lunes, 26 de octubre de 2020

Un horizonte de mayo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)


La Vanguardia ha publicado un artículo titulado "Ellos y nosotros", donde "ellos" son los chinos y "nosotros" los occidentales. El artículo les acaba dando la razón, con algunos peros sobre el comienzo y todas esas cosas que se han convertido en tópicos recurrentes. Pero les elogia en dos cosas: la primera es que han vencido al coronavirus a base de medidas drásticas y no tener que preguntarse cosas como "qué va a pasar con Halloween" o a cuántas personas se puede invitar a cenar en casa; la segunda es que la economía china ya está creciendo por encima del 5%, algo que ni Trump ni nadie puede negarles con los datos en la mesa. Al parón drástico de la producción, le ha seguido —una vez doblegada la pandemia— la reactivación y el consumo. La vía a la reactivación es la salud y a la salud se llega con determinación, con cumplimiento de medidas, con solidaridad y sacrificio de muchas cosas.

El gobierno de España acaba de presentar un nuevo "estado de alarma", un poquito a gusto del cliente. Lo digo porque las autonomías siguen mandando en su territorio. De lo que se ha tratado siempre —y así nos ha ido— es de que no te puedan recriminar las medidas antes que las muertes y contagiados. Lo queremos todo: queremos que el gobierno central asuma las imposiciones drásticas y nosotros ser generosos en la desescalada, lo que ha sido el causante de nuestros males. Nuestras autonomías siguen siendo oportunistas y calculadoras. Pero las cifras no dan para juegos, como hasta el momento.

En condiciones ideales, como en los laboratorios, las medidas funcionarían, pero no vivimos en un laboratorio sino en una realidad cruda y pertinaz que nos demuestra que sabemos la teoría pero nos cuesta poner en marcha la práctica, que es muy sencilla pero desagradable, especialmente si luego les pides el voto a los que sancionas o se arruinan. No es otra la clave. No hay que dar más vueltas al asunto.

Pedro Sánchez ha anunciado un estado de alarma que quiere mantener hasta mayo. Quizá lo haya hecho para dar esperanzas a la próxima temporada turística, dando por descontado que las navidades van a ser más familiares que nunca, con un Santa Claus no conviviente. Todo muy virtual y simbólico.

Un estado de alarma con intención de renovarse hasta mayo de 2021 echa por tierra muchos deseos e ilusiones de que esto sea rápido. Deberíamos estar mentalizados ya, pero la lucha político económica no nos ha dejado ver el bosque. Ahora llegan unas normas más o menos comunes que tendrán que aplicarse, sí o sí, si queremos salir de esto algún día.


Hay medios que todavía siguen jugando con la desinformación sobre muchas cosas, del origen a la llegada de las vacunas. En realidad, en lo único que deberíamos estar centrados en la contención, que es lo que está en nuestras manos y dejar que los norteamericanos se dediquen a las especulaciones o acusaciones para camuflar el desastre, en todos los órdenes, que ha supuesto esta pandemia para el país que quiere ser considerado como una primera potencia. Nadie ha tenido tanto tiempo como los Estados Unidos y nadie lo ha desperdiciado tanto, con Trump al frente, el peor presidente.

Lo que parece evidente, si así queremos ver algo y no tirar experiencia y  sufrimiento por la borda, es que la única forma de controlar esto es controlarse a uno mismo y exigir que se controle a los demás. Basta ya de tonterías en nombre de "derechos y libertades", basta ya de usar a los jueces para seguir haciendo lo que queremos con el mayor ejercicio de insolidaridad visto en décadas por las personas que ha decidido que esto no va con ellos, que pueden seguir haciendo lo que han hecho siempre y presumir de ello. La excepcionalidad de la situación exige mentalizarse a que esto es una larga responsabilidad, un cambio de hábitos de vida en nombre precisamente de la vida. Muchas cosas se podrían hacer de no ser por el exceso al que algunos lo llevan con su falta de solidaridad, del botellón al adulto de la fiesta privada.

Volvemos a la segunda sesión de la misma película, por más que se nos diga que es solo un remake. Es cierto que los que murieron ya no pueden volver a morir, pero quedan muchos que se libraron entonces que pueden entrar ahora. Parece que tiene que haber una muerte por familia para que finalmente seamos conscientes de lo que nos estamos jugando.

El horizonte de mayo son muchos meses, pero es más realista que decir que va a haber una vacuna en primavera. El realismo es importante en este universo de noticias falsa, de expectativas falsas y de promesas falsas. No hay más que una realidad, que es la que marcada cada día el número de muertes, con las que algunos juegan políticamente en sus guerras absurdas ante una situación como esta.

Los eslóganes optimistas se han quedado por el camino; la idea de ser mejores no deja de ser una mirada ilusa ante lo que la realidad ha mostrado de egoísmo, insolidaridad e irresponsabilidad de muchos. Podemos consolarnos diciendo que son solo una minoría, pero consuela poco. Un simple paseo nos quita mucho del optimismo.

Mayo como horizonte significa sobre todo mentalizarse, dejar de meterse en guerras nacionales y autonómicas y ponerse a remar todos en el mismo sentido. Políticas claras y sanciones ejemplares. Ya lo hemos tratado en varias ocasiones: no hay que desmoralizar al que cumple, que ve, como vemos todos, a los que no cumplen. No hay que perder cumplidores porque entonces el retroceso será enorme. Algunos hablan de "cansancio". Nada agota más que ver desperdiciar lo bueno que se hace, el sacrificio. Sobra palabrería y falta el estímulo real de la mejora. Den ejemplo.

Mayo es un horizonte lejano con un duro invierno de por medio.

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