martes, 13 de octubre de 2020

La mosca o negro sobre blanco

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Normalmente un debate electoral como los que se producen actualmente en los Estados Unidos son el resultado de una intensa y meticulosa preparación. Se trata de tener todo controlado para evitar las sorpresas desagradables, por lo que se realiza un enorme esfuerzo para tratar de desarrollar una estrategia que el contrario no pueda desmontar y se analizan cuáles serán las suyas. La previsión se convierte en un ejercicio indispensable en la estrategia de los debates. Decenas de personas estudian las posibilidades y ofrecen alternativas para cada situación, estudian con detenimiento los detalles del vestuario, maquillaje, etc. para crear una determinada imagen de los candidatos. Hay ocasiones en que estas técnicas han sido tan precisas que ha hecho aparecer a ambos candidatos vestidos de la misma manera, con tonos y combinaciones idénticas.

Esto suele ser así, pero también es cierto que estamos en tiempos raros y no solo por la pandemia. El debate entre Trump y Biden difícilmente puede ser llamado así, dado el caos producido por el presidente, cuyo objetivo era desmantelar no el discurso del otro, sino imposibilitarlo. Algunos analistas lo ha llamado el "peor debate electoral de la historia" de los Estados Unidos. El "moderador", Chris Wallace, ha dicho que tardará años en volver a ver el espectáculo, reconociendo —además del bochorno pasado— la derrota al intentar que aquello no se le fuera de las manos. Si la estrategia de Trump era el caos, logró lo que quería, aunque, dadas las encuestas, no parece claro que haya logrado su objetivo. Harry Enten, en la CNN, explica que la ventaja de Biden sobre Trump es la mayor nunca registrada desde que se empezaron las encuestas, en 1936.

En ABC, el corresponsal en los Estados Unidos, David Alandete se centra en la suspensión del segundo debate electoral previsto entre los candidatos y nos ofrece los siguientes datos: 

Los debates presidenciales se celebran de forma continuada desde 1972, aunque el primero fue entre Richard Nixon y John Kennedy en 1960. En 1967 ya hubo un debate remoto, entre el gobernador de California, Ronald Reagan, y el senador por Massachusetts Robert Kennedy. El primero estaba en Sacramento, el segundo en Washington. El tema del debate fue la guerra de Vietnam. Kennedy murió de un disparo un año después.*

 

Después del primer debate, surgieron muchas voces para indicar a Biden que no debía aceptar un segundo debate, debido al comportamiento destructivo de Trump. Y luego llegó el positivo. El hecho que Trump estuviera contagiado —él y media Casa Blanca— parecía suficiente para evitar el desprestigio para la democracia había supuesto la transmisión del primer debate. Pero la recuperación "milagrosa" de Trump, incluida sus gracias a Dios por haberle permitido "conocer por dentro" la enfermedad y salir —como rezan los titulares de hoy— con deseos de "besar a todos" al declararse "inmune", volvía a llevar la celebración del debate a primer término de la discusión.

La estrategia de Trump es repetir la fórmula o, más precisamente, arrinconar a Biden para que sea él quien se niegue a participar en el debate. Esto lo intentó ya antes de la cura milagrosa. En el "debate paralelo" de las actitudes, Trump trataba de dejar a Biden como cobarde mientras que él ha desafiado a la enfermedad y ha vencido, algo que tampoco está muy claro y de los que muy poco se fían, pues muchos datos siguen sin hacerse públicos pese a la insistencia mediática. Trump rechazaba el debate virtual, en donde las posibilidades de interrupción están en manos del moderador con solo sacarlo de pantalla o silenciarlo con un mero golpe de ratón. Trump necesita del escenario porque es lo suyo, el espacio en el que reinar mediante el caos.

Pero, por si no hubiera bastantes problemas, llegó el debate de los vicepresidentes entre el Mike Pence, el actual, y Kamala Harris, la aspirante demócrata a acompañar a Biden en la Casa Blanca. Todo el mundo tenía grandes expectativas después de lo ocurrido con Trump y Biden. El debate fue por otros derroteros, tenso, pero con unas personalidades distintas y una Harris que supo frenar los intentos de Pence de desestabilizarla o de reinterpretarla. Todos ponderaron que, tras el mal ejemplo, lo suyo había sido un debate como está mandado, firmeza y respetuosa aceptación de las reglas y de la figura de la moderadora.

The New York Times en español explica sobre el debate:

Fue civilizado. Fue convencional. No fue especialmente brillante o revelador. Pero eso fue una gran mejora con respecto a los gritos indisciplinados que los estadounidenses sufrieron la semana pasada en el primer debate presidencial. Incluso se sentía normal —con excepción de las placas de plexiglás en el escenario— ya que ninguno de los candidatos se centró en el desarrollo de la noticia más apremiante de la nación: que Trump haya contraído el coronavirus, su hospitalización y regreso a la Casa Blanca en medio de preguntas sin respuesta sobre su estado médico.**

Pero no están los tiempos para normalidades. Pronto se coló en el debate tan normal un inesperado visitante, una mosca. ¡Vanidad de vanidades! Es sorprendente que la atención mediática y social se haya acabado centrando en la mosca que se posó durante cinco minutos sobre el pelo impecablemente blanco de Mike Pence, a modo de helipuerto. Toda la preparación, el detalle, las ideas..., todo se va al traste al pasar a la Historia como el debate de la mosca. El debate, Pence, Harris, cualquier idea, etc. quedan desplazados por aquella mosca que se coló, como en una canción de Mecano, en la cabeza de Pence. Es el signo de los tiempos.

El idioma español es rico en referencias a las moscas: "estar mosqueado", "por si las moscas", "estar mosca", "distraerse con una mosca pasar", incluso el célebre poema de "a un panal de rica miel / dos mil moscas acudieron...", con el que Samaniego, en el siglo XVIII, nos trajo la fábula de Esopo. Pero está mosca era una, negra sobre blanco, en la cabeza de Pence. Y se convirtió en el centro, en la protagonista del debate en cuanto los espectadores se percibieron del aterrizaje.

La verdad es que no me interesa la mosca en sí, pero sí las reacciones populares que la han convertido en mosca viral, campeona indiscutible de los debates presidenciales en un momento en que el mundo está expectante con lo que pueda salir de la elección. Creo que nunca ha habido tanta implicación mundial, fruto todo ello, por supuesto, por el universal rechazo (salvo algunas patologías nacionales, que apuestan por él).

La CNN ha realizado un vídeo*** con distintas referencias populares a la mosca de Pence. Desde las intervenciones de los implacables presentadores de los "late shows" dedicándole sus monólogos hasta las cuentas creadas en redes sociales, convertidas en tendencia pasando por la ropa decorada con la figura de Pence y la mosca sobre su impecablemente ordenada superficie capilar.

El protagonismo de la mosca ya es en sí una noticia sobre el comportamiento social, sobre cómo lo imprevisto reina sobre lo previsible, sobre la implacable mirada social, el efecto instantáneo de los medios en la actualidad y también ¿por qué no? sobre el hartazgo político y la saturación informativa. La atención mediática se distrae con facilidad en un mundo en el que pugnan esas dos fuerzas contrapuestas, como el yin y el yang, atención y distracción. Mientras unos luchan por quedarse con nuestras miradas, las fuerzas de lo imprevisto, en forma de mosca, trabajan para aguarles la fiesta.

En un mundo trivial, la trivialidad masiva se despierta con el más mínimo incidente y se convierte en eje. Tras el titular sobre el debate, The New York Times resalta: "La senadora trató centrar el debate en Donald Trump, el vicepresidente trató enfocarlo en la economía. Pero, al final, una mosca generó el revuelo."** Y el diario es un medio serio, pero hoy esta condición puede ser un obstáculo para el fin de atraer la atención. La CNN habla de "fly-mania".

La mosca es ya un icono. Es un elemento fácilmente adaptable en todo tipo de discursos y contextos. ¿Quién lo puede sacar punta a una mosca? Es y será la "mosca de Pence" porque el destino así lo quiso, porque la mosca tomo posesión de la cabeza de Pence como otros alunizaron. Podía haberse posado en cualquier otro lugar, pero fue en Pence y ante las cámaras, ante millones de espectadores que se distrajeron contando los minutos que pasaba sobre su cabeza, cinco, según el registro oficial. La mosca es el signo abierto, interpretable, ajustable.

Podemos jugar con la mosca, preguntarnos "por quién habría votado", si era demócrata o republicana; decir que la mosca "era Trump" que no se resistió a salir en pantalla; vender camisetas... De ocurrir en España, se le habría hecho una falla valenciana a la mosca... La mosca es el signo de los tiempos; es la mosca icónica, la famosa "mosca cojonera" lanzada a la fama, chupando cámara. No llega a ser mosca de J-P Sarte ni el rinoceronte de Ionesco; se queda más bien cerca de Beckett, de un necesariamente reescribible Esperando a la mosca, donde el tiempo pasado sin ella era una espera eterna. 

Y la mosca, finalmente, llegó, probablemente para quedarse, becerro de oro de la trivialidad, distracción o consuelo, indiferencia o nueva normalidad.

* David Alandete "Cancelado el segundo debate entre Trump y Biden" ABC 10/10/2020 https://www.abc.es/internacional/elecciones-eeuu/abci-cancelado-segundo-debate-entre-trump-y-biden-202010100053_noticia.html

** Shane Goldmacher "El debate vicepresidencial entre Kamala Harris y Mike Pence en seis claves" The New York Times 8/10/2020 https://www.nytimes.com/es/2020/10/08/espanol/debate-kamala-harris-pence.html

*** Jeanne Moos "Merchandise got a fly makeover after the VP debate" CNN 8/10/2020 https://edition.cnn.com/videos/politics/2020/10/08/fly-mike-pence-debate-merchandise-vice-president-moos-pkg-ebof-vpx.cnn




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