Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
noticia era la más esperada por unos, la menos esperada por otros y quizá la
más deseada por muchos otros. Los que veían al presidente y aceptaban su endiosamiento
como un signo de fuerza, estarán defraudados. Los conspiracionistas ya habrán
fabricado sus teorías justificativas para que les cuadren los hechos. Algunos
lo verán como cosa de Dios y otros del diablo. El champán correrá en algunas
casas mientras que en otra se arrodillan para rezar porque no se les prive del
líder que iba a hacer América grande de nuevo.
Los medios especulan que ha sido una de sus asesoras, la de comunicación, Hope Hicks —¡a veces el destino es muy irónico!—, la que ha llevado el coronavirus a su cuerpo de 74 años y al de Melania que, por cierto, tiene su propio protagonismo gracias a la filtración de los comentarios grabados por una de su ex asesoras. El tema era la frustración que le merecían las críticas a la separación de los inmigrantes de sus hijos, una de esas medidas bárbaras que la administración de su esposo y líder puso en marcha. Para Melania, según parece, la cárcel más abyecta de Estados Unidos es mejor que cualquier hogar mejicano, donde nos dice, "la gente duerme en el suelo".
Esta feo grabar a presidentes y primeras damas, pero, como ya hemos apuntado en ocasiones, la gente quiere ya mantener las distancias de los Trump y saca a la luz lo que puede antes que los metan a todos en el mismo saco y los lancen al río.
Pues
hete aquí que la pareja presidencial —son los hechos— están contagiados con lo
que su amigo Bolsonaro, también contagiado, llamó una "gripezinha",
que también padeció su amigo Boris Johnson, el premier británico que
consideraba que no era malo socialmente contagiarse hasta que se contagió
personalmente. Agradeció a los dos inmigrantes enfermeros que le cogieron las
manos en la época en que no sabía si la luz que veía era la del pasillo o era
otra.
Por
convicción y educación, no le deseo el mal a nadie. No contesté con un "me
gusta" los comentarios que recibí cuando enfermó Johnson, del tipo
"¡Toooomaaaa!", como me mandó una amiga, u otros por el estilo. Me
alegró como de cualquier otro ser humano que venciera finalmente al coronavirus
y tenga larga vida, incluso política.
Pero si el
hecho que Donald Trump se haya contagiado del coronavirus tiene en todo el planeta
tanta resonancia es porque tiene algo de la fábula del cántaro y la fuente, del no
se puede jugar con fuego, etc. Todas las lenguas y culturas tienen sus
refranes, dichos o fábulas sobre lo que supone tentar tanto a la suerte. Pero Trump es el dios, el todopoderoso en su universo mental y la exterioridad de su personaje acaba convirtiéndose en la
interioridad de su persona. Una cosa es creerse por encima de todo y otra que la vida, que no saber de presidencias, te lo permita.
La CNN describe de esta forma la situación:
President Donald Trump announced early Friday that he and his wife both tested positive for the coronavirus, an extraordinary development coming months into a global pandemic and in the final stretch of his reelection campaign in which he has flouted experts' guidance on preventing the disease's spread.
The diagnosis amounts to the most serious known health threat to a sitting American president in decades. At 74 years old and obese, Trump falls into the highest risk category for serious complications from the disease, which has killed more than 200,000 Americans and more than 1 million people worldwide.
His infection with the disease could prove
destabilizing in an already fraught political climate, and stock market futures
tumbled on news of Trump's infection.
"Tonight, @FLOTUS and I tested positive
for COVID-19. We will begin our quarantine and recovery process immediately. We
will get through this TOGETHER!" Trump tweeted shortly before 1 a.m.
Friday.
Later, the first lady wrote on Twitter that she
and her husband were "feeling good."*
La descripción de Trump como "At 74 years old and obese" no es seguramente la que le gustaría, pero se ajusta a los hechos, algo que él ha ignorado sistemáticamente. Pero eso se ha convertido en un rasgo definitorio de Trump, ¿a quién le importan los hechos?
Si Trump no quería que le vieran con mascarilla porque le parecía una muestra de debilidad, ahora corre el riesgo de que le vean entubado si las cosas van mal en los próximos días.
"Mientras tanto", como suele decirse en las novelas seriadas, hay que ponerse en los centros de reacción, es decir, en lugares donde el positivo ha caído como una bomba, en unos casos, como una fumigación en otros.
Es difícil imaginarse las reacciones en el bando republicano, que quedan sin alternativa a Trump a pocas semanas de las elecciones. Sería el colmo de la ironía que Trump tuviera que votar por correo, pero un voto es un voto. La obligación de los republicanos es montar un plan b teniendo en cuenta los escenarios posibles.
Los radicales de la conspiración que apoyan a Trump pretenderán convertir el contagio en una especie de atentado, algo a lo Navalni y Putin, pero al revés, o un caso de "polonio".
Los demócratas saben que no se deben confiar porque, si la cosa empeora, los republicanos jugarán la baza del dramatismo para sembrar las simpatías del sufrimiento. Veremos vigilias ante la Casa Blanca, demostraciones de dolor públicas y llantos en los próximos días. Las imágenes del pueblo junto a su presidente empezarán pronto a circular.
Por ahora se habla de la supresión del próximo debate. Eso le viene bien a Trump, que se proclamará ganador del realizado y de todos los que se queden en el tintero. El que no se celebren no es obstáculo para él.
Si ayer hablábamos de Cecil B. de Mille y su idea sobre comenzar las películas con un terremoto y luego seguir aumentando la tensión, con Trump no hay respiro desde que fue proclamado presidente por el Colegio Electoral, con casi tres millones de votos menos que su adversaria H. Clinton. ¿Ha habido algo "normal" en la presidencia de Trump? ¿Algo "normal, normal"?
Para ser sinceros, no. Con Trump se complicaba hasta el discurso anual ante los Boy Scouts. Trump tenía que insultar hasta a los responsables de una película coreana por ganar el Oscar. Su necesidad de estar presente en todo, de no dejar de intervenir en cualquier cosa ha sido sorprendente... e incontrolable. Todos los que han intentado frenarle en algo han acabado desesperados o marchándose. Poca gente queda del principio y los que quedan mantienen intereses que les hacen mantenerse ahí, más que por amistad. Es difícil ser amigo de Trump, porque los dioses no tienen amigos, solo adoradores entre el electorado y aduladores entre sus asesores. Los que no han aceptado el papel, se han ido. De estos últimos, los hay de dos clases, con "libro" y "sin libro".
Y ahora está contagiado. La prensa cuenta sus efectos en la bolsa, que cae 400 puntos en Nueva York. Veremos cómo saludan el contagio las bolsas del mundo en próximas horas. Ya tenemos algún avance en el titular de estos momentos en El Economista: "Las bolsas europeas sufren caídas del 1% ante el positivo por covid-19 de Trump: el Ibex 35 cae bajo los 6.700 puntos". "¡Solo un 1%!", se enfadará Trump pensando que le valoran en poco su salud.
Por una cosa u otra, Trump acapara titulares, aunque esta vez no sea de los que le gustan. Algunos titulares norteamericanos apuntan a que Biden ha estado cerca durante el debate y que eso es un riesgo. Pero, por ahora, no hay noticias al respecto. Otro punto por el que el consumo de velas aumentará en los Estados Unidos. Todo está en el aire, nunca mejor dicho.
¿Qué queda por sorprendernos? No lo sé, ese es el fundamento
de la sorpresa. Pero seguro
que hay algo en la recámara o en la manga.
* Kevin Liptak, Kaitlan Collins, Betsy Klein, Jim Acosta y Paul LeBlanc, "President Donald Trump and first lady Melania Trump test positive for Covid-19" CNN 2/10/2020 https://edition.cnn.com/2020/10/01/politics/hope-hicks-positive-coronavirus/index.html
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