lunes, 5 de octubre de 2020

Mandar y saber

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


La Comunidad de Madrid está decidida a seguir dando la nota en el panorama nacional en esto del COVID. Es sorprendente, de nuevo, que la debilidad de los gobiernos se manifieste por el volumen de sus gritos.

Díaz Ayuso está arrastrando a todos los que se ven obligados a defender una serie de posiciones gritonas, inconexas y rayando ya el delirio conspirativo. La Comunidad no ha hecho lo que debía y ha mantenido su postura a lo Johnson y Trump, dejar hacer o, si se prefiere, no hacer nada, que viene a ser lo mismo.

Las quejas contra la Comunidad no salen solo de los ciudadanos, sino de los profesionales de la salud, que se han visto tirados de mala manera, sin cumplir las promesas de refuerzos. Lo único que le ha interesado a la Comunidad Madrileña ha sido Barajas, por algunos motivos que se me escapan, aunque no son muy difíciles de imaginar.

En La Vanguardia vemos cómo la comunidad científica está empezando a estar harta y agotada ante este tipo de peleas de callejeras de los políticos y reclaman un protagonismo necesario para evitar este bochornoso espectáculo al que se está llegando. Leemos en el diario: 

La comunidad científica ha plasmado en esta petición un decálogo de medidas que los políticos deberían a su juicio atender para combatir la pandemia, empezando por la aceptación “de una vez” de que para enfrentarse a esta crisis deben basarse en la mejor evidencia científica disponible, “desligada por completo del continuo enfrentamiento político”.

Inciden en la importancia de dar una respuesta “coordinada, equitativa y basada exclusivamente en criterios científicos claros, comunes y transparentes”, y han advertido de que la lentitud burocrática en resolver temas legales, técnicos o administrativos sólo consigue agravar las soluciones.

“Frenen ya tanta discusión y corran a la acción”, clama la petición lanzada ahora por este Congreso, que ha demandado un protocolo nacional que establezca criterios comunes de base exclusivamente científica, “sin la menor interferencia ni presión política”. 

Pero es difícil que estos políticos renuncien a lo que cimenta todo, su poder, aunque mucho me temo que en el caso que nos ocupa, el verdadero poder está en los intereses económicos que tratan de evitar que Madrid tenga un plan de choque que frene el deterioro de la salud y de los servicios, cuyas limitaciones quedan tan en evidencia como las pocas ganas de inversión en lo que se necesita.

Por todo ello, Madrid necesita esa gresca encubridora de las limitaciones de los políticos y de sus intereses. Con todas las dificultades naturales en una ciudad y comunidad como Madrid, con sus particularidades que van del transporte público a las enormes distancias que se recorren en ellos cada día para desplazarse a los trabajos, con barrios populares, superpoblados en casas pequeñas, frente a otros de amplias casas semi vacías. El propio dinamismo de Madrid es su problema en un momento en el que lo que se requiere es cortar la movilidad, reducirla al mínimo para evitar el contagio. Pero son muchos, parece, los intereses en que esto no se produzca.

Los propios cambios repentinos tras las conversaciones demuestran que los amos están en otra parte, que los que mandan realmente en Madrid o, si se prefiere, en sus políticos tienen sus propios centros de operaciones desde los que dan las instrucciones.

Madrid no se ha preparado. Ha vivido a remolque de su propia inercia. Recordemos las fanfarronadas de Díaz Ayuso contra el World Mobile de Barcelona, amenazando con postularse como sede frente a la actual. Ya nos dice eso mucho de la actitud que tienen los peculiares populares madrileños, herederos de muchos que han salido por la puerta de la Ley en estos años, pero que parece que siguen teniendo intereses similares.


Lo que los científicos de toda España piden es 1) ser manipulados y 2) ser escuchados en lo que es su campo de actuación sin que sus peticiones se vean distorsionadas por los intereses políticos y los subyacentes después. Lo que vemos todos, en cambio, es una lucha barriobajera, descarnada e histérica, desprovista de cualquier asomo de sensatez o de preocupación real por la salud de los madrileños. Siguen con la única idea de "bajar impuestos", que es la única que saben del catecismo económico que practican. Las consecuencias las tenemos sobre la mesa. Deterioro y reducción de servicios de todo tipo, de los médicos a los educativos, pasando por los servicios técnicos del Consorcio de Transporte, que tardan meses en arreglar una escalera porque están en cuadro. Y así todo.

Del despotismo ilustrado hemos pasado al ignorante. Mandar necesita de un saber o, al menos, de un saber escuchar que es lo que define al gobernante sabio. Pero aquí no se escucha a los científicos o expertos, sino a los intereses en la sombra rociándolo todo con la tinta que todo lo oscurece. Los expertos ya no saben qué más hacer para poder actuar ante este desaguisado. 

No creo que esto sea política. Es otra cosa. Algún día nos enteraremos.

 

* "Los científicos, a los políticos: “En la salud, ustedes mandan, pero no saben”" La Vanguardia / Agencias 4/10/2020 https://www.lavanguardia.com/vida/20201004/483848454554/cientificos-manifiesto-politicos-salud-mandan-pero-no-saben.html

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