domingo, 25 de octubre de 2020

El problema "fake news"

Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Un gran titular en la CNN nos advierte "No matter who wins the US election, the world's 'fake news' problem is here to stay". El artículo de análisis está firmado por Eliza Mackintosh y ocupa en estos momentos la posición más visible en la página de la cadena televisiva. La idea central se nos adelanta ya en el titular, las elecciones no serán determinantes en la modificación del nuevo reino de la mentira.

Bajo el término "mentira", que tiene un sentido más moral, como lo opuesto a la "verdad", se esconden muchos sentidos y acciones que van siendo paulatinamente aceptados como parte de una realidad que no "es", sino que es "fabricada" en los talleres más o menos ocultos en donde se moldea. A la tautología divina "soy el que soy", le sucede la más humana de "soy el que quiero que vean". En un mundo sin esencias, todo es construcción. La mentira ya no es un vicio, sino una profesión. Y muy rentable en diversos niveles. Lo es para quienes la diseñan —los profesionales de la mentira— y lo es para los que las viven o interpreta ya que les sirve para conseguir sus objetivos. Ya sea por defensa o como ataque, la mentira sirve como medio para conseguir algo. Es medio dirigido a un objetivo, salvo en aquellos que mienten por el placer de hacerlo. No esperan conseguir nada especial; es el esteticismo de la mentira, "mentir por mentir". Son los menos y suelen ser ellos mismos los más perjudicados.

El problema actual es otro. Se trata del extraño consenso oculto sobre la posibilidad de usar la mentira —en sus muchos grados y variantes— como una forma de destrucción de unos y construcción propia.

En el artículo de la CNN leemos:

The United States has spent decades, billions of dollars and American lives trying to install democracy around the world, but over the past four years, Trump has effectively handed autocrats a rhetorical sledgehammer with which to bash away at one of its most fundamental pillars: freedom of the press. His favorite catchphrase, "fake news," has emboldened authoritarian and democratic leaders alike to restrict the media in their own countries and target perceived critics with a growing sense of impunity.

Meanwhile, some of those same leaders have greenlit the deliberate spread of real disinformation -- US intelligence agencies concluded that Russia, for example, had used false news to interfere in the 2016 election.

But the specter of disinformation and foreign electoral interference, which has loomed large over the 2020 presidential race, is perhaps not as pernicious as the language now coming out of the White House itself. Less than two weeks out from the election, Trump has touted unfounded narratives and conspiracy theories casting doubt over mail-in voting and the November results -- which could leave Americans even more vulnerable to further manipulation, experts warn.*

Podemos decir que ese "amor primero" por la "verdad" y la democracia podría discutirse y explicar que todos los países han usado una propaganda engañosa para publicitarse ante los ojos de los demás. Pero pensábamos que la Guerra Fría había sido el apogeo de la mentira. Y, claro, nos equivocábamos.

El dicho español "la ocasión hace al ladrón" puede aplicarse a la mentira en su versión encapsulada y mediática que son las "fake news". Hoy tenemos enormes medios de difusión de información y la enorme tentación de usarla en nuestro beneficio. Una visión beatífica del universo nos hace pensar en términos del "bien" contra el "mal", en donde el bien, por supuesto, somos nosotros y lo que decimos es la verdad. Para los otros dejamos la parte negativa. Creo que esto ha existido siempre.


Lo que me da la impresión que ha cambiado es nuestra capacidad general para aceptar estar cosas. Por ejemplo, a Richard Nixon se le sacó de la Casa Blanca mediante un "impeachment" por una milésima parte de las mentiras que se le han descubierto a Donald Trump. "Tricky" Nixon, como se le conocía, era un santo varón en comparación a lo que hemos sabido de Donald Trump y consiguió superar su "impeachment" con los votos republicanos, a los que no les importó tener a un mentiroso manipulador en la Casa Blanca. La responsabilidad moral de los republicanos que le mantuvieron es clara, pero ¿le importa a alguien la moral? Trump ha tenido todo tipo de escándalos, de sexuales a económicos, ha insultado a los veteranos y muertos por el país, ha mentido en todo lo imaginable, etc. y ahí sigue.

Han cambiado los medios, sí, pero también han cambiado nuestros estándares de medición de las mentiras y de los mentirosos. Para ello se nos entrena lanzando pequeñas cebos para que nos diviertan las mentiras que satisfacen nuestros presupuestos. El secreto está en encontrar las mentiras que nos adulan, que refuerzan nuestros gustos, todo aquello que queremos escuchar y, sobre todo, que creemos que, porque se nos cuente, es verdad.

El otro factor, por supuesto, es la facilidad de los nuevos medios para esparcir mentiras como desinformación junto con otro factor, el anonimato. Lo que antes se difundía en panfletos, hoy se difunde por millones en un solo envío que se convierte en viral. Para ello se han desarrollado tecnologías especiales y aprovechado las ya existentes. Lo demás es la organización para la difusión las mentiras, que comprende la selección temática, el objetivo del ataque y el estudio de su eficacia.

Esto se aprende hoy en nuestras universidades como formas de convencimiento, marketing viral, etc. Basta con dar el salto de lo comercial a lo político, ya sea nacional o internacional, para que la formación acabe su ciclo. Hace mucho que la política es un esfuerzo conjunto de sociólogos, psicólogos, creativos, analistas de datos y técnicos informáticos. Somos los conejitos de indias, en constante observación de los datos que producimos y que son cuidadosamente analizados para fines comerciales y también políticos.

El campo de juego está creado. Solo falta poner en marcha las mentiras necesarias, dirigir los flujos de información hacia los lugares adecuados con los motivos pertinentes, saber qué está la gente dispuesta a creer y dárselo. Toda una cadena en la que se diseña, realiza y mide.

El artículo en la CNN pone énfasis en un problema que hemos tratado aquí en países como Egipto: la excusa de las "fake news" sirve para recortar la libertad de información y los medios independientes. Es el "poder" institucional quién determina finalmente qué es "verdad"; es la "voluntad de verdad", la fuerza impositiva. Michel Foucault lo explicó con claridad partiendo de sus maestros, Nietzsche y Freud. Orwell lo había recreado en sus obras, tomando como ejemplo la Rusia estalinista, derrotada finalmente pero inspiradora. Para que la mentira se convierta en verdad necesita de cierta unanimidad en la aceptación, ser normalizada. Los medios independientes, los periodistas críticos pasan a ser moscas molestas que revolotean junto al ataúd de las libertades. La falsa protección frente a los medios no es más que una excusa para sincronizarlos al compás marcado por el poder, que tiene siempre como aspiración la aclamación.

El artículo de Eliza Mackintosh en la CNN, siempre en clave norteamericana, se cierra con un miedo:

So what happens, for example, if the US President does take to Twitter on election night and calls the results "fake"?

Casting doubt over any adverse outcome is a tactic that other foreign leaders have deployed for decades, but it would be unprecedented for a sitting President of the United States. "Never before has a leader in the highest office in one of the world's most powerful, if not the most powerful, democracies, taken the hammer himself, to start breaking down the very principles that the country once was proud to defend," said Schaake, whose research focuses on disinformation, digital democracy and election security.

"No matter who wins. I think it's also going to be very hard to repair, if it's even possible."* 

No falta cierto prejuicio en la pregunta: ¿son más graves las mentiras en el país de la verdad? ¿Las mentiras en otros países son menos importantes porque los países son menos importantes? El temor, como hemos señalado tiene mucho que ver con la forma de auto percibirse los propios Estados Unidos, como democracia y libertades, aunque no sea siempre esa la percepción exterior. Aquí hemos señalado en ocasiones el flaco favor que se hace a las libertades y a la democracia cuando se abraza a los dictadores de forma tan entusiástica como lo hacen algunos presidentes norteamericanos a lo largo de la historia, no solo Trump. La idea de los "intereses norteamericanos", lo hemos señalado en diversas ocasiones, oscurece el compromiso con la democracia haciendo ver que esta es un privilegio norteamericano. Esto es algo que no debería ser, se diga o no, máxime cuando se pretende ejercer de líder y gendarme mundial. Trump es el primero que ha entendido este poder como absoluto a través de su "America First!", un eslogan más complejo de lo que aparentemente señala, demasiado próximo al "Deutschland über Alles", que le lleva a sus raíces germánicas en el peor sentido. El grito de guerra de Trump y sus seguidores esconde desde sueños revanchistas a deseos imperiales, algo que Trump alimenta con sus malos modos al referirse al mundo y la imposición por la fuerza de sus estrategias y objetivos.

En un mundo global y mediático, la mentira deja de ser una forma local de combate y se convierte en una estrategia mundial de intervención en los asuntos ajenos. La idea de "interferencia" se ha ampliado y expandido. Ya sea de forma que favorezca los intereses de algunos o de perjudicar los de otros (pueden ser coincidente, en la misma dirección), las "fake news" crean corrientes informativas que actúan sobre el terreno haciendo variar las percepciones, la valoraciones y, con ellas, las decisiones. Se trata en última instancia de favorecer o de perjudicar a terceros para conseguir un objetivo propio.

Es frecuente que el propio Trump presente a Biden como el "candidato de China" emulando el haber sido el "candidato del Kremlin", como trató de probar la llamada "trama rusa". A veces vemos las noticias de los intereses de determinados países, como Venezuela o Irán, en la política española. La cadena rusa RT es la mayor vía de penetración de la visión de Putin en espacios de diversas lenguas. Los grupos creados para difundir informaciones falsas necesitan crear un ambiente de presión multimediático haciendo que lleguen desde múltiples focos, que interactúan reforzándose. 

El problema más grave se está produciendo en la forma que una sociedad se percibe a sí misma cuando se mira en un espejo mentiroso y, en el plano internacional, cómo ve a los otros desde perspectivas interesadas de terceros. ¿Cómo podemos decidir entre mentiras, sin saber qué es cierto?

Es fácil echar la culpa a los gobiernos, pero es nuestra creciente débil resistencia a las mentiras (por eso deben ser gratificantes) la causa principal del problema. Una actitud más firme y decidida hubiera sido deseable, sin embargo no es lo que ha ocurrido. Una vez más, las mentiras se diseñan para vencer nuestras resistencias. Solo las malas mentiras son consideradas mentiras, las que afectan a nuestras creencias y prejuicios; las que los refuerzan son aceptadas y difundidas entre nuestros círculos. La mentira se ha adaptado a las redes y las redes se han adaptado a las mentiras. El mal está hecho. El interés ha desplazado a los principios y lo que queremos creer es lo que se nos ofrece sin que apenas dudemos de ello.

¿Se puede vivir en un mundo de apariencias poco fiable, sin respeto por la verdad? Indudablemente, sí. La cuestión es qué clase de mundo tenemos, si renunciamos a los valores que hemos considerado pertinentes para nuestra imagen de un mundo saludable y camino de lo mejor. Pero me temo que es la pérdida de valores claros y sus sustitución por intereses, confesos o camuflados, lo que ha abierto la caja de Pandora de la falsedad.

Vivir en la mentira, rodeados de ellas, difundiéndolas, reivindicándolas hasta convertirlas en verdades por aclamación es la puerta abierta a un mundo peligroso. Cada vez cedemos más espacio a cosas que antes rechazábamos sencillamente porque dejan de interesarnos en esta mezcla de indiferencia e intereses, de silencios cómplices y griterío que hemos construido.

Que la verdad pierda valor, incluso prestigio, es una mala noticia y lo malo es que no es una "fake new". ¿Tendrá que cambiar la prensa independiente su papel en este nuevo modelo de sociedad? Ya lo ha hecho: hay una gran diferencia entre dar noticias y desmentir noticias. Periódicos norteamericanos de prestigio, como The New York Times y The Washington Post, que antes daban primicias y sacudían la sociedad, ahora dedican mucho tiempo y esfuerzo en comprobar y desmentir, como ha ocurrido con Trump y pronto se extenderá a muchos otros países, por lo que —como hemos señalado— sufrirán al no tener los mecanismos judiciales y democráticos asentados (por eso Trump va a dejar "tocado" el Tribunal Supremo desequilibrándolo) capaces de hacer frente al poder.

Los nuevos medios han producido una nueva sociedad, como anticiparon algunos. Es una sociedad en la que la capacidad de lanzar e imponer "fake news" es cada vez mayor. La propia tecnología lo permite al poder manipular voces, imágenes estáticas, de vídeo, etc. Todo es ya manipulable y las fronteras de un nuevo mundo de bloques permiten a los pequeños países incordiar con la misma eficacia que las grandes potencias. Lanzar mentiras es barato y eficaz; mejor que muchas acciones físicas, como el terrorismo, y con menos riesgos.


Las noticias como armas sobrepasan a los viejos rumores, de lo que son la renovación. Esto afecta a los países o a entidades, como el escándalo del Club de Fútbol que contrata una empresa para desprestigiar a sus propios jugadores.

Vivimos en un mundo dudoso. La duda ya no es metódica ni existencial; es informativa. Nos rodean fuentes que desconocemos, que se esconden y camuflan; noticias cuyo origen se pierde en la Internet oscura, financiadas por grupos, partidos, países... o equipos de fútbol.

Preguntarse por el futuro es una ingenuidad, pues es ya nuestro presente desde hace bastante tiempo. Dada la naturaleza de la mentira y nuestra credulidad, hace tiempo que está entre nosotros, camuflada, vestida de verdad, atractiva, sugerente.  


*  Eliza Mackintosh "No matter who wins the US election, the world's 'fake news' problem is here to stay" CNN25/10/2020 https://edition.cnn.com/2020/10/25/world/trump-fake-news-legacy-intl/index.html

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