martes, 27 de octubre de 2020

La perplejidad francesa

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


La defensa de Macron de las libertades de la República Francesa ha tenido una respuesta poco saludable desde muchos rincones del mundo islámico, que no ha condenado —de forma también poco saludable para su propia imagen exterior— de forma lo suficientemente contundente el atentado criminal contra el profesor Samuel Paty, decapitado de forma bárbara en plena calle por un joven terrorista camino del paraíso, bien alentado por su familia, círculos de indignados por su labor dentro y fuera del colegio, la venta de información de alumnos, la condena de Al-Azhar, de algunas autoridades y alguna que otra fatua. Tras todos estos alientos indignados, el asesino es la punta del iceberg, el punto en el que confluyen todas esas fuerzas, y parte de un siniestro e hipócrita juego por parte de los gobiernos de algunos países cuyo doble lenguaje hemos comentado aquí en muchas ocasiones.

El corresponsal en París de La Vanguardia, Eusebio Val, manifiesta el asombro francés ante esta extraña forma de condolencia manifestada en la calle de algunos países y por sus dirigentes: 

En Francia hay una mezcla de inquietud, perplejidad e indignación por una situación que se percibe como el mundo al revés. Ven una corrupción de los argumentos, una manipulación obscena de la realidad, con el riesgo de alentar el terrorismo. Hace pocos días el país sufría un atentado brutal, de fuerte simbolismo –la decapitación de un maestro al salir de su escuela, cerca de París–, una declaración de guerra a lo que Francia encarna, a la libertad de pensamiento, a la herencia de la Ilustración. Un yihadista checheno lo asesinó por haber mostrado caricaturas de Mahoma en una clase dedicada a la libertad de expresión.

En vez de encontrar solidaridad, Francia es castigada con groseras descalificaciones a su jefe de Estado y llamamientos a no comprar sus productos. En las redes sociales se denigra con montajes fotográficos ofensivos a Macron y a su esposa Brigitte. Son métodos de países en guerra y de regímenes totalitarios.

Ya se sospechaba la larga mano de Erdogan en el boicot comercial, pero ayer se despejó cualquier duda. El propio líder turco, en un discurso, se sumaba a la acción punitiva. Además de Turquía, las represalias contra París se dan en Qatar, Kuwait, Jordania y Libia. Ha habido manifestaciones en Gaza, Trípoli y Tel Aviv. En el caso de Qatar, la contradicción es evidente. El rico emirato gasístico es un gran comprador de armamento francés, incluido el cazabombardero Rafale, pero ahora se retiran de sus estanterías los quesos y cosméticos galos.* 

La hipocresía se percibe claramente en ese párrafo final relativo a las compras de armamentos por gobiernos que no les hacen ascos a todo aquello que les interesa mientras que alientan por debajo la irritación popular, que esa agitada por todo tipo de predicadores, grupos islamistas y demás. Hemos señalado aquí en múltiples ocasiones el juego del doble lenguaje de las sonrisas gubernamentales mientras que se alienta en la base un sentimiento anti occidental, en este caso anti francés. Es la forma que tienen esas élites enriquecidas y corruptas de mantenerse en el poder, negocios oscuros y agitación popular. De esta forma se enriquecen en los negocios y se aseguran el armamento que les mantiene en el poder mientras que se muestran ante sus pueblos como defensores de la fe frente a la corrupción occidental, cuna del ateísmo, el feminismo y visiones perversas y antinaturales del poder.

La perplejidad francesa es que acaban siendo ellos los condenados por el triple hecho de haber publicado las caricaturas, haberlas exhibido en una clase de libertad de expresión y finalmente por haber condenado el extremismo islamista. Los dos primeros hechos son condenables como blasfemias, algo por lo que en muchos de estos países puedes tener pena de muerte si no se anticipa algún piadoso ciudadano; y el tercero es condenado de forma contradictoria como "islamofobia", con lo que se da la vuelta a la tortilla y aquí no ha pasado nada.

Es siempre el mismo juego. El problema es que en un mundo global ya no basta con tener aislado a tu pueblo para tenerlo controlado y sumiso. Hoy, el crecimiento de los grupos radicales se basa en la agitación antioccidental que los gobiernos ven con preocupación pues saben que es la única vía de enganche hacia la sublevación. El fracaso de la Primavera Árabe, como hoy se proclama, sirvió a muchos gobiernos a entender con qué facilidad se puede levantar la gente. El problema de un movimiento no religioso, como fue la Primavera, es que carece de organización como para ir más allá de la sacrificada algarada. Pero tras estas protestas sí hay organización, la única posible en unos países en los que se ha hecho el vacío entre un poder autoritario y unos grupos sociales autoritarios lanzados en dos direcciones: contra Occidente y contra sus poderosos dirigentes. El liderazgo islámico se basa en el cumplimiento de las leyes islámicas, como muy bien repite la funcionarial institución de Al-Azhar y demás instituciones que convencen a la aceptación de la obediencia mientras el poder favorezca los mandatos coránicos.

Pero hay más luchas en Oriente Medio, aunque todas pasen por el mismo punto. Me refiero a la figura de Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, cuya guerra, una vez asentado el poder en Turquía mediante el desmantelamiento, persecución y encarcelamiento de cualquier oposición. Sabedor de la creciente debilidad de Occidente en los países de la zona por el vacío dejado por los Estados Unidos, aunque Trump no se haya enterado, Erdogan busca afianzarse como un líder global de la zona, amparándose en la debilidad de unos y la organización fuerte de otros. Me refiero al crecimiento en la sombra de los Hermanos Musulmanes, muchos de cuyos dirigentes se encuentran en Turquía, desde donde mantienen sus lazos ramificados por la zona.

El artículo en La Vanguardia se cierra con una mención expresa: 

El diario conservador Le Figaro publicó un editorial muy duro contra Erdogan, a quien llamó “hermano musulmán” –como la cofradía islamista– y comparó su “política del insulto” con la de Hitler. Según el rotativo, el presidente turco pretende “movilizar a los islamistas de todo pelaje contra Francia” porque ha sido el país que más ha criticado las injerencias turcas en Siria, Libia, Nagorno-Karabaj y el Mediterráneo oriental. Le Figaro advertía que el insulto es algo a tomar muy en serio porque, “para los islamistas, suele ser una invitación a matar”.* 

El boicot a los productos franceses y los insultos a Macron por parte de Erdogan forman parte de esa "estrategia del prestigio" islámico que Erdogan ha estado practicando con sus enfrentamientos con Europa, especialmente con Alemania —Merkel le paró los pies— y ahora con Francia. Pero todo obedece al mismo principio. Una vez que Europa frustró las esperanzas de Turquía de entrar en la Unión, Erdogan se quitó la careta de líder autoritario y faltón, que es concepto de liderazgo que funciona con las bases.

La desaparición del Estado Islámico deja abierto el espacio terrorista a grupos en la sombra (que agitan) y exaltados que ejecutan, pero el objetivo es el mismo, mantener abierta una guerra contra aquellos que consideran una influencia irrefrenable por efecto de la globalización de las comunicaciones, que abre las sociedades y obliga a la contra información.

Los casos como el de las "caricaturas" son utilizados para mantener viva la política agresiva y restrictiva. Así Occidente no se identifica con libertades y democracia, sino con la blasfemia, la islamofobia, la destrucción de las familias, etc., que es la campaña que se mantiene constante. Hoy, en Oriente Medio, es normal pensar, gracias a los artículos de prensa, las redes sociales o las declaraciones de sus dirigentes, que la Primavera Árabe fue un movimiento "occidental" para destruir el islam, que sus activistas estaban al servicio de la CIA; se repite una y otra vez que el "Estado Islámico" no es "islámico" sino una maniobra occidental para desprestigiar al islam; que el hecho que se grite "¡Alá es grande!" antes de decapitar a alguien es una mera casualidad, que en modo alguno tiene un sentido religioso. Y se podrían seguir añadiendo casos.

Mientras no solo no se frenen sino que se alienten condenas desde las instituciones (condena de Al-Azhar) y mientras esas condenas sean consideradas como sentencias de muerte por parte de los que lo quieren ver así, no habrá forma de ignorar lo que ocurre.

El boicot de Erdogan y Turquía a los productos franceses es otra forma indirecta de atacar y, a su manera, de mostrarse como el nuevo Nasser, el líder que pondrá al mundo islámico en el lugar que le corresponde como destino indudable. No hay más que una forma de entender el hecho y todo se interpreta en clave anti occidental. Y los muchos que opinan de otra manera se cuidan mucho de mostrarlo, pues supone una condena de muerte igualmente, una causación de ser un traidor occidentalista, de estar contra Dios, la familia, el islam en su conjunto. Y siempre habrá alguno que se preste a ser la mano ejecutora cuidadosamente inducido con las ventajas de llegar bien recomendado al paraíso, como ha ocurrido con el yihadista (otro término que, aunque ellos mismos se apliquen no gusta, que se utilice). Se trata, una y otra vez, de eliminar cualquier huella, mientras que por otro se busca la "islamofobia" a todo trance para mantener unido al grupo y prestigiar a los que denuncian la perversidad de occidente.

Esta actitud es, como hemos advertido, además de un fraude, un semillero de radicalismo que crece hasta que la cuerda se tensa tanto que ya no es necesario excusa para cometer el atentado, que es visto socialmente aceptable por sectores que se van radicalizando. Lo que enseña el atentado criminal de París es esa extensión de la trama: los que condenan y rechazan y los que finalmente actúan como brazos ejecutores de la sentencia implícita de muerte.

Y todo esto irá a más conforme las luchas sociales, políticas y religiosas internas se acrecienten. 

* Eusebio Val "Macron planta cara al boicot islámico a los productos franceses" La Vanguardia 27/10/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20201027/4936764364/macron-planta-cara-al-boicot-islamico-a-los-productos-franceses.html

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