miércoles, 3 de febrero de 2021

La guerra de la vacunas

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)




A nadie se le escapa que desde el principio el asunto de las vacunas tenía una fuerte dimensión política. Trump se enfadó mucho cuando se anunció la primera vacuna unos días después de que perdiera (oficialmente) las elecciones. Consideró, en su narcisismo, que el anuncio se había retrasado para perjudicarle en los votos. ¡Qué no hubiera logrado con la vacuna en la mano!, vino a decir. Pero lo cierto es que los que han llegado a la Casa Blanca denuncian que no había ningún plan de vacunación previsto y han tenido que partir de cero. La Historia le responsabilizará por ello. En su haber más muertos norteamericanos que en las Guerras Mundiales. Como en asalto al Capitolio, dirá que él no tuvo nada que ver, que simplemente lo minimizó, no llevó mascarilla y se limitó a responsabilizar a los chinos, a los demócratas y todo el que se le pusiera enfrente. No se sabe cuántos muertos más necesitan muchos norteamericanos para dejar de creer que es un invento para controlar el mundo. Política.

Política están siendo en el mundo las compras de vacunas. Comprar una u otra es una decisión estratégica que puede tener consecuencias, como le ha pasado a Europa con la ralentización de la producción y el consiguiente retraso de los planes de vacunación, que a su vez llevan asignados plazos de recuperación de la actividad económica, según se cree quizá con demasiado optimismo.

Desde el principio se le quitó credibilidad político sanitaria (vamos a expresarlo así) a dos vacunas, la de Rusia y la de China. Pero lo cierto es que esas vacunas se están poniendo por poco que nos guste Vladimir Putin o tengamos una opinión negativa del régimen chino. Todo eso da igual, pero nuestras tendencia a creer lo que nos gusta no hace crearnos problemas porque hemos eliminado el "plan B".

El mundo desperdicia una enorme y gloriosa ocasión de aparcar muchas cosas y lanzarse a una tarea común, real, como es el coronavirus de turno. No creo que haya sido solo una cuestión política; también ha habido sus toques de competencia. Desestimando la posibilidad de acceder a una vacuna china o rusa, las fieras farmacéuticas europeas y norteamericanas han tenido mucha menos competencia, lo que les ha permitido obtener unos precios mucho más elevados que si se hubieran comercializado todas.




Las vacunas marginadas, en cambio, han encontrado su propio público en aquellos países que no han estado dispuestos a ponerse en manos de unas empresas que actúan solo por un interés: sacar el máximo beneficio. Las farmacéuticas nunca han tenido buena prensa, ellas sabrán por qué. Lo que está claro es que esta vez se han cubierto de beneficios pero también de una capa de descrédito del que les será muy difícil recuperarse.

La prueba de fuego de la vacunación no son los países ricos, que quedan muchos de ellos en evidencia en su falta de preparación, pese al tiempo transcurrido. Quizá demasiadas luchas internas, demasiados lamentos y muy poca acción.

Esto no solo afecta a las vacunaciones, sino a todo el proceso: volvemos a estar con las UCIs a tope, con el sistema sanitario colapsado, con el personal sanitario al borde de la depresión colectiva por exceso de enfermos y exceso de irresponsables, un sector de la población vacunado "psicológicamente", por decirlo con delicadeza.

Euronews nos dice que el segundo país europeo, después de Reino Unido, en número de vacunaciones es Serbia. ¿Su secreto? Haber contratado vacunas con todos, sin exceptuar a nadie. Su primera ministra, Ana Brnabić,  le ha dicho a la cadena:

 

"We decided to run fast on all possible tracks," said Serbia's prime minister Ana Brnabić in an interview with Euronews' Bojan Brkic.

“Early on we were on involved in all of the processes regarding vaccines. We donated 2.1m euro through the EU Commission for the development of vaccines. Early on we participated in the COVAX scheme of the World Health Organisation. But in addition we thought it would be prudent to enter into bilateral talks with all vaccine producers to make sure our citizens early on get as much of the vaccine as possible," Brnabić outlined.

"We were one of the first five countries to sign a contract with Pfizer/BioNtech. And we also signed for Sputnik V also for the Chines vaccine Sinopharm. We were the second country in Europe to get the first dispatched of the Pfizer vaccine immediately after the UK."

Asked about her concerns regarding the safety of the Russian and Chinese vaccines after Serbia approved them before the documentation was delivered to the EU, she says that Serbia obtained "some samples of all the relevant vaccines for our authorities to check and we went with the emergency approval."*

 



Visto desde nuestra situación actual, la situación de la Unión Europea queda problemática. Reino Unido y Serbia tienen más personas vacunadas (y vacunas) que los demás, aunque sea por jugadas distintas. El escándalo de las vacunas que se quedan en Reino Unido porque primero se vacunan ellos y ya se verá qué hacen con el resto (ya hay ideas al respecto) es muy diferente al de los Serbios. Serbia no ha sentido los miedos político sanitarios ante las vacunas rusas y chinas.

Ayer nos daban la información, con fuente en The Lancet, que la vacuna rusa es eficaz al 92%, lo que no está mal. 



La dimensión política de la pandemia es grande desde el principio, con la idea del "virus chino", las teorías de la conspiración. Se han cuestionado los principios chinos, que son los únicos que han funcionado: confinamiento riguroso de las zonas afectadas, construcción meteórica de hospitales donde se necesita y confinamiento "cobrado" a todo el que llegaba de fuera, la estancia en el hotel corría de su cuenta. Cada vez que hay un brote, los chinos cierran la ciudad, grande o pequeña, y de allí no sale nadie. La explicación occidental es doble: son chinos y son comunistas. Ambas cosas invalidan cualquier planteamiento pero no pueden ocultar los resultados. La economía china crece gracias al control del virus.

Las exportaciones de vacunas son vistas como "propaganda". Ya pasó cuando mandaban a Occidente material sanitario. No teníamos mascarillas, pero si las mandaban era por "propaganda". Cuando lo hacemos nosotros es "ayuda humanitaria"; si lo hace China, propaganda. Es la ley del embudo.

Estamos pagando ahora la falta de unidad mundial ante la pandemia. El virus es común, pero nuestras respuestas han sido muy distintas, desde la soberbia de la gripecita o del aquí no llegará, hasta las más dramáticas. ¿Tan pronto nos olvidamos de los crematorios con caminos aparcados llenos de cadáveres esperando días? ¿Tan pronto se nos olvidan todas estas cosas para gastar nuestras energías en disputas, cálculos y demagogia?



El drama humano se queda olvidado ante la política y la economías, que pasan a marcar las estrategias de enfrentamiento en diferentes niveles: Unión Europea vs Reino Unido; Europa vs Estados Unidos; Occidente vs Rusia y China, etc. Todo es cálculo. Localmente ocurre lo mismo. El coronavirus sirve para tirarse los trastos a la cabeza y las muertes se utilizan para ganar votos. Triste.

Muchos siguen sin entender que esto va para largo, con vacuna incluida. Que lo que pueda ocurrir necesita de la cooperación de todos, que es la única forma de acabar con ello o, al menos, reducir su daño al mínimo.

En un mundo globalizado no puede haber estas parcelaciones ante un problema de esta magnitud, algo a lo que no nos habíamos enfrentado anteriormente. Es necesario un cambio radical porque este fenómeno se puede repetir y se repetirá. Como los terremotos, no sabemos cuándo, pero sí debemos entender que cualquier fenómeno de este tipo deja de ser local, algo ajeno, ya que en pocas horas podemos haberlo llevado con nosotros con el turismo, los negocios o las exportaciones. Se han detectado coronavirus en alimentos congelados que han recorrido medio mundo. Ya no es necesario contagiarnos in situ ni viajar; nos puede llegar directamente a la mesa.




Muchos expertos nos explican que esta es una cuestión sistémica y compleja, donde hay todo tipo de factores que están propiciando la emergencia de fenómenos como este y que, en gran medida, es nuestra capacidad elevadísima de interacción, de movilidad por el mundo la causante. El virus es un fenómeno natural que adquiere un enorme potencial expansivo porque nosotros nos movemos. Lo que antes ocurrí en soledad y sin transcendencia o con un efecto muy reducido, ahora adquiere dimensiones planetarias en pocos días o semanas. Lo hemos visto, pero supone un cambio radical en muchas cosas a las que no estamos dispuestos a renunciar o a cambiar.

La pregunta ya no es "cuándo" van a volver a España los 70 millones de turistas que necesitamos. La pregunta es si van a volver. No hay que mirar hacia atrás sino hacia adelante, a lo que el futuro nos permitirá hacer y lo que no debemos volver a repetir.



En uno de los programas de la CNN, la gente hace pregunta a los expertos, incluido en Dr. Fauci, liberado ya de Trump. Una mujer señala que su marido y ella ya han recibido la segunda dosis de la vacuna y pregunta cuándo estarán "inmunizados" y podrán "viajar". La pregunta misma forma parte de un equívoco inducido y generalizado. Se ha tratado de controlar la situación, la respuesta social a los límites, con la esperanza de una vacuna que sería como un milagro, nos volvería invencibles e indiferentes al mundo. Me temo que este tipo de planteamientos —ya lo dijimos hace unos días— se van a volver contra nosotros. El mundo ha cambiado. La vacuna resuelve algunos problemas, pero no vuelve el mundo al pasado. ¿No nos hemos dado cuenta de las dimensiones del problema, de su alcance?

Podemos negar el cambio climático, podemos negar las vacunas o creer en conspiraciones terrestres o extraterrestres si nos apetece, pero nada de lo que neguemos o creamos va a desaparecer. Lo único que puede ayudarnos es la colaboración internacional, que no se pierdan esfuerzos. El coronavirus no es una cuestión de China, Estados Unidos, Rusia o España... Es un desafío a la Humanidad, un concepto que adquiere ahora su dimensión real ante esta prueba. Las vacunas son soluciones momentáneas; el problema continuará porque hemos llegado a un límite en muchos sentidos. La idea de lo sostenible debe pasar al centro de nuestro pensamiento y no en términos locales. 

El mundo se nos ha hecho ya muy pequeño y no estamos solos. La descoordinación, los enfrentamientos, rivalidades, falta de colaboración, etc. nos hacen más débiles y expuestos a lo que irá viniendo. De nosotros depende la creación de instituciones capaces de velar por todos. Está en nuestras manos crear sistemas de vigilancia e investigación, lo que contrario a lo que hizo Trump desmantelando los laboratorios con investigadores norteamericanos haciéndolos regresar. Esto fue  cinco o seis meses antes de que se declararán los primeros casos en Wuhan. Trump llevó así la política contra China al terrenos sanitario y de investigación. Muchos han señalado que se perdió con este acto la posibilidad de haber tenido acceso inmediato a los casos. Los resultados los vemos cada día y, especialmente, en unos Estados Unidos politizados alrededor de la vacuna, otro logro del ya afortunadamente ex presidente.

Si no somos capaces de ver con claridad todo esto cegados por cualquier otro de nuestros "virus" políticos o económicos, nos mereceremos lo que nos ocurra.



* "Serbia's PM says vaccine success down to prioritising healthcare over politics" Euronews 2/02/2021 https://www.euronews.com/2021/02/02/serbia-s-pm-says-vaccine-success-down-to-proritising-healthcare-over-politics

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