Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El corresponsal en París de La Vanguardia, Eusebio Val, manifiesta el asombro francés ante esta extraña forma de condolencia manifestada en la calle de algunos países y por sus dirigentes:
En Francia hay una mezcla de inquietud,
perplejidad e indignación por una situación que se percibe como el mundo al
revés. Ven una corrupción de los argumentos, una manipulación obscena de la
realidad, con el riesgo de alentar el terrorismo. Hace pocos días el país
sufría un atentado brutal, de fuerte simbolismo –la decapitación de un maestro
al salir de su escuela, cerca de París–, una declaración de guerra a lo que Francia
encarna, a la libertad de pensamiento, a la herencia de la Ilustración. Un
yihadista checheno lo asesinó por haber mostrado caricaturas de Mahoma en una
clase dedicada a la libertad de expresión.
En vez de encontrar solidaridad, Francia es
castigada con groseras descalificaciones a su jefe de Estado y llamamientos a
no comprar sus productos. En las redes sociales se denigra con montajes
fotográficos ofensivos a Macron y a su esposa Brigitte. Son métodos de países
en guerra y de regímenes totalitarios.
Ya se sospechaba la larga mano de Erdogan en el boicot comercial, pero ayer se despejó cualquier duda. El propio líder turco, en un discurso, se sumaba a la acción punitiva. Además de Turquía, las represalias contra París se dan en Qatar, Kuwait, Jordania y Libia. Ha habido manifestaciones en Gaza, Trípoli y Tel Aviv. En el caso de Qatar, la contradicción es evidente. El rico emirato gasístico es un gran comprador de armamento francés, incluido el cazabombardero Rafale, pero ahora se retiran de sus estanterías los quesos y cosméticos galos.*
La
hipocresía se percibe claramente en ese párrafo final relativo a las compras de
armamentos por gobiernos que no les hacen ascos a todo aquello que les interesa
mientras que alientan por debajo la irritación popular, que esa agitada por
todo tipo de predicadores, grupos islamistas y demás. Hemos señalado aquí en
múltiples ocasiones el juego del doble lenguaje de las sonrisas gubernamentales
mientras que se alienta en la base un sentimiento anti occidental, en este caso
anti francés. Es la forma que tienen esas élites enriquecidas y corruptas de
mantenerse en el poder, negocios oscuros y agitación popular. De esta forma se
enriquecen en los negocios y se aseguran el armamento que les mantiene en el
poder mientras que se muestran ante sus pueblos como defensores de la fe frente
a la corrupción occidental, cuna del ateísmo, el feminismo y visiones perversas
y antinaturales del poder.
La
perplejidad francesa es que acaban siendo ellos los condenados por el triple
hecho de haber publicado las caricaturas, haberlas exhibido en una clase de
libertad de expresión y finalmente por haber condenado el extremismo islamista.
Los dos primeros hechos son condenables como blasfemias, algo por lo que en
muchos de estos países puedes tener pena de muerte si no se anticipa algún
piadoso ciudadano; y el tercero es condenado de forma contradictoria como
"islamofobia", con lo que se da la vuelta a la tortilla y aquí no ha
pasado nada.
Es
siempre el mismo juego. El problema es que en un mundo global ya no basta con
tener aislado a tu pueblo para tenerlo controlado y sumiso. Hoy, el crecimiento
de los grupos radicales se basa en la agitación antioccidental que los
gobiernos ven con preocupación pues saben que es la única vía de enganche hacia
la sublevación. El fracaso de la Primavera Árabe, como hoy se proclama, sirvió
a muchos gobiernos a entender con qué facilidad se puede levantar la gente. El
problema de un movimiento no religioso, como fue la Primavera, es que carece de
organización como para ir más allá de la sacrificada algarada. Pero tras estas
protestas sí hay organización, la única posible en unos países en los que se ha
hecho el vacío entre un poder autoritario y unos grupos sociales autoritarios
lanzados en dos direcciones: contra Occidente y contra sus poderosos dirigentes.
El liderazgo islámico se basa en el cumplimiento de las leyes islámicas, como
muy bien repite la funcionarial institución de Al-Azhar y demás instituciones
que convencen a la aceptación de la obediencia mientras el poder favorezca los
mandatos coránicos.
Pero
hay más luchas en Oriente Medio, aunque todas pasen por el mismo punto. Me
refiero a la figura de Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, cuya guerra,
una vez asentado el poder en Turquía mediante el desmantelamiento, persecución
y encarcelamiento de cualquier oposición. Sabedor de la creciente debilidad de
Occidente en los países de la zona por el vacío dejado por los Estados Unidos,
aunque Trump no se haya enterado, Erdogan busca afianzarse como un líder global
de la zona, amparándose en la debilidad de unos y la organización fuerte de
otros. Me refiero al crecimiento en la sombra de los Hermanos Musulmanes,
muchos de cuyos dirigentes se encuentran en Turquía, desde donde mantienen sus
lazos ramificados por la zona.
El artículo en La Vanguardia se cierra con una mención expresa:
El diario conservador Le Figaro publicó un editorial muy duro contra Erdogan, a quien llamó “hermano musulmán” –como la cofradía islamista– y comparó su “política del insulto” con la de Hitler. Según el rotativo, el presidente turco pretende “movilizar a los islamistas de todo pelaje contra Francia” porque ha sido el país que más ha criticado las injerencias turcas en Siria, Libia, Nagorno-Karabaj y el Mediterráneo oriental. Le Figaro advertía que el insulto es algo a tomar muy en serio porque, “para los islamistas, suele ser una invitación a matar”.*
El
boicot a los productos franceses y los insultos a Macron por parte de Erdogan
forman parte de esa "estrategia del prestigio" islámico que Erdogan
ha estado practicando con sus enfrentamientos con Europa, especialmente con
Alemania —Merkel le paró los pies— y ahora con Francia. Pero todo obedece al
mismo principio. Una vez que Europa frustró las esperanzas de Turquía de entrar
en la Unión, Erdogan se quitó la careta de líder autoritario y faltón, que es
concepto de liderazgo que funciona con las bases.
La
desaparición del Estado Islámico deja abierto el espacio terrorista a grupos en
la sombra (que agitan) y exaltados que ejecutan, pero el objetivo es el mismo,
mantener abierta una guerra contra aquellos que consideran una influencia irrefrenable
por efecto de la globalización de las comunicaciones, que abre las sociedades y
obliga a la contra información.
Los
casos como el de las "caricaturas" son utilizados para mantener viva
la política agresiva y restrictiva. Así Occidente no se identifica con
libertades y democracia, sino con la blasfemia, la islamofobia, la destrucción
de las familias, etc., que es la campaña que se mantiene constante. Hoy, en
Oriente Medio, es normal pensar, gracias a los artículos de prensa, las redes
sociales o las declaraciones de sus dirigentes, que la Primavera Árabe fue un
movimiento "occidental" para destruir el islam, que sus activistas
estaban al servicio de la CIA; se repite una y otra vez que el "Estado Islámico"
no es "islámico" sino una maniobra occidental para desprestigiar al
islam; que el hecho que se grite "¡Alá es grande!" antes de decapitar
a alguien es una mera casualidad, que en modo alguno tiene un sentido
religioso. Y se podrían seguir añadiendo casos.
Mientras
no solo no se frenen sino que se alienten condenas desde las instituciones
(condena de Al-Azhar) y mientras esas condenas sean consideradas como
sentencias de muerte por parte de los que lo quieren ver así, no habrá forma de
ignorar lo que ocurre.
El
boicot de Erdogan y Turquía a los productos franceses es otra forma indirecta
de atacar y, a su manera, de mostrarse como el nuevo Nasser, el líder que
pondrá al mundo islámico en el lugar que le corresponde como destino indudable. No hay más que una
forma de entender el hecho y todo se interpreta en clave anti occidental. Y los
muchos que opinan de otra manera se cuidan mucho de mostrarlo, pues supone una
condena de muerte igualmente, una causación de ser un traidor occidentalista,
de estar contra Dios, la familia, el islam en su conjunto. Y siempre habrá
alguno que se preste a ser la mano ejecutora cuidadosamente inducido con las
ventajas de llegar bien recomendado al paraíso, como ha ocurrido con el
yihadista (otro término que, aunque ellos mismos se apliquen no gusta, que se utilice).
Se trata, una y otra vez, de eliminar cualquier huella, mientras que por otro
se busca la "islamofobia" a todo trance para mantener unido al grupo
y prestigiar a los que denuncian la perversidad de occidente.
Esta
actitud es, como hemos advertido, además de un fraude, un semillero de
radicalismo que crece hasta que la cuerda se tensa tanto que ya no es necesario
excusa para cometer el atentado, que es visto socialmente aceptable por
sectores que se van radicalizando. Lo que enseña el atentado criminal de París
es esa extensión de la trama: los que condenan y rechazan y los que finalmente
actúan como brazos ejecutores de la sentencia implícita de muerte.
Y todo esto irá a más conforme las luchas sociales, políticas y religiosas internas se acrecienten.
*
Eusebio Val "Macron planta cara al boicot islámico a los productos
franceses" La Vanguardia 27/10/2020
https://www.lavanguardia.com/internacional/20201027/4936764364/macron-planta-cara-al-boicot-islamico-a-los-productos-franceses.html
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