sábado, 31 de octubre de 2020

El ladrón que gritaba "¡libertad!"

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Sabemos —y no siempre— cómo comienzan las cosas, pero difícilmente podemos adivinar cómo terminan, en dónde acaban. Empiezas protestando porque no te dejan tomarte tu cervecita a la hora que quieres, donde y con quien te apetece y acabas quemando contendores, lanzando piedras y aporreando coches de la Policía. Los incidentes de esta apertura del "puente de todos los Santos" está siendo movido y movilizado, a falta de salidas.

Toma la cuestión de la pandemia y los confinamientos, perimetrados o de cualquier otro tipo —semanales, diarios, festivos, sietemesinos— un cariz peligroso por muchas circunstancias, que se pueden definir como una forma de incertidumbre. Los incidentes graves en diversas ciudades de España —a imitación de algunas otras europeas y, peor, norteamericanas— parece confluir en las imágenes de destrucción y enfrentamiento, creando una versión inesperada e irónica de lo que algunos pretendían como "nueva normalidad", por la que están saliendo las viejas peleas políticas y conflictos callejeros. Mientras unos se pelean en los respectivos parlamentos y ruedas de prensa, la calle está siendo tomada por otro tipo de protestas, de los médicos enfadados con toda razón a los propietarios de la hostelería, del ocio nocturno y los violentos de la algarabía sin especificación horaria, aunque partidarios de la noche porque quedan los fuegos mas resultones.

Nos cuentan en La Vanguardia los enfrentamientos:

Sin aparente organización, a gritos y yendo de un lado a otro, un grupo heterogéneo de manifestantes entre los que resaltaban miembros de la extrema derecha, integrantes de los Boixos Nois, algunos trabajadores del sector de la noche que habían asistido a la manifestación y gente literalmente cabreada que cerveza en mano se sumó a lo que creían que era una fiesta sembraron el centro de caos.

Contenedores quemados, barricadas, piedras y adoquines volando, cualquier cosa se convirtió en proyectiles voladores contra unas fuerzas de seguridad desbordadas. Un responsable policial admitía que los informes previos sobre lo que podía suceder habían sido superados por los incidentes. No se calculó la presencia de grupos radicales de la extrema derecha que acabaron liderando los incidentes violentos.*

¡Mal cálculo a estas alturas de la película! No sé cómo analizan lo que puede ocurrir, pero desde luego deben incluir elementos que no se están introduciendo en los cálculos y previsiones.

Desde que empezó la batalla por la definición de los confinamientos, por su extensión y grado, por lo que sí y lo que no, por lo que según y cómo, etc. etc. era previsible que se canalizara el descontento hacia aquellos puntos de hartazgo con su sazonamiento radical, que está siempre a la que salta.

Desde que se escucha gritar "¡libertad, libertad!" en una manifestación que acaba de esta manera, hay que echarse a temblar porque ese "sin aparente organización" con el que comienza el párrafo del diario es sumamente engañoso. No estamos en tiempos de organización sino de "caos organizado", que es otra cosa. Se trata de arrastrar al que pasa, de concentraciones que van y vienen, de meterse entre los que protestan razonablemente y acabar en estallidos incontrolados, "adaptativos" a lo que hay y organizados como respuesta al orden de lo previsible que no se deja ver hasta que estalla. Y entonces es demasiado tarde. No hay "organización"; hay caos organizado, estallidos allí donde circunstancialmente se puede y a dónde se dirigen las fuerzas por las instrucciones de las redes. Es el método del viernes por la noche para encontrarse de fiesta en fiesta, pero en violento. Es el orden que aparece y desaparece para reaparecer más allá, donde no te lo esperas.

Han pecado de ingenuidad no previendo que se les colarían en manifestaciones previsiblemente más moderadas. ¿Ha llegado el momento "callejero", por llamarlo así? Está bien seleccionado pues se trata de medir la ira frustrada ante esa condena insufrible que es no poder salir por ahí un puente, cuando te las prometías muy felices.

Por su parte, el diario ABC señala la gravedad de lo ocurrido y explica:

El director de los Mossos d’Esquadra, Pere Ferrer, explicó que la policía trabaja con la tesis de que los grupos que protagonizaron los incidentes pertenecen a «la extrema derecha». En declaraciones a Rac1, Pere Ferrer explicó que se trata de grupos «con el perfil de extrema derecha» y en los próximos días analizarán lo ocurrido y a sus instigadores a partir de las identificaciones y del trabajo policial. Testigos presenciales aseguran que en los altercados también participaron personas vinculadas al ocio nocturno, uno de los sectores más golpeados por la crisis.**

Que yo sepa, no es imposible pertenecer al sector del "ocio nocturno" y ser de la "extrema derecha", pero allá cada uno con sus cálculos, aunque luego no les salgan las cuentas y se lleven sorpresas. Cuidado con la simplificación de las etiquetas porque la realidad suele ser más compleja.

Las imágenes nos muestran algo más que enfrentamientos; los medios resaltan y muestran el fenómeno de los saqueos, un modelo frecuente importando de las manifestaciones en ciudades norteamericanas. Las protestas se avivan por parte de los que están más interesados por lo que hay en tiendas y supermercados que por la ideología. Se suben a la tabla de la protesta y crean la violencia que les beneficia para cubrir sus objetivos en el caos creado. Una manifestación de este tipo es un fenómeno complejo, con múltiples capas, que estalla en un momento y en un punto preciso. No tiene que haber una gran organización, sino una adecuada copresencia de factores para que se produzca el revuelo que distrae. Son muchos los objetivos que se cubren, desde los políticos a hacerse con una bicicleta gratis tras el saqueo. Todos confluyen en un aquí y un ahora.

Lo ocurrido en Burgos es muy similar. ABC lo resume así:

Mientras tanto, en Burgos, más de un centenar de personas protagonizaron en la noche de este viernes también graves disturbios en el barrio de Gamonal, con violentos enfrentamientos con la Policía, lanzamiento de piedras y quema de contenedores. La concentración para protestar contra las medidas adoptadas por las autoridades para frenar el avance del Covid-19 acabó con enfrentamientos entre unos cuarenta manifestantes y agentes de la Unidad de Intervención (UIP) de la Policía Nacional.

La protesta no contaba con la autorización de la Subdelegación del Gobierno, y concentró a cerca de un millar de personas que, poco a poco, se fueron disolviendo, a excepción de unas decenas de radicales.

Los agentes realizaron varias cargas contra este grupo cuando quemaban contenedores y dañaban el mobiliario urbano. Durante la intervención de los agentes de la UIP, numerosos vecinos del barrio se asomaron a sus ventanas y balcones para aplaudir la actuación policial y rechazar la actitud de los manifestantes.** 

Los patrones son los mismos. Todos estos grupos se han formado en las mismas teorías y tienen los mismos entrenamientos, comparten una misma literatura instructiva, una misma visión caótica de la vida. Lo interesante es que el sentido del "caos" no es el mismo que habitualmente se le da de forma negativa. Para ellos el "caos" es positivo y es lo que hay que producir dando un empujoncito al frágil orden de lo cotidiano.


Si el resultado de esta pandemia va a ser el entrenamiento en la lucha callejera, hay que irse preparando y advertir a los verdaderos orígenes de las consecuencias que esto tiene para todos, incluida la imagen de España, esa que se dice querer proteger. Si a la etiqueta de "destino poco "seguro" le sumamos ahora la de "destino violento", como ya se hizo con campañas contra los turistas, por ejemplo, en Cataluña y Valencia en ocasiones anteriores, esto se pondrá peor.

La perspectiva del invierno es dura. Este tipo de acciones violentas no servirán de mucho. Los primeros que deben entenderlo son los sectores que consideran que para ellos resistir, los demás se deben arriesgar. Es así de claro. Se oye, de nuevo, hablar más de las terrazas y cafés que de problemas de más enjundia, como la enseñanza o la misma sanidad, que se manifiestan pidiendo ayudas y no desprotecciones. Los sanitarios se juegan la vida por los que se manifiestan para poder salir de noche; el sector educativo pidiendo ayudas para mejorar la enseñanza de nuestros hijos. Cualquier manifestación podría acaba mal, pero lo cierto es que solo algunas lo hacen. ¿Por qué unos sectores sí y otros no? Una pregunta interesante. ¿La responsabilidad? Claramente en quienes lo hace, pero con igual claridad de aquellos que las alientan como un conflicto de "libertades", un conflicto de competencias entre gobiernos, partidos e ideologías. No hay —o no debería haber tal— es vergonzoso que en el Parlamento español o en los autonómicos se escuche hablar, en el mismo plano que las broncas callejeras de "experimentos sociales", de "conspiraciones" y de un sinfín de estupideces que quieren reivindicarse más allá del despropósito.

Está claro que las medidas no van a modificarse por este tipo de violencia de la que se realimentan las protestas. Habrá que apuntar más arriba, sí, a los que calientan estas protestas que comienza pidiendo "libertad" y acaban robando bicicletas, quemando y agrediendo, una fea costumbre que se está normalizando, como la ocupación de casas, gracias a los teóricos de la justificación.  Los bonitos discursos sobre la libertad, parece que pierden mucho con la traducción a hechos callejeros. Lost in translation.

* "Noche de disturbios contra las restricciones en Barcelona" La Vanguardia 31/10/2020 https://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20201031/4986805182/noche-disturbios-contra-restricciones-barcelona.html

** "Violentos disturbios en Barcelona y Burgos en protestas contra el estado de alarma" ABC 31/10/2020 https://www.abc.es/espana/abci-barcelona-y-burgos-llamas-protestas-contra-toque-queda-202010310030_noticia.html

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