la gran pregunta que muchos se hacen dentro y fuera del Partido Republicano, un ente fantasmal en una dimensión alternativa.
La intervención de Trump en la CPAC puede resumirse en ese "ídolo dorado" que colocaron para poder hacerse selfies con él. Probablemente es la imagen que mejor lo representa: oro, una varita mágica en una mano, el "We The People" en la otra, pantalones cortos con la bandera americana.
* Stephen
Collinson "Trump unleashes new threat to American democracy" CNN
1/03/2021
https://edition.cnn.com/2021/03/01/politics/cpac-2021-trump-speech-american-democracy/index.html
** David
Weigel y Michael Scherer "Trump rules out third party as he moves to firm
up control of GOP" 1/03/2021
https://www.washingtonpost.com/politics/trump-cpac/2021/02/28/6a04140e-79e0-11eb-85cd-9b7fa90c8873_story.html
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